Kat derrochó dinero en un café y una galleta de chocolate en el Café Marseilles, después de decidir que podía tomarse un respiro de su voto de pobreza. Necesitaba cafeína e hidratos de carbono para seguir con su contabilidad forense del rastro de papel. De camino hacia su oficina, iba mordisqueando la galleta.
Water Street, a los pies de Coal Harbor, ocupaba la parte más antigua de Vancouver. El encanto veraniego de Gastown había adoptado un aire más duro desde que los cruceros y los turistas habían partido por el invierno. Solo quedaban los habitantes de todo el año. Unos ocupaban lofts de artistas y edificios sin ascensor de alquiler bajo y los menos afortunados vivían en la calle. Kat desvió el paso para esquivar a un hombre sin techo que salía de su refugio improvisado de mantas y cartones. No era el mejor barrio, pero las vistas del agua y las montañas desde su despacho no tenían paralelo y el alquiler era baratísimo.
El primer asentamiento en Vancouver se había producido en 1862 debido al descubrimiento de carbón, y todavía quedaban algunos edificios viejos, incluido Hudson House, el primer puesto de venta en Water Street, cuyas paredes de ladrillo albergaban Carter y Asociados.
Kat abrió la puerta principal del edificio y subió las escaleras. Cuando abrió su puerta y entró en la zona de recepción, la recibió el olor a café quemado.
Apagó la cafetera en la minúscula cocina y siguió el ruido del teclado hasta el segundo despacho. Para Kat era un misterio lo que escribía su tío Harry, pues no tenía deberes asignados ni ninguna razón clara para estar allí. Y a juzgar por su modo de mirar y golpear las teclas, tampoco sabía mecanografía. Desde luego, no era discípulo de Mavis Beacon.
—¿Tío Harry? ¿Hoy no tienes partida de bridge? —Kat confiaba en que no hubiera visto su saco de dormir y el colchón de espuma que guardaba en la alacena situada al lado de la cocina. Cada vez le costaba más ocultar que vivía en la oficina desde que había tenido que renunciar a su apartamento la semana anterior.
—Lo he cancelado. ¿Has encontrado ya nuestro dinero?
—¿Nuestro dinero?
—Ya sabes. Al tal Bryant, de Liberty.
—Todavía no. Estoy trabajando en ello. ¿Qué haces? —preguntó Kat.
Miró la mesa desnuda y se arrepintió de inmediato de haber ido a la casa a abrirle la puerta al contratista. Había pasado casi todo el día anterior buscando los archivos que había guardado Harry y ahora habían vuelto a desaparecer. Su tío habría vueltos a archivarlos, y no en orden alfabético, sino mediante alguna secuencia misteriosa que Kat no conseguía descifrar.
—Organizar tus archivos una vez más —Harry señaló los archivadores que había detrás de él—. ¿Cuántos necesitas a la vez? He tenido que pasar tres horas volviendo a guardarlos todos.
Kat se llevó una mano a la frente y gimió.
—¿Por qué no puedes decirme cuál es tu sistema? ¿Números, fechas, signos astrológicos? Así tardo siglos en encontrar algo.
No te preocupes por los detalles, Kat. Tú solo dime qué carpetas necesitas y cuándo y yo te las pongo delante.
—Tío Harry, ya hemos hablado de esto. Yo ya tengo un sistema propio. —Y Harry empezaba a convertirse rápidamente en un empleado problema.
—Kat, tu sistema es un peligro. Dejas carpetas por todas partes. Si alguna vez se prenden fuego, perderás todo lo que tienes.
Harry miró el teclado, esquivando la mirada de Kat. No tenía sentido discutir con él. Eso no cambiaría nada.
—¿Desde cuándo cancelas tú el bridge? —Harry no se había perdido una partida en diez años—. Estás aquí para averiguar más cosas de Liberty, ¿verdad?
—Es posible. —Harry dejó de teclear y la miró esperanzado, como un perro que espera un premio—. Tengo que saberlo, Kat. No como ni duermo. Estoy muy preocupado.
—¿Se lo has dicho a Elsie?
—¿Si le he dicho qué?
—Ya sabes de lo que hablo. De las pérdidas de las acciones de Liberty.
—Volverán a subir, Kat. Cuando encuentres el dinero, despegarán con fuerza. ¿Cuánto tiempo más? ¿Una semana? ¿Dos?
Kat reprimió una náusea.
—Dime que no has comprado más acciones.
Hubo una pausa larga.
—Solo unas pocas.
—¿Estás loco? La empresa está casi en quiebra. Eso es jugarse el dinero.
—Hay más probabilidades que en la lotería —contestó él—. Además, así bajo mi precio de compra promedio. Lo llaman hacer promedio a la baja.
Kat levantó los brazos en el aire.
—Tienes ya un desastre en las manos, ¿y ahora lo agravas?
—Es un riesgo calculado, Kat.
—¿Cuántas más has comprado?
—No te lo digo.
—Muy bien. Pero yo no te encubriré si la tía Elsie pregunta.
—Se lo diré cuando esté preparado. Dame unos días.
—Es tu decisión.
¿Quién era ella para discutir? Tampoco se había mostrado franca precisamente sobre su situación económica.
—Además, así seré un investigador más eficaz. Ahora tengo mucho en juego.
—¿Investigador? Me parece que no.
—¿Por qué no, Kat? Puedo ayudarte. Tú no tienes mucho dinero y yo trabajo gratis. —Harry sonrió esperanzado—. Se me da muy bien buscar en internet y puedo ayudar con la recopilación de datos.
—No sé. —Kat dudaba de que Harry pudiera concentrarse en nada que no fueran las pérdidas de sus acciones.
—Vamos. Será algo bueno. Vas ajustada de tiempo y, a juzgar por este lío, no puedes estar al día archivando.
—Supongo que podemos probar. Pero solo es una prueba, no prometo nada —dijo ella.
El papeleo se estaba descontrolando y, siempre que vigilara de cerca a Harry, quizá podría serle de ayuda. Si su inversión en Liberty no interfería mucho, podría usar su trabajo gratuito.
La puerta de entrada se cerró de golpe y unas suelas de goma estrujaron el linóleo del pasillo. Kat no esperaba a nadie y las contables forenses situadas en barrios malos no solían recibir visitas inesperadas. Probablemente sería el decorador de interiores de la oficina de enfrente que querría venderle una renovación. El cristal que daba al pasillo era una especie de escaparate y a su vecino le repelía el aire retro años setenta de tienda barata de la oficina de Kat.
Pero no era él. En su lugar, fue Jace el que asomó la cabeza por la puerta y le sonrió expectante. Kat no necesitaba preguntarlo, pero lo hizo de todos modos.
—¿Vienes a por más historia? Ya sabes tanto como yo.
—Eso fue ayer. Imagino que ya habrás encontrado a Bryant. No me lo ocultes, Kat. Estoy desesperado.
¿Por qué todos parecían pensar que era fácil seguirle el rastro a multimillonarios fugitivos?
Tina patinó por el pasillo y esquivó por los pelos la puerta y los tobillos de Jace. Buddy la seguía de cerca.
—Jace, no tengo nada nuevo. Cuando lo tenga, serás uno de los primeros en saberlo.
Jace miró a Buddy y Tina, que doblaban la esquina de la cocina.
—¿No el primero? —preguntó.
—Tengo un cliente. Después de ellos.
—¿Por qué están aquí tus gatos?
—Excursión felina. —Kat no tenía intención de decirle que vivía en la oficina.
—¿De verdad? —Jace arrugó los ojos con regocijo—. ¿Los gatos viajan?
—Están en una misión. Hay ratones en el edificio. —Era una excusa pobre, pero a Kat no se le ocurrió otra. No podía decir la verdad.
—¿Ratones? Yo te puedo ayudar con eso. —Jace se volvió y siguió a los gatos pasillo abajo.
Kat fue tras él, pero era demasiado tarde. No pudo evitar que Jace abriera la alacena, donde estaban el colchón y el saco de dormir en el suelo.
—¿Qué es todo esto? ¿Alguien duerme aquí?
Ella corrió a la puerta y la cerró para que no la viera Harry.
—¿Tú? ¿Tú duermes aquí? —preguntó Jace.
Kat se sonrojó de vergüenza. ¿Qué pensaría Jace de que su compañera de inversión en la casa estuviera prácticamente en la calle?
—Calla. Sí, duermo aquí. Es una larga historia.
—¿Con ratones? No me lo creo. ¿Intentas superar tu fobia?
—No hay ratones —susurró Kat—. Me lo he inventado. Por favor, que no te oiga Harry.
—¿A qué viene tanto secreto? ¿Por qué no puedes dormir en tu casa?
—Me he mudado. ¿Podemos hablar de esto luego?
Jace no cedía.
—¿Te has mudado? ¿De tu apartamento? Tú me ocultas algo.
—Así estoy más cerca del trabajo.
—Kat, ¿qué es lo que de verdad pasa?
Ella no contestó. Se dirigió hacia el despacho, de donde salía Harry con una carpeta en la mano. Jace la siguió.
—¿Por qué no puedes decírmelo?
Kat no contestó.
—Jace, ven aquí —dijo Harry—. Por cierto, Kat, he contratado a Jace como ayudante. También trabaja gratis.
—No sé por qué estáis aquí los dos, pero yo tengo que trabajar.
Harry y Jace la siguieron a su despacho. Harry abrió la carpeta que llevaba en la mano y señaló un papel.
—¿Qué significan esos números, Kat? ¿Qué tiene que ver la producción minera con el dinero desaparecido?
Kat se lo imaginó intentado descifrar durante horas lo que significaban los números y pensó que no estaría de más darle algo más de información. Además, al hablarlo, quizá viera algo que hubiera pasado antes por alto. Y eso distraería a Jace del tema de dónde dormía.
—Todavía no sé bien cómo están relacionados, pero estoy segura de que los números han sido manipulados. Para tener una visión de conjunto de Liberty, importé todos los números del libro de contabilidad en Snoopy. Todos los archivos financieros de Liberty parecen razonables, excepto la producción minera.
Snoopy era el apodo con el que llamaba Kat a su programa de auditoría, que utilizaba modelos estadísticos para examinar grandes cantidades de datos en busca de inconsistencias y anomalías.
—Parte de mi auditoría forense consiste en buscar patrones que no cuadren con los números. Os sorprendería la cantidad de veces que se pueden descubrir estafas así. Y hay algo raro en los números. Y está relacionado de algún modo con el dinero desaparecido.
—¿La producción es baja? ¿El problema es ese?
—No, y eso es lo más raro, tío Harry. La producción es demasiado alta comparada con minas similares en ámbito y tamaño. Primero revisé los resultados de producción en minas parecidas en la misma fase de agotamiento. No fue muy difícil, ya que casi todas las minas de diamantes de ese tamaño cotizan en bolsa y puedes encontrar sus resultados en internet a través de sus informes anuales. Y la producción de Liberty supera siempre la de los otros en un treinta y cinco por ciento.
—Quizá Liberty dirige mejor sus minas que la competencia. Además, ¿por qué ibas a exagerar tu producción si quieres robarle a la empresa?
—Tiene que haber una razón —prosiguió Kat—. Pero todavía no sé cuál es. ¿Por qué los datos de Liberty difieren tanto de los de otras minas de diamantes parecidas? La desviación normal que podría esperar sería del seis al ocho por ciento, así que eso es significativo. Yo tampoco sé por qué es más alta. Hasta hace un par de años, la producción estaba al nivel de las otras compañías mineras. Y de pronto aumentó. Extraño. No solo eso, sino que la distribución de los datos no se corresponde con la Ley de Benford.
—Espera un momento —intervino Jace—. ¿Qué es la Ley de Benford?
—Es una ley matemática que se basa en el principio de que, en cualquier serie de datos numéricos, los primeros y segundos dígitos siguen una proporción predecible. —Kat respiró hondo—. Por ejemplo, el número 1 aparecerá como primer dígito treinta y uno por ciento de las veces, pero el número 9 solo aparecerá el primero un cinco por ciento de las veces. Para estudiar los datos de Liberty, empecé con los diez últimos años de datos financieros en varios artículos y los comparé con los de otras empresas. Según la Ley de Benford, el número 1 debería ser el primero un treinta por ciento de las veces, pero en el caso de Liberty, no aparece nunca como primer dígito. No solo eso, sino que el 5 aparece sesenta y uno por ciento de las veces, cuando, según esa ley, solo tendría que aparecer un siete coma nueve por ciento del tiempo.
—¿Cómo puede ser eso? ¿Los números no son aleatorios, como cuando lanzas una moneda al aire?
—No exactamente. —Kat se acercó a la pizarra y empezó a escribir—. Un modo sencillo de explicarlo es este. Digamos que la producción de Liberty crece una media del diez por ciento al año desde el comienzo de la producción hasta su punto álgido. El primer año tienes una producción de 1.000 toneladas; el segundo año, de 1.100, y así sucesivamente. El primer dígito seguirá siendo 1 hasta que el total llegue a 2.000 toneladas, en cuyo momento, el primer dígito pasa a ser el 2. Con un crecimiento del diez por ciento anual, se tardarán poco más de siete años en alcanzar las 2.000 toneladas. Para crecer de 2.000 toneladas a 3.000, solo se necesitarían algo más de cuatro años, porque el número base es mucho mayor y, por lo tanto, un diez por ciento de un número mayor supone una proporción mayor de las 1.000 toneladas de crecimiento. Así que, basándonos en una proporción de crecimiento del diez por ciento, el primer dígito es un 1 en al menos siete ocasiones, y un 2 en al menos cuatro ocasiones.
Kat abrió la carpeta y le pasó el papel con los números a Jace.
—Si revisas todas las posibilidades de los números del 1 al 9 y comparas la Ley de Benford con una muestra de datos de Liberty, obtienes esto.
Frecuencia de porcentaje del primer dígito
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Ley de Benford
30,1 17,6 12,5 9,7 7,9 6,7 5,8 5,1 4,6
Datos de producción comparable
30,5 17,8 12,6 9,6 7,8 6,6 5,6 5,0 4,5
Datos de producción de Liberty
0 2,9 0 9,7 61,2 23,3 1,0 1,9 0
—¿Qué prueba eso? —Harry no parecía convencido—. Quizá Liberty haya tenido altibajos. ¿La minería no es una operación de las de abundancia o escasez?
—Para beneficios, puede que sí. Pero el volumen de producción de una mina que está plenamente operativa debería ser predecible. Como puedes ver, las cifras de producción de la industria de diamantes se corresponden más o menos con el modelo, pero la de Liberty no. En Liberty no existen números que empiecen por 1 y hay una cantidad desproporcionada de números que empiezan por 5 y 6, lo que me hace sospechar que esas cifras han sido alteradas. La pregunta es: ¿por qué querrían inflarlas?
—Resulta bastante curioso, ¿pero cómo se relaciona eso con la desaparición de Bryant? —preguntó Jace—. ¿Tú no tienes que concentrarte en el dinero desaparecido y el director financiero que se lo llevó? ¿Cómo vinculas eso con esto?
—Todavía no lo sé, pero estoy segura de que están relacionados. —Kat hizo una pausa y mordió una galleta de chocolate mientras ponderaba la pregunta de Jace—. Si han manipulado las cifras, alguien intenta ocultar algo.
Ken Takahashi tenía razón. Estaban manipulando las cifras.
Harry y Jace volvieron a lo que quiera que fuera que hacían allí y Kat volvió a concentrarse en los números. Eran desconcertantes y no tenía respuesta para ellos.
El rastro del dinero estaba frío y allí había un camino que resultaba sospechoso. ¿Pero por qué alteraba una empresa sus cifras y mentía al decir que producía algo que no producía? Había modos más fáciles de inflar los beneficios. Falsificar la producción en una mina de diamantes de alta seguridad sería difícil, si no imposible, y tendría que haber pruebas físicas del volumen. Si los diamantes no existían de verdad, muchas personas tendrían que ser cómplices del encubrimiento, empezando por los mineros y terminando por los ejecutivos más altos.
Kat escribió una lista de preguntas. Primero necesitaba una lista de quién podía beneficiarse mucho del aumento de las cifras de producción. Más producción implicaba más beneficios. Los posibles beneficiarios incluían accionistas, dirección y empleados, pero también necesitarían tener acceso. ¿Quién se jugaba tanto con eso que estaba dispuesto a cometer un acto criminal?
Finalmente, ¿cuáles habrían sido las cifras de producción si hubieran sido comparables a las de minas similares durante el mismo periodo? Al normalizar las cifras de producción del último año a lo que habría sido probablemente la producción, podría determinar la magnitud potencial de la estafa. Y cómo se vinculaba con los miles de millones desaparecidos.
En realidad, cualquier empleado accionista de la empresa podía beneficiarse, puesto que al aumentar la producción de diamantes, aumentaba el precio de las acciones. Liberty ofrecía acciones a sus empleados, por lo que muchos entraban en esa categoría. Kat descartó a la mayoría simplemente porque las ganancias de sus pocas acciones no serían suficientes para poner en peligro sus empleos. Los directivos, con sus opciones de compra y con muchas más acciones, tenían más que ganar, así que eran una posibilidad. Los grandes accionistas externos también se beneficiarían, pero no tendrían acceso para falsificar los datos de la empresa.
Obviamente, Paul Bryant tenía la oportunidad de manipular las cifras, pero también todos los demás directivos, incluida Susan. En Liberty había alguien que no se proponía nada bueno. Las pruebas empezaban a alejarse de Bryant. Pero si no era él, ¿quién era? ¿Quién tenía los medios y el motivo para alterar los números? Kat le dejó un mensaje a Ken Takahashi. Seguramente se mostraría reacio a ayudar, pero las fuentes de Kat eran limitadas y valía la pena intentarlo. No podía preguntarle directamente a Susan por la alteración de la producción sin tener alguna prueba en la que apoyarse.
De pronto se dio cuenta del hambre que tenía. Revisó el frigorífico, calentó un bol de macarrones con queso y después de comérselo, volvió a su despacho. Recordaba vagamente que Harry y Jace se habían ido una hora atrás, pero estaba demasiado enfrascada en su trabajo para notar el paso del tiempo.
De una cosa estaba segura. Paul Bryant no necesitaba inflar los números de producción para lleva a cabo una estafa. Kat contrastó las cifras falsificadas de producción con el rastro tan obvio de papel que había dejado Bryant tras de sí y no pudo por menos de preguntarse si su desaparición había sido voluntaria. ¿Era un criminal o una víctima? Si Bryant era inocente, ¿quién era el ladrón? ¿Y qué le había hecho a Bryant?