Son pasadas las seis de la tarde y el pabellón olímpico contiene la respiración durante unas décimas de segundo. Tú emplea toda su potencia de salto y golpea la pelota proyectando su fuerza con la cintura, con el hombro, con el brazo, con el codo, con la muñeca, con la mano. Con todo.

El vendaval. El no va más. El impacto inesperado. El futuro que viene al rescate del presente. El balón que sale disparado, el bloqueo que salta muy tarde, el bote que pasa entre las piernas de la receptora arrodillándola ante lo imparable.

Porque ha llegado el momento del cambio, ha llegado el momento... de la revolución.

La chica del intento de bloqueo mira a su capitana. Y su capitana, todavía con las cejas levantadas, le devuelve la mirada preguntándose: "¿De dónde sale esta?" Y mientras el banquillo rival se sume en el desconcierto, por el pabellón resuena el grito de Kilma una y otra vez:

-¡Ataca Tú!
-¡Ataca Tú!
-¡Ataca Tú!
-¡Ataca Tú!

Manos que se doblan, tiros cruzados, huecos inesperados. No logran, no saben, no pueden. Esa chica llamada Nadia, a la que apodan , está barriendo a sus rivales. La despistada que se mueve por la villa con un mapa, la simpática que sale a correr por las mañanas, la que habla de cine con todo el que se sienta a comer a su lado, de repente, ya no parece tan buena chica.

Un tiempo muerto para intentar salvar lo insalvable. La capitana que se tira a por un balón que cae muerto a espaldas del bloqueo. No hay opción, el empate a dos sube al marcador.

El público aplaude y espera con ganas el último set.

-Muchas gracias.- Le dice el entrenador a Tú felicitándola con unos golpecitos en la espalda.- Ahora nos toca a nosotros.

El chico se vuelve hacia el equipo que espera sus instrucciones.

-Señoritas, nos acaban de brindar una nueva oportunidad. Así que coged toda vuestra imaginación, todo vuestro poder, y todo vuestro espíritu... y vaciadlo sobre la pista. Que nadie pueda dudar de que miramos a los ojos de lo imposible, y peleamos cara a cara en una batalla épica más allá del miedo y la gloria.

El entrenador extiende su puño y todos unen sus manos sobre él.

-Así que ahora quiero que gritéis, que gritéis bien fuerte. Que todo el mundo sepa que estamos aquí... ¡y que vamos a ganar!

-¡¡Somooooooooos...!!!
-¡¡¡FUERZA!!!
-¡¡¡CORAJE!!!
-¡¡¡ILUSIÓN!!!

Nadia se acerca hasta Tú y le dice:

-Ahora fíjate bien novata. Te voy a enseñar cómo es el auténtico remate de una campeona.

Tú abre los ojos sorprendida, da un sorbo al zumo y pone sus cinco sentidos en observar a su compañera. Nadia le hace una señal a Kilma y esta asiente. Fueron compañeras el año pasado. Y cuando dice que va a mostrarle "cómo es el remate de una campeona" es porque ella lo es. Porque ha ganado muchos títulos, incluso en el extranjero. No debía ser titular ya que es muy veterana y su carrera está cerca de terminar, pero la maldición de la convocatoria la ha llevado a un rol que no esperaba.

El set decisivo empieza con el saque rival. Kilma ha dado orden de que lo levanten aunque vaya fuera. Y la defensa cumple. La colocadora, siguiendo la indicación anterior, hace una asistencia para atacar por el centro. Ahí aparece Nadia, empequeñeciendo a las tres jugadoras que le hacen pantalla. Majestuosa. Superior. Perfecta. Su remate se convierte en un temible obús que derriba en el aire a una de las chicas e impacta de rebote en la cara de una de las receptoras. La primera se retuerce en el suelo por el golpe que se ha llevado en la espalda, la otra está algo mareada. Ambas piden la entrada del médico.

El entrenador rival mira al suelo. Acaba de empezar el set pero ese golpe sicológico es lo que llaman en ajedrez: jaque mate.

El silbato del árbitro resuena por última vez, termina el partido. Tú salta a la pista para abrazarse con sus compañeras. Éxito inesperado para un entrenador que no para de repetirse "sigo siendo el mejor, sigo siendo el mejor" mientras sus puños tiemblan descargando la tensión y la presión a la que estaba sometido.

Su colega derrotado lo felicita con un apretón de manos y luego camina hacia las chicas que todavía están en el centro de la pista abrazándose. Martina se lo queda mirando, el hombre, un cincuentón con el pelo y la barba blancas, golpea con las yemas de sus dedos el hombro de Tú, que se gira y se lleva una buena sorpresa. El entrenador rival le tiende la mano y ella se la estrecha. Seguidamente el hombre le levanta el brazo para que todo el pabellón la ovacione en la que será la imagen que acompañará a la noticia en todos los medios de comunicación.

Con el paso a las semifinales, el equipo se aseguró su presencia en la ceremonia de clausura. La federación sacó pecho pidiendo más dinero en subvenciones y el polémico entrenador, Brian Clou, se acomodó a contemplar el gran final antes de dimitir y perdonar su último año de contrato.

Tú no volvió a jugar un solo minuto más. La vuelta a casa la harían cada una por separado y la federación correría con los gastos. Tú era Nadia de nuevo, y una vez más podía mirar el cielo por la ventanilla del avión. El cuarto puesto en unas Olimpiadas era algo heroico, increíble. Ella se siente muy afortunada, pero cuando piensa en lo de Natsumi se pregunta si vale la pena. Y su conclusión es que no. Jugar en la selección nacional representando a tu país puede ser un gran reto. Pero eso para ella implica que no puede estar junto a su hija si hay problemas. Tampoco puede estar junto a su chico, que debe de estar como ella: subiéndose por las paredes. Y son menos vacaciones y menos tiempo libre. Y ella necesita recuperar sus estudios, aprender cosas nuevas. Y así no se puede. Ha ingresado una buena paga gracias las primas por objetivos; pero en global, para ella, no ha valido la pena. Así que por su cabeza pasa renunciar a la selección, al menos, mientras Natsumi sea pequeña y su familia no tenga recursos para viajar.

Tras recoger las maletas en la terminal, Nadia se asoma por la zona de llegadas. Hay mucha gente, han coincidido varios vuelos y todos salen por la misma puerta. La chica camina lentamente mirando a un lado y a otro hasta que ve el cartel. Doug la saluda sosteniendo un cartón que pone: "Vente conmigo Nadia". Allí están Natsumi, sus padres, su hermana y Marta. Nadia intenta abrazarlos a todos a la vez pero no da abasto.

Lo que le llama enseguida la atención es cómo ha crecido su hija, dentro de poco empezará a correr. Neda se ofrece para ayudarla con una de las bolsas. Todavía les cuesta volver a ser tan hermanas como eran antes. También se acuerda de su promesa a Marta: "Te la he traído." Le dice. Y empieza a rebuscar en una de las bolsas hasta encontrar lo que le pidió. La camiseta con la que debutó en el partido de cuartos de final.

Durante el camino, Doug le explica que ya no viven en el piso de alquiler. Como tienen que mudarse a la capital, empaquetó todas las cosas y se las llevó a casa de su madre a la espera de un nuevo alojamiento. Al principio Nadia dudó si dormir en casa de sus padres o en la de Marta. Finalmente se fue a casa de su chico y empezó a deshacer la maleta.

-¿Y esa pelota de baloncesto?- Pregunta Doug al ver como Nadia la deja en el suelo al abrir las maletas.
-¿Esto?- Dice cogiendo la pelota.
-Sí. ¿Qué haces con una pelota de baloncesto?- Pregunta intrigado.
-Verás, una chica sola, en una Villa llena de tíos buenos, tiene que distraerse de alguna forma. Así que compré una pelota y me distraje buscando a todos los jugadores del torneo de baloncesto para que me la firmasen.
-¿En serio?
-Toma.- Dice tirándosela.- Puedes contarlas, están todas las firmas de todos los jugadores de básket que han participado en estos Juegos Olímpicos.

Doug no deja de mirar la pelota sin salir de su asombro. "¿Y bien?" le pregunta Nadia poniéndose delante suyo. La chica sabe lo que quiere. Él sabe lo que quiere, pero sigue disimulando. Nadia tose mirando hacia las abuelas y estas se llevan a Natsumi a dar una vuelta. Entonces se gira sonriendo con picardía, rodea a Doug con su brazos y lo besa.

A la mañana siguiente, es hora de hacer un poco de vacaciones. La familia entera a la playa. Abuelas, tía, todos a la playa. Nadia sale la última de casa de Doug y al salir a la acera no puede evitar mirar a la casa de enfrente. "Ahí vivía Alice." Recuerda.
Su mejor amiga, la que de pequeña siempre hacía de bruja, la que le pedía los deberes, la que... Nadia suspira y sigue con su camino hacia la playa. Los demás ya le sacan ventaja. Da igual. Ella se pregunta cómo estarán sus antiguas amigas, si les irá todo bien. Desconoce lo que hizo Marta y no se atreve a preguntar por ellas.

Nadia se quita la camiseta para lucir su bikini.

-¿Cómo puede tener tan buena silueta después de tener una niña?- Pregunta Violet.
-El voleibol y una vida sana, hacen milagros. - Responde Marta.
-¿Te he dicho alguna vez cuánto te quiero?- Le dice Doug cogiéndola por la cintura.
-Sí,- contesta ella- pero no me canso de oírlo.- Añade antes de darle un beso.

Doug coge a Natsumi con la intención de llevársela cerca del agua y jugar con la arena más mojada.

-¿Dónde vas con Nat?- Pregunta Nadia sentándose sobre la toalla.- ¿No te la llevarás al agua, verdad?
-No, no, estaremos en la orilla jugando con la arena.
-Escúchame,- le dice muy seria- y escúchame bien lo que te voy a decir. No quiero que le quites los ojos de encima en ningún momento. Ni aunque haya solo medio palmo de agua. Si la niña tiene la cabeza cerca del agua la sacas inmediatamente porque se va a ahogar. Y no te lo digo por decir. No es una exageración ni una broma. Mi madre te lo puede decir, ella levantó a un niño que estaba chapoteando en una zona en donde el agua apenas le cubría los pies. Y si no lo llega a sacar hubiese muerto delante de sus padres.
>>Los niños pequeños apenas tienen fuerza para levantarse y si el agua va y viene y el niño cada vez se pone más nervioso y se lleva un trago de agua o vete a saber qué... morirá ahogado. Así que no quiero ningún susto. Si te la llevas, no te separas de ella. ¿Te queda claro?
-Vale.- Responde aleccionado.

Con su chico suficientemente prevenido, Nadia se pone el protector solar y se estira para, por fin, no hacer nada.

Por la tarde salen a dar una vuelta por el centro comercial. Doug empuja el cochecito de bebé mientras busca alguna terraza en donde poder pararse a tomar algo. Pero entonces Nadia se queda parada mirando a unos adolescentes que hablan y ríen sentados en uno de los bancos.

-¿Qué pasa?- Le dice Doug llamando su atención para que no se quede atrás.
-Nada.- Responde ella antes de seguir caminando.- Un recuerdo.
-Oye,- dice parándose- ¿qué te pasa? Desde que hemos vuelto aquí estás algo melancólica.

Nadia se gira para volver a mirar a los adolescentes.

-¿Los ves?- Le indica con un golpe de cabeza a Doug.- Allí solía quedar con Alice, con Laura, con Neus,... Era nuestro sitio.- Nadia lanza un pequeño suspiro.- Me gustaría volver a tener amigas.

Doug la abraza.

-Ya, pero es lo que hay. Tú no has tenido que ir de un lado a otro como yo. Es normal que eches de menos los vínculos que te unían a este sitio. Has vivido aquí casi toda tu vida. Lo único que puedo recomendarte es que crees nuevos vínculos allá donde vayas.

La pareja se sienta entorno a una mesa metálica y pide un par de refrescos.

-Bueno,- dice Nadia- en la selección conocí a algunas de mis nuevas compañeras.
-Y chicas de otros equipos.
-Sí.
-Es un buen comienzo. Piensa que todos salimos bastante maleducados de los colegios y los institutos. Desde bien pequeños tanto padres como educadores apuestan por la apología del individualismo. El "yo" y los demás. Te vician repitiéndote que debes hacer que el mundo gire a tu alrededor. Que debes sobresalir. Y que el mundo se divide entre los ganadores y los perdedores.
>>Y es la mentira más terrible que te puedan enseñar. Te conviertes en un individualista y cuando el mundo de fantasía se deshace. ¿Qué queda?- Nadia aparta su bolso de la mesa y el camarero sirve las bebidas.- Tú ya lo sabes, ya lo has vivido.
-Nada.- Contesta ella.- No queda nada. Los únicos vínculos reales que me quedaron son la familia y los recuerdos. Pero quien más me enseñó fue tu madre, porque en ella vi a una persona sincera.
-Eso es porque mi madre siempre muestra un interés real por los demás, no un interés personal. Desde las épocas más remotas, el ser humano ha vivido en sociedad. Ayudándose, colaborando, esforzándose por superar cualquier penuria. Y en cambio, ¿qué te dicen muchos profesores? o incluso los padres: "¿Si el otro se tira por la ventana, tú también te tirarás?"
>>Y lo que deberían enseñar es que "si el otro se tira por la ventana, ¿serás capaz de cogerlo?" Después, en tu vida laboral, entras en un sitio y te encuentras gente muy lista, muy válida, pero que no sabe trabajar en equipo.
>>Su respuesta a los problemas es: "¡sálvese quien pueda!" o "yo hago bien lo mío". Y la competencia convierte el dejar que el otro se tire por la ventana, en empujarlo directamente por la ventana, para que no quede ninguna duda. Porque uno tiene que comer y siempre "yo" mejor que el "otro". No hay una búsqueda del bien común.
>>Eso no es vivir en sociedad, eso es matarnos entre nosotros. Por eso la amistad o el amor se han convertido en algo escaso, valioso y raro. Creemos que el individuo es mejor y más importante que la sociedad y eso es una estupidez.
>>Si tus antiguas amigas no han vuelto a cruzarse en tu vida es porque creen que no te necesitan. Que no eres importante. Así ellas pueden salir adelante como ganadoras, porque para ellas tú... has perdido.

Nadia coge el refresco de la mesa y da un sorbo para probarlo. Lo primero que piensa es: "Y he perdido." Pero luego mira a Natsumi, que está durmiendo en su cochecito y se dice: "Bueno, quizá no."

-Yo- dice la chica- siempre había pensado que si me esforzaba lograría todo cuanto me propusiera. Que esforzarme me haría estar en el bando de los ganadores. Pero no ha sido así. No es así.
-Por supuesto que no es así. A todos nos meten en la cabeza la idea de que si te esfuerzas lograrás lo que te propongas. Y entonces pasa lo que pasa, que llega el momento en el que las cosas no salen. ¿Por qué? Pues porque en esta vida todos ganamos y perdemos. Después te encuentras muchos que piensan: "¿Para qué voy a esforzarme si no voy a lograrlo?" Entonces esa idea inicial evoluciona en: "Ahora tienes experiencia."
-¿Qué experiencia?- Pregunta Nadia.
-Ninguna. Porque como no has intentado nada, como no has hecho nada, en realidad no has ganado ninguna experiencia. Solo has logrado alimentar tu ego diciéndote que eres muy listo y que no has perdido el tiempo. Pero en realidad no has hecho nada. Has aprendido a autoengañarte, a conformarte, a aceptar todo aquello que no quieres.
-Se lo digo muchas veces a mi madre, si no quiere algo, que lo diga, que no lo acepte.
-Es muy importante saber lo que se quiere y lo que no se quiere. Y también decirlo, compartirlo.
-A mí me pasó en el Five Winds, las chicas... se dejaban ir. Incluso las más veteranas, se creían que lo sabían todo.- Nadia da otro sorbo a su bebida.- Pero es algo que viene incluso en la historia de la filosofía. Muchos filósofos hablan de la historia que se repite, de las casualidades, las concordancias, y... no, la verdad es que no. El día d a la hora h del año a es tan único e irrepetible como cualquier otro. La historia solo se repite en la imaginación de las personas.
>>Lo que ellas creían que era experiencia no era más que ignorancia. Porque no sabían lo que iba a pasar. Simplemente dejaba escapar las oportunidades porque para ellas todas las oportunidades eran iguales. Como la historia que se repite de los filósofos.
-Y la que terminó castigada fuiste tú.
-Sí.- Responde agachando la vista.- Y la verdad es que ese hombre tenía razón. Me estaba enfrentando a mis compañeras en vez de ayudarlas.
>>Cada vez que lo pienso me doy cuenta de que ese hombre sabe mucho, de enseñar, y de voleibol.
-Esos son los buenos entrenadores. Como mi madre.- Añade orgulloso.- No le des más vueltas.- Dice antes de probar su refresco.- Hay que seguir adelante.

Al día siguiente empezaron a buscar piso en la capital. Empezaron mirando ofertas, pero la duda estaba entre comprar o alquilar. Nadia tiene contrato por dos temporadas ampliable a otras dos. Eso es casi todo el preescolar de Natsumi. Comprar y vender podría no ser un buen negocio. Si se paga un precio justo difícilmente obtendrás ganancias y si contratan un alquiler es un pozo sin fondo. Así que decidieron hablar con vendedores para conseguir un trato intermedio. Convencieron a una mujer que quería vender un piso para que se lo alquilara. En caso de querer comprarlo, cada mensualidad reduciría el precio total, y en caso de tener que cambiar de residencia, la mujer podría volver a ponerlo en venta obteniendo, además, el dinero ganado con el arrendamiento. Y como no tenía prisa por vender le pareció un buen negocio.

Lo único que faltaba era un asunto pendiente que tenía Doug. Tras recibir la llamada que esperaba se fue a hablar con Nadia. "Tenemos que hablar." Le dijo. Y entonces le explicó todo lo que había estado manejando las últimas semanas. Se había asociado junto a unos compañeros de carrera con la idea de abrir un supermercado. Ya tenían el lugar, la franquicia, los primeros trámites. El negocio además iba ligado a la necesidad de irse a vivir a la capital, pero todavía quedaba un problema.

-Verás,- le dice Doug- necesito pedir un préstamo y no quiero que mi madre me avale. Entonces mi idea era que tú...
-No.- Responde Nadia sin darle tiempo a terminar.

Doug se sorprende por la contundencia de la respuesta e intenta dar una réplica, pero Nadia se le adelanta.

-No pienso avalar ningún préstamo.- Le repite.- Yo invertiré en vuestro negocio.
-¿Qué? ¿Estás segura? No sabemos si podremos siquiera devolverte el dinero.
-Es mi decisión, yo asumo el riesgo. Como siempre. Si no nos arriesgamos, nunca sabremos qué podría haber pasado.
>>Tengo algunos ahorros y luego está el dinero de la selección. Creo que será suficiente.

Nadia se levanta dando por zanjado el tema.

-No quería implicarte tanto, me sabe mal.
-No pasa nada.- Sonríe ella.- Somos pareja, nos ayudamos, compartimos. A mí con que me deis algo de beneficio ya me vale. La verdad, no sabía qué hacer con el dinero. Y eso que no es mucho.

Con el dinero asegurado, Doug y sus socios siguieron adelante con los trámites burocráticos. Mientras tanto, le tocaba el turno a la enésima mudanza. Ya tenían todo bien empaquetado de la anterior y al día siguiente empezaría el traslado.

En la cocina, Nadia aclara los platos mirando por la ventana hacia la casa de enfrente.

-¿Otra vez?- Le dice Doug pasándole un plato.- ¿Todavía le das vueltas a lo de tus amigas?
-Sí,- responde ella dejando un plato a secar- pienso en qué cara debería poner si me cruzase con alguna de ellas.
-No digas tonterías. Si las quieres saludar las saludas y si quieres hablar con ellas hazlo. No hay ninguna necesidad de fingir o de mentir, simplemente haz lo que consideres correcto.

La chica asiente antes de coger otro plato para aclararlo.

Al día siguiente se marcharon. Nadia no llegó a cruzarse con ninguna de sus antiguas amigas. Guardaba la duda de si realmente el tiempo lo cura todo. Pero ahora, la gran ciudad, casa nueva, conocer el barrio, era una aventura demasiado buena como para estropearla con cosas del pasado.

El primer problema nada más llegar a su nuevo hogar es la habitación de Natsumi. No hay dinero para nada. Así que de momento dormirá con ellos. El siguiente inconveniente es la ubicación del piso a cuarenta minutos de las instalaciones del Roses. A Nadia le esperan las incomodidades del transporte público de una gran ciudad, además de representarle un gasto extra en desplazamientos. Van a vivir unos primeros meses muy difíciles.

Llega septiembre y empieza el trabajo para Nadia. Lo primero es una revisión médica en una clínica, que curiosamente, le cae cerca de casa. Afuera le espera un representante del club, que le da las indicaciones; dentro, encuentra un pequeño grupo de chicas esperando turno. Nadia se acerca hasta una y le pregunta:

-¿Es aquí para la revisión médica del Roses?

Pero antes de que pueda recibir una respuesta alguien la coge por sorpresa.

-¡Sí, señor! ¡Ésta es mi chica olímpica!- Grita Irisia abrazándola con fuerza por el cuello.- ¡¿Tuviste que salir a hacer mi trabajo, eh?!

La revisión médica es solo para las chicas que fueron al Torneo Olímpico. El resto del equipo está haciendo una pequeña gira y jugando amistosos. Mientras el equipo vuelve, ellas empezarán el entrenamiento físico junto a un equipo universitario.

La entrenadora, Mireia, es bastante... "peculiar", dice Irisia. Es una mujer muy mayor que se cree que inventó el voleibol. "Es muy exigente." Añade Kilma. Su trayectoria en el club es de apagafuegos, el año pasado hubo incendio y ella salvó la temporada. No es la primera vez que entrena al equipo. Pero nunca ha estado mucho tiempo en el cargo.

Nada más volver el equipo a la ciudad se hizo la presentación oficial de la plantilla con la fotografía de familia incluida. La entrenadora reunió a todo el equipo antes del primer entrenamiento con todas las jugadoras. Nadia esperaba un discurso de presentación, pero no lo hubo.

-Tú serás la capitana.- Le dice Mireia a Irisia.
-Gracias.
-Y tú la segunda capitana.- Le dice a Nadia, que no acaba de creerse lo que acaba de oír.
-P-pero, oiga, acabo de llegar al equipo.- Replica tan sorprendida como sus compañeras.

La entrenadora se la queda mirando.

Se hace el silencio en todo el pabellón.

Tras unos segundos responde.

-Creía que eras lista, pero ya veo que no. ¡Kilma!- Grita a viva voz.
-Sí.- Responde saliendo de entre sus compañeras.
-Segunda capitana.
-Gracias.
-Y ahora venga, ¡¡a correr!! ¡La última pagará una multa!

Las chicas empiezan la marcha dando varias vueltas a las pistas. Viendo a sus compañeras, Nadia entiende que lo de la multa no va en serio... hasta que dejan de correr. Entonces la entrenadora señala a la última y el segundo entrenador toma nota. No era una broma.

Mientras empieza la sesión de pases por parejas, el segundo entrenador va llamando una a una a las nuevas jugadoras. Su tarea es la de explicarles cuál será su papel dentro del equipo y los objetivos que esperan de cada una. Estas charlas las hace el segundo entrenador porque a Mireia no le gusta hablar con las chicas. Ella considera que debe ser la principal enemiga de las jugadoras de su equipo, y por tanto, solo habla con ellas en casos excepcionales.

Cuando le llega el turno a Nadia el segundo entrenador empieza presentándose.

-Hola, mi nombre es Ton, como ya sabrás soy el segundo entrenador.- Le dice ofreciéndole sentarse en una de las sillas del banquillo.

Nadia declina la oferta y pone toda su atención a lo que le dice el segundo entrenador.

-Bueno, es tu primer año en el campeonato. Suele ser uno de los años más difíciles. Aunque no creo que tengas problemas en adaptarte al ritmo de juego. Te vimos muy bien en el Torneo Olímpico.
-Gracias.
-Bien. Ahora ponte aquí a mi lado y mira hacia allá.

Nadia obedece.

-¿Ves a esa chica que golpea el balón contra la pared?
-¿Irisia?
-Sí.
-Claro, ¿qué quiere que haga?

Nadia espera una respuesta del tipo: "Aprender de ella todo lo que puedas." o "Coordinarte con ella en el juego de ataque." Algo típico que esperas oír de todo entrenador.

-Queremos que la sientes en el banquillo. Mireia la quiere fuera del equipo. Estamos hartos de su carácter y la mejor forma de quitárnosla de encima es que se cabree y se largue.

Las palabras caen como una losa sobre Nadia, y cuando cree que la cosa no puede ser más difícil, Ton añade una motivación extra.

-Tienes dos años para lograrlo.

El entrenador le indica que ya puede volver a entrenar con el resto sin darle opción a réplica.

"O ella o yo, ¿qué clase de entrenadora es ésta?" Se pregunta Nadia. "No lo entiendo."

Ya en los vestuarios, mientras ella seguía dándole vueltas a las palabras de Ton, Irisia se le acerca con un vaso de cartón lleno de monedas que hace sonar.

-¡Eh, novata!- Le dice a Nadia.- Tu parte.
-¿Para qué es el dinero?
-Para pagar la multa, este tipo de multas estúpidas las pagamos entre todas.

Nadia busca en su monedero. "Adiós merienda." Piensa mientras echa las monedas.

Desde la charla con Ton las noches se han vuelto horribles. Nadia no deja de pensar en para qué juega al voleibol. Ella no juega para echar a sus compañeras, son un equipo, tienen un objetivo común. No puede ser que nada más llegar deba enfrentarse a la capitana para ver quién sobrevive.

Nadia se lo pregunta una y otra vez: "¿Para qué juego al voleibol?" Y no acaba de encontrar una idea que le guste. ¿Juega para echar a las demás? ¿Juega para ganar? ¿Juega para viajar? ¿Juega para demostrar que es la mejor? ¿Acaso no compite por ser titular? ¿Acaso no compite para ganar torneos? ¿Acaso no compite para participar en muchos torneos? ¿Acaso no compite para ser la mejor? La trampa sicológica de Mireia la tiene desconcertada. Le cuesta dormir, le cuesta entrenar. No sabe qué cara poner cuando mira a Natsumi y se siente fatal consigo misma. No quiere ser un mal ejemplo para su hija.

Se siente mal y no sabe a quién acudir. Ella tiene la certeza de que lo que ha hecho hasta ahora está bien. Así que decide centrarse en lo que la ha llevado hasta ahí. Cuando llegó al Five Winds se dijo que siempre jugaría al máximo sin reservas. Su primer entrenador fue claro: "Lo más básico es lo más importante." Y todavía recuerda el consejo de Marie: "Juega." Y eso es lo que tiene que hacer, jugar al máximo y ayudar a su equipo en todo lo que pueda.

Nadia entiende que debe ser fuerte y no caer en la trampa de la entrenadora. Ella no está ahí para ganar o para echar a alguien. Ella juega para lograr lo máximo y superar lo imposible. No es el juguete de nadie. "Soy jugadora, soy profesional y no puedo dejarme llevar por el miedo." Sentencia al tomar la determinación de no posicionarse en contra de los demás, sino de ayudar y colaborar en todo lo que pueda para el bien común.

Con la pretemporada terminándose, se hace oficial el calendario de la Superliga. La 'Bruja' sonríe satisfecha. El primer partido de la temporada es en la pista del Mariners.

-Que se preparen.- Avisa Irisia sin borrar la malicia de su sonrisa.