La conexión

NO CREO EN la suerte, al menos no en la buena. En una época, si me levantaba con el pie derecho o el izquierdo, el día estaba condicionado. He aprendido que puedo controlar con qué pie me levanto.

La buena suerte es relativa. Yo la induzco, la guío. Lo que tengo claro es que nada me cae del cielo. Hay quienes nacen con buena suerte, dicen. Yo tengo que trabajar por ella, construirla ladrillo a ladrillo y evitar cualquier error para que no se desmorone. No es que tenga mala suerte, todo lo contrario. Es que, para mí, todo lo que logro implica un largo camino de vicisitudes.

Hoy, antes de levantarme, pensé con qué pie debería comenzar el día. Hoy quiero que todo me salga bien. Finalmente —trataba de convencerme— ya tenemos a Karen, ya tenemos a Mary, todo está listo para la operación bebé.

Pero yo necesitaba saber más. Aunque la agencia garantiza toda la información sobre la donante —buscan si tiene antecedentes policiales, le hacen un examen genético— yo desconocía cómo era su vida, cuáles eran sus gustos reales, más allá de las respuestas esperadas de un cuestionario. Sé que Karen estudia en la universidad y conozco su país de origen, sé cuántos hermanos tiene. Conozco la secundaria dónde estudió, sé que vive en California, tiene veintidós años y ya fue donante de óvulo. Es suficiente para iniciar la pesquisa. Decenas de Karens aparecen en mi búsqueda en Internet. Acorto la selección hasta que, para mi sorpresa, doy con ella más rápido de lo que esperaba. En esta época de conexiones sociales cibernéticas nadie escapa. Créeme, hoy día la frase de “como buscar una aguja en el pajar” es obsoleta. Lo que uno quiere averiguar, lo encuentra.

En una página web donde la mayoría que intercambia opiniones son estudiantes, Karen es un libro abierto. Lleva un diario que actualiza más de una vez al mes, pero a veces no escribe una sola palabra en dos o tres meses.

Además de los tatuajes tiene perforaciones en el cuerpo. Voy a enloquecer. Me siento como un padre a quien un día su hija, que ha sido educada en escuelas privadas y va a misa todos los domingos, se le aparece en la casa tatuada y llena de piercings. ¿Qué vas a hacer? ¿Enfurecerte? Al final, es tu hija. Karen, en este caso, será la “madre” de mi hija. No hay vuelta atrás.

Le gusta el rock. Es apasionada de The Cure, Led Zeppellin, y Pat Benatar. Quiero conocer la música que escucha. Quiero saber cuáles son los gustos de la mujer que va a aportar el 50 por ciento del material genético de mi hija. Sus películas favoritas incluyen Amelie, Lost in Translation, Fear and Loathing in Las Vegas, Reservoir Dogs y Breakfast at Tiffany’s. Al menos tiene buen gusto. Asegura también, que es una devoradora de libros.

Entre sus artistas favoritos está Ana Mendieta. Al fin encuentro una conexión con ella. Pronto va a haber una retrospectiva de Ana Mendieta en el Whitney Museum, en Nueva York. Iré a comprarle el catálogo. Tal vez podamos conversar sobre nuestro gustos artísticos comunes. ¿Debo decirle? ¿Debo hacerle saber que me he tropezado con sus aventuras en el ciberespacio? Mejor le regalo el catálogo el día que haga la donación. Estará justificado porque sé que estudia arte, porque soy cubano, Ana Mendieta es cubana, en fin.

En su tiempo libre le gusta pintar, le encanta la década de los ochenta, no puede vivir sin la comida vietnamita y los frijoles verdes. La hace feliz estar rodeada de artistas, irse los fines de semana a las afueras de la ciudad, bailar en las fiestas, el sushi, enamorarse con intensidad. La entristece mentir; le disgustan los amigos por interés, tener falta de inspiración, estar aburrida, los hombres irrespetuosos, el fracaso, el “amor” entre comillas, arrepentirse de las cosas que ha hecho y Tom.

¿Quién será Tom? ¿Encontraré quién es en este rompecabezas? Karen y Tom. Sigo en la búsqueda. Tiene que aparecer algo más. Voy a su diario. Tendré que esperar otro día. En algún momento saldrá. Al menos sé que Tom no le dejó ningún recuerdo grato.

¿Es este tipo de mujer la que quiero? ¿Habré dado el paso correcto? De lo que estoy seguro es de que se trata de una muchacha inteligente. Bella, nadie lo duda. Interesante, por supuesto. ¿Demasiado aguda, agresiva, rebelde? ¿Qué heredará mi hija de ella? ¿Y qué buscamos exactamente? De todas las mujeres de la base de datos de la agencia, ha sido con ella con quien siento una conexión real y, a su vez, no deja de intrigarme. Al final, con ella podemos intercambiar, al menos, unas palabras sobre los artistas que nos gustan, los vaciados de Whiteread y los animales descuartizados en formol de Hirst que vimos recientemente en el Brooklyn Museum; o el performance de Abakanowicz en Chelsea, donde vivió por varios días en una galería y la vimos bañarse, comer, vestirse, dormir; la instalación de Mendieta en una Ceiba de la calle 8 en Miami, o de cuando la conocí durante una visita suya a Cuba, o de su terrible muerte al caer de la ventana de su apartamento en Soho —¿o será que la lanzaron, como algunos piensan? Tenemos mucho de que hablar. Algún día será.

Y tú, Emma, algún día conocerás a estos artistas para que entiendas nuestros gustos, y sabrás entonces por qué seleccioné a Karen, por qué tracé mi destino con una mujer del Báltico. Y como Czeslaw Mylosz, lamentaré “mis necios caminos, pero aún si hubiera sido sabio habría fracasado al cambiar mi destino. Lamento mis necedades entonces y más tarde y ahora, por lo cual mucho me gustaría ser perdonado”.