11

Tomó cierto estira y afloja convencer a Matthew de aceptar la invitación de Rafe; pero, cuando vio que no iba a poder persuadirme, finalmente cedió. El café al lado de la carretera, que eligió como lugar seguro para nuestra reunión, era notable solo en su austeridad: mesas vacías, iluminación escasa, una mujer demacrada en el mostrador con el cabello atado con un pedazo de tela, pocos clientes. Nos sentamos en la parte de atrás y sorbimos un café débil y humeante, mientras picábamos un plato de papas, sentados de manera que yo pudiera ver a Marlowe en la calle jalando su correa, en el lugar donde Matthew había insistido en que lo atáramos.

—Tienes tus reservas, me doy cuenta, así que me gustaría empezar poniendo claramente todas mis cartas sobre la mesa —le dijo Rafe a Matthew abriendo las palmas. Volteó hacia mí—. Tú me dijiste que estás relacionada de alguna manera con Urizon. Ahora, corrígeme si me equivoco, pero te pareces mucho a mi amigo Peter Cothay. Estabas en la tumba de su esposa… ¿estoy en lo correcto al suponer una relación?

Asentí. Matthew, sentado a mi lado, sopló en su bebida.

—¡Lo sabía! —dijo Rafe y expresó una alegría salvaje antes de controlarse y calmarse—. Sabía que tendrías… —Negó con la cabeza, tomó un sorbo de agua y volvió a empezar—. Peter Cothay es un colega mío —dijo—. Hemos estado trabajado juntos en una teoría que yo desarrollé. O que en realidad él desarrolló, pero que he adoptado con entusiasmo.

—Mentira —dijo Matthew—. Pruébalo. —Lo pateé por ser tan grosero, pero Rafe pareció imperturbable. Sacó un montón de cartas del bolsillo de su abrigo, todas con la caligrafía de mi padre y con fechas de los quince meses anteriores. Matthew las hojeó mientras yo leía sobre su hombro.

«… si suponemos que el bosque mismo es más grande, podemos ampliar nuestro campo y empezar a buscar…».

«… del sur, en aproximadamente en el año 600 (¿D. C.?)…».

«… puede traducirse como “sangre de vida” o “familia”, así que no habría necesidad de…».

«… una vez que pruebes la física, van a estar en apuros…».

Matthew leía superficialmente más rápido que yo y dejó las cartas sobre la mesa antes de que yo hubiera terminado.

—Está bien. Entonces, él es un colega —dijo, empujando la pila de papeles hacia Rafe—. ¿Pero eso qué importa? ¿Qué podemos hacer por ti?

—Van a tener que ser pacientes conmigo —dijo Rafe. Durante el tiempo que habíamos pasado juntos había estado inclinado hacia nosotros con los codos sobre la mesa y había hablado en voz deliberadamente baja. Ahora volvió a inclinarse hacia atrás para evaluarnos, como si tratara de decidir si éramos dignos de la información que estaba a punto de darnos—. Mantengan la mente abierta. La mayor parte de los antropólogos sociales y de los arqueólogos, incluso, están más preocupados con la historia que con la aplicación práctica. Admito que para los escépticos la idea que estoy a punto de plantear podría parecer una broma.

Matthew se sentó muy quieto mientras observaba a Rafe con las cejas alzadas y un gesto de escepticismo en la boca. Pensé que en cualquier momento iba a decir que era hora de irnos, que ya habíamos tenido suficiente de esta distracción.

—Prometemos creerte —dije, haciendo hincapié en el sujeto colectivo.

—Está bien —Rafe respiró profundamente—, aquí está: he encontrado pruebas de la existencia de un pasaje muy especial en el bosque que está al lado de Urizon. Pero necesita… mucha ayuda para abrirse. Por eso estaba en el cementerio. Por eso siento curiosidad de oír sobre su relación con la casa. Comprendo que los demás lo llamen seudociencia, la mayoría de mis colegas cree que estoy loco, pero hay tanto en el mundo a lo que tenemos los ojos cerrados. Tanto de nosotros mismos que descartamos en nuestra era moderna.

—¿Para abrirse?

—Uno de los textos de los estudios de tu padre se enfoca en el ritual que conduce a una profeta del bosque. Hay una serie de rutas de procesiones que los antiguos hacían para encontrarla, estoy seguro de que están familiarizados con los cursus. —Asentí enfáticamente, aunque no lo estábamos—. Y con las líneas ley, desde luego. Hay algunas paradas en el camino que funcionaban como llaves. Los viajeros hacían peregrinajes a ciertos lugares sagrados y era como si abrieran los cerrojos de una puerta. Todo está escrito, las direcciones están todas ahí si uno puede hacer la traducción correcta y creo que yo lo he hecho. Creo que podríamos entrar. —Rafe exhaló, sonrió y nos miró en busca de validación.

—No entiendo —dijo Matthew rotundamente.

—¿Te refieres a un túnel? ¿Bajo la tierra? —pregunté.

—No del todo. —Rafe tomó otro sorbo de agua—. Más bien un… camino a una dimensión diferente. Bueno, no, dimensión no es la forma correcta de expresarlo. Si no tienen el contexto de la historia, puede ser un poco difícil de explicar. Piensen en un mundo de espíritus. Un lugar sagrado. No un pasaje literal sino… metafísico.

Pensé que Matthew iba a empezar a reírse. Cerca de nosotros, sonó el celular de alguien. La mujer de la barra discutía con un hombre que no tenía cambio para pagar. Afuera, Marlowe jaloneaba su correa.

Yo sentía que había comenzado un enorme rompecabezas sobre una superficie de la mitad de su tamaño; mi mente no era lo suficientemente amplia para extender todas las piezas, pero podía examinar con cuidado las pequeñas partes y, si entrecerraba los ojos, podía ver cómo se combinaban. La explicación de Rafe aludía por completo a la experiencia que yo había tenido y la resumía muy claramente. Había desaparecido y me había encontrado en otra dimensión; la investigación de Peter tenía las pistas. Había encontrado al guía que podía explicarme las visiones y el bosque que no tenía manera de comprender. Peter quería que abriera el bosque extraño de sombras para entrar al mundo metafísico de Rafe; pensaba que yo estaba ahí y había ido a buscarme. Posiblemente, ahora estaba esperándome ahí.

—¿Esto podría ser útil? —Usando mi suéter como guante, saqué el mapa de Peter de mi bolsillo y lo pasé sobre la mesa hacia Rafe, ignorando la inhalación rápida que hizo Matthew cuando vio que iba a entregarle nuestra única pista. Observé que Rafe lo desdoblaba con una mirada incrédula ante su propia suerte. Siguió el trazo de las espirales, murmuró los nombres de las mujeres.

—¿Dónde lo encontraste?

—¿Tengo razón? ¿Son las instrucciones hacia tu pasaje?

—Cothay me escribió acerca de esto. Habíamos planeado una expedición; hablábamos regularmente y después tuvimos un ligero… desacuerdo. Nos hicimos de palabras; la culpa fue mía, sobre todo. Durante algunas semanas, detuvimos cualquier tipo de correspondencia. Después, le escribí una disculpa, pero nunca recibí respuesta. Él no es del tipo de persona que guarda rencores. Me imaginé que, bueno, no sabía qué había pasado, pero esperaba… y ahora parece que siguió con los planes y se fue a hacer el trabajo sin mí. Ustedes me dieron exactamente lo que necesito para seguirlo.

—¿Seguirlo a dónde?

—Al lugar sagrado. El otro mundo. El país inexplorado.

—¿Tú crees que es allá a donde se fue Peter? —pregunté. Matthew me pateó esta vez—. Quiero decir, ¿a dónde habría ido si por alguna razón estuviera desaparecido?

—Estoy seguro de que se habría ido ahí. Si no les importa que copie estas coordenadas, muy pronto yo también estaré ahí. —A Rafe

le temblaban las manos y le brillaban intensamente los ojos. Su desesperación era palpable y, en comparación con el estoicismo de Matthew, parecía una mano extendida.

—Esto es absurdo —dijo Matthew.

—No lo es —dije, volteando hacia Rafe—, y te voy a permitir usar el mapa.

—¿De verdad? —La sonrisa de esperanza de Rafe se extendió en un amplio gesto que reveló filas de dientes blancos como porcelana y un par de hoyuelos.

—Si y solo si me dejas cruzar el pasaje contigo —dije.

Un carro tocó el claxon largamente en la carretera. La mujer del mostrador reprimió un eructo. De repente, Matthew pareció muy cansado.

—Eso no va a pasar. —Volteó hacia mí—. Te vas a olvidar de todo este desastre. Vamos a regresar a tu casa y ahí vamos a esperar.

—¿Tu casa? —preguntó Rafe—. ¿A esperar ahí?

Miré a Matthew con furia.

—Verás, Peter Cothay es mi padre. —No veía razones para no contarle todo a Rafe, creyendo, como creía, que él había revelado todos sus planes—. Peter desapareció y hemos estado buscándolo. Mi intención es seguir buscando, a pesar de lo que piense Matthew, aquí.

—Tiene que ser una broma —dijo Matthew.

—¡No lo es!

—¿Podrías darnos un momento a solas? —le preguntó Matthew a Rafe, apretando la mandíbula; su café con leche saltó sobre la mesa.

—Desde luego.

Enfebrecido con el descubrimiento, Rafe se movió al otro extremo de la cafetería, sacó su cuaderno del bolsillo y empezó a garabatear. Matthew se sentó con los brazos cruzados y me observó mirar a nuestro nuevo acompañante.

—¿Qué? —pregunté con irritación.

No me dijo nada, solo me miró con concentración condescendiente.

—Bueno, ya lo dejaste claro —dije, aunque aún tenía mucho que descifrar—. ¿Podrías hablar por favor?

—¿De verdad piensas que es una buena idea irte con un muchacho que apenas conoces a una misión inútil?

—Tampoco sabía nada de ti cuando te conocí —contesté, consciente de lo tonta que sonaba la oración y de la petulancia de mi tono—. Y puedo cuidarme sola.

—En mi experiencia —dijo Matthew con los dientes apretados, como si yo no hubiera dicho nada—, no es buena idea que una chica se vaya con un hombre extraño.

Me enfureció cualquier cosa que estuviera suponiendo; estaba decidida a no permitir que me humillara.

—Pensé que habías dicho que era un muchacho.

—¿Qué?

—¿Qué es, un hombre o un muchacho?

—¡Eso qué importa! De cualquier manera, no debes irte con él. Todo esto es sumamente sospechoso. Claro que tiene cartas de Peter, pero nos acaba de decir que habían discutido. Algo en todo esto está mal. Estoy seguro de que si lo piensas bien, estarías de acuerdo conmigo.

Abrí la boca, pero no estaba segura de cómo responder. Yo, que en muy pocas ocasiones me había sentido con la razón, había construido una vida alrededor del rechazo a las reacciones de mis entrañas, modelando mis instintos. ¿Qué tan diferente era el sentimiento inquietante que tenía respecto a Rafe de las urgencias que siempre me habían dicho que suprimiera?

—Sé inteligente —continuó Matthew—. ¿Una misión imposible por el campo? ¿Abrir antiguas puertas invisibles? Por favor, Maisie. Ya sé que llevas años encerrada, pero ahora estás en el mundo real. Sé razonable.

—Estoy siendo razonable…

Usa la cabeza.

—Es una pista gigante. Nuestra única pista. Tú no conoces a Peter, este tipo de cosas son justo lo suyo. Y él querría que fuera…

—¿De verdad? ¿De verdad crees que eso es lo que él querría? Después de ocultarte durante años, manteniéndote en secreto, ¿querría que huyeras en esta hazaña ridícula? Yo he sido tolerante, hasta ahora he cumplido todos tus caprichos, pero como tu guardián actual…

—Tú no eres mi guardián.

—Bueno, si tuviera cualquier tipo de capacidad oficial, podría asegurarte que…

—Incluso si la tuvieras, no importaría. Ya me fui una vez y me voy a ir ahora. No me importa lo que digas.

Hubo una larga pausa en la que nos miramos el uno al otro. Al final, Matthew suspiró.

—Entonces, ¿estás decidida?

En retrospectiva, la participación de Rafe en mi historia es demasiado simple, demasiado azarosa. ¿Cómo pudo saber tan fácil que estaba emparentada con los Blakely? ¿Por qué compartió tan rápido la teoría del bosque? Y, desde luego, acababa de decirnos que multitud de académicos habían criticado la misma teoría que yo estaba ansiosa por seguir.

Lo que no sabía en ese momento era la historia de las líneas ley: una recopilación de puntos supuestamente significativos —túmulos funerarios, iglesias, cimas de montañas, lagos—, que cuando se ubicaban en un mapa podían conectarse con un solo trazo. El arqueólogo aficionado que había acuñado el término se entusiasmó con su descubrimiento. Con toda seguridad, cuando el viejo anticuario levantó la vista y vio una cadena de luces de hadas —monumentos y megalitos en un patrón geométrico—, descubrió una sabiduría ancestral, encontró algún tipo de clave. ¡Seguramente esos patrones significaban algo! Sin embargo, si se le da a cada monumento y megalito individual su propio símbolo, se marca en un mapa y se cuenta su abundancia, su atlas se convierte en el cielo nocturno, una densa colección de ese tipo de maravillas. Su línea ley se convierte en una constelación, en un patrón impuesto para dar sentido al mundo. No es la palabra que pasó a través de la profeta, sino un cuento que él mismo escribió.

Yo buscaba una profecía; veía mi maldición como prueba de que había más en los mapas de Peter de lo que se veía a simple vista. Había estado revolcándome, buscando una guía, con miedo de ser la única consciente de mi cuerpo y de sus poderes, con miedo de mis nuevos sentimientos por el bosque. Con miedo de que a mi padre le hubiera ocurrido algo terrible, de que se hubiera ido para siempre, de que ahora estuviera sola. La teoría de Rafe se amoldaba a mi propia desesperación y, como muchos lo hacen, me parecía más fácil de creer; deseaba aferrarme a su estructura inherentemente fallida que admitir que estaba a la deriva y sola en un mundo diferente.

—No veo por qué no debería estar decidida —dije—. ¿Qué se supone que haga? ¿Sentarme en mi casa a esperar?

Matthew me miró largo rato, una vez más. Estaba a punto de irme, de ir a buscar a Rafe para empezar a hacer planes, cuando por fin habló.

—Solo estás convencida porque es guapo. —Su tono era como si dijera algo indiscutible—. Y porque estás enojada conmigo. Espero que lo reconsideres.

En ese momento no había nada de paternalista en Matthew, solo una especie de cansancio. Cerró los ojos y alzó el rostro hacia el techo, después los abrió y volvió a mirarme.

—Está bien —suspiró—. Yo voy a ir contigo.

—Ja —dije—. No necesito que vengas conmigo.

—Ya lo sé, pero sígueme la corriente.

—No, gracias, prefiero no hacerlo.

—No me importa lo que prefieras —dijo Matthew—. Voy a ir.

—Está bien —respondí.

—Está bien. —Matthew se quitó el pelo de la cara con las palmas de las manos—. Solo prométeme algo: que vas a tener cuidado. Que vas a hacer un esfuerzo por no entregarte por completo.

—No veo por qué temes por mí —dije—. Yo tengo un excelente mecanismo de defensa.