CAPÍTULO 9

—Por menos tiran a hombres desde helicópteros.

Ken Takahashi salió del lateral de la casa con una carga de leña en los brazos, que se apresuró a descargar fuera del garaje. Sin afeitar y vestido con vaqueros y un forro polar, no tenía el aire ejecutivo que Kat había esperado ver en el antiguo geólogo jefe de Liberty.

Takahashi se había ido de Liberty dos años atrás, justo después del nuevo hallazgo de diamantes en Mystic Lake. Por lo poco que había averiguado Kat a través de Susan y de otras personas, Takahashi y Bryant eran amigos y ella había ido a verlo para descubrir más cosas del director financiero.

—¿Menos que qué? —¿Takahashi implicaba que se había visto obligado a irse de Liberty por un escándalo?

Él no contestó, pero le hizo señas de que lo siguiera.

—Venga, se lo explicaré dentro. Vamos a tomar café.

Kat lo siguió, con un viejo labrador grande pegado a su pierna. El paso artrítico del perro cuando subía las escaleras revelaba su edad. Había sido fácil encontrar el sitio, una casa anodina de dos pisos con pintura amarilla deteriorada. La casa, rodeada por un terreno pequeño y con la fachada al río, parecía haber sido bien cuidada en el pasado lejano. La estructura básica del jardín, en otro tiempo buena, estaba ahora invadida por la maleza y las clemátides se entrelazaban con las campanillas en su carrera hacia la parte superior de la casa. Los restos de un huerto, situado donde mejor podía recibir la luz del sol, estaban ahora invadidos por la hierba y los dientes de león. El jardín regresaba lentamente a la vida salvaje.

Al igual que en las demás casas de River Road, en el patio había objetos que hacía tiempo que habían dejado atrás su vida útil. En la casa de Ken Takahashi no había coches roñosos sin placas de matrícula, pero sí una amalgama de trampas para cangrejos, redes de pesca y un bote de remos decrépito al lado del camino de la entrada. No parecía en buen estado y la pintura descascarillada sugería que probablemente llevaba décadas sin usarse. El único punto a favor de la casa era la vista despejada del río Fraser.

Takahashi había insistido en que Kat fuera a verlo allí. Como antiguo geólogo jefe, se mostraba reacio a verla cerca de su antigua oficina y también en un lugar público. Pero no tenía de qué preocuparse. Esa tarde no había ejecutivos cerca de River Road, solo unos cuantos ciclistas entrenando y algún camión cargando escombros.

Lo poco que sabía Kat de Takahashi se lo había contado Jace. Takahashi se había marchado de Liberty en medio de controversias después de haber cuestionado la viabilidad de las nuevas chimeneas de kimberlita de Mystic Lake. Se había visto obligado a irse cuando había resultado obvio que se había equivocado sobre el hallazgo.

Se sentaron en una mesa redonda de roble en la cocina, bajo una bombilla desnuda que colgaba del techo. La cocina estaba limpia y era funcional, aunque con su decoración de los años setenta, parecía una foto del antes de un programa de cambio de estilo. Takahashi sirvió café en un par de tazas y señaló un bol lleno de sobrecitos de azúcar. Kat tomó la taza que tenía un dibujo de un helicóptero y las palabras Amo volar. La otra decía: El calentamiento global es para los pájaros. El viejo labrador estaba sentado en el suelo a los pies de Takahashi y miraba a Kat con una expresión que oscilaba entre la curiosidad y el sopor.

—¿Y alguna vez lo tiraron desde un helicóptero? —preguntó ella.

—Hasta el momento no. Supongo que debería considerarme afortunado de que no haya sucedido todavía.

—¿Está diciendo que Liberty es otra Bre-X? —preguntó Kat. No sabía cómo encajaba la estafa de los años noventa en la mina de oro indonesia con la desaparición de Bryant, pero no tenía nada más de lo que partir.

—Yo no digo nada. Preferiría no hablar con usted. No se ofenda, no es nada personal. La última vez que abrí la boca, lo perdí todo. Mi empleo, mi reputación y a la mayoría de mis amigos. El único que no formaba parte de la conspiración ha desaparecido y yo he terminado…

—¿Se refiere a Bryant? —preguntó Kat con incredulidad. No solo resultaba difícil rastrear el dinero, sino que aquello la devolvería al punto de partida—. ¿Usted no cree que Bryant era corrupto?

Takahashi se echó un sobrecito de azúcar en el café y le dio vueltas con una cuchara sucia. Kat decidió tomar el suyo sin azúcar.

—Claro que no lo creo. Eso es un montaje. Racine y los demás solo miran por sí mismos. Si hay malas noticias, quieren que se silencien. Si no hay buenas noticias en una temporada, las inventan. Supongo que, si hubiera sabido lo que me convenía, les habría seguido la corriente. Pero está mal, y solo es cuestión de tiempo el que la gente lo sepa.

—Pero usted era el geólogo jefe. ¿Por qué no dijo que estaba mal? Todavía puede hacerlo. Si de verdad cree que Bryant es inocente, eso podría ayudarle.

A Kat le pareció que el silencio de Takahashi mostraba que estaba de acuerdo. Si él tenía la llave del destino de Bryant y el dinero desaparecido, ¿por qué no lo decía?

—Ya he perdido mi trabajo, un puesto que mantuve durante veinte años. Racine y los demás pueden hacer fácilmente que no vuelva a trabajar nunca más. De hecho, hasta el momento así ha sido. La minería de diamantes es una industria pequeña. Todos se conocen y yo necesito una nómina. En este momento no tengo un buen historial de búsqueda. No vi el mayor hallazgo que ha habido en el norte de Canadá en los últimos diez años. Nadie quiere arriesgarse conmigo.

Suspiró. Guardó silencio un momento.

—La mayoría de las empresas de minería tienen también una fecha de caducidad. Los inversores meten mucho dinero al principio, cuando el futuro es brillante y todo parece posible. Pero después de unos años y algunas ampliaciones más de capital, los inversores se empiezan a cansar. Quieren ver resultados antes de echar más dinero en ese pozo sin fondo. Un geólogo que consigue resultados es la clave de todo, y yo no cumplí con mi parte.

—Pero encontraron más diamantes en Mystic Lake. ¿Cómo explica eso?

—No sé cómo lo hicieron, pero no es real.

Kat no sabía cómo interpretar aquello.

—¿Está diciendo que inventaron los resultados para contentar a los ejecutivos y a los inversores?

—Eso puede decidirlo usted. Yo no voy a arruinar mis probabilidades de volver a trabajar. Pero yo que usted tendría cuidado. Hay mucho en juego.

—¿Una caída desde un helicóptero, por ejemplo? —¿El asesinato de Braithwaite estaba relacionado con aquello? El momento en el que se había producido parecía sugerir que sí.

Takahashi ignoró la pregunta.

—¿Qué sabe usted de la minería de diamantes? —preguntó.

—¿La verdad? No mucho. Sé que un diamante sale del suelo y acaba rodeado de oro en una cajita de Tiffany’s. Cómo llega allí, no tengo ni idea.

Kat no pudo evitar un tono burlón. Empezaba a sentirse frustrada porque su búsqueda se convertía cada vez más en una misión imposible. Además, a veces hacerse la tonta ayudaba a que la gente hablara más, lo cual no era malo cuando se intentaba recoger información.

—Vaya, veo que tiene mucho que aprender. Los diamantes son básicamente carbón que ha cristalizado. Se forman en lo profundo de la tierra y son transportados a la superficie por actividad volcánica fuerte. El magma, la roca en la que están encajados y los diamantes forman chimeneas que se llaman kimberlitas al llegar a la superficie. Una chimenea de kimberlita tiene tres partes: las raíces, el diámetro y el cráter. Tiene forma de zanahoria, con el cráter en la parte superior.

Ken hizo una pausa para tomar un sorbo de café.

—El diámetro es el punto medio de la kimberlita y ahí es donde encuentras la mayoría de los diamantes. Esa parte suele tener de uno a dos kilómetros de profundidad. Las raíces están debajo, con una profundidad de alrededor de medio kilómetro. Finalmente, el cráter forma la parte superior de la chimenea. Hay ciertas características geográficas que indican lugares donde es probable encontrar kimberlitas.

Obviamente, Ken estaba en su elemento. Kat podía imaginárselo igual de bien dando una clase en la universidad que trabajando en la mina.

—¿Y Mystic Lake es uno de esos lugares?

—Así es. Las kimberlitas se encuentran en el núcleo de los continentes. Las chimeneas se concentran en esos núcleos, conocidos como cratones arqueanos, que se formaron con rocas de más de dos millones y medio de años de antigüedad. Mystic Lake está situada en una de esas áreas. En realidad, la masa continental de Canadá cubre uno de los cratones arqueanos más grandes de la Tierra.

—¿O sea que Canadá es el próximo hito en la minería de diamantes?

—Sí y no. Aunque Canadá tiene un potencial enorme, el acceso en el norte está limitado por lo inhóspito del terreno, el clima extremo y la falta de carreteras e infraestructura. Explorar en busca de nuevas chimeneas, por no hablar de la extracción de diamantes en sí, es prohibitivo.

—Supongo que eso explica por qué Liberty concentró sus exploraciones en esa zona y encontró otra chimenea —comentó Kat. Aquello empezaba a resultar interesante.

—Altamente improbable. Eso es lo que me resulta sorprendente. En la última década hemos peinado esa zona a conciencia. Créame, si hubiera quedado algo, lo habríamos encontrado. Dudo mucho de que pasáramos por alto algo importante. Mystic Lake está básicamente al final de su ciclo vital.

Ken hizo una pausa para ir a por la cafetera, que estaba en la encimera.

—Las chimeneas se encuentran normalmente agrupadas, casi siempre a unas decenas de kilómetros de distancia como máximo. Toda la zona se estudió a conciencia con mapas aéreos, análisis del núcleo… de todo.

—¿Y de qué otro lugar podrían proceder los diamantes?

Ken Takahashi volvió a llenar las tazas y eligió con cuidado sus palabras.

—Esa roca no es de Mystic Lake. Yo trabajé en esa zona cinco años. Era una buena mina, pero no con el tipo de producción que dice Liberty. Imposible.

La mente de Kat bullía de posibilidades.

—¿Está diciendo que falsificaron los resultados?

—Yo no digo eso, saque usted sus propias conclusiones. Pero yo sé que, en los últimos cinco años, solo cubría pérdidas —Takahashi miró a Kat a los ojos—. Oiga, la única razón de que esté hablando con usted es Paul. Es un buen tipo. Él no le robaría a la empresa —suspiró—. Creo que es el cabeza de turco de alguien. Muchas personas querían quitarlo de en medio.

—¿Por ejemplo?

—No puedo decirlo.

—¿No puede o no quiere? —Kat no pensaba abandonar el tema tan fácilmente.

—No es asunto mío. Y no hay nada que yo pueda hacer.

—Pero Bryant es su amigo. Necesita su ayuda. —Kat no sabía cómo había llegado a defender al hombre al que tenía que investigar.

—Lo siento. No puedo. Pero yo que usted haría analizar algunas muestras en un laboratorio. Le garantizo que no proceden de Mystic Lake.