Doug separa sus labios de los de Nadia y ella se lo mira extrañada, como si el beso hubiese terminado demasiado pronto. El chico la coge por los hombros y la aparta suavemente hacia atrás rehuyendo su mirada.
-¿Qué pasa?- Pregunta ella.
-No.- Responde él.- No quiero estar contigo.
-¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué no quieres estar conmigo? Yo...
-Déjalo.- La interrumpe.- Me has utilizado. Me has usado para ganarte a mi madre e impulsar tu carrera como jugadora.- Reconoce con tristeza.- Y... y no has tenido la más mínima duda, el más mínimo escrúpulo.- Le recrimina con dureza.- No todo vale.
-Pero si te lo acabo de confesar, te he dicho que te quiero. ¿No puedes perdonarme? Yo no tenía mala intención.
-¿Sabes? Llevo bastante tiempo dolido.- Le explica mirándola a los ojos.- ¿Te has dado cuenta?
Nadia calla.
-Claro que no. ¿Y sabes por qué? Porque tú solo tienes ojos para esto.- Responde golpeándola en el estómago con una pelota de voleibol.
La chica coge el balón y lo mira anonadada. "¿Qué hago?" Se pregunta sin hallar respuesta. El hijo de la entrenadora se gira. Quiere salir a comprar un refresco pero ella lo coge por la parte trasera de la camiseta y tira de ella para llamar su atención.
-P-pero... yo te quiero.- Confiesa mientras sus ojos se tragan las lágrimas.
Doug le aparta la mano con ternura y le pone la mano sobre la cabeza acariciándola con dulzura.
-Puede ser.- Admite el chico.- Pero el amor, no es suficiente.
Y mientras él se aleja las lágrimas empiezan a brotar de los ojos de Nadia. Son lágrimas de dolor, de rabia, de impotencia, de rechazo. La chica arroja el balón con violencia contra el suelo y se marcha al vestuario. En la ducha podrá llorar todo cuanto quiera sin que nadie la vea.
Semanas más tarde, a mediados de mayo. Se está jugando la final del Campeonato de Voleibol entre institutos. Las gradas están llenas, incluso hay gente siguiendo el partido en pie por falta de sitio. Éste puede ser el último punto y todos están expectantes.
Al servicio, una chica con cola de caballo. Aplausos, ánimos. La chica bota el balón, lo sostiene sobre la mano derecha, lo mira fijamente. Cierra los ojos e inspira profundamente. "Tiene miedo." La chica despierta con el silbato del árbitro y da unos pasos hacia delante catapultando el balón por encima de la red con un fuerte golpeo.
Laura y Alice se apartan dejando pasar el balón. El saque es malo, va fuera. Por el pabellón resuena un fuerte estallido de alegría. Nadia alza los brazos. Acaban de ganar el campeonato. Marta sonríe satisfecha. Tal como predecía, aquella chica estaba muerta de miedo. Las chicas se abrazan, las suplentes saltan a la pista alzando los brazos. Nadia mira al otro lado de la pista. Marta saluda a su homólogo. Otro campeonato de institutos para su palmarés como entrenadora. Nadia camina hacia la grada saludando a sus padres. Cerca de ellos está Doug. "Ojalá estuvieras a un metro de mí." Se dice mirando al chico. "Te abrazaría, te besaría, te..." La chica sonríe. Se ríe irónicamente de sí misma mordiéndose el labio inferior. Sus padres la abrazan orgullosos. Su hermana también corre a abrazarlos, no acaba de creérselo. Son las campeonas.
Terminados los preparativos, se inicia la entrega de premios: A la mejor jugadora, a la mejor anotadora,... El presidente de la Federación de Voleibol en persona es quien entrega los trofeos. Nadia, como capitana, se acerca a la tarima y recibe la copa de campeones de manos del presidente de la Federación. La chica alza la copa bien arriba antes de pasarla a sus compañeras de equipo. Eufóricas como están parecen haber olvidado el enfado y el disgusto por nombrarla a ella capitana para la final. Nadia sigue en la tarima. El protocolo exige unas palabras. Normalmente las pronuncia el entrenador del equipo ganador, pero Marta prefiere ceder ese "privilegio" a la capitana del equipo. Así pues, el presidente de la Federación pone el micrófono delante de Nadia y la invita a decir unas palabras. La chica mira al público. Todo el mundo está presente, incluso el resto de equipos participantes en la fase final. Lanza un pequeño suspiro y, tal como le aconsejó Marta antes de subir, dice lo que siente.
-Tenía muchas ganas de ganar el campeonato.- Dice frente al micro.- Pero hasta que no lo has ganado, no sabes que no importa. Que es un bonito recuerdo. Pero nada más. A mí me gustaría jugar otro partido de voleibol, pero no puede ser. La temporada se ha terminado, y eso me entristece. Espero que el año que viene volvamos a vernos. Tengo muchas ganas de volver a jugar y espero que nada ni nadie os desanime para volver a competir. Muchas gracias.
Aplausos. "Sabía que lo haría bien." Reconoce Marta mientras termina de aplaudir. "Yo me moriría de vergüenza."
El verano de Nadia ha sido espantoso. Si ya en los últimos meses de instituto sus compañeras le retiraron la palabra, en vacaciones sus amigas la han dejado de lado. Su familia no tiene dinero para ir fuera de vacaciones y, para colmo, ha tenido que ver al chico que le gusta tonteando con otras chicas. Cada día bajaba a la playa. Se sentaba sobre su balón de voleibol frente a una de las redes de voleiplaya y esperaba a alguien que quisiera jugar. Ha jugado con jubilados, familias, niños,... con todo el mundo menos con sus amigas, que siempre encontraban alguna excusa para evitarla.
Para distraerse, decidió aficionarse a la astronomía. Sus padres le regalaron un sencillo telescopio de segunda mano y un par de libros para que aprenda a usarlo. Todas las noches, Nadia sale a la parte trasera del jardín y planta el trípode con su telescopio. Lleva casi tres meses con él y sigue sin tener ni idea. No logra entender nada, no le pone interés. No le importa. Ella solo mira las estrellas a través del telescopio sin saber qué está viendo. Le da igual. Tan solo espera tener un poco de tranquilidad sin que nadie la moleste. En realidad, el telescopio es un incordio. Alguna vez ha intentado seguir lo que ponen los libros, pero... "es un rollo", así que casi siempre termina tumbada sobre el césped observando las estrellas. Compartiendo con ellas su soledad.
La relación con su hermana ha dejado de existir. Si bien siempre han ido cada una a lo suyo, desde el partido entre titulares y suplentes que catapultó a Nadia es como si se hubieran convertido en simples conocidas.
Ahora Neda se marcha a la universidad con una beca. Y Violet tiene que ver cómo sus hijas "ni siquiera se han despedido". Nadia no sabe si lo que ha pasado con su hermana es rivalidad, envidia o si la rechaza por todas las artimañas que utilizó para ganarse a la entrenadora. Aun así, la comprende y acepta el distanciamiento.
El curso escolar está a la vuelta de la esquina y Nadia sigue tumbada en el césped sin saber qué hacer. Conversando consigo misma y preguntándose "¿Qué es lo que quiero?" sin llegar a ningún lado. La chica se culpa y se arrepiente una y otra vez de todo lo que hizo. "¿Qué debo hacer?"
-Hija...- Le dice su padre apareciendo por la puerta que da al jardín.- ...levántate, que el césped está lleno de bichos.
Nadia se levanta, se sacude la ropa y rastrea su pelo en busca de hojas secas o briznas de hierba.
-Y ve recogiendo, que vamos a cenar.
-Sí.- Asiente la chica.
Sin quererlo ni saberlo, su padre ha respondido a sus dudas. Y Nadia por fin sonríe. "Levantarme...Sí, siempre he sido muy decidida. ¿Por qué no debería hacer la vida que quiero hacer?" Se ríe de sí misma. "Mañana tiene que ser un gran día." Se dice mucho más animada.
A la mañana siguiente Nadia estira los brazos llena de energía. Aunque se acerca el otoño hace un día de verano. Por fin una ducha sin necesidad de hacer cola, su hermana ya no está para acaparar el baño del piso de arriba. Nadia se pone un vestido bien veraniego y baja a desayunar. Mira el reloj y se toma su tiempo. Todavía es pronto. Cuando llega la hora deja pasar unos minutos para que no parezca tan planeado y sale de casa. "Es una locura." Se dice empezando a dar síntomas de inseguridad. Al plantarse frente a la puerta vacía su mente, suspira, y una vez segura de sí misma, toca el timbre.
-¿Sí?- Pregunta Marta abriendo la puerta.- Ah, hola- dice al verla- eres tú. ¿Qué quieres? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
-Quisiera hablar con Doug.
-¡Claro! Pasa.- La rubia la invita a pasar con mucha amabilidad.-Todavía está durmiendo. Sube y despiértalo, yo ya hace mucho tiempo que desistí de levantarlo.
-Gracias.- Responde Nadia antes de subir las escaleras.
La chica pica a la puerta un par de veces y se escucha un murmullo. "Está despierto." Se dice sonriendo con picardía. Nadia abre la puerta y entra sigilosamente para sentarse al borde de la cama.
-Doug,- le zarandea- ¡ey, despierta!
El chico aparta las sábanas y entreabre los ojos incrédulo.
-¡Oooh, no puede ser!- Exclama tapándose de nuevo.- Dime que no has venido con la máquina del tiempo.
-Vamos hombre, he venido a hablar contigo.- Le dice apartando las sábanas suavemente.
-Está bien.- Contesta mientras se incorpora cruzando las piernas.- ¿Qué quieres?- Pregunta respaldándose sobre sus brazos.
-A ti.- Responde ella mirándolo a los ojos.
Se hace el silencio. Un silencio incómodo, tenso. Difícil.
-Sé que me porté mal contigo.- Admite ella.- Y quisiera que me perdonaras. Que me dieras una oportunidad.- Sigue.- Sé que no me la merezco, pero estoy aquí luchando por ella. Quiero estar contigo, quiero salir contigo y quiero acostarme contigo.- Le dice sin dudar en ningún momento.- No me importa que no salga bien o que puedas vengarte de mí. No tengo miedo. Solo pienso en que podemos tener una buena relación y yo quiero esa oportunidad. Porque es la única oportunidad en la que puedo ofrecerte mi más sincero te quiero.
Doug se queda pensativo antes de decir algo.
-Es... es difícil.
Nadia se entristece al entender que la rechazan de nuevo y agacha la cabeza. Entonces Doug la sorprende agarrándola por los hombros y tumbándola sobre la cama. El chico, su chico, la besa. La manosea. La besa enroscando todo lo que se puede enroscar y recorriendo todo lo que se puede recorrer.
-Vaya,- le dice a Nadia al separar sus labios- Ahora no te molesta que te meta la lengua.
Nadia ríe.
-Tonto.
Feliz por haber conseguido a su chico, Nadia tiene ahora otro asunto que resolver. Para ello le ha pedido a Marta la libreta con las estadísticas del año pasado. Con la ayuda de la libreta busca por internet. Quiere empezar a valerse por sí misma y demostrar que puede hacerlo.
La relación con Doug avanza bastante bien. Él es un chico muy tranquilo, lo cual encaja perfectamente con ella. Los dos van al mismo ritmo y quieren aprovechar esos últimos días antes de volver al instituto. Los padres de Nadia han salido a cenar fuera. Ganaron un par de entradas gratuitas para el teatro en un concurso del periódico local, y aceptaron el descuento para el restaurante que, "casualmente", les regaló su hija. Nadia tiene la casa para ella sola, ha invitado a su chico. Pero no sabe qué hacer. ¿Poner velas? No sabe siquiera si eso sirve para algo. Mientras espera, todo le parece mal. Todo está muy sucio, todo está muy desordenado. Incluso ha tenido que llamar a Doug para preguntarle qué ropa tenía que ponerse. Más allá de "esta es la ropa interior que tengo reservada para los días especiales" no había absolutamente nada planeado.
Nadia abre la puerta del jardín vestida con un pantaloncito corto y una camiseta. Las luces están apagadas. No quieren que nadie se entere. Como si estuvieran haciendo algo prohibido. Doug entra abrazando a su chica y ella lo guía hasta su habitación en el piso de arriba.
Con septiembre ya bien entrado Marta repasa las calificaciones académicas de las recuperaciones. No le gusta ver a sus jugadoras en esos exámenes. "Dan mala imagen y las hace parecer tontas." Para este año tienen previsto dar un paso más para convertir al equipo del instituto en el juvenil del Seven. Así que algunas jugadoras firmarán un contrato, lo que les permitirá exigir resultados académicos a sus chicas. La directiva del club está muy contenta con su entrenadora estrella. El equipó se alzó hasta el tercer puesto y su nuevo equipo juvenil ganó el campeonato de institutos. Excelentes resultados para un proyecto deportivo a largo plazo.
Con el fin de dar continuidad al trabajo realizado, Marta abre la convocatoria para nuevas jugadoras en el instituto. Las que continúan tan solo han de volver a apuntarse al equipo. La formalidad habitual mientras el equipo va haciendo su particular transformación. Marta ya tiene las inscripciones de la base del equipo del año pasado. Vuelven a estar todas las que no terminaban el instituto: Neus, Alice, Laura,... Todas, menos una. Nadia no se ha apuntado. Ha pedido entrenarse con el equipo, pero ella misma ha especificado que no quiere jugar. Ella hace el entrenamiento físico, se sienta sobre un balón para ver a sus compañeras entrenar un rato y luego se marcha.
Marta está sorprendida. Las chicas le preguntan por qué no juega Nadia y ella no sabe qué responder. La verdad es que ni se atreve a preguntarle. La ve junto a su hijo, los dos parecen muy felices y no quiere parecer una entrometida.
El plazo para inscribirse está cerca de terminar y no ha habido suerte. Nadia baja del autobús y mira su mapa. Un trozo de papel arrugado impreso de internet que no parece ser de gran ayuda. La chica pregunta y una amable señora la pone en la dirección correcta. Nadia llega a su destino. Está algo nerviosa. Pregunta en recepción y un señor le indica dónde está el despacho de la persona a la que busca. La chica se planta frente a la puerta y respira con fuerza. Duda, pero no quiere echarse atrás. Finalmente pica a la puerta un par de veces y una voz le responde: "Adelante."
-Pasa, pasa.- Le dice una mujer morena con cola de caballo al verla.- Siéntate...
El despacho es ya de por sí pequeño, y con la cantidad de carpetas y papeles que hay por todas partes lo es todavía más. Y mientras ella entra, la mujer le ofrece la silla escondida bajo una montaña de papeles y carpetas.
-Oh, no se preocupe, si está muy ocupada ya vendré mañana.
-¡Ah! No te preocupes, hay días peores. ¿En qué puedo ayudarte?- Pregunta con una amable sonrisa.
-Quisiera entrar en el equipo de voleibol.
-¡Ah, perfecto! ¡Sin problema!- Responde rebuscando por los papeles que tiene sobre la mesa del despacho.
Nadia mira el caos que hay a su alrededor y empieza a preguntarse si esta ha sido una buena idea.
-¡Aquí está!- Levanta triunfante la mujer.- ¡El papel de inscripción!- Dice entregándoselo a la chica.- Rellénalo y ya estarás inscrita.- Sonríe con simpatía.
-M-muchas gracias. ¿Me puede prestar un bolígrafo?
La mujer mira a un lado de su mesa, luego mira al otro y después la mira a ella fijamente.
-No.- Responde decepcionada consigo misma.
La nueva jugadora sale fuera del despacho y pide un bolígrafo en recepción. Tras rellenarlo en un rinconcito discretito, Nadia vuelve al despacho.
-Aquí está.- Dice entregando la inscripción.
-¡Ah, perfecto! Dame, dame.- Responde cogiendo el papel.- ¿Alguna cosa más?- Pregunta al ver que la chica no se va.
-Sí, bueno, quisiera saber quién es la entrenadora.
-¡Ah! ¡Yo! Yo soy la entrenadora.- Anuncia tendiéndole la mano.- Akane Masters, para servirte. Pero puedes llamarme Akane.
-Encantada.
Pero Nadia sigue sin marcharse.
-¿Y bien?- Pregunta su nueva entrenadora.
-¿Puede darme los horarios de los entrenamientos?
-¡Ah! No te preocupes, le diré a una de tus compañeras que se pase por tu clase.
-Es que... verá... yo no estudio en este instituto.- Responde cohibida.
-¡Vaya!- Exclama sorprendida.- Tendré que pedir permiso a tu instituto entonces. No pasa nada, es un simple trámite.- Sonríe confiada.- Pero tendrás que adaptarte a nuestro equipo, aquí se trabaja duro. Piensa que el año pasado quedamos entre los dieciséis mejores equipos del campeonato. No podemos bajar el nivel.
-N-no, claro.
-Déjame aquí apuntado el nombre de tu instituto y yo me encargo de todo.- Le dice señalándole una esquina del papel con el alta.
Tras el éxito del cambio de equipo, Nadia deja de ir a los entrenamientos. Tiene miedo de enfrentarse a Marta. No sabría qué cara poner o qué decir y prefiere huir de ella. Por su parte, su ex entrenadora ha revisado varias veces el partido de la final.
Marta no ve nada raro durante el partido. Sus chicas juegan bien. Pero entonces suena el pitido final y Marta fija su atención en Nadia. Esta sola. Ninguna de sus compañeras la abraza o la felicita. Todas la ignoran. Tan solo algunas de las rivales se le acercan y le tienden la mano. Luego ella la felicita, al igual que hace con el resto de sus jugadoras. Y de ahí de nuevo a la soledad en la zona de banquillos.
Como entrenadora del Seven, esa tarde tiene una reunión con parte de la junta directiva. Debe anunciar los últimos descartes del primer equipo para cerrar la plantilla. Pero ella prefiere dar un serio aviso sobre el equipo del instituto:
-Ahora mismo el nuevo equipo juvenil no tiene talento que ofrecer.- Anuncia para sorpresa de todos.- Habrá que limpiar a fondo y empezar de nuevo.
Esa misma tarde Doug vuelve a casa del instituto acompañado por su novia. Les acaban de dar las fechas de los primeros exámenes del curso y quieren prepararlos juntos. La parejita pasa al comedor entre risas. No lo saben, pero alguien les está esperando. Ambos se tragan su buen humor al ver la expresión de Marta sentada en el sofá con los brazos cruzados.
-¿Se puede saber qué te crees que estás haciendo?- Le pregunta a Nadia.- Si tenías problemas en el equipo, ¿por qué no me los notificaste?
Silencio.
Marta se levanta y se dirige hacia ella. Doug intenta interponerse, pero su madre lo aparta de malas maneras. "¡Apártate!" Y mientras clava su mirada en los ojos de Nadia, ésta tan solo agacha la cabeza esperando lo peor.
-Ya he hablado con Akane, no hay ningún problema. Jugarás en su equipo.
-G-gracias.- Responde Nadia.
-Ahora bien.- Añade agarrándola con violencia por el cuello de la ropa.- Reza para no cruzarte conmigo en una pista de voleibol.
Marta la suelta antes de que Doug intervenga. Algo más calmada, sale del comedor no sin detenerse un momento para soltar una pequeña apreciación personal: "Eres muy buena jugadora, pero no tienes ni puta idea de voleibol."
Los meses pasan y Nadia está feliz por volver a jugar a voleibol. Está encantada con sus nuevas compañeras. "Todo el mundo se porta muy bien conmigo." Le dice a Doug cuando le pregunta cómo le van los primeros entrenamientos. Akane está eufórica, tiene a la mejor atacante del campeonato en su equipo y en sus sueños aparecen palabras como "Campeonas" y "Campeonato". Pero Nadia está dolida. Las palabras de Marta todavía resuenan en su cabecita. "No tienes ni puta idea de voleibol." Las repite sin hallar respuesta. Y Marta tiene razón, y poco a poco ella se va convenciendo de ello. Su nuevo equipo está imbatido, han ganado todos los partidos. Entonces llega ese momento en que Nadia se acuerda de las otras palabras de Marta: "Reza para no cruzarte conmigo en una pista de voleibol." La palabra "paliza" pocas veces ha tenido tanta fuerza. Un único punto en tres sets. Akane resopla en el vestuario y mira a sus chicas.
-Son buenas.- Les dice asustada.
Pero no es solo eso. Y Nadia lo sabe. La motivación y las ganas de revancha eran muy grandes en su ex equipo. Tras una buena ducha recoge sus cosas y se despide de sus compañeras. Ella vive cerca y no necesita el autocar. A la salida le esperan sus padres junto a Marta y Doug, que esboza una sonrisa de apuro.
-¿Qué pasa?- Le pregunta Nadia.
-Pues que he grabado el partido.- Explica mostrándole la cámara de vídeo.- Pero visto el resultado mejor será borrarlo.
-¿Lo has grabado?- Pregunta Marta apareciendo por detrás.- Perfecto, así podré revisarlo.
-No.- Replica Doug apartando la cámara.- Lo he grabado para Nadia.
-Gracias.-Responde la chica.- Me... me lo miraré. Nunca me he visto jugar.
Marta y Doug se la miran como quién ha visto un fantasma. Para ellos lo que acaba de decir es un sacrilegio.
Aquella noche Nadia se preparó para ver el vídeo en el antiguo cuarto de Neda. Su hermana dejó el ordenador y ahora se ha convertido en el de toda la familia. No está incómoda por estar en la habitación de su hermana. Lo que pasa es que se le hace raro verse jugar a sí misma. Tras ver los primeros diez minutos no paraba de resonar en su cabeza aquella maldita frase: "No tienes ni puta idea de voleibol." El castigo se repite una y otra vez como una campana que repica en cada punto. Nadia está triste. "Mi recepción es mediocre, mi bloqueo no bloquea nada y solo sé hacer un tipo de servicio. Y porque Doug me enseñó." Por primera vez se ha mirado al espejo y ha visto a la reina desnuda. "Necesito mejorar. Así no voy a ninguna parte."
Durante las fiestas de fin de año procuró evitar a su ex entrenadora todo lo que pudo. Marta y Violet están encantadas con la relación de sus hijos. Son amigas inseparables desde que iban a la escuela y verlos juntos les hace una ilusión especial. Por su parte, a Neda le ha sentado bien ir a una universidad de fuera. La distancia parece haber limado las diferencias con su hermana. Y aunque la bufanda roja sea horrible, Nadia ha recuperado la alegría de poder volver a dirigirle la palabra a su hermana.
El campeonato de institutos se endurece en la recta final de la fase regular. El equipo de Nadia recupera las viejas costumbres y cae frente a rivales asequibles. Akane tiene serios problemas a la hora de hacer las convocatorias. La que debería jugar no juega porque llega drogada o con resaca y la que debería suplirla tiene un picnic en la otra punta del planeta.
Marta sonríe, mira al banquillo rival y huele el miedo a la legua. Sabe que Nadia está algo resfriada y que no podrá jugar al cien por cien. "Un resfriado en primavera... menos tontear con mi hijo y más entrenar." Piensa cargándose de razones. "Maldita tonta, está tirando su carrera por la borda y no se está dando cuenta." Se lamenta al mirarla antes de dar las últimas instrucciones a sus chicas. Akane por su parte está histérica y no puede gritar. Tendrá que jugar con dos receptoras a causa de las bajas, lo cual es un suicidio. Aun así mira a su estrella, la chica de las décimas de fiebre, y lanza un fuerte suspiro. Son las últimas opciones de poder ganar la fase regular. Y en cuanto empieza el partido se van desvaneciendo. Es una masacre. La zona central es un coladero. Los intentos de bloqueo de Nadia no existen. No llega. No puede.
"¿Qué le pasa?" Se pregunta Marta viendo cómo Nadia dobla las rodillas y apoya los nudillos de la mano izquierda en la pista. La chica se lleva la mano a la frente e intenta contener pequeñas arcadas. El cambio es inmediato y Nadia abandona la pista pasando el brazo sobre una de sus compañeras. Mientras va camino del cambio tiene que soportar como algunas de sus excompañeras la insultan o se ríen de ella. "Eres una cobarde." Le suelta Laura con rabia.
La estrella del equipo devuelve en una bolsa de plástico mientras su equipo es humillado. Viendo su estado, Akane decide que el partido se acabó para ella.
La vuelta a casa es dura. Todos están preocupados por la salud de Nadia, nunca la habían visto tan mal por una simple fiebre. Marta le recomienda visitar al médico de la mutua del instituto: "Es el mismo que atiende a las chicas del Seven. Es bueno."
El médico tiene dudas y le pide un análisis de sangre y otro de orina, mientras Nadia se arrastra día a día. Parece que ha pasado ese intento de resfriado, aunque los problemas de estómago persisten. La chica ha dejado los entrenos y está de baja en el instituto. Doug observa asustado cómo su chica, que se ha pasado todo el día en cama, está reventada. "Estoy muerta." Le dice Nadia. "Como si terminase de correr kilómetros y kilómetros."
A todo esto hay que añadir la inoportuna visita de un par de equipos de la Superliga Profesional de Voleibol. El primero no quedó muy contento al preguntar los planes de futuro de Nadia de cara a la universidad, pero le dejó la puerta abierta a una futura incorporación para la temporada que viene. Todo dependería de la relación de altas y bajas del equipo y la opinión final de los técnicos del equipo. El segundo, un equipo de mayor renombre, le puso un contrato profesional sobre la mesa. A condición de pasar una revisión médica tras haber obtenido el título de bachillerato, firmaría un contrato de una temporada con opción a una más. A Nadia le encantó, ahí estaba su sueño. Jugar en un equipo profesional, vivir haciendo lo que más le gusta, viajar jugando al voleibol. Pero Violet no lo tenía claro. ¿Era correcto aceptar? ¿Debía pedirle a su hija que tuviera un poco más de paciencia? ¿Cuál es la decisión más acertada?
Como no tenía respuesta, fue a consultarle a alguien con suficientes conocimientos para iluminarla. Alguien que ya se encontró en una situación similar. Su mejor amiga. Con Doug presente, Marta valoró todo lo que les contó Violet. "Qué cabrones." Suelta la entrenadora tras esbozar una sonrisita.
-¿Y ella qué dice?- Pregunta Marta.
-Ha firmado un precontrato y su intención es terminar el bachiller y jugar en ese equipo.
-Qué estúpida.- Se lamenta Marta.- ¿Y a ti no te ha consultado nada, verdad?- Dice mirando a su hijo.
Doug niega con la cabeza.
La entrenadora del Seven reflexiona un momento apoyando sus labios sobre su puño. Cuando lo tiene claro responde a las inquietudes de su amiga.
-Que haga lo que quiera, yo no pienso ficharla.
-¿Pero está bien que acepte?
-Los jóvenes suelen perder varios años por culpa de tomar malas decisiones o no ser consecuentes con las mismas. Si la quieres, déjala. Y esto también va por ti.- Avisa a Doug.- Apóyala, dile lo que piensas, pero respeta su decisión. Ah, y encuentra algo que quieras hacer.- Apostilla.- No te quiero en la universidad porque sí.
Al día siguiente Nadia y Violet asisten a la cita con el doctor tras recibir los resultados de los análisis. El hombre se coloca las gafas y los mira con atención. Parece muy satisfecho. Nadia también está más animada, ya no se siente tan mal. Ha perdido algo de forma y ha ganado algún kilo de más, nada que no pueda arreglarse con dieta y ejercicio. Su madre también está más tranquila y ve la visita como un trámite para que le digan que "su hija está bien."
-¿Ya puedo volver a jugar al voleibol?- Pregunta Nadia entusiasmada.
El médico levanta la vista y borra la satisfacción de su cara con una expresión muy seria.
-No sé si podrás volver a jugar.- Responde con contundencia.
Marta recibe una llamada de Violet. "Vaya." Responde preocupada en presencia de su hijo. La mujer sale del comedor al jardín cerrando la puerta corredera tras de sí. Doug la mira a través del cristal, su madre pone cara de preocupación. Es una larga charla. Finalmente Marta cierra su teléfono móvil. Suspira de la misma manera que un reo espera sentencia y vuelve al comedor.
-¿Ha pasado algo?- Pregunta Doug.
Justo cuando iba a responder suena el timbre de la puerta.
-Ve a abrir.- Responde Marta.- Creo que es para ti.
Doug se levanta intrigado, camina hacia el recibidor y abre la puerta. Delante de él aparece Nadia llorando, con los ojos hinchados y la cara llena de ríos de lágrimas. Sin una décima para preguntar o asimilar esa imagen, la chica le cruza la cara de una fuerte bofetada. "¡¡Imbécil!!" Le grita con rabia.
-P-pero...
-¡Estoy embarazada!- Le anuncia antes de echarse a sus brazos y llorar en su hombro.
Un poco más calmados, Marta los reúne en el comedor con Violet, que también ha entrado después de pagar el taxi. Las madres ya han acordado su postura durante la conversación telefónica. Si el padre de Nadia no está presente es porque todavía se está subiendo por las paredes. Aunque no se sabe si es porque acaba de descubrir que su hija es toda una mujercita; o si es porque que el hecho de que llamen "abuelo" le hace sentirse viejo. El caso es que Marta, mucho más diplomática, les explica que sea cual sea la decisión que tomen ambas familias les apoyarán y les ayudarán. "Sois nuestros hijos, no vamos a dejaros tirados." Les dice muy seria. "Os queremos. Y aunque no nos gusten vuestras decisiones, aunque algunas veces no podamos comprenderos. Estamos a vuestro lado. Para lo bueno... y lo malo."
Los chicos dan las gracias.
Después de la charla Nadia se levanta y sale al jardín trasero seguida por Doug. Ella se sienta en el escalón con las rodillas en alto y él la acompaña sentándose a su lado.
-¿Qué hacemos?- Pregunta Doug mirando los hierbajos.
-He... he hablado con los equipos que me hicieron una oferta y han sido muy tajantes.- Dice compungida.- Si no aborto difícilmente encontraré equipo.
-Yo... yo no sé qué decir. ¿Tú cómo te sientes?
Nadia esconde la cabeza bajo los brazos y luego apoya la nariz sobre ellos.
-Tengo miedo.- Responde.- Quiero abortar, debería hacerlo. Pero al mismo tiempo siento que moriría una parte de mí y solo de pensarlo me duele.- Nadia vuelve a empezar a llorar, esta vez más tranquila.- Supongo que soy una cobarde.
-No.- Replica Doug.- Cualquiera de las dos decisiones es una decisión valiente. No hay un camino fácil.
-Siempre vi el aborto como algo muy práctico, pero a la hora de la verdad no me atrevo. Me siento hundida, culpable...
-¿Culpable? ¿Por estar embarazada? No digas tonterías.
-Pero... ¿y tú?- Le dice mirándolo a los ojos.- ¿Tú quieres ser padre?
Doug reflexiona un momento.
-Debo reconocer que no me había planteado ser padre a corto plazo.- Bromea.- No lo sé. Solo me preocupa estar a la altura sea cual sea la decisión final.
-Mi padre me enseñó desde bien pequeña que todo es muy difícil.
Ambos se miran.
-Me siento fatal.- Dice Nadia apartando la vista.- Siento que le he fallado a un montón de gente a la que le importo de verdad y no encuentro...- se pausa un instante para limpiarse las lágrimas- una forma de arreglarlo o de compensarlo. Me siento superada, y me aterroriza pensar que una inútil y una estúpida como yo vaya a poder ser buena madre.
-No te tortures de esa manera. Todos nos merecemos una oportunidad.- Doug la abraza.- Eres una persona tan especial como cualquier otra, que nunca se te olvide.