Talla en piedra de Miguel Ángel Betancur

“Unidos en la esperanza y en el dolor”

El sentido de la vida y la muerte, la trascendencia de un más allá y la esperanza que sobrecogen el espíritu cuando se llega a un campo santo son innegables. Este sentimiento se hace aún más profundo cuando en ese sitio se encuentra una obra de arte con sentido trascendente, como la que hoy se inaugura en el Cementerio Jardines Montesacro, en Itagüí, obra tallada en piedra por Miguel Ángel Betancur. Maravillosa coincidencia, hoy se cumplen veintidós años de la muerte de José Horacio Betancur, padre de Miguel Ángel; una obra suya, Cristo de los Andes, trabajada en pino por el destacado escultor, en 1956, se encuentra también en el parque cementerio. Es la unión artística de padre e hijo, en un mismo sitio y con un contexto semejante.

Cristo de los Andes y Unidos en la esperanza y en el dolor son obras maestras de la talla artística, la una en madera y la otra en piedra, con volumen, proporción y anatomía logrados por manos privilegiadas; con expresiones de espiritualidad y creatividad especiales.

La piedra

Miguel Ángel Betancur comenta que ha sido como un sueño la realización de esta obra. Fruto de un largo trabajo que se inició en una maqueta de aproximadamente treinta centímetros. Ahora la obra es la primera piedra de esa proporción trabajada directamente; la gran mole fue traída desde la mina de piedra bogotana en Boyacá, pesa diez toneladas y la dimensión de la escultura es de 2,5 metros de altura.

Después de la maqueta, Miguel Ángel hizo ejercicios de dibujo en tamaño natural para estudiar bien las figuras y familiarizarse con la forma anatómica que daría a la obra; estos ejercicios de dibujo fueron con modelos para lograr más soltura.

Una vez colocada la piedra en el sitio definitivo, después de muchas dificultades para el transporte por el peso de la mole pétrea, Miguel Ángel empezó a dibujar con el cincel en ella.

Fueron cinco meses de arduo trabajo: llegaba a las seis de la mañana al cementerio; subido en el andamio y en la escalera iba sacando, con el cincel, las figuras que tenía ya plasmadas en su mente.

Miguel Ángel se estremece cuando explica el sentido de su obra, que él mismo ha denominado Unidos en la esperanza y en el dolor, mientras lentamente pasa su mano por la piedra en ademán de caricia y con satisfacción.

Son siete figuras, el padre y la madre están unidos como centro de la familia, con la mirada elevada al firmamento, con dolor y esperanza. Los padres abrazan a sus hijos en espíritu solidario, los jóvenes muestran ese ir siempre adelante. En un lado está la esperanza, tallada en un plano más moderno, estilizada como en iniciación de vuelo, para significar que la esperanza es lo último que se pierde y abrazando al dolor.

Parece mentira que esta obra haya salido de las manos de este escultor tan joven. Él comenta con cierta sorna cómo los visitantes del cementerio, cuando lo veían subido tallando la piedra, creían que él era solamente un ayudante, que limpiaba la piedra o hacía el trabajo para otro que firmara la obra.

En alguna oportunidad hasta se le dijo que habían conocido en México al escultor, la sorpresa era enorme cuando Miguel Ángel decía: “Ese Maestro se llama Miguel Ángel Betancur y yo soy yo”.

Padre e hijo

Con profundo respeto, Miguel Ángel Betancur se refiere a su padre, habla de él por su nombre y dice: “José Horacio murió cuando yo tenía cinco años; sin embargo, cuando empecé a estudiar artes, nadie me tuvo que enseñar a manejar las herramientas. Recuerdo cuando José Horacio me sentaba en un banquito a su lado y yo lo veía trabajar”.

Miguel Ángel dice que no sabe a ciencia cierta si soñó o fue realidad cuando José Horacio lo llevó a la Casa de la Cultura y le entregó barro para que modelara un pez.

Verdadero orgullo siente Miguel Ángel al comentar que su profesor fue Gustavo López, que también había sido profesor de José Horacio. El trabajo de talla en piedra de Miguel Ángel es como una continuidad de la talla en madera de José Horacio en el Cristo de los Andes. La obra de José Horacio en Jardines Montesacro es una verdadera joya del arte colombiano; varias propuestas de compra ha recibido la administración del cementerio, y afortunadamente han sido negadas. Esta obra es patrimonio cultural que no debe salir del país, y debe permanecer en un sitio público para que pueda apreciarse mejor.

El Cristo es una composición expresiva de Jesús maniatado y sumiso, con el cóndor de los Andes posado en su espalda; la obra fue restaurada por Miguel Ángel cuando se trasladó de una casa particular al parque cementerio.

Tanto Cristo de los Andes como la talla en piedra Unidos en la esperanza y en el dolor son expresiones de un arte monumental y trascendente que no debe desconocerse, especialmente, el trabajo de Miguel Ángel, quien por su juventud y capacidad es una verdadera promesa en el campo escultórico nacional.

EL ESPECTADOR, NOVIEMBRE 11 DE 1979