A UN AMIGO QUE tiene en sus proyectos inmediatos ser papá lo tiene aterrorizado la deuda en la que va a tener que incurrir: “Nada más de pensar en los miles de dólares que va a costar y hasta qué punto voy a llevar mis tarjetas de crédito, me da escalofríos. No puedo dormir”.
Pero lo más terrible de iniciar la búsqueda de un bebé a través de una madre gestacional no son los estratosféricos precios, te lo puedo asegurar. Lo más desesperante, lo que a mí me estremece y me quita el sueño, lo que me paraliza y me da taquicardia es la incertidumbre.
Te acostumbras a una constante desconfianza que no tienes tiempo de valorar. La aceptas y, como si fuera una enfermedad incurable, aprendes a sobrevivir con ella.
No hay otra salida. Ese es tu pretexto. No hay nada que puedas hacer; tu destino está escrito.
Tu futuro es nebuloso, pero al menos ayudas a diseñarlo, a que se te presente de la manera en que lo sueñas.
La oportunidad de conocer dónde vamos a procrearte, quiénes van a manipular las dos células que se unirán para que des tus primeros pasos, los primeros de verdad, me llena de sobresaltos.
Ahora te imagino a nivel celular. ¿Cuál será el óvulo mágico o el espermatozoide aguerrido que aportará mis cromosomas? ¿Qué te aportaré yo? ¿Mis ojos, mi boca, mi nariz, mi estatura? Tal vez mi curiosidad, mi memoria evasiva, mi constante necesidad de tener un proyecto entre manos, mis indecisiones, mi torpeza.
Hoy pienso en ti. Y te veo cada vez más cerca. Lo más importante ahora es encontrar el otro 50 por ciento genético para hacerte realidad.
Al entrar a las páginas de Surrogate Alternatives uno tiene acceso a su base de datos. Siento que voy bien, que puedo nadar sin problemas. La caída no fue tan terrible como uno se la imagina desde lo alto.
Me llama la atención que no sea necesario pagar para ver qué madres gestacionales o qué donantes de óvulos están disponibles, a diferencia de las otras agencias que he consultado. Ahí están las fotos de un ejército de mujeres junto con la edad, la raza y su experiencia como donantes. Es una buena señal.
Diana Van de Voort-Perez —una mujer rubia, de ojos claros, que aparenta estar cerca de los cuarenta años— es la presidente y fundadora de Surrogate Alternatives. Ha sido donante de óvulos cinco veces, todas con éxito. En 1998 ella misma fue madre gestacional y del proceso nacieron gemelos. En 2003 volvió a prestar su vientre y tuvo una niña. Todas las mujeres que trabajan en la agencia han sido donantes o madres gestacionales. Diana y su equipo conocen el proceso de primera mano. Es una pequeña agencia que opera en la casa de Diana, en Chula Vista.
Abro las fotos de todos los que trabajan en la agencia y, a fuerza de tenerlos bajo mi escrutinio por horas, me han llegado a resultar familiares.
Voy a la página de las madres gestacionales y luego paso a las donantes de óvulos. Tengo que concentrarme. Un grupo a la vez. La selección es demasiada compleja como para permitirme el lujo de la vacilación. Veo a estas mujeres como si desfilaran en el escenario de un concurso de belleza.
Comienzo por las donantes de óvulos. Todas me resultan parecidas, todas tienen la misma sonrisa, todas quieren que una simple foto, tomada tal vez por un familiar con una cámara imprecisa y la luz más inadecuada, capte todo lo que un futuro padre busca en ellas: belleza, inteligencia, salud, entereza de carácter, humanidad, genes a prueba de balas…
Ahí están Onaletia, una de las más experimentadas donantes, y las primerizas Lauren, Shawna, Michelle y Danielle. No me convence ninguna. Onaletia, puede ser, pero me imagino que es una de las más caras. ¿Y cuánto puede costar? Aún no es tiempo de llegar a ese punto. Por ahora, reviso esos rostros con ansiedad. La mayoría proviene de California, de San Diego para ser exactos. Muchas son estudiantes o esposas de militares asentados en las bases de la ciudad. Pueden verse fotos de su niñez, algunas muestran a sus hermanos y casi todas tienen las clásicas imágenes de graduación de secundaria. En esas, parecen princesas de cartón. El promedio de edad es de veinticuatro años. Las hay demasiado jóvenes y algunas que se acercan a los treinta. Para mí, entre más joven, mejor. No hay nada que envejezca más rápido que el óvulo de una mujer. La mayoría lleva exceso de maquillaje, lo que las hace lucir mayores de lo que realmente son.
Nadie me convence. ¿Onaletia será una opción? A Gonzalo le atrae Danielle. Luce esbelta, como una modelo, pero tiene una expresión fría. Desde que comienzo a hablar con Melinda, la coordinadora de la agencia, no dejo de tropezarme con la realidad. Danielle ya ha sido contratada por una pareja y está en medio de los estudios genéticos.
Revisé las diferentes madres gestacionales disponibles: muchas de ellas no trabajan con hombres solteros, algunas no están dispuestas a abortar en caso de que el feto tenga problemas y la mayoría no tiene seguro médico que cubra la maternidad gestacional.
Melinda recomienda a Mary, una madre gestacional que ya pasó todos los estudios genéticos y comenzó el tratamiento para salir embarazada, pero los futuros padres decidieron cancelar el ciclo.
Voy a la página y la encuentro. En la foto, Mary está con su hija y su hermana. Luce blanca y su hija es más oscura de piel, al igual que la hermana. En su historial dice que tiene el período menstrual irregular y que no trabaja con hombres solteros.
Melinda me dice que va actualizar el expediente de Mary, pero que está segura de que ella trabajaría conmigo. Lo del período no es importante porque ella no va a donar los óvulos, me aclara.
No hay nada más que buscar. Si ellos me la recomiendan, ¿qué más necesito? Decidido: la madre gestacional va a ser Mary. Imprimo el contrato con la agencia, lo firmo, envío el cuestionario sobre mi vida —las mismas respuestas que recibieron, en su momento, Thorsen’s Surrogate Foundation y Growing Generations— y hago la primera transferencia bancaria. Melinda va a coordinar una llamada telefónica con Mary y luego un encuentro en Chula Vista. Mary tiene que recibir mi perfil, leer mis cuestionarios, hurgar en mis fotos y aceptarme. Me siento como si estuviera presentando un examen de ingreso a la universidad más costosa y exclusiva del país.
Con la madre gestacional seleccionada —al menos por mi parte—, le explico a Melinda que voy a buscar a la donante de óvulos en A Perfect Match. Si Greg lo hizo, ¿por qué tomar otro camino? No quiero más riesgos de los que inevitablemente tengo que enfrentar.
Me comunico con Becca, en A Perfect Match, firmo el contrato, hago otra transferencia bancaria y me dan acceso a una base de datos amplísima, con muchas más opciones, e incluso con algunas de las mismas donantes que se anunciaban en Surrogate Alternatives.
Hablamos con Esther María, la hermana de Gonzalo que vive en Los Ángeles, y se emociona. Le contamos de la posibilidad de tener mellizos o trillizos. Le decimos que mellizos es un dolor de cabeza, pero que trillizos sería una pesadilla. “Pues me regalan uno”, dice convencida. Trillizos no van a ser, no pueden ser y aunque salgan cuatro —nunca pondría cuatro embriones, así que esa posibilidad queda fuera del juego— todos crecerían junto a mí.