El impacto fue explosivo. Kat se esforzaba por entender lo que ocurría. El automóvil mantenía un equilibrio precario en el arcén, que caía hacia el río. El lado del conductor se inclinaba peligrosamente. Ella se pasó al lado del acompañante, agarrando todavía el volante con fuerza con las manos. Giró con pánico hacia el muelle, con la esperanza de ganar algo de suelo y detener el automóvil antes de que cayera al agua. No sirvió de nada.
El estómago le dio un vuelco cuando el Celica se deslizó por la superficie húmeda de madera, giró de lado y cayó por el borde. Luego oscuridad. Solo negrura y el ruido del agua a su alrededor cuando el automóvil se hundió en el agua helada del río. El vehículo flotó un momento y empezó a hundirse a medida que el motor lo empujaba hacia abajo, con el morro por delante, al silencio del agua fangosa.
Kat se debatió con el cinturón de seguridad, pero el cierre se había atascado. El agua entró en su zapato izquierdo y ella seguía intentando soltarse sin conseguirlo. Una sensación de pánico la envolvió.
Nadie sabía que estaba allí. ¿La encontrarían a tiempo? Intentó pensar con calma lo que podía hacer. El agua fría producía ya algunos efectos, le adormecía las manos y hacía que fuera más difícil manipular el cierre del cinturón. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Moriría en el agua helada a menos que pudiera concentrarse lo suficiente para soltar el cinturón. Se dijo que debía calmarse y volvió a probar el cierre una vez más. Por fin se soltó.
El agua le llegaba ya casi a las rodillas. Kat intentó abrir la puerta, pero no cedió. Luchó contra el pánico. Si no conseguía pensar con claridad, no saldría nunca de allí. El agua helada resultaba paralizante, hacía que fuera difícil mover los brazos y las piernas. Tenía los pantalones mojados y el interior del vehículo se llenaría de agua en cuestión de minutos.
Todavía quedaba aire dentro, pero el nivel del agua subía lentamente. Ya le llegaba a la cintura y el agua fría se la iba tragando despacio. Golpeó con furia la puerta, pero el agua que la rodeaba le impedía usar mucha fuerza.
De pronto lo entendió. Había mucha más agua por fuera, y creaba tanta presión contra el interior, que sería imposible poder abrirla de una patada. A menos que la presión de dentro se equiparara a la de fuera. Eso no ocurría porque el interior estaba todavía parcialmente lleno de aire. Solo podría abrir la puerta si esperaba. Tendría que esperar a que hubiera más agua en el coche y volver a probar.
Se movió al asiento de atrás, que estaba ahora en un ángulo de cuarenta y cinco grados con el agua. La bolsa de aire de la parte de atrás le conseguiría algo de tiempo, pero solo unos minutos como máximo. Vaciló. Podía acabar atrapada en la parte de atrás del auto. Aun así, era su única esperanza de conseguir salir finalmente.
El agua llegaba a la parte de arriba de los asientos y ella tenía que estirar el cuello para dejar la cabeza fuera de la línea del agua. El agua fría la envolvía y hacía que le resultara imposible expandir el pecho lo suficiente para tomar aire.
El automóvil quedaría sumergido por completo en menos de un minuto. Ella tocó el control de las ventanillas, pero maldijo en silencio cuando comprendió que las ventanillas eléctricas no funcionaban en el agua. Maniobró su cuerpo de costado y preparó la pierna para golpear la ventanilla con una patada, pero en lugar de fuerza, sintió una insensibilidad fría en las piernas. Estaba demasiado débil. Cuando se preparaba para un segundo intento, la envolvió por fin la oscuridad al tragarse el agua fría la última bolsa de aire.