Milde tiene diecisiete años y está sentada con las piernas cruzadas en medio de la cueva. Hasta ahora siempre había mirado al desierto porque en el desierto veía algo que le recordaba a Las Afueras —una gradación de azul como si fuese la gradación azul y rosa que solía haber en Las Afueras, una calidez brumosa como si fuese la bruma que solía calentar los tejados y las paredes de Las Afueras—, pero ya no quiere volver a ver el desierto ni tener nada que ver con el desierto. Está cansada. Ha pasado un mes y ya lo sabe todo sobre el desierto y nada del desierto le recuerda a Las Afueras. Ni la sequía, ni la amplitud, ni la soledad. Ni cómo el grito nunca es grito ni cómo la comida nunca es comida ni cómo el sueño nunca es como dormir cerca de Essa. Está cansada. En vez de eso se sienta mirando a la cueva y desde ahí intenta evocar otro tiempo y otro lugar. Sabe cómo la cueva se ilumina y se oscurece dependiendo del momento del día y no necesita volver a mirar el desierto, no necesita mirar al desierto nunca más si no quiere, nunca más mientras siga allí. Ya no sabe si el tiempo tiene alguna importancia o si el tiempo es lo único que tiene importancia. Se tumba, se queda dormida.
De vez en cuando —mientras espera que alguna de las madres o de las niñas de Las Afueras, al abrigo de la noche, atraviese el campo de caña de azúcar y vaya a visitarla— ve algo moverse por el rabillo del ojo que le recuerda a una rata o a un gato de los arbustos de Las Afueras.
Desea que sea la una o lo otro y cierra los ojos hasta que cobran vida; dadme una rata o un gato lo mismo da y después dejadme que abra los ojos para ver el lugar. Dadme los dos sin que se peleen y después dejadme que los coja como lo haría una madre o una hermana. Devolvedme a mi madre o a Diamante o a Trinidad y después dejad que se sienten cerca de mí cuando dibuje mis días en el suelo de la cueva. Dejad que se lleven los dibujos con ellas a Las Afueras y que se los describan a las niñas a las que quiero y que me quieren. Dejad que las niñas se acuerden de mí donde estoy ahora, prácticamente invisible con nada más que la memoria para seguir existiendo, y después no dejéis que la memoria me traicione mientras viva.