Salta el despertador. Suena Fly or die. Nadia alarga el brazo y para la alarma. Luego se sienta sobre la cama, se estira, y le da un par de empujones a Doug para que vaya despertándose. La chica se acerca a la cuna. Su hija no se ha despertado. Mientras se pone el chándal y las zapatillas deportivas se escucha el ruido de la cerradura. La abuela materna acaba de llegar. La parejita se despide con un beso y Nadia sale a correr a la calle.

Desde que recibió el alta está esforzándose en ponerse en forma. Nada más pasar por delante de la frutería levanta la mano para saludar a la dependienta. Llevan varias semanas en el barrio y ya es bastante conocida, de ahí que hasta el chico de la cafetería le dé los buenos días mientras barre la acera. Sin equipo, dedica las mañanas a entrenar por su cuenta.

Nadia corre cada día durante veinte o treinta minutos, terminando siempre frente a su antiguo instituto. Una vez allí, y gracias a Marta, que ha logrado que le den permiso para utilizar las instalaciones, se acerca a una de las canastas de baloncesto y empieza a realizar saltos con estiramientos. Después intercala pequeñas sesiones de saltos de escalera con saltos a la cuerda. Tras los ejercicios de salto empiezan los de golpeo: flexiones de brazos, lanzamiento de balones y ejercicios de estiramiento con extensor. Entonces llega el momento de limpiar el gimnasio. Nadia coge uno de los trapos y lo tira al suelo. Se pone a cuatro patas y lo empuja de un extremo al otro. Una vez , y otra, y otra, y otra, hasta que ha limpiado todo el suelo. El entrenamiento termina con unos estiramientos, pero antes de eso realiza unos pequeños ejercicios de habilidad con la pelota y pequeñas inclinaciones del tronco hacia delante y atrás.

De vuelta a casa hay que preparar la comida. Doug come fuera, pero ella y la peque pasan juntas las tardes. Ella, que ha conocido la soledad de las estrellas, tiene ahora a su cargo una personita muy importante.

-Natsumi, mira el avióóón.- Dice enseñándole el biberón como si volase.- ¡Bieeen!- Sonríe al ver cómo lo coge con sus manitas.

Desde que se mudaron a un piso de alquiler, Doug ha estado asistiendo a la universidad por las mañanas y aceptando contratos temporales por las tardes. Después de comer, al atardecer, Nadia tiene pensado salir a dar un paseo con la niña. Pero entonces suena el teléfono.

-Buenas tardes, ¿está Nadia?- Dice la voz de un señor mayor.
-Sí, yo misma. ¿De qué se trata?
-¿Quieres jugar al voleibol?

El interlocutor de la llamada es el entrenador del Five Winds, un modesto equipo de la Liga Oro. Su equipo ha sufrido una nueva baja y se ha quedado con una plantilla de nueve jugadoras, por lo que la Federación les ha permitido realizar una incorporación cumpliendo ciertas restricciones. La oportunidad se presenta gracias a Marta, que le dio el contacto. El entrenador vio jugar a Nadia en los torneos de institutos, pero le perdió la pista. Al no verla en ningún equipo decidió preguntar a una de sus ex entrenadoras.

Tras una charla amistosa, Nadia asiste invitada a varios entrenamientos. El preparador físico la ve "algo fuera de forma y con algo de sobrepeso". Aunque según él: "Nada que no podamos resolver en un par de semanas."

Con el visto bueno del cuerpo técnico, Nadia le da la noticia a Doug, que se alegra por su chica; también llama a Marta, para darle las gracias por la recomendación. Finalmente, tras solucionar el tema de los horarios, Nadia firma, por fin, su primer contrato profesional. Un contrato por dos temporadas, con una mensualidad equivalente al salario mínimo interprofesional y cierta flexibilidad horaria debida a su maternidad.

-Al menos no dependeremos tanto de nuestros padres.- Le dice Nadia a Doug mientras vuelven a casa tras la firma del contrato.- Aunque sea poco, ya es dinero y...
-No le des más vueltas,- le corta Doug- por poco que sea ya es más de lo que teníamos ayer.

El Five Winds, conocido como 'el barrio', es el colista de la Liga Oro con tan solo dos victorias en dieciséis partidos. Fundado por un grupo de vecinos, es un club prácticamente amateur. Sus desplazamientos, como el de hoy, los realizan en autocar el mismo día del encuentro.

A falta de unas horas para el inicio del partido, las chicas ya pueden ir entrando al pabellón. La nueva jugadora del Five Winds aprovecha el momento para pasear sola por la cancha. No hay nadie, la luz natural entra por las ventanas pegadas al techo. Nadia mira a su alrededor. Está todo preparado: la red, las gradas, las líneas, el marcador. Todo es de verdad. Es real. Está en una pista profesional, y va a jugar un partido de un torneo profesional. "Es como un sueño." Se dice antes de que un escalofrío recorra su cuerpo. "No sé cuánto va a durar esta aventura. Pero pienso jugar cada partido como si fuera el último partido. Tengo que exprimir al máximo esta oportunidad. Haré de cada remate el mejor remate del mundo, de cada bloqueo el mejor bloqueo del mundo, de cada recepción la mejor recepción del mundo y de cada servicio el mejor servicio del mundo. Me da igual que no salga bien o que no esté a la altura, no me he educado para sentir miedo o vergüenza. No quiero terminar esta experiencia con la sensación de que no me he vaciado en ella por completo."

El entrenador la llama para que venga al vestuario a reunirse con sus compañeras. La chica entra y ve que le han reservado un sitio con su nuevo uniforme. "Es increíble." Dice levantando la camiseta azul cielo con la diagonal blanca que se ensancha conforme baja. En su pantalón azul marino consta su dorsal, pues todavía no se lo han podido colocar en la camiseta. "El nueve, el de las medallas de oro." Se dice ilusionada recordando a uno de sus ídolos deportivos.
La charla del entrenador es muy básica, les refresca la memoria de lo ensayado entre semana y las anima a centrarse en el partido procurando omitir la clasificación del equipo. Después las chicas saltan a la pista para realizar el calentamiento. Nadia se gira hacia el público. Allí están Doug, sus padres, su hermana, Natsumi. Todos. La chica les saluda y Doug le devuelve el saludo levantando la manita de la peque.

El partido empieza con Nadia animando a sus compañeras desde el banquillo. Lo poco que ha visto de sus compañeras en los entrenamientos le ha gustado; ahora es el momento de verlas en acción. El primer set es desalentador, un ocho a dos de inicio y ya han bajado los brazos. Su cabeza les dice que ya está perdido y que hay que maquillar las estadísticas para que no parezca una paliza.
Durante un tiempo muerto Nadia se acerca hasta el preparador físico. No ha visto a nadie tomando notas y como no hay segundo entrenador, le pregunta a él si hay alguien anotando las estadísticas.

-No,- responde el preparador- aquí no confiamos mucho en las estadísticas. Si quieres consultarlas tendrás que ir a la mesa de anotación.

Nadia se acerca hasta la mesa y pide "por favor" si le pueden facilitar la estadística del primer set.

-Sin problema.- Le responde el chico imprimiéndole una copia al momento.

La chica mira la hoja de estadísticas pero no aparecen los datos que busca. Tendrá que fijarse y llevar su propia cuenta. Pero nada más sentarse, el entrenador le da la señal de que empiece a calentar. Rápidamente, se quita la chaqueta del chándal y se va junto a una compañera a la zona de calentamiento. Al cabo de unos minutos el entrenador la llama de nuevo. El hombre le da la tablilla con el dorsal que sustituirá y le dice lo mismo que le ha dicho a todas las novatas que ha tenido a lo largo su carrera:

-Lo más básico, es lo más importante.

Se anuncia el cambio y su compañera se acerca hasta ella deseándole "suerte" a la vez que coge el cartelito. Nadia entra en la pista mientras su madre, orgullosísima, le saca varias fotos.

Sus primeras jugadas se limitan a ver pasar el balón lejos de su zona. "Ahora viene de verdad." Se dice al ver que el siguiente ataque será por su zona. Tras una buena recepción llega el pase. Nadia salta con todo. La red está muy alta. Las manos le tapan la visibilidad. El balón va muy arriba. El árbitro pita, y aunque ha logrado que el balón vaya fuera tras rebotar contra el bloqueo, la jugada ha sido invalidada. "Dobles" señala el colegiado indicando que ha acompañado la pelota en lugar de golpearla. Nadia mira al suelo, y antes de que pueda pensar en algo, alguien le pone la mano en la espalda. El mensaje de su capitana es claro, conciso y directo:

-Juega.

Nadia asiente y resopla con fuerza por la nariz. Ahí llega una nueva oportunidad. Ahora el remate es mucho más limpio, más alto. Salto y pase han sido mejor calculados, pero el bloqueo sigue siendo muy duro. Durante veinte minutos la defensa para, rebota o anula todos los ataques de Nadia. "¿Porqué no la cambia?" Se preguntan varias de sus compañeras.

-¿Cómo la ves?- Le pregunta el entrenador al preparador físico.
-Ya está empezando a bajar. Es mejor cambiarla.- Aconseja cruzado de brazos.- Hablaré con ella después del partido.

Sin haber logrado tan siquiera un punto, Nadia es sustituida. La chica se coloca la toalla por encima de la cabeza y se sienta en la silla.

-Tranquila,- le dice su compañera rodeándola con el brazo derecho- no pasa nada, ellas son mucho mejores. Van quintas clasificadas y juegan en casa, no teníamos ni una sola oportunidad. Venga, anímate.

El partido termina con un claro tres a cero. Nadia sale la última del vestuario. Ya ha avisado al entrenador de que volverá a casa junto a su familia.
"La diferencia ha sido terrible." Se dice antes de cruzar la puerta de cristal que da a la calle. Afuera, ante las caras de su familia, no puede disimular su tristeza. La chica suelta la bolsa y se abraza a su padre.

-¡Qué desastre, papá!
-Venga campeona,- le dice su madre abrazándose a ella- que no ha sido nada.

Mientras su padre se va a buscar el coche, Nadia se acerca al cochecito de la niña y acaricia la cabecita de una Natsumi que duerme profundamente.

-No dejes que nada te hunda.- Le dice Doug dándole un besito en la mejilla.- Me da igual los puntos que hagas o los partidos que ganes. Yo te quiero cada día más.

Con fans como estos los malos tragos pasan muy rápido. Al volver a casa, Doug y Nadia estuvieron hablando un buen rato. El preparador físico le dijo que debe aumentar las horas de entrenamiento y de trabajo individual para recuperar el nivel. Esto significa estar menos tiempo con Natsumi, e, inevitablemente, requiere la implicación de su chico. El propio Doug fue quien tomó la decisión de dejar el trabajo temporal. Sus ingresos no eran mucho mayores de lo que cobra Nadia y así no deberá sacrificar los estudios.

La rutina de la mañana sigue igual que la semana pasada. La diferencia empieza a la hora de comer, ahora comen en familia. Luego Doug se queda con la niña y Nadia se va al entrenamiento de las tardes. Haciendo doble sesión esperan que recupere pronto la forma. Casi un año sin jugar es mucho tiempo.
Terminado el entrenamiento vespertino, cuando todas las chicas se han marchado, Doug entra en la pista con el cochecito de Natsumi. Nadia está junto al preparador físico planificando el entrenamiento extra.

-Tiene hambre.- Le dice Doug.

Inmediatamente, Nadia coge a la niña en brazos y se sienta en uno de los banquillos. Mientras el preparador le explica los ejercicios que realizarán a continuación, ella le da el pecho a su hija. En cuanto la peque termina de comer, papá la coge en brazos y la pasea arriba y abajo observando los mates y remates de mamá hasta caer dormida.

Nadia se agacha apoyando sus manos por encima de las rodillas y resopla con fuerza tras el último smash. Sobre el parquet caen un par de gotas de sudor. La chica levanta la cabeza y se encuentra enfrente de ella una mano que le ofrece un zumo.

-Gracias.- Dice sonriéndole a Doug.

Con el visto bueno del preparador, Nadia se toma un pequeño descanso. Se sienta en el banquillo junto a su chico y se arrima contra su hombro.

-¿Crees que volveré a recuperar el nivel que tenía antes?- Pregunta antes de dar un sorbo.
-No lo sé.- Responde Doug.- La red es más alta, la chicas son más fuertes,... Todo es diferente. Creo que no se trata de jugar como antes, sino de jugar mejor que antes.
-No sé.- Contesta la chica balanceando suavemente su bebida.- Yo ayer me vi a años luz de esas chicas.
-¿Y qué esperabas? Llevas mucho tiempo lejos de las pistas; y además has pasado del nivel instituto al nivel profesional en un abrir y cerrar de ojos.- Añade antes de beber un poco.
-¿Y qué hago? ¿Lo dejo?

Doug mira hacia Natsumi para comprobar si duerme, luego vuelve la cabeza hacia la pista.

-¿Recuerdas cuando aprendiste a cocinar?
-Pues claro, aún me río cuando recuerdo algunos de los fallos que cometía.
-Y cuando saliste del hospital y volviste a cocinar, ¿volviste a repetir esos fallos?
-No, ¿por qué tendría que repetirlos?
-Pues esto es lo mismo, partes de cero, pero ya sabes lo que tienes que hacer. Así que juega. No dudes, solo juega. Nosotros estamos aquí, para lo bueno... y para lo malo.

Nadia se levanta y deja el zumo sobre el banquillo. Se acerca a uno de los cestos y saca un balón. Después se acerca hasta su chico y se lo ofrece.

-Por favor, haz tú las asistencias.

 

El sábado es el día importante. Su primer partido en casa frente a su público. Se nota en el ambiente del vestuario. Todas tienen muchas ganas. Sus únicas victorias de la temporada han sido en esta cancha y la tercera tiene que caer pronto. "No se puede perder siempre." Dice una de las chicas.
Las jugadoras saludan a las gradas desde el centro de la pista. El partido está a punto de empezar. El público ya aprieta desde hace rato. Nadia toma asiento en el banquillo, pero esta vez viene preparada. Saca una libreta y un lápiz y empieza a tomar nota.

El primer set es claro para las visitantes. Las chicas no han podido siquiera llegar a los quince puntos. Aunque la favorita de los vecinos ha contentado a los aficionados haciendo sus números. Al inicio del segundo set, con el tanteo algo igualado, el entrenador pide un tiempo muerto. Su pretensión es corregir un par de posiciones y evitar que el otro equipo abra hueco en el marcador rápidamente.

-¿Puede jugar un set entero?- Le pregunta al preparador físico señalando a Nadia.
-Sí, está lista.- Responde levantando el pulgar.

Se anuncia el cambio por megafonía. Doug aplaude con las manitas de Natsumi mientras oye cómo algunos se alegran de ver que su favorita no terminará el partido reventada. Esta vez la primera jugada ya es para Nadia. El pase no le gusta, pero sí las sensaciones. La red ya no está tan alta, las manos ya no lo tapan todo, y el balón, ahora sí, logra pasar el bloqueo. Aunque al final, el punto es para las visitantes. Las chicas se reúnen en el centro. Nadia pide pases más rápidos.

Y mientras ella y la colocadora se van compenetrando, los puntos van cayendo en contra. Sus compañeras ya empiezan a pensar en el siguiente set. Han bajado la intensidad y la concentración. Incluso el entrenador ya piensa en el tercer set y reserva jugadoras. "¡Yo no me rindo, maldita sea!" Grita Nadia desde su interior rematando con todas sus fuerzas. Rompiendo el bloqueo. Evitando la defensa. Ajustando el balón a la esquina. Arrancando el grito de admiración de la grada.

Sus compañeras la miran incrédulas. La capitana del equipo mira hacia el entrenador y asiente con complicidad. Las dudas sobre su nueva compañera se acaban de disipar, esa chica puede hacer algo más que dar minutos de descanso. Las jugadoras del 'barrio' ven renovadas sus esperanzas de ganar... el siguiente set. Sin embargo Nadia es tan obstinada como ellas no puedan imaginar. Lanza un bloqueo en la zona central y le grita a su compañera la tendencia del remate de la adversaria.

-¡A la derecha!

Pero su compañera no reacciona y les marcan un nuevo tanto. En la siguiente jugada otra de las receptoras mira cómo la pelota entra cerca de su izquierda sin hacer nada más que seguirla con la vista. Nadia está furiosa. Solo con intuir la dirección del servicio empuja a la chica que está a su lado y hace la recepción. Se levanta rápidamente. La pide.

-¡Mía!

Y anota un nuevo tanto quitándole el remate a la atacante que saltaba a su lado. La chica levanta el puño en un gesto de rabia mientras las demás se quedan en su sitio sin saber qué decir. Durante varias jugadas Nadia se adelanta a sus compañeras y se vacía en cada punto como si estuviera jugando sola. La chica mira al suelo y resopla con fuerza, entonces suena el silbato del árbitro. Alguien ha dicho basta.

El entrenador ha decidido sustituirla. Nadia coge una botellita de agua y le da un trago. Mira de nuevo hacia la pista. Entonces su ira llega al límite. La botella de plástico estalla contra el suelo ante la enésima muestra de pasotismo de sus compañeras. Decepcionada, y sin importarle lo más mínimo el charco de agua, se sienta en una de las sillas agachando la cabeza. Contemplando el parquet y tragándose la impotencia.
Las demás chicas se quejan y el cuerpo técnico decide tomar medidas.

-Mira chica,- le dice el entrenador sentándose a su lado- entiendo que quieras ganar. Aquí todos queremos ganar. Pero no podrás hacerlo tú sola.
>>Entiendo que tu caso es especial, que no eres como las demás. Tú eres madre, tienes una niña. Necesitas el dinero y no quieres decepcionarnos.

Las chicas se sorprenden al oír decir eso al entrenador. Ninguna de ellas estaba al corriente, pues fuera de la pista Nadia no tiene relación alguna con las demás.

-Tú eres muy profesional, porque sabes que te pagamos y porque quieres ganar más. Pero no puedes pedirle a las demás lo mismo. Aquí hay chicas que juegan para pasar el rato, otras juegan para pagarse la matrícula de la carrera,... Somos un equipo sin categoría, llevamos tres ascensos y tres descensos en los últimos siete años. Asiduos campeones de la Liga Plata y colistas de la Liga Oro. No estamos a la altura de lo que exiges, porque no somos profesionales.
>>Dicho esto, hasta que no hagas lo que yo te diga no vas a volver a jugar. Quiero que juegues con tus compañeras, quiero que juegues junto ellas, quiero que juegues para ellas. Que nos ayudes y nos dejes ayudarte. Por favor, juega con nosotros, no contra nosotros.

Dando por zanjada la conversación, el entrenador se levantó y prosiguió dirigiendo el equipo. Las demás chicas se acercaron para animarla y preguntarle por su hija.

En ese momento, empezó a dejar de sentirse como una extraña.

Nadia no volvió a pisar la pista en todo el partido. El equipo se anotó el tercer set, pero no evitó la derrota por uno a tres. A lo largo de la semana continuó con su triple sesión de entrenamiento. Pero esta vez entrenando con las titulares por las mañanas.

El domingo toca jugar fuera de casa. Un terrible desplazamiento a la cancha del líder de la Liga Oro, el Sunshine. El gran favorito para ascender a la Superliga que solo ha perdido tres partidos en lo que va de campeonato. En el autocar, el viejo entrenador le da vueltas al quebradero de cabeza que le ha ocupado toda la semana. Busca fórmulas para competir durante un set, por lo menos, y caer honrosamente sin encajar sets en blanco.

-¿Entrenador, podemos hacer algo de turismo después del partido?- Pregunta una jugadora levantándose de su asiento.
-¡No preguntes tonterías!- Le contesta la capitana.- Estamos aquí para jugar un partido, no venimos de paseo.
-Bah, ¿pero tú has visto contra quién jugamos? Vamos a perder, todas lo sabemos. ¿Verdad?- Le dice a su compañera de al lado.
-Verdad.- Responde esta.
-Pregúntale a cualquiera. Todo el mundo sabe el resultado de este partido.- Dice sentándose.- Es el partido que nadie quiere jugar.- Añade poniendo mala cara.

La capitana mueve la cabeza observando a sus compañeras hasta detenerse en las chicas del fondo del autocar.

-¿Y tú qué dices Nadia?- Pregunta la capitana del equipo.- ¿Qué vamos a hacer?
-Yo vengo a ganar.- Responde con un tono muy serio.
-¡Ja, ja ,ja! No me hagas reír.- Vuelve a levantarse la chica de antes.- No te preocupes novata, con el tiempo aprenderás lo que es la realidad.
-La realidad es que ni siquiera estamos en la pista y tú ya has perdido el partido.- Le replica la capitana.- No menospreciéis al Five Winds, algunas de las que estamos aquí hemos ganado títulos en este equipo. Así que cuando salgamos a jugar recordad que tenemos un nombre. Nos llaman 'el barrio' porque somos como una familia, y las familias se ayudan por muy difíciles que sean las circunstancias. Y no sé vosotras, pero yo, os ayudaré a ganar.

Sobre el terreno de juego, las palabras de la capitana hacen efecto y el equipo empieza el partido con un buen parcial a su favor. Eso hace reaccionar al Sunshine, que poco a poco va logrando parciales favorables hasta anotarse el primer set. En el banquillo las chicas forman un corro entorno al cuerpo técnico. Durante el tiempo muerto, algunas miran a su capitana con un "te lo dije" escrito en la cara. Entonces el entrenador llama a Nadia, que es la única que está sentada, ajena al resto del equipo.

-¿Quieres ayudarnos?- Le pregunta el entrenador asomándose fuera del grupo.

La jugadora castigada, la que todavía lleva el chándal, se pone en pie.

-¡Sí!- Responde con firmeza.

Esa sonrisa especial. Esa respuesta enérgica. El hombre sabe que lo único que puede hacer que su equipo dé la cara es gente con ilusión. "Será una buena oportunidad para ver si ha entendido su castigo."

El equipo sale de nuevo a la pista. Un fallo en el servicio del Sunshine se convierte en un regalo inesperado. Son buenas vibraciones. Pero las líderes de la competición, no son las primeras por casualidad. Tienen muy claro que son superiores y su defensa, hasta ahora, es la mejor del campeonato. Tienen muy bien estudiadas las jugadas de sus adversarias. Y nada más ver a la posición de la colocadora del Five Winds ya saben dónde situar el bloqueo y cómo ubicar a las receptoras. Pero entonces Nadia salta, remata y anota. Lo repite. Salta, remata y anota. De nuevo, remata y anota. Y anota. Y anota. Y anota. Una y otra vez, como si un martillo pilón las estuviera golpeando. Desorientadas, las líderes de la liga asisten a un tiempo muerto lleno de bronca. Su entrenador se desespera, golpea en la cabeza a una de sus chicas con la pizarra. Cambia dos de sus jugadoras. Pero no están, no están por el partido. Su partido es insultar a Nadia. "Maldito saco de mierda" o "basura", son algunas de las lindezas que tiene que oír. Su respuesta, el mayor de los desprecios, la indiferencia.

Con un set de ventaja para 'el barrio', Nadia coge una de las toallas y se seca el sudor. Están dos a uno y queda lo más difícil.

-No me creo que vayamos a ganar.- Dice una de las chicas exhibiendo una gran sonrisa.
-No hemos ganado.- Replica Nadia.
-Escucha a la novata cabeza de melón.- Le dice el entrenador.- Esas chicas son buenas. Son muy-muy buenas. Así que no dudarán en apelar al orgullo y a pedir al público que las lleve hasta la victoria.
-¿Qué hacemos?- Pregunta la capitana.- Si no empezamos a alterar nuestro juego no tardarán en reaccionar.
-Cambiaremos a dos receptoras, nos la jugaremos en el bloqueo y dejaremos el ataque a nuestra estrella.- Dice dando golpecitos a su rematadora titular, la chica que siempre hace buenos números.- Así que venga, ¡a jugar!

Y mientras las chicas del 'barrio' salen a la pista, la colocadora no puede evitar echar una mirada a su banquillo. "Me parece a mí, que nuestra auténtica estrella está sentada recuperando fuerzas." Solo el entrenador sabe que Nadia no saldrá a jugar el cuarto set.

El público ruge con fuerza y las chicas del Sunshine empiezan a demostrar por qué son las mejores. La idea de poner un equipo liderado por las chicas con más experiencia se tuerce rápidamente. Ya no juegan con un balón del voleibol, juegan con una bola de cristal en la que, según ellas, pueden ver el futuro. Y como esto ya lo han vivido antes, saben que perderán. "No hay nada que hacer." Piensa la capitana asistiendo al nuevo "te lo dije" que lleva su compañera escrito en la cara. Una de esas personas que sueñan con el fracaso para poder decir que tenían razón y que todos los demás estaban equivocados. Que ellos son muy listos y los demás unos soñadores.

-Sal a jugar.

Nadia se levanta dejando caer la toalla al suelo. El pabellón enmudece. Hace apenas unos segundos un estruendo atronador sacudía los cimientos del edificio al celebrar el empate a dos; ahora, en cambio, se pueden oír perfectamente las voces de las chicas del 'barrio'.

-Esto es un partido de un set.- Dice Nadia con un tono muy serio tras reunirse con sus compañeras.
-¡Es nuestra oportunidad!
-¡Son ellas las que no pueden perder!
-¡Vamos!

El Sunshine al completo acepta el desafío. Jugadoras, técnicos y público suman sus fuerzas para tumbar a ese pequeño club amateur que osa desafiar a la lógica.

Pero al otro lado de la pista hay alguien que todavía no ha dicho su última palabra. La frase: "Vamos a perder." Ha terminado con la paciencia de la capitana del Five Winds, que retuerce con fuerza el cuello de la camiseta de su supuesta "compañera".

-Estoy muy mayor para esto,- dice con rabia- pero pienso pelear cada punto como si me fuera la vida en ello solo para cerrarte la bocaza.
-Oye, que estoy contigo- le responde intentando soltarse- que estamos en el mismo bando.
-¡Pues demuéstralo, maldita sea! ¡Juega para ganar! ¡Ayúdanos de una maldita vez, demuestra que vas en la misma dirección que todo el equipo!

Nadia las separa ayudada por otras compañeras. Luego rodea a ambas con sus brazos, acerca sus cabezas hasta la suya, y mostrando una gran sonrisa les dice: "¡A jugar!"

El último set fue vibrante y lleno de emoción. Con dos equipos enzarzados en un duro intercambio de puntos. Un enfrentamiento en el que solo un diccionario podría describir con precisión todo cuanto se vio:

Esfuerzo: Empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades.

Constancia: Firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y en los propósitos.

Determinación: Osadía, valor.

Pasión: Apetito o afición vehemente a algo.

Victoria: Superioridad o ventaja que se consigue del contrario, en disputa o lid.

Derrota: Acción y efecto de derrotar o ser derrotado.

El pabellón aplaudió nada más terminar el partido. El Five Winds, el pequeño equipo amateur que venía para recibir una paliza, se marchaba al vestuario con la cabeza bien alta. Las chicas del 'barrio' habían obrado la proeza. En la cancha del líder, y contra todo pronóstico, habían ganado el partido.

Marta fue la primera en llamar a Nadia para felicitarla. En casa Doug la colmó de besos, y sus padres la abrazaron como si acabase de nacer. Esa indescriptible sensación de alcanzar lo imposible era el impulso que necesitaban ella y el equipo.

El Five Winds terminó muy bien la temporada. Ganaron siete de los últimos diez partidos que se disputaron y alcanzaron el penúltimo puesto. Desgraciadamente, no pudieron evitar el descenso.

Sin eliminatorias que jugar hay mucho más tiempo para planificar la plantilla de la siguiente temporada; el entrenador y el presidente hicieron el balance del año para planificar el presupuesto del curso que viene y estudiar las altas y las bajas. Cada año suelen tener un baile de entradas y salidas bastante numeroso, y por lo que parece, este año tampoco será una excepción. Tras varios días de reuniones fueron llamando a las chicas una por una para tratar cada caso de forma individual.

La primera fue Marie, la capitana del equipo. Que salió contenta por conseguir un año más de contrato con el equipo de su vida. Después Joanna, la colocadora, que dijo que quería ser madre y que dejaba el voleibol con vistas a ejercer de puericultora. Así fueron pasando una a una, cada cual con su situación particular. Entonces le tocó el turno a Nadia. La chica todavía tenía un año más de contrato y había jugado bien, así que en principio no debía haber ningún problema para continuar.

Nadia entró en el despacho. Enfrente de ella estaban los dos, entrenador y presidente, sentados al otro lado de la mesa. La chica ocupó el asiento izquierdo esperando a que alguien dijera algo. Entonces fue el entrenador el que tomó la palabra.

-No vas a seguir con nosotros el año que viene.

Sin dejarla salir del asombro, el presidente sacó el clip de los papeles que tenía sobre la mesa y le dio una tarjeta.

-Tienes que llamar a este número,- dijo tras dejar el clip en un cenicero- los de la federación quieren hablar contigo.