El Edificio Atlas, rescatado del olvido

Verdaderas joyas arquitectónicas han muerto bajo el ambicioso plan modernista en nuestra ciudad; algunos edificios han perecido por el descuido y maltrato de los inquilinos que no aprecian su valor. El deseo de elevar torres de cemento llenas de oficinas o apartamentos, con una utilidad monetaria grande, ha echado a tierra obras arquitectónicas valiosas por su diseño, construcción e historia.

Muy pocas construcciones del siglo pasado y de la primera mitad de este han quedado en pie en condiciones aceptables, algunos en el sector de Guayaquil. Construidos por Carré, son apenas el cascarón de bellos edificios. En esto, como en muchos otros aspectos, se ha cuidado poco el patrimonio dejado por los antepasados.

En el centro ha quedado el Edificio Atlas, en el Pasaje Colombia entre Junín y Palacé, gracias a sus propietarios y a un grupo de arquitectos que aprecian las construcciones de otras épocas. Este edificio estaba a punto de caer bajo el piquete modernista y a merced de inquilinos y propietarios de locales que iban minando el estilo arquitectónico de la edificación. El Atlas, que estaba a punto de perderse para dar paso a una torre de oficinas y locales comerciales, ha sido remodelado tratando de conservar, dentro de las posibilidades, sus características arquitectónicas.

Para lograr la “revitalización” del Edificio Atlas, los arquitectos Jaime Jaramillo, Myriam Uribe y Juan José Isaza convencieron a la firma Bravo y Restrepo para que no se tumbara el edificio de tres pisos y se reconstruyera en la mejor forma. Así fue, tratando de respetar al máximo lo que aún quedaba de la fachada, reconstruyendo la escalera interior con guayacán y cedro, reforzando la estructura, instalando aire acondicionado y un ascensor se tiene hoy al Edificio Atlas, con nueva vida, después de someterlo a una “cirugía plástica” de dos años con costo de nueve millones, con el confort de un edificio moderno, pero con las líneas de su arquitectura inicial.

Edificio Lalinde

El doctor Gonzalo Restrepo Álvarez, conocedor de los pormenores históricos de la arquitectura antioqueña, nos ha contado un poco la historia de este edificio que originalmente se denominó Dionisio Lalinde Pérez.

Más tarde, cuando en los años treinta el edificio pasó a ser propiedad de la familia Saldarriaga Bravo, distribuidores de Paños Atlas, el nombre del edificio se cambió por el nombre de la agencia.

Don Dionisio Lalinde, padre del publicista Luis Lalinde Botero, había estudiado arquitectura en los Estados Unidos, allí trabajó al lado de destacados constructores por varios años; cuando regresó a Colombia, construyó en Medellín varios edificios, entre ellos el de la estación Villa, el primer edificio para Félix de Bedout e hijos, otros de ladrillo en el centro de la ciudad y el Edificio Lalinde, que hoy se ha restaurado.

En la primera planta del edificio había locales comerciales, allí estaba la agencia de Calzado Reysol, la agencia de Paños Atlas, la Sombrerería Francesa, la joyería de don Leocadio Arango; después estuvo allí el almacén de Emilio y Luis Piedrahíta; el de don Eusebio Arango Jaramillo. En las oficinas del segundo y tercer piso del Edificio Atlas, inició el doctor Antonio Restrepo Álvarez su oficina de ingeniero, que más tarde sería la firma Ingeniería y Construcciones. Representantes de firmas extranjeras, abogados e ingenieros tenían allí sus oficinas; el padre Félix Henao Botero –más tarde monseñor y rector de la Pontificia Bolivariana– tenía en este edificio su oficina, donde editaba un periódico titulado El Pueblo.

Con el paso de los años los locales del edificio fueron pasando de unos inquilinos a otros; la fachada del primer piso fue cambiando su fisonomía por las vitrinas de nuevos locales y los pisos altos se fueron deteriorando poco a poco. Inclusive hace tres años allí vivían familias hacinadas en una sola pieza y hasta un mago y adivino tenía allí su lechuza para atemorizar e impresionar a su clientela.

La remodelación

Cuando los arquitectos de la firma Jaramillo y Uribe lograron convencer, hace dos años a los propietarios del edificio para remodelar la construcción, se dio el primer paso para sacar del olvido al edificio. Cálculos estructurales de Ernico Germanetti, ejecución de concreto, vigilancia diaria de Héctor Lara y trabajo de talla artística de Bernardo Restrepo han “revitalizado” completamente el Edificio Atlas.

La fachada del edificio se trató de respetar al máximo en los pisos altos, en la primera planta se arregló sin intentar una imitación sino más bien evitando interferir el estilo original y dejando resaltar lo que sí quedaba en condiciones originales.

La escalera

Vale la pena destacar en esta restauración el trabajo realizado en la escalera del edificio; el tramo entre el primero y segundo piso estaba totalmente destruido, se buscó mucho en demoliciones partes de ella y fue inútil, el tramo entre el segundo y tercer nivel estaba en condiciones aceptables para arreglo, y se procedió a hacerlo con la vinculación del ebanista y tallador Bernardo Restrepo.

Los peldaños del último tramo de la escalera eran aún en comino original de la obra; don Bernardo aprovechó el despunte de estos peldaños para el balaustrado y con maderas de guayacán y cedro completó la obra con tallas superpuestas, con apliques trabajados a mano para las cornisas entre uno y otro nivel de la escalera. Las piñas de las columnas fueron hechas a mano, siguiendo la muestra de las que aún quedaban en buenas condiciones. Logró, don Bernardo Restrepo, un trabajo más que artesanal, casi una obra de arte en restauración.

El antiguo Edificio Lalinde, hoy Edificio Atlas, ha sido sacado del olvido con mucho éxito; contrastan sus ladrillos y ventanales con la gran mole vecina, y deja al descubierto el trabajo arquitectónico de antaño; el ávido deseo de modernismo no pudo contra la obra de don Dionisio Lalinde Pérez.

EL ESPECTADOR, ENERO 30 DE 1980