Capítulo 26

Implacable...

«Un día como cualquier otro»,

pensó Alba;

pero tan distinto.

—¿Qué sucede, Blanca?preguntó Jack a la anciana criada sin quitar la vista al periódico que leía.

Disculpe, señor, pero alguien os aguarda en el recibidor. Su esposa me ha pedido que os avise.

Pues hazlo pasar... dijo el soldado levantando la vista.

Está bien, pero doña Alba no estará de acuerdo objetó la mujer con la confianza que le daban los años de trabajar en la casa.

Las palabras, y especialmente el tono con que la mujer le hablaba, lo llevaron a preguntar:

¿Por qué dices eso? ¿De quién se trata? Por un momento, por la cabeza de Jack pasó una visión que desestimó enseguida—. No veo que haya motivo...

Es una mujer... lo cortó la criada con la mirada endurecida. Sus años no habían pasado en vano; si sabría ella de engaños... De ahí que mejor sola—. No resultaría correcto —agregó sin titubeos.

Está bien. Ya bajo.

Una inquietud que no sabía a qué atribuirle lo hizo dudar. Hacía unos meses, y de pura casualidad, se había liado con una moza que lo interceptó en un remate de caballos, de unos «pura sangre», al que había asistido invitado por un amigo. La verdad es que fue de aburrido y por devolver el favor a un antiguo compañero de armas.

Por lo general, no se veían mujeres en esos lugares; aún menos pujando. Fue el primer motivo que hizo que se fijase en ella. Alta y esbelta, con la cabellera que se la veía pesada y de un color indefinido, trenzada sobre un costado. De apariencia muy femenina a pesar de la tarea que la aguardaba, y si por el resto fuera, nada más que descollase como para prestarle atención.

Luego se enteró, por boca de su amigo, que la muchacha era la dueña de un establecimiento dedicado a la crianza de esos animales, y se dio la charla sin pensarlo. Más tarde se preguntaría qué lo llevó a hacer lo que hizo... Pero más tarde. En ese momento, acabó gustoso en su compañía.

Cuando su amigo le había dicho que se marchaba, debió de haberse ido con él ¡una sucesión de errores!. Se vio enredado, casi sin darse cuenta, en un encuentro furtivo que acabó en una relación que su esposa no se merecía conocer. ¿Por qué lo había hecho, entonces?

El momento más álgido aconteció el día que la muchacha le dijo que estaba embarazada. Jack enloqueció. No lo podía creer. Un descuido que amenazaba su matrimonio. Y tan torpe estuvo en resolver la situación al pensar que, con dejarla de ver, bastaría. Por eso no quería conocer el nombre de quién lo buscaba. María del Alba sospecharía que algo pasaba y él que no sabría qué responder.

Tuvo sed y tomó de una jarra de agua que estaba sobre una mesita. Los latidos de su corazón estaban tan alterados que hasta podía sentirlos golpeando justo en su pecho. Se imaginó lo que sucedería y no le gustó. Su mujer... ¿Qué haría ella? ¿Cuál sería su castigo por exponerla a tal humillación? No solo porque la había engañado, sino por un hijo en camino...

También se preguntó sobre cómo sería tomado por sus parientes; su madre, tan recta en su proceder; sus hermanos. A él siempre lo habían considerado un caballero con todas las de la ley.

Otro tema serían sus superiores, sus compañeros de armas, la sociedad en la que se movían. Un terrible dolor en el pecho lo hizo doblarse en dos. Cuando comenzó a buscar el aire que le faltaba, atinó a acercarse a una de las ventanas para abrirlas, pero no llegó. Lo último que hizo fue girar hacia la entrada. Su cuerpo se desplomó inerte sobre la alfombra y su mirada se clavó en la puerta, esperando la llegada de la visitante.

Ay, ay... ¡Señora!, ¡Por favor, venga! ¡¿Señora?! Válgame Dios...gritó la criada al entrar y hallarse con la escena.

Mientras, la mujer que venía tras ella se cubrió la boca con la mano y comenzó a llorar sin consuelo.

¿Qué sucede, Blanca? ¿Quién es esta dama? Ay, por la Virgen Santa...dijo al ver a su marido en el suelo. Tras ella llegaba Lucía, la que al ver a su padre así lo abrazó sollozante.

Alba, desprevenida, sin entender la situación, solo pensó en su marido allí tirado y que parecía... ni siquiera podía pensarlo. Sin embargo, había que hacerlo. Con delicadeza tomó su rostro y revisó el latido en su cuello. Estaba muerto. Su adorado, su amado Jack... «¡Oh, mi Dios!». ¿Qué había pasado? Supo en ese mismo instante que algo no estaba bien, además de la muerte inesperada de su marido.

Perdón, ¿a quién busca esta señora?le preguntó a la criada con voz monótona. Una emoción inexplicable la llevó a vincularla con lo sucedido. Y no estaba segura de querer enterarse de la verdad.

Buscaba al señor... murmuró la sirvienta, agachando su cabeza. Cuando levantó el rostro, y como era de esperarse, sus ojos hablaron solos.

La actual viuda del oficial Moore se acercó a su pequeña y trató de separarla del cuerpo sin vida. La niña se refugió en sus brazos con tanto desconsuelo como impresión. Su papito no podía haberse muerto como su conejito Willie.

Alba miró a la mujer que seguía sollozante y con la mirada perdida:

Por favor, os pido que os retiréis, se trata de un hecho íntimo y familiar. No entiendo por qué estáis aquí dijo mientras acariciaba la espalda de su hija, y agregó, ni tampoco es que me importe... Dejó zanjado el tema.

La mujer la miró por un instante que a María del Alba le pareció un siglo, y asintió. Luego bajó a tropezones la escalera y se fue.

Blanca... Mandad por mi hermano y José. También debéis avisarle al doctor Pontevedra que venga lo más urgente. No es que haya nada que hacer, pero quiero saber qué fue lo que ocurrió para causarle esta muerte tan repentina.

Sus palabras las decía como si alguien se las estuviera dictando. Todavía su miedo no la dejaba tomar conciencia de la realidad. Hacía lo que debía hacerse; para lo que la habían preparado. Sin embargo, su cabeza, en paralelo, se cuestionaba cada detalle de lo vivido estos últimos días...

Recordaba a un Jack inquieto, no al hombre calmado y poseedor de un absoluto control con el que se había casado. Más de una noche lo escuchó tener pesadillas en el sueño y hasta le pareció haberlo escuchado decir el nombre de una mujer.

María del Alba tenía bien presente que su relación marital estaba desmejorada. Luego del nacimiento de Lucía y de la visita de la familia de Jack, algo se había roto cuando se sintió herida al no verlo salir en su defensa ante los comentarios de su madre. Muchas veces son las pequeñas cosas las que hacen brotar viejas frustraciones, incluso errores que causan verdaderas revoluciones en las personas y sus vínculos.

Pero de ahí a serle infiel... Porque había que ser muy tonta para no comprender lo sucedido...