"Dicen que en un universo perfecto existen dos reglas básicas: existir y no existir. La primera no puede ser refutada y la segunda no puede ser demostrada. La cronología de los hechos otorga un orden; la imaginación, determina el espacio.
>>La conciencia como principio de todo, no exime de los errores. Quería vivir mis sueños, quería compartir con todo el mundo aquello que me hace realmente feliz. E irónicamente, me dejé el universo en casa. Me sentí como el arrogante planeta tierra, que tocado por el don de la vida se cree el centro de la creación. Mientras tanto, el resto de planetas seguían girando, ajenos a tal don, demostrando qué fácil puede ser hallar la felicidad apreciando todo cuanto nos rodea. Qué tonta soy." Se dice Nadia.
La chica mira hacia arriba buscando el letrero del bufete de abogados. "Ahí está." Nadia sube la maleta al ascensor y pulsa el botón de la planta baja. Tenía el tiempo justo para llegar desde el aeropuerto sin retrasarse. Ha hecho una mañana muy bonita, con un sol hermoso y un poco de viento. Hacía muchos años que no venía a esta ciudad. Las puertas del ascensor se abren y Nadia llama al timbre. Le atiende una secretaria. Es un bufete modesto, de apenas cuatro personas. O eso parece. La mujer la acompaña al despacho principal y le ofrece un asiento.
El presidente de su futuro equipo, dueño del bufete, la atenderá enseguida. Tras unos minutos de espera en soledad, se abre la puerta. El hombre ya lo tiene todo preparado, solo hace falta la firma de la jugadora.
-Estamos muy contentos e ilusionados de tenerte en el equipo.- Le dice el hombre dándole los papeles.- Desde aquel partido de la Liga Oro que ganaste en nuestra pista que hemos querido tenerte con nosotros.
-Gracias, me siento muy halagada. La verdad es que siempre me sentí en deuda con este equipo.
-¿Sí? ¿Por qué?
-Por el público.- Responde ella firmando.- Porque cuando ganas siempre hay alguien que pierde, y es inevitable sentir que pierdes una parte de ti. Puedes no notarlo, no sentirlo, pero lo acabas sabiendo.- Explica.- Me llevé muchos aplausos de sus aficionados pero nunca les di una alegría. Por eso creo que estoy en deuda.
-Bueno,- contesta recogiendo el contrato para guardarlo- bienvenida al Sunshine.
-Muchas gracias.
Ambos se dan la mano. Nadia sale del edificio. Ahora tiene que coger un autobús hasta casa. Pero antes tiene algo muy importante que hacer.
Sola. Bajo el sol, cargando su maleta. Nadia recorre las tumbas y los nichos del cementerio municipal hasta llegar a la que nunca quiso llegar. Ella no pudo asistir al entierro porque tenía partido... y hay que ser profesional. Hoy, con más de dos años de retraso, Nadia visita a su padre por primera y última vez.
Al llegar frente a la tumba agacha la cabeza. Le ofrece al difunto un buen recuerdo, después uno más amargo, y finalmente, recuerda algo que siempre decía: "Todo es muy difícil." Después deja un beso sobre la fría piedra esculpida y se marcha sin reprimir sus emociones.
"La muerte. El paso fatal que nos convierte a todos en lo mismo." Se dice. "Me parece increíble que ya no vaya a estar aquí, que ya no podamos hablar... Me niego a pensar que ha desaparecido, pero cuanto más tiempo pasa más se convierte en un recuerdo. Un recuerdo que termina transformado en el sueño de algo que pasó... o quizá no, y te hace dudar de si ese vínculo realmente existió.
>>A los vivos nos queda la ardua tarea de sostener esos vínculos que fueron y que deberían ser parte de nuestra existencia. Porque nos definen, porque queremos y nos quieren, porque nos transforman, nos enseñan. Somos una lágrima en el universo y tan siquiera podemos darnos el gusto de despedirnos de los nuestros, porque si lo hacemos nos traicionamos. Los traicionamos a ellos condenándolos al olvido y nos traicionamos a nosotros mismos porque nuestro instinto, nuestra imaginación y nuestro deseo, en realidad, quieren decir: 'Hasta luego.'"
La parada de autobús está en medio de un descampado. Nadia toma asiento. Queda más de media hora hasta que pase el siguiente. La chica coge la bolsa de plástico que llevaba cuidadosamente sobre la maleta. Son los famosos boxes que ha comprado antes de ir a firmar el contrato. Los boxes son unas cajitas de cartón con forma de vasos cuadrados. Cada box es un plato que viene servido en unos palitos de madera. Nadia come aprovechando la tranquilidad. Es el momento de reconocer que no ha sabido compaginar el voleibol con su vida personal. Casi pierde a Doug, casi pierde a Natsumi, a su madre,... ni siquiera fue valiente para ir a ver a su padre tras el accidente de coche. "Jugadora diez y patética persona." Así se define Nadia mientras termina de comer.
Ya dentro del autobús, mientras mira el paisaje por la ventana de camino a casa se pregunta si su padre estará en el mundo de las ideas, si "¿será feliz?"
Con la melancolía alejándose paso a paso, Nadia llega hasta casa. La casa de sus padres. Su casa. El ruido de las llaves. Un "¡oh!" de sorpresa. Las lágrimas de su madre. Un largo abrazo.
Y es que tres años sin ver a su hija son muchos años.
Su madre no puede dejar de hablar. Quiere contarle tantas cosas, quiere enseñarle tantas otras. No puede dejar de sonreír. La felicidad es tan sencilla.
Nadia sube a ver su antigua habitación. "No me recuerdo aquí." Se dice. "Todo sigue igual, pero he cambiado tanto que ya no soy capaz de imaginarme aquí."
Después de pasar un poco más de tiempo con su madre Nadia sale de casa y se va a la casa de al lado. La vieja casa de Marta ahora es de Doug. Este será su nuevo hogar, pero de momento solo puede dejar la maleta. Tiene obligaciones que cumplir.
Su antiguo colegio no ha cambiado mucho. Tiene puertas nuevas pero por dentro parece igual. Nadia le pregunta al conserje y este le señala hacia el gimnasio. Un gimnasio que sigue igual de viejo. Nadia sonríe. "Allí está." El equipo de voleibol da sus vueltas de calentamiento ante la atenta mirada de su entrenador, un chico joven que juguetea con su silbato.
-Hola.- Le dice Nadia llamando su atención.- Soy la madre de Natsumi.
-¡Oh, hola!- Responde el chico sorprendido. Los padres no suelen saludarle, y cuando se dirigen a él normalmente es para pedirle que su hija juegue más.
-¿Qué tal va mi hija? ¿Juega mucho? ¿Es buena?
El chico levanta la ceja derecha desencajado. Entretanto, varias de las jugadoras ven al entrenador hablando con Nadia y empiezan a cuchichear.
-¿No viene a los partidos? ¿No ha visto jugar a su hija?
-No, yo he estado viviendo estos años en el extranjero y nunca he visto jugar a mi hija.- Le explica.- Y ahora que he vuelto, pues tengo curiosidad.
Sin tan siquiera preguntarle de quién están hablando, el chico hace sonar su silbato y reúne a las chicas.
-¡Juguemos un partido!
Se forman dos equipos, Nadia se sienta en uno de los bancos y las chicas empiezan a jugar. Al poco, una de las suplentes se acerca hasta ella y le dice:
-Perdone, ¿me puede dar un autógrafo?
-S-sí, claro.- Contesta apurada.- Cuando termine el partido te daré un autógrafo.
-¡Yo también quiero uno!- Salta otra de las chicas.
-S-sí, bueno...
Antes de que puedan rodearla, el entrenador interviene parando el partido. Tras la reanudación, Nadia pone toda su atención en su hija. Es la primera vez que la ve jugar. Y la verdad es que no parece muy feliz. Es una tirana que ordena y manda como si fuera una marionetista. Sus compañeras la temen.
"Es como yo." Concluye Nadia. "Es una esclava del deseo que arrasará con todo hasta alcanzar su objetivo. Tal como hice yo." Nadia se ríe de la ironía. "Tengo una pequeña Irisia en casa. ¿Qué tengo que hacer para corregirla? Para enseñarla. No le he enseñado prácticamente nada. Soy una madre espantosa."
Al término del entrenamiento Nadia le da unas notas firmadas a una de las chicas para que las reparta entre sus compañeras. La chica, contenta e ilusionada, entra en el vestuario llena de felicidad y entrega los autógrafos a cada una de sus compañeras...
-Vaya, falta uno.- Dice ante la última de sus compañeras.
-No falta ninguno.- La corrige Natsumi.- Me has dado a mí uno y yo no lo quiero.
-¿No lo quieres?
-¿Por qué no?- Pregunta otra.
-Pues porque es mi madre,- les dice- y yo no quiero un autógrafo de mi madre.
Las chicas la rodean.
-¡¿Quééé?!
-¿Tu madre es la 'Campeona Maldita'?
-Dicen que si hubiese ido a los Juegos Olímpicos hubiésemos ganado una medalla de oro.
-Dejadme en paz.- Les dice marchándose a la ducha.
Mientras tanto, Nadia habla con el entrenador. Intenta... bueno, no sabe lo que intenta ni lo que quiere. Es una conversación frívola. Para quedar bien.
Las chicas salen del pabellón. Allí está Nadia, sentada en un banco, esperando. Parte de las compañeras de Natsumi se mueren de ganas de hablar con ella, pero no lo harán, ni se le acercarán. Solo la miran de lejos preguntándose por qué Natsumi es tan fría con ella. A esas chicas les encantaría preguntarle a Nadia cómo mejorar, cómo entrenar, cómo sacar, cómo... pero no lo hacen por miedo. Por respeto hacia su compañera, dirán, cuando lo que realmente quieren decir es que todavía son demasiado jóvenes. No poseen el descaro ni el valor de los adultos, y eso es lo que les impide progresar.
"Les falta determinación." Piensa Nadia. "No son conscientes de lo frágiles que somos realmente los seres humanos. Tal como explicaba ese gran cineasta oriental, los jóvenes suelen ser frágiles y desinteresados. Quizá desinteresados sea una palabra demasiado fuerte, pero no encuentro un término más preciso para explicar lo rápido que desprecian y aburren todas aquellas cosas que les obligarían a ser más abiertos y anchos de miras. Nuestra sociedad crea náufragos que se encierran y envían de vez en cuando mensajes embotellados.
>>La valentía está mal vista porque se nos inculca que contenernos nos hará sufrir, y gracias ese sufrimiento seremos, mágicamente, mejores personas. A esta teoría la secunda la teoría del miedo. El miedo a equivocarnos, a mostrar nuestra imperfección y perder ese halo de misticismo. Qué error.
>>La humanidad está corrompida, necesitamos a nuestros jóvenes para que sean la luz que nos guíe lejos de la corrupción. Y lo único que hacemos es corromperlos, destruirlos antes de que crezcan, convertirlos en náufragos inconscientes del mundo que les rodea. Tanto del suyo propio como del de todos."
Nadia mira a su hija. Ella la corrompió sin saberlo, y ahora su hija hace lo propio con sus compañeras. Ahora quiere corregirlo. No sabe cómo, pero empieza a darle vueltas al asunto aprovechando el silencio de la vuelta, pues madre e hija no se dirigen la palabra en todo el camino.
Al llegar a casa hay alguien esperando. Nadia y Doug se abrazan, se besan y se vuelven a abrazar con más fuerza. Natsumi no dice nada, sigue a lo suyo.
-Vaya.- Dice Nadia mirando la barriguita que ha sacado Doug.
-Sí, he ganado algo de peso últimamente.- Reconoce con resignación.- En cambio tú, sigues estando fantástica.
Nadia nota la tristeza en el tono de Doug.
-¿Estás bien?- Le pregunta.
-No,- confiesa Doug- no estoy bien. Esto de ser mayorista aparte de tener tienda propia me está destrozando la vida.- Resopla.- Como mal, como cualquier cosa en cualquier lado; estoy todo el día de un lado a otro; duermo fatal, a veces incluso en trenes o en sillas; y apenas me queda tiempo para hacer algo de deporte.
-No te preocupes,- le dice Nadia consolándolo- yo te ayudaré. Ya verás, te pondré en forma.- Añade antes de darle un besito en la mejilla.
-Vaya, entonces papá no podrá rodar de un lado a otro de la casa.- Comenta con sorna Natsumi saliendo de la cocina con una botellita de agua.
-Sí,- ríe forzadamente Doug- dejaré de hincharme como un globo.
Doug le ríe la gracia a su hija, pero Nadia nota el dolor del comentario porque a ella también le ha dolido.
-Subo a mi habitación.- Dice Natsumi encarando las escaleras.
Sin pensárselo dos veces Nadia la agarra por el hombro y se planta frente a ella cara a cara.
-Discúlpate.- Le exige con un tono muy serio.
-¿Qué? Pero si era una broma.
-Eso ha sido un desprecio, y no pienso dejar que desprecies a la persona de la que me enamoro cada día. Discúlpate ahora mismo.
Natsumi se acerca hasta su padre y le pide perdón. Después pasa por delante de Nadia sin tan siquiera mirarla.
-No creo que hacer de mamá sargento ayude a mejorar vuestra relación.- Comenta Doug tras marcharse Natsumi.
-No me importa.- Afirma Nadia tajante.- Es mi hija, la quiero y daré mi vida por ella si hace falta. Si esta relación se muere pues que se muera. Yo haré todo lo que esté en mi mano para ayudarla y enseñarla.
-¿Eres consciente de todo lo que puede que tengas que aguantar?
-No, yo no tengo imaginación para esas cosas.- Responde con algo de tristeza.- Pero no me callaré. No dejaré que sea injusta con los demás. Yo os fallé a los dos, si quiere que pague por ello durante el resto de la eternidad pues muy bien, adelante. Pagaré por ello, pero no podrá impedirme que la ayude, que me preocupe por ella y que haga todo lo posible para que las cosas le vayan bien en la vida.
Al día siguiente, como si el universo hubiese sido creado de nuevo tras la luz de las primeras estrellas, los rayos de luz entran por la ventana. Nadia empieza a oír nítidamente y poco a poco va abriendo los ojos.
Al otro lado de la cama Doug está sentado, vistiéndose.
-¿Hoy no madrugas?- Pregunta Nadia girándose hacia él.
-No.
Nadia se le acerca y lo rodea con sus brazos cariñosamente. Quiere darle un beso pero al ver la expresión de tristeza de Doug se frena.
-¿Qué te pasa?
-Estoy deprimido.- Responde poniéndose un calcetín.
-¿Y sabes por qué?- Le pregunta Nadia.- ¿Qué es lo que pasa?
-Me veo gordo y me da asco mirarme al espejo. Me siento mal. Me siento enfermo. Yo siempre he procurado cuidarme, pero últimamente... hasta mi hija se ríe de mí.
-¡Ey!- Le anima Nadia poniéndose enfrente suyo y levantándole la cabeza.- ¡Vamos!, ¡Qué tontería es esta! Estás pasado de peso, sí, pero no es nada que no puedas superar.
Doug se marcha a su particular mañana comercial a la caza de nuevos clientes. Tiene el apoyo de su chica, y poco a poco los nervios y el estrés deberían bajar su intensidad.
Por su parte Nadia tiene hoy una visita con su cruz particular. "Es una casa enorme." Se dice dirigiéndose hacia la puerta. Retirada con honores, Marta se jubiló el año pasado y dejó su cargo de seleccionadora nacional. Después de cinco medallas, dos platas y tres bronces, y casi una década ininterrumpida, decidió dejarlo.
"Ya no puedo ofrecer nada más al mundo del voleibol. No puedo aportar la evolución necesaria para afrontar los nuevos tiempos. Es momento de dedicarme enteramente a las personas que quiero, damnificados de mi carrera profesional, que se merecen que les haga justicia." Esas fueron sus palabras de despedida.
Quizá las pronunció pensando más en su hijo que en lo que realmente sentía. La cuestión es que Nadia siente que está repitiendo los errores de Marta y necesita preguntarle.
-¿Cómo reconducir tu relación Natsumi?- Se dice Marta repitiendo la pregunta de Nadia.- ¡Pues no lo sé!- Responde riéndose de sí misma.- Yo no sabía qué hacer con Doug y no fue hasta que llegaste tú que nos reconciliamos.
-¿Pero algún consejo podrás darme, no?
Marta se queda pensativa.
-Bueno... no te dejes intimidar. Procura tomar siempre la decisión más justa, y no te le acerques si no quiere, es mejor que crea que ha sido ella la que ha sido más madura y adulta y ha dado el primer paso.
-No parece un gran consejo.- Responde decepcionada.
-Mira el lado bueno. Al menos este año podrás ir a los Juegos Olímpicos.
-No voy a ir.
-¿Por qué no? A tu edad es tu última oportunidad de participar en unos.
-Quiero estar con mi hija, quiero conocerla más, sus gustos, sus ideas, sus hobbies, sus talentos,... quiero descubrir todo eso que desconozco de ella.
-No te dejará,- advierte la exseleccionadora- está muy dolida contigo, se siente huérfana. Y aun hoy, que has vuelto, te irás a vivir a otra ciudad.
-Por favor, estoy a hora y media de casa. No hay que coger un avión.
-Además, sigue obsesionada con ganarte. Es como una revancha para ella.
-Ya.
Volviendo a casa, Nadia le da vueltas a la idea de enfrentase con su hija en una pista de voleibol como forma de zanjar el asunto. Pero claro, ganarla podría dar paso al peor de los escenarios.
En definitiva, no hay fórmula mágica. Tendrá que lidiar con su hija adolescente tal y como le dijo Doug. Desgraciadamente, es muy difícil que esas ganas por hacer de madre no se interpreten como una carga de culpa. "Del mismo modo que los padres no comprenden a sus hijos, los hijos tampoco comprenden a sus padres." Piensa mientras mete la llave en la cerradura de la puerta de casa. Ella se siente incomprendida, reconoce que no comprende a su hija porque ignora completamente el mundo que la rodea; pero quiere cambiar eso, aunque no sabe cómo.
Doug sorprende a Nadia saludándola mientras esta cierra la puerta. Tumbada en el sofá está Natsumi. "Nuestra niña, que se ha convertido en toda una mujer y no estaba preparada para el cambio." Le explica Doug. Pero lejos de tranquilizarla, Nadia entra en cólera. Le escandaliza que nadie haya tenido "la charla" con su hija y empieza a buscar culpables. Su chico intenta calmarla diciéndole que mañana ya podrá ir a clase, pero a Nadia no le cuela esa mala excusa para saltarse clases. Ella sabe que la primera menstruación es "una broma de mal gusto" comparada con las siguientes, por lo que ni corta ni perezosa se va al comedor y avisa a su hija de que se prepare, que después de comer volverá a clase.
-Si le importase a mi madre estas cosas no pasarían.- Suelta Natsumi.
La adolescente se levanta y pasa por delante de su madre. Nadia está helada. Su impotencia le pide a gritos estallar y cruzarle la cara a su hija con una bofetada que le quite la tontería de encima. Pero justo cuando se gira hacia Natsumi... Doug se interpone.
-Discúlpate.- Le pide Doug.
Natsumi lo mira a los ojos y entiende que el discurso es el mismo que su madre le soltó ayer por la tarde. Tras comprender que, según ella, están todos en su contra para justificar a Nadia, pide "perdón". Un perdón injusto, porque cree que está pagando por los errores de su madre. Ella está en su casa, está con su familia, pero se siente sola. Náufraga.
En un intento por acercar distancias, Nadia decide ir de compras con Natsumi el fin de semana. A ver si con la distracción de las tiendas puede lograr una charla sosegada. La premisa que tiene bien clara es la de que ella escoja su ropa sin restricción alguna... siempre que se la vaya a poner. No piensa pelearse como ya se peleó en su momento con Violet. Y aprovechando que están de tiendas, Nadia decide buscarse alguna prenda para el verano. Aunque parece que no termina de apreciar las nuevas tendencias: "¿Estos pantalones se llevan? ¿Esto no es muy corto? ¿Eso es una falda? ..." Ignorante de la moda, le cuesta mucho encontrar algo sencillo que le guste. La simple idea de usar la imaginación para combinar lo que compra con prendas de su vestuario no pasa por su cabeza. Todo lo contrario que su hija, que llega muy feliz a casa con sus nuevos pantalones y su nueva chaqueta.
Nadia tenía la ambición de estrenar algo de ropa el día en el que su hermana vuelve del extranjero. Neda ha formado parte del equipo de rodaje de un anuncio. Han estado en contacto con llamadas y mensajes, pero no se han visto desde hace casi un año.
Se podrían dar la mano, se podrían abrazar. No les hace falta, con una sola mirada Nadia y Neda se ven bien. Casi como si se leyeran la mente.
Con la vuelta de su hermana, Nadia ya tiene de nuevo controlado su particular universo. Y aunque el beligerante planeta Natsumi le descuadra las estrellas, las vacaciones de verano se presentan como una verdadera tregua.
A Nadia le gustaría ir de viaje, quiere enseñarle a su familia alguna de las ciudades que visitó. Compartir la experiencia que vivió. Revivir pequeños recuerdos y crear algunos nuevos.
Pero Natsumi no parece muy feliz con la idea. En casa tiene la playa al lado, tiene a sus amigas al lado, a la abuela,... Por suerte para Nadia, la ecuación de las vacaciones tiene un tercero en discordia. Y Doug también quiere ir de viaje. El problema de Doug está en que deberá delegar y repartir las responsabilidades de su negocio. Y a la hora de hacerlo empieza a darse cuenta de todo lo que estaba haciendo mal. Su negocio necesita reestructurarse para funcionar sin que todo recaiga sobre él. Eso son más gastos, pero también son horarios normales y una mejor calidad de vida.
Tan solo quedaba un pequeño detalle inesperado. La llamada de la nueva seleccionadora nacional que Nadia despachó con una gran sonrisa en poco menos de dos segundos...
-Me voy de vacaciones.
...antes de colgar.
Ya se acostumbró a planificar su vida sin las terribles desventuras del combinado nacional. Aunque se trataban de unos Juegos Olímpicos, ya daba igual. Cualquier medalla de oro es una miseria al lado de la ilusión que le hace ir de viaje en familia. "¿Por qué no lo habremos hecho antes?" Se pregunta embarcando en el avión.
A la vuelta le espera la camiseta amarilla de mangas negras del Sunshine, el dorsal nueve y el inicio de la pretemporada. De mientras, puede bailar junto a Doug al son de L'amour est bleu, visitar museos y recorrer las carreteras rodeadas de campos de cultivo.
En agosto es cuando el universo empieza a girar realmente de nuevo. Llegan los primeros entrenamientos, que se hacen junto al equipo de baloncesto femenino de la ciudad. Le siguen los amistosos y las sesiones abiertas a jugadoras amateurs y deportistas de otros ámbitos. Todo eso se completa en septiembre, cuando empieza el trabajo junto a colegios e institutos.
Nadia se siente una completa ignorante al vivir toda esta atmósfera de colaboración que rodea al Sunshine. Equipos, asociaciones, universidades, particulares, todos comparten y se ayudan. Es la idea de voleibol elevada e implementada en una red de vínculos que se realimentan. Una demostración que completa, refuerza y renueva ideas más elevadas, como lo son la solidaridad, la fraternidad y la confianza. "Es un honor jugar en este equipo." Piensa Nadia mientras le enseña a una jugadora de baloncesto cómo entrenar para mejorar el salto en suspensión.
La experiencia de estos meses dentro de ese particular circuito humano le ha demostrado que su universo estaba encerrado en el solipsismo. "Esa teoría según la cual no se puede ir más allá de la propia conciencia." Recuerda Nadia.
La chica bebe un poco de zumo de naranja mientras espera en la parada del autocar.
Su familia, sus amigas, sus conocidos, todos se perciben los unos a los otros gracias a sus vínculos con Nadia. "Sin la persona clave, es como cuando una luz se apaga, el circuito pierde energía. En consecuencia, la percepción se pierde pero el vínculo sigue ahí, imborrable."
Ya dentro del autocar Nadia relee el libro que la acompaña en sus desplazamientos en busca de alguna idea interesante, pero lo único que le queda claro es que: "Se puede existir sin necesidad de ser percibido; pues la teoría no refuta el hecho, ya que los hechos son los que deben dar pie a las teorías. Podemos ignorar millones de cosas que no percibimos, pero eso no implicará que no existan."
Para ella: "La existencia se demuestra por el simple hecho de ser. Ser valiente, ser positivo. Ser, sin condiciones."
Y es que la llamada de su hermana anunciándole que está embarazada la ha llevado de nuevo a pensar en su padre, en los que vienen y en los que se fueron. Ese maldito bucle que parece infinito.
El autocar se detiene en la parada del centro y Nadia baja los escalones. Ya se dirigía de camino a casa cuando una chica de su misma edad le llama la atención cogiéndola por el brazo. Nadia sonríe. Es una antigua ex compañera del instituto. Los padres de la chica se mudaron después del primer año y perdieron el contacto. Como no hay prisa, Nadia acepta la invitación de ir a tomar a algo y charlar un rato.
Erena es profesora en un instituto, y antes de despedirse le pide un favor.
Nadia se marcha de ahí sin comprometerse. No le gusta decir que sí por quedar bien ni mentir para justificar que no quiere hacer algo. Esa actitud infantil es una desconsideración y una doble falta de respeto, hacia la persona que se engaña y hacia uno mismo. Así que Nadia le da su número de teléfono y le pide que la llame más adelante.
El Sunshine no participa en el Torneo Open. Es un equipo demasiado modesto para eso, por lo que el torneo local casi siempre coincide con esas fechas. Se enfrentan los dos equipos de la ciudad en un partido organizado por el ayuntamiento que además les sirve de presentación. La victoria suele sonreírle al Sunshine. Su rival, el Katz, es un equipo de la Liga Plata que bastante hace con subsistir.
El partido lo gana el Sunshine claramente en medio de un ambiente festivo. Ambos conjuntos se llevan muy bien. La rivalidad solo aparece en la pista.
La nueva jugadora estrella mira a la grada. Doug la saluda. Solo está él, Natsumi decidió hace tiempo que no quiere volver a ver ningún partido de su madre. A pesar de que Marta le pidió que no hiciera eso, fue la primera vez que la abuela no pudo convencer a su nieta.
La temporada del Sunshine es un quiero y no puedo. Cada victoria es contrarrestada rápidamente por una derrota y cada paso hacia adelante parecen dos hacia atrás.
Nadia parece reencontrarse con un equipo cuya mentalidad es muy frágil. La entrenadora es una gran estudiosa del factor táctico, la mejor de la Superliga seguramente; pero no sabe manejar a las chicas, no sabe imprimir su carácter en el equipo y su idea queda incompleta.
Como experiencia, la temporada es una cura de humildad, un recordatorio para no bajar la guardia y no olvidar que hay que ser exigente con uno mismo y no abandonar el compromiso de mejorar. Mejorar tanto individual como colectivamente.
La relación con Natsumi está en un punto muerto, pero no es tan fría como cuando volvió a casa. En cambio Doug está más contento. Ha perdido peso y se siente mejor consigo mismo. Es feliz.
Al final Nadia recibió la llamada de Erena y accedió a su petición. No está segura de si podrá hacerlo, pero vale la pena probar. Su amiga sabe que es "famosa", bueno, famosa si conoces el mundo del voleibol, y cree que lo hará bien.
Afortunadamente para Nadia, es más fácil enseñar a una piedra a nadar que a una montaña a saltar.