CAPÍTULO 51

Oficina del
sheriff, ¿dígame?

Rebecca vio cómo Harvey se alejaba por el camino.

Con su paso bamboleante, su espalda encorvada como si tuviera una joroba, la imagen desvalida y el aire de derrota.

El pobre Harvey.

Su ángel de la guarda.

El único poseedor de La Gran Verdad.

Cinco años oculta.

Esperó a verlo desaparecer y entró de nuevo en la casa. El caos, el desorden, eran absolutos, pero no se dedicó a recoger nada. Le dolía la cabeza, y también el cuerpo. La cabeza, por lo que acababa de saber. El cuerpo, por los golpes de los energúmenos que la habían asaltado. Cuando llegase Grace tendrían mucho trabajo.

Pero lo harían entre las dos, como siempre.

Había cosas más importantes.

Urgentes.

Como decir la verdad.

Cómo y por qué había muerto Leo Calvert.

Recogió el auricular del teléfono del suelo, puso bien la butaca y se dejó caer en ella.

Tenía muchas llamadas que hacer.

Pero la primera...

Marcó el número.

Se lo sabía de memoria.

—Oficina del sheriff, ¿dígame? —escuchó la voz de Beatrice.