Te veo y comparto con mi familia

“ESTE ES UN bebé muy hermoso”, me dice el doctor Wood mientras mueve el transductor en el interior de Mary. En la pantalla del monitor ya te puedo distinguir. Ahora sí tienes forma. No eres una minúscula partícula perdida en un saco. “Aquí está la cabeza, el cuerpo, los dos brazos, las dos piernas. Un bebé completo”. Me mira y se ríe. Mary busca mi reacción y yo grabo toda la escena. ¿Qué quieren, que aplauda, que salte? Hoy es el día en que todos se enterarán de que existes.

“Vamos a ver si se quiere despertar”. El médico le mueve el abdomen a Mary, sigue en busca de una reacción del bebé, pero ahí está, dormido, muy apacible en su cama de líquido amniótico. Levanta un brazo y vuelve a acomodarse en su clásica posición fetal.

Hoy es el último día de Mary en la clínica. Se acabaron los viajes a La Jolla. Adiós, doctor Wood, adiós, doctora Adams. Nos toca enfrentarnos al mundo real. Un ginecólogo obstetra la atenderá, realizará sus ultrasonidos. Él estará acostumbrado a atender a madres de subrogación. No habrá sorpresas ni tendré que dar muchas explicaciones.

Me imprimen una foto en la que, por primera vez, puedo distinguir que eres más que un embrión. A partir de hoy eres oficialmente un feto. Tienes el tamaño de un limón, unas dos pulgadas y media. Los dedos de tus manos y tus pies ya terminaron de separarse, así que has perdido esa imagen anfibia anterior. Las uñas han comenzado a desarrollarse. ¿Te imaginas? Si estás despierta no dejas de moverte. Ya tu esqueleto está formado, pero aún tiene una flexibilidad extrema. El saco se ha convertido en una placenta que ahora trabaja a toda máquina, y tu corazón bombea con tanta fuerza que ya puede escucharse en el ultrasonido. Te estás alimentando bien, pero no llegas aún a pesar ni una onza.

Se va a acabar el primer trimestre, así que los riesgos de perderte se han reducido. Ya es hora de nombrarte porque ya eres una realidad.

En el taxi, camino al aeropuerto, llamo a mi mamá. Mary está embarazada. Vamos a tener un bebé. Debe nacer en noviembre. Iban a ser dos, pero uno murió. No puedo continuar, comienzo a llorar sin control. El taxista me mira con lástima, como si se me hubiera muerto un familiar muy querido. Lo llamaron de la clínica, así que tal vez está acostumbrado a recoger pacientes desquiciados porque el embarazo no progresa o porque el proceso in vitro fracasó. No puedo contarle a mi mamá que mi pequeño bebé luchó en el útero de Mary por sobrevivir, se afincó con todas sus fuerzas, por semanas, incluso su corazón llegó a latir, pero no resistió. Quedó en el camino. Era muy débil. Ya me había hecho a la idea de que iban a ser dos, que mi hija iba a tener un hermanito. Seguro que era varón. Los embriones masculinos son más débiles y, al mismo tiempo, más pesados. Dicen que en la fertilización in vitro nacen más hembras que varones. Las mujeres tienen un cromosoma menos. Así que tú serás una niña. Lo sé, estoy convencido. Pero para eso tenemos que esperar el ultrasonido de las dieciséis semanas.

Gonzalo ya daba por sentado el embarazo. “Lo sabía. Esperaba que me lo dijeras de un momento a otro. Sabía que este viaje a San Diego era definitivo. Ya tenemos que comenzar a pensar en los nombres”.

Me imagino que mientras yo estoy en el aire camino a Miami, ya Gonzalo le habrá avisado a todo el mundo. Estarán enterados su mamá y su papá en Cuba, su hermana en Brasil, su otra hermana en Italia, Esther María en Los Ángeles.

Es oficial, vamos a ser papás. Bueno, lo somos desde que creamos los embriones. Mucho antes de que fueran almacenados en bajas temperaturas y hubiéramos paralizado su metabolismo. No hay vuelta atrás. Este año nacerás. Vendrás a nuestras vidas y en ese instante todo cambiará. No seremos los mismos.

En el vuelo de regreso comienzo a imaginar tus ojos, tu rostro, tus labios. Aún eres una abstracción. Pronto tendrás nombre. Es lo primero que haremos al llegar a Miami.

Mary me llama para decirme que el seguro médico no está activo. La agencia me había dicho que estaba aprobado y pensé que Mary debía pagarlo, porque estaba a su nombre, y que luego la agencia le reembolsaba el dinero. Un error de comunicación de Surrogate Alternatives. Nunca me aclararon que yo era responsable directo del pago, más aun cuando todas las cuentas se saldaban a través de la agencia.

¿Conclusión? No hay seguro. Nos quedamos sin cobertura médica.

Pero no es hora de pensar en las malas noticias. Tengo un bebé vivo que crece dentro de Mary y que nacerá en unos seis meses.