¿Por qué nos ha de importar el continente blanco? Porque lo que pase allí nos afectará a todos en un futuro próximo. La Antártida goza de buena salud en la actualidad, pero varios factores pueden actuar de forma simultánea para que deje de ser así. Para empezar, al desaparecer gran parte del hielo, el ciclo del fitoplancton que depende de ese hielo se transformará, alterando la cantidad de alimento disponible y las cadenas alimentarias. Muchos animales, como focas, pájaros o ballenas, se verán abocados al desplazamiento y al cambio de costumbres por falta de plataformas constituidas por placas de hielo imprescindibles para su subsistencia. Las corrientes marinas pueden verse afectadas por un exceso de deshielo en la zona continental, lo que puede influir en el clima global de forma todavía poco clara. Pero lo más preocupante, sin duda, es que en un futuro no tan lejano la Antártida dejará de ser un lugar inabordable por nuestra tecnología, y, tal y como lo veo yo, la avidez (y estupidez) humana no se dejará amedrentar por un tratado que puede convertirse en papel mojado en el mismo instante en que no nos queden otras zonas por explotar en nuestro planeta. Sin duda un panorama de gran complejidad en el que el ser humano tiene mucho que ver, pero en el que la naturaleza tendrá la última palabra.