Van los hombres azules por el mar,
por las dunas jinetes van azules:
caballeros azules, cuerpo azul
por la billetería a pleno sol;
la nota de color es disonancia
en la hora del robo a paletadas;
hombres azules que miró Paul Bowles;
en la jaula de hierro, el contador
del truchimán de las usurerías,
como el embozo del cólera morbo
tras la cara pintada del coplero,
Death in Venice, cal viva en las esquinas,
como Lasa y Zabala sepultados,
como las agonías del salón:
por la ventana van hombres azules,
por la portada de los sueños rotos,
donde el nervio del día va rasgado;
lo estrangula una cuerda de guitarra,
apuñalado el tañedor de cítara,
disuelto en salfumán todo Watteau,
la techumbre de nieve saqueada,
a martillazos de cristal el pecho,
en la taladradora de lejía,
en la trepanadora de aguarrás.
Las rosas, de la púrpura a la plata,
púrpura de la rosa en Calderón,
plata roja en la luz de la memoria,
violentando el sonido, no el sentido,
o más bien el recuerdo del sentido,
la llama de la plata color púrpura
que cauteriza este lagar del pecho,
este lugar del hecho de armas blancas,
este lagarto rojo del vivir,
como en la cueva de Paolo Uccello
acecha el drago, acecha el endriago,
pero en las lejanías del paisaje
armoniza lo verde hombres miniados;
así, entre bastidores del deseo,
como muestra la grúa en Limelight,
sigue nuestro ballet ceremonial,
la máquina del cerco del amor,
los trapecistas de la llamarada.
Vive en lo oscuro el pabellón de caza
que alimenta a los seres del placer:
de lado a lado va la luz flechada
por criaturas de la oscuridad;
sienten esta verdad cuerpos exánimes
con la cota de malla del deseo,
le désir attrapé par la queue,
cotas de malla en sí desmadejadas,
brillantes como el fuego en el rastrojo,
con la guadaña de la claridad,
en la trasmutación de meteoros
en que el amor va y viene, en que Gilberte
cabalga el hipogrifo de Rosaura
y Segismundo en el corral de Almagro
tiene ojos de mujer y es Segismunda:
las balanzas del ser, paracaídas
arrojados los unos en los otros;
son bombas de confetti, pero son
el bombear de la pasión de ser.