Mi doble de sombra

A principios del primer nuevo milenio para todas salvo para Alys (¿aunque cómo podrían saberlo?, ¿por qué habría de importarles?) Lucy encuentra un gorrión que brinca por el bosque. El pecho del ave está abierto, de manera que puede verse un estómago pesado de comida en digestión, un hígado maltratado y morado, un corazón que palpita. Su repugnancia la fascina.

Lucy sigue al gorrión, que va dejando un rastro sangriento; lo sigue sobre las colinas, a través de la maleza, por debajo de bosquecillos y raíces, hasta que la lleva a la base de un viejo roble donde un solo dedo delgado se alza como un retoño en la tierra, señalando hacia los árboles de arriba, hacia el cielo. Lucy se detiene y ahoga un grito; espera que sea el ingrediente de un encantamiento, un dedo seco, el dedo cortado de un bebé estrangulado en su nacimiento. Le sorprende darse cuenta de que su descubrimiento tiene raíces. Cavando, Lucy encuentra que el dedo está pegado a una mano, la mano a un brazo, el brazo a una niña, de aproximadamente once años, pálida pero que, milagrosamente, respira.

—Emma —jadea Lucy—, ven a ayudarme.

Su pequeño séquito, eternamente de cinco años, había seguido tanto a Lucy como al pájaro, pero después había tratado de esconderse detrás de un roble. Cuando la llaman, Emma sale con cautela hacia donde Lucy está arrodillada rascando el suelo con las manos.

—Está sucio —dice Emma con el pulgar metido en la boca, acomodado de manera que el puño cerrado casi le cubre la gran marca de nacimiento. Con la otra mano juguetea con el amuleto maltratado que lleva alrededor del cuello—. Mi madre me dijo que no me ensuciara.

Lucy observa a Emma, observa los jirones de su falda, el dobladillo lleno de lodo, las mangas rasgadas por las ramas. Evita un suspiro de desesperación.

—Entonces ve a buscar a las otras —le ordena—. ¡Rápido!

A solas con la niña enterrada —el gorrión cumplió su propósito y cayó en un sueño que se parece sospechosamente a la muerte, Emma se fue a buscar ayuda—, Lucy observa su descubrimiento. La niña es hasta ahora solo un rostro sucio, un pedazo de pecho desnudo, un brazo y un codo, pero Lucy tiene todas las razones para creer que el resto de su cuerpo está enterrado bajo la tierra, igualmente pálido, igualmente inmóvil. Lucy ya se reserva la propiedad de la niña; en su mente, el descubrimiento es equivalente a dar a luz. Sin embargo, esta niña ha pasado años esperando. Ha crecido ahí, en la rica tierra del bosque. Lucy acerca un dedo de uña larga a la mejilla de la niña y le quita una lombriz infeliz, los rastros de un hongo. La piel de la niña está bastante fría pero es eléctrica.

¿Está niña del bosque está viva? Las mujeres escuchan su respiración mientras la desentierran con cuidado, el mismo ritmo lento y constante de la respiración de los árboles. Un corazón late. Sin embargo, los ojos permanecen cerrados; el cuerpo no se estremece.

—Tengan cuidado de no dejar caer el cuello. — Lucy las instruye y da un paso atrás para dirigir a sus compañeras. Kathryn gira los ojos hacia Helen, quien se encoge de hombros y acomoda la mano por debajo de la nuca de la niña, como si fuera un recién nacido. Alys toma un brazo, masajea los pequeños dedos, e Imogen toma con cuidado el otro. Emma arruga la nariz mientras sacude pedazos de tierra del cuerpo helado de la niña. Mary se esfuerza por levantar sus pies descalzos.

Las mujeres ponen su tesoro recientemente hallado sobre una tarima de madera improvisada en medio de un claro, le acomodan las manos sobre el pecho, le cepillan el cabello oscuro. La nariz de la niña congelada es pequeña, sus párpados, llenos de venas, están grandes y separados, de manera que una vez que los abra van a dominar el resto de su pequeño rostro; mantiene los labios permanentemente cerrados, los pómulos, altos y pronunciados.

—Se parece a mi hermana Marian —murmura Emma.

—Se parece a un espíritu malvado. —Imogen se persigna rápidamente.

—Se parece a la niña de Urizon —dice Helen—. La niña con los poderes. La que esconden.