El cuarto accidente

MAYO

MARY ME MANDA las fotos del ultrasonido de las ocho semanas. El embrión líder está cada vez más fuerte. La buena noticia es que al fin aparecieron los latidos del corazón en el segundo saco. Hay esperanzas, entonces. El médico, de todas formas, está un poco pesimista. Dice que lo ve débil, que no cree que se desarrolle. Pero, ¿hay alguna posibilidad? Posibilidades siempre hay.

En dos semanas el ultrasonido nos dará una idea más acertada con respecto a si alguno de los embriones quedará fuera del juego.

La foto que recibo del vientre de Mary muestra con claridad los dos sacos. Es lo máximo que puede distinguirse. Dentro de cada saco, una pequeña semillita. ¿Serán dos hembras, dos varones, una hembra o un varón? No tengo preferencias. Al principio teníamos miedo de tener una niña. ¿Qué hacer el día que haya que llevarla al baño en los lugares públicos? De edad preescolar no hay problemas; todo comienza a complicarse en la medida que crecen. Y luego, la obsesión con el rosado, las princesas. Pero lo que Dios envíe será bienvenido.

El mismo día que debo recibir los resultados del ultrasonido de las diez semanas, en el que se va a definir la vida de mis dos hijos, tengo que viajar a las Bahamas. Mi editor me ha enviado a entrevistar a Shakira. Estrena un nuevo disco después de cuatro años fuera de los estudios de grabación y ha pedido que sea yo quien la entreviste en persona. No me puedo negar, no puedo explicarle a nadie que esta vez no puedo, que estoy a la espera de una llamada importante, que no me voy a poder concentrar. Como todo lo he mantenido oculto, no puedo dar ninguna justificación a mi editor y menos a Ceci, la representante de Shakira.

Es mi primer viaje a las Bahamas. Desde que llego al aeropuerto, compruebo que mi teléfono no tiene señal. La idea es ir al estudio, compartir un rato con Shakira, ver algún ensayo de la grabación y luego tomar mi avión de regreso a Miami. Desde un teléfono público del aeropuerto trataré de llamar a la clínica.

El hotel donde se hospedan la banda y el equipo de trabajo de Shakira da al mar. Es una especie de cabaña de madera de varios pisos. Ceci me espera. Nos sentamos en la terraza y comenzamos a hablar del disco, de las incansables horas de Shakira en el estudio, de la portada del disco, que quería mostrarme en exclusiva. “Nadie la ha visto. Es una gran sorpresa”.

Quedo estupefacto. La foto es una Shakira angelical, como una Madonna renacentista, con aire gitano, extasiada con un bebé desnudo en brazos. ¿Es la señal que busco? ¿Habrá visto Ceci mi cara de preocupación? ¿Shakira quiere enviar un mensaje a través de su prima Luciana, de cinco meses, de que ya está lista para ser mamá?

Vamos hasta el legendario estudio Compass Point donde me espera Shakira. Desde la última vez que la entrevisté, es otra persona. Se ha quitado las innumerables capas de maquillaje, las extensiones. Ahora estoy frente a una Shakira al natural. Está ensimismada en el disco, hablamos de la carátula que me ha sorprendido, de su relación con su novio y le pregunto, sin evasivas, si quiere salir embarazada, si está entre sus planes tener un bebé. “Es el gran proyecto de mi vida. Lo que pasa es que antes de ese gran proyecto me debo algo. Tengo una deuda conmigo misma, y es un año sabático. Antes de traer a un niño al mundo, en realidad no quiero hacer nada más que rascarme la barriga”. O sea, no está embarazada. Aún es joven. Todavía está de luna de miel con su novio. Ahora la espera una intensa gira. El disco, Fijación oral, viene bien con la maternal Shakira. “Quería que fuera una madre universal, la madre que alimenta, que da, que protege. Me parecía un lindo concepto y me parecía que el título necesitaba una imagen, un ancla”.

Terminamos la entrevista e insiste en que me quede hasta mañana, así la acompaño a la grabación. No puedo, no sé cómo explicarle que tengo que regresar en unas horas. Que no puedo pasar un minuto más en las Bahamas. Vamos al salón de grabaciones, se recoge el pelo con su bufanda y me dedica mi canción favorita del disco. No se puede morir con tanto veneno. No se puede dedicar el alma, A acumular intentos. Pesa más la rabia que el cemento, canta como si se le desgarrara la garganta y alarga las vocales con una potencia que es casi imposible creer que brota de su menudo cuerpo.

Logro comunicarme con la clínica. Los minutos pasan. Cada vez que alguien me deja en el teléfono y tengo que esperar por la explicación del médico es que hay una mala noticia. Lo sé. No tengo alternativas. ¿Y yo qué hago en las Bahamas? Shakira hubiera entendido. Mi editor hubiera mandado a otro escritor o podríamos haber cambiado la fecha. Pero no. Era ese día o sería imposible conseguirla. Shakira estaría en una de las portadas de la revista y no se podía perder la oportunidad de entrevistarla.

“Uno de los fetos murió”. Silencio. ¿Por qué no pueden seguir la conversación? ¿Quieren escuchar mi llanto? “Poco a poco el cuerpo absorbe el saco hasta desaparecer. Eso no afecta a la otra placenta. El otro crece y su corazón late con fuerza. Lo siento, de veras que lo siento”.

Y ahora yo, en un aeropuerto en una isla del Caribe, sin poder llamar a nadie, sin poder refugiarme en Nina Simone, tengo que esperar a que en tres horas salga mi vuelo. Siento que mi piel va a reventar. Estoy como intoxicado. Mi piel ha tenido una reacción extraña. Estoy lleno de ronchas. No he comido nada, no he tomado agua que no sea embotellada. ¿Entonces qué me pasa?

He perdido a mi hijo y no puedo desahogarme. Estoy en un mundo desconocido, rodeado de desconocidos que no saben, que no entienden que he perdido a uno de mis bebés.

Me aterra pensar que la muerte de uno de mis bebés pueda dañar el desarrollo del otro. El médico dice que no. ¿Le creo? ¿Qué pasa con su saco lanzado al vacío?

No me abandones. Hoy te voy a cantar antes de acostarme, al levantarme pensaré en ti. Quédate conmigo. Ya eres parte de mí. Eres un pedazo de mí. Ya no nos podremos separar jamás.

No habrá hermanos. Estarás sola. Serás hija de viejos. Lo intenté y me había hecho la ilusión de que Mary llevara dos bebés en su vientre. ¿Acaso pido demasiado? ¿No debo considerarme un hombre con suerte porque al menos te voy a tener a ti?

En la búsqueda, he perdido a cinco hijos. Los he lanzado al abismo. Ahora mismo no sé a dónde han ido a parar, pero te tendré y mi pena tal vez se alivie el día que te sienta en mis brazos.

Aún quedan seis embriones congelados. Quién sabe, si después de que nazcas, tendré fuerzas para comenzar otra vez todo este proceso enloquecedor. O tal vez espere a que salga de ti. Que me pidas: “Quiero tener un hermanito”. Tendrán que pasar algunos años. Tendré que ser paciente. No hay otra vuelta.

Nos conoceremos en noviembre. No sabes cómo cuento los días. Mientras, me dedicaré a cantarte para que duermas. Solo quería que supieras que lo intenté.