No me digáis lo que los versos dicen:
en la luz franciscana de las lomas,
en la leyenda añil del Poverello,
los versos umbros, en dialecto sacro,
se agolpan en un rojo torreón.
Por cortijadas o por factorías
el Poverello de color de estambre
frente al croar del ojo de rapiña
vive, como Melmoth el errabundo,
y sólo su existir ya es subversión:
es la nueva figura caminante
con Alma Venus en humilladeros
y en la lonja del sol estrangulado.
Así el poema: por decir palabras
y no aguachirle de cubil de rata
conversa con la voz de los pinares
y lo que traza en la palabra el ser.
Venus aparta dardos en Virgilio:
salvando vidas, iluminará
el rostro de las náyades dormidas
en un boscaje igual a nuestro mundo.
Bataneo de luz, batanería:
el sol acuña un madrigal de plata.
Somos palabras de este madrigal
como en la sedería de los ojos
la oscuridad disfraza su azabache
por ver brillar la rosa en las tinieblas,
detenida en lo oscuro del cenit.
El día cenital quizá ha llegado:
nos puede hacer justicia un resplandor
en la tierra vestida de cerezas:
los labios de Alma Venus en el sol.