Milde tiene diecisiete años. Diamante tiene dieciséis años. Trinidad tiene veinte años.
Diamante se agazapa en los arbustos que hay frente a la oficina de urbanismo y mira en todas direcciones. Sigue un patrón en el que gira la cabeza a la izquierda (espera), mira al frente (espera), gira a la derecha (espera). Lo hace todo el tiempo una vez tras otra y no sabe si todo tarda una eternidad o si se acaba en algunos segundos; se da la vuelta, lo vuelve a hacer y luego tantas veces como es necesario antes de que el humo se alce y se extienda.
Es, o bien muy tarde por la noche, o muy temprano por la mañana.
Empieza a amanecer por todas partes pero sigue estando oscuro. El gorjeo de un pájaro suena fuerte pero en la oscuridad no hay nada totalmente discernible. Se pregunta quién está despierto a las 4:13 de un martes y luego piensa en sí misma, Milde y Trinidad y en lo que están haciendo. Piensa en las madres y las niñas de Las Afueras que ahora mismo están sentadas en la ladera y beben té y en las niñas que durante días comprendieron que algo estaba pasando pero no sabían qué. Piensa en todo eso, sigue mirando a su alrededor y no tarda en ver finos y verdes destellos que llenan el cielo y bajo ellos una hilera de humo como una columna sobre el lugar.
Diamante no se mueve, sabe que la oficina de urbanismo está ardiendo ahora y entonces gira la cabeza a la derecha.