El pintor Germán Vieco

“Sentir lo que se pinta”, clave del éxito*

“Pintar un paisaje y trabajar con acuarela no es tan fácil como parece; más difícil aún es lograr sentir lo que se hace y meterse de lleno en la obra que se está pintando”, con estas palabras comenta Germán Vieco el trabajo pictórico que expone en la sala auditorio de la Cooperativa de Habitaciones, con la cual esta entidad inaugura su nueva sede, al cumplir cuarenta años de labores en la ciudad.

Germán Vieco hace parte del grupo de acuarelistas antioqueños que pretenden formar una asociación para mostrar la validez de su trabajo y buscar la solución de problemas comunes a quienes ejercitan la técnica acuarelística. “La labor del acuarelista se ha menospreciado por las escuelas de arte”, dice Germán Vieco cuando se refiere al poco aprecio que se ha dado últimamente a la acuarela.

Las treinta y seis obras expuestas en la Cooperativa de Habitaciones son en su mayoría paisajes: temas campesinos, ríos, marinas... Encontramos en estos cuadros nombres muy especiales como Partirá para no regresar; En una locomotora que sale de la estación; Así debe ser la paz eterna, en la acuarela de una quebrada serena; También fue bella, al pie de una obra que nos muestra los restos de una barca; y Esperando al que no volverá, una mujer nativa embarazada, mirando al horizonte...

Estos nombres escritos por el propio autor en la parte inferior de la acuarela merecen una explicación y él la da diciendo: “Así quiero perpetuar el sentimiento que me inspiró cada acuarela, el motivo de la obra; no quiero que después se le cambie el nombre que yo le di. Equivale a hacer algo más que paisaje número uno, dos y tres. Esto significa que lo más importante es el sentimiento que se tiene al pintar algo, como decía alguna vez Van Gogh: se debe pintar hasta con la última fibra del ser”.

Aunque la muestra acuarelística de Vieco también incluye seis retratos, el pintor afirma: “Lo que más llena mi aspiración temática es el paisaje; no es fácil hacerlo como creen muchos y especialmente es difícil saber sentirlo. Desde el punto de vista investigativo y como un interés diferente, hago retratos de ancianos; busco dar una expresión al retrato con la acuarela, cosa que no es fácil porque esta técnica no es favorable para dar texturas y expresiones”.

Mencionando la dificultad de la acuarela, Vieco anota que ahora se trabaja muy fácil con los acrílicos en temática abstracta y posiblemente los jóvenes creen que así mismo, tan fácil, es la acuarela.

“Respeto a los artistas jóvenes, incluso admiro muchos de ellos; pero, de ahí a compartir todo lo que hacen hay un camino muy largo”. Comenta el acuarelista y añade: “He propuesto a directivos universitarios que se incremente la técnica de la acuarela en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia, que los nuevos artistas solo salen sabiendo ahora cómo se manejan el óleo, los acrílicos y el vinilo”.

Los acuarelistas

A propósito, viene el tema de la naciente Asociación de Acuarelistas Antioqueños en la cual Germán Vieco viene trabajando conjuntamente con Cecilia Echeverri, Rodrigo Monsalve y Javier Henao. “Queremos dar a los acuarelistas la importancia que tienen como una escuela única. Ya lo dijo alguna vez el maestro Pedro Nel Gómez, que en Europa se respeta y se menciona la escuela de los acuarelistas antioqueños; aquí por el contrario se le quiere restar valor”.

Ya esta Asociación ha tenido reuniones previas para la elaboración de estatutos y pronto se buscará la aprobación de personería jurídica, para dar solución a problemas y dificultades comunes a los acuarelistas.

“En la acuarela se encuentran todos los días novedades en la técnica de la aplicación de colores, y ofrece un amplio campo de experimentación; yo cada día encuentro en ella algo nuevo”.

Con Fernando Botero

Cuando indagamos la trayectoria de Germán Vieco comenta que, aunque no es cierto que se nazca con pincel o un lápiz debajo del brazo, él recuerda que desde los tres o cuatro años su hermana le regalaba papeles y lápices y él pintaba todo el día. “Me encantaban los globos en diciembre, y yo los pintaba de todos los colores y en diversas formas. Además, siempre estaba pendiente mirando lo que hacía mi tío Luis Eduardo Vieco en la tipografía, él me dio algunas nociones de dibujo comercial, y yo observaba su otro trabajo”.

Esculcando recuerdos, Germán Vieco comenta que él salía con Fernando Botero y Luis Hernández a pintar al natural en el barrio Boston; los tres eran muy amigos y se encaramaban en los techos a pintar las iglesias, las calles y todo lo que veían desde allá. “En una oportunidad, en 1977, cuando yo estaba exponiendo en el Club Unión, Fernando Botero comentó que yo lo había impulsado a pintar; en cierto modo es verdad, porque al principio él solo iba para acompañarnos, y se sintió tentado a hacer lo mismo, yo lo animé y él continuó pintando desde los techos con acuarelas; parece que él todavía guarda alguna de esas”.

Germán Vieco es asesor de diseño publicitario de varias empresas, es profesor de técnicas de dibujo en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia y solo puede dedicar algunos ratos a la acuarela; de ahí que ha figurado poco en los catálogos de exposiciones. En 1977 sacó la primera muestra individual en el Club Unión; en 1978, la segunda en Comfenalco; colectivamente ha expuesto en el Museo de Zea, en Bogotá; en el Abril Artístico Universitario y en dos muestras de acuarelistas antioqueños realizadas en Arte Autopista y en Turantioquia, el año pasado.

“Si tuviera la posibilidad de que alguien me patrocinara y pudiera dejar de trabajar en otras cosas para poder vivir, me dedicaría completamente a la acuarela, y de seguro –sin pretensiones– dejaría atrás a muchos acuarelistas”. Para entender estas palabras y comprender si tienen fundamento o no es necesario conocer el trabajo de Germán Vieco, la oportunidad está en la sala auditorio de la Cooperativa de Habitaciones en el cuarto piso de la nueva sede, edificio recientemente inaugurado para celebrar los cuarenta años de la Cooperativa. Hasta el 18 de marzo estarán los cuadros de Vieco a disposición del público.

EL ESPECTADOR, MARZO 4 DE 1980