CAPÍTULO 47

El ángel del infierno

La nueva bofetada derribó a Rebecca sobre la butaca.

El teléfono estaba allí, en el suelo, cerca de su mano.

Y al mismo tiempo tan lejos...

—¿Dónde las tienes?

¿Por qué la chica parecía incluso la peor?

—¡Bruja! —Le tiró del pelo—. ¡No me extraña que se matara, teniendo que aguantarte cada día a su lado!

—¡Solo queremos oírlas! —le gritó uno de ellos al oído, ensordeciéndola.

—¡Sabemos que están aquí! ¡Lo dice esta revista!

Seguían destrozándolo todo. Ya no quedaba ningún libro en las estanterías. Abrían cajones, armarios. Uno estaba en la habitación de Grace. Otro en la de ella.

—¡Aquí hay una puerta cerrada con llave!

Rebecca intentó no pensar.

—¡Esto da al sótano! —dijo uno.

—¿No es ahí donde dice que tiene el estudio? —gritó otro.

—¡Maldita sea!

Otro estruendo.

—¡Está cerrada con llave!

Se agolparon a su alrededor. Todo estaba sucediendo muy rápido, mucho, pero para Rebecca aquello era ya una pesadilla infinita. Cada segundo contaba una eternidad. Le dolían los golpes, las bofetadas, el puñetazo, pero más la mente.

Su orgullo apaleado.

La chica se pegó a ella. Le habló tan cerca que la llenó de saliva:

—¡¿Dónde está la llave?!

Rebecca intentó sostener su mirada.

—¿Quieres que te rompamos un brazo?

Uno de ellos se lo retorció por la espalda. Parecía que iba a salírsele el omóplato.

No pudo evitar un gemido.

—¡Danos la llave o la echamos abajo igualmente!

Intentó hablar y no pudo.

Trató de pensar en lo que estaba pasando y no lo consiguió.

De pronto, se escuchó un tremendo ruido metálico y uno de ellos salió volando de lado.

La segunda en salir volando fue justo la chica del pelo rojo.

—Pero ¿qué...? —Volvió la cabeza uno de los otros tres.

—¡Mierda! —gritó el segundo.

—¿Quién coño es ese? —aulló el tercero, antes de que el golpe de pala le rompiera la nariz.

Rebecca parpadeó.

Porque la pala la sostenía Harvey.

Y su cara reflejaba todo lo que sentía en ese momento.