El pintor Eduardo Villa
Su vida, pintor; su sueño, un mural*
Hay ilusiones, grandes sueños en todo ser humano que dan impulso a sus actuaciones. Sin ese sueño como punto final, muy poco podría hacerse. Para Eduardo Villa Uribe, el gran sueño es realizar un mural, por eso su vida es pintar y pintar pensando en el día en el que se pueda enfrentar a un muro y plasmar en él todo el sentimiento artístico que lleva dentro.
Ni la fama, ni el dinero interesan al artista; solo le interesa pintar, y es enfático al decir que él no puede ser feliz mientras otros tengan problemas y sufrimientos. Cuando se habla de las exposiciones y las dificultades que tiene un artista en nuestro medio, Eduardo Villa prefiere callar, él no quiere expresar resentimientos.
Amor al arte
Visitamos a Eduardo Villa en su estudio de la carrera 80; un salón espacioso y lleno de luz es el ambiente de trabajo del artista; en las paredes, obras suyas en acuarela, óleo y algunas plumillas, temas diversos y en variadas gamas de colores. Diva –la compañera de Eduardo– saca para mostrarnos un enorme cerro de trabajos de Eduardo y dice: “Este es el currículum de él”.
Sin embargo, Eduardo, al ver el enorme muestrario que ha traído Diva, comenta: “Yo no hago más que gastar papel, ella guarda todo eso; cuando yo estaba joven iba quemando las cosas después de un tiempo; ahí no hay sino bobadas, estudios que he hecho de colores, figuras, trabajos sin terminar…”.
Eduardo Villa fue alumno de dibujo de Carlos Gómez Castro y de Eladio Vélez, en pintura. Es un trabajador incansable, es de los que realmente laboran por puro amor al arte. Él mismo dice: “Me gusta pintar y me gusta lo que hago porque lo hago con amor, con mucho cariño”.
Entre las obras de Villa encontramos diversidad de estilos y de temas: Allí hay caricaturas, paisajes, temas toreros, dibujos grotescos, pueblitos, ciudades, campesinos y mujeres de vida alegre… El pintor dice: “Yo soy así: unas veces muy amoroso y otras veces muy dramático. La caricatura me gusta mucho y también busco hacer deformaciones, para resaltar algo interesante”.
Más espíritu, menos líneas
Mirando y analizando sus obras, Eduardo Villa hace comentarios diciendo: “Yo estudié mucho la figura, la hacía muy perfecta y llegó un momento en el que me estaba ganando la técnica; muchos compañeros me decían Leonardo, por la precisión de las figuras. Cuando perdí los dedos me di cuenta de que el arte no tiene mucho que ver con las líneas, sino con el espíritu”. Tomando el pincel con un estilo propio, para salvar la dificultad física, Eduardo va trabajando mientras charla un rato con los visitantes. “Me queda muy difícil hacer boceto, más bien hago el cuadro de una vez. Muchas veces me dedico a estudiar el color, las nubes, el papel, el caballo, el hombre, los movimientos.
“El color –continúa– lo trato como una escala musical; tengo obras en do mayor o en si bemol; con tres o cuatro colores se puede hacer todo, lo importante es mezclar bien”.
Paradójicamente, Villa pinta mucho al campesino cuando él mismo dice que le gustaba el hombre del campo que venía a la ciudad.
“A mí siempre me ha gustado lo exquisito, nunca lo chabacano; pero resulta que yo quiero mucho a Antioquia y ahí está el campesinado antioqueño”.
Toros y tango
En el año 79, Eduardo Villa hizo dos exposiciones especiales, una con el tema de los toros y la otra sobre el tango. Se habló de sus toros diciendo que no eran pases clásicos los que él pintaba. Villa comenta: “Yo fui mozo de estoque, pero de los toreros pobres; cuando pinté los toreros no quise que fueran tan convincentes, sino tremendistas.
“¿Sabes? –dice Eduardo–, acepté hacer una exposición del tango porque esa es la música de Medellín, yo quiero mucho a Medellín”.
Acuarela y mural
Cuando mencionamos a Eduardo que su obra figuró en dos muestras colectivas de la acuarelística antioqueña, rápidamente dice: “A mí no me importa la fama, lo único que me interesa es pintar; ni siquiera me interesa vender lo que hago, al fin el cheque del cuadro se queda allí en el enmarcado”.
Eduardo con alegría y esperanza comenta:
“Hablé con la alcaldesa para un mural, creo que sí lo podré hacer, ya se pasó la solicitud a planeación”. Moviendo las manos, como simulando estar pintando al fresco, el artista continúa: “Este es mi gran sueño, hacer un mural…”.
Cuando dejamos a Eduardo Villa, con promesa seria de visitarlo nuevamente, pensamos en su ejemplar superación; en su amor al arte que ha traspasado la barrera de la limitación física para continuar con su vida: pintar y, ¿por qué no?, tal vez llegue el momento en el que él esté dando color a sus figuras alargadas en un muro…
EL ESPECTADOR, ENERO 13 DE 1980