EL DÍA ANTES de volar a San Diego para un ultrasonido, tengo que entrevistar a Ricky Martin. Me siento como si tuviera dos trabajos a tiempo completo: el proyecto de mi bebé y el de editor en la revista.
Lo espero en un estudio de Miami Beach. Ya está listo el fotógrafo, la maquilladora, el estilista. Solo tenemos dos horas para fotos y entrevista. Es una edición especial, así que todo tiene que salir a la perfección. No es la primera vez que estoy cara a cara con él. No es la primera vez que responde a mis preguntas. Por momentos soy incisivo, pero sabe que hay una línea de respeto. He tratado de ganarme su confianza, he publicado sus citas al pie de la letra, he evitado traspasar barreras que pongan en peligro su vida privada. Joselo, su mano derecha y uno de sus más fieles amigos, me recibe con su habitual camaradería. Ricky está listo. Lo siento asustado: la fama te hace vulnerable. Una celebridad de su calibre tiene que aprender a desconfiar. Deben cuidarse hasta de sus propias sombras. Cualquiera puede traicionarte. El más cercano puede venderte sin escrúpulos.
Para romper el hielo, o tal vez porque en estos días me he vuelto monotemático, no puedo dejar de hablar de mi proyecto. Mi hija nacerá en noviembre, se llamará Emma Isabel. Mary es la madre gestacional. Karen la donante del óvulo. Ricky queda atónito. No me invade con preguntas. Total, yo le he dado todas las respuestas. Joselo se muestra asombrado y no deja de felicitarme. Más de la mitad del tiempo programado hablamos de la subrogación y de las leyes en California. Respondió mis preguntas con sinceridad, lo vi relajado a partir de ese momento. Las fotos fluyeron sin obstáculos. Creo que dejé a Ricky un poco trastornado ese día. Tenía conmigo la imagen del ultrasonido de las dieciséis semanas pero no me atreví a mostrársela.
ANTES SOÑÁBAMOS CON que te movieras, llamaba cada semana para que Mary me contara si sentía tus pataditas, y ahora no dejabas de moverte. La pobre Mary nos decía que parecías un huracán, que le avisabas cada vez que era la hora de comer y, hasta que ella no se tragara el primer bocado, no parabas.
Te movías tanto que Mary sentía cómo su barriga se deformaba y pasaba de ser redonda a puntiaguda en segundos. Y en ocasiones pateabas tan fuerte que la dejabas sin aliento.
Ya tienes cejas y pestañas y los latidos de tu corazón son cada vez más potentes. Te estás quedando sin espacio en el vientre de Mary. Debes estar ansiosa por salir, pero ten calma, falta poco para que nos conozcamos.
Ella puede palpar tu cuerpo. Cuánto la envidio. Aún estamos muy lejos de ti. Mary siente a veces como si ya quisieras salir. Su vientre se contrae como si estuviera de parto. Es normal. No te apures. Lo único que pido es que siguas creciendo y desarrollándote que ya estamos en la recta final.
Mi amiga Laura me llama de madrugada. Está embarazada.