Una décima de segundo. Esa décima de segundo en la que vuelas sin motor. Ese instante en el que sabes que tu smash es imparable. El momento en el que culminan la potencia de salto y el poder de ataque. Todo ello, perdido.

Nadia está sola en el gimnasio. Plantada frente a la red con un balón apoyado contra su cadera, meditando con la mirada perdida. Hoy, a sus treinta y siete años, debe reconocer que esa décima de segundo se ha ido. Y no volverá.

Durante los últimos años se ha esforzado en conseguir esa décima de segundo por lo menos una vez a lo largo de la temporada. Para ella eso significaba que podía competir, que podía jugar a un buen nivel. Pero ya no puede. Esa maldita décima se ha convertido en una búsqueda inalcanzable. Con su salto apenas llega a los dos metros noventa. Las rodillas le piden hielo después de los partidos; y ya no sabe si ella golpea al balón o si el balón la golpea a ella. Así no se puede jugar.

Nadia arroja el balón contra el suelo para liberar su rabia, pero no es suficiente. Dobla las rodillas apoyando los nudillos de la mano derecha contra el parquet y baja la cabeza. Quiere llorar pero no puede, quiere gritar pero no tiene fuerzas. Se siente impotente, frustrada,... vieja. La temporada no ha terminado, pero ella tiene claro que hoy, es el día en el que ha entendido que ha dejado de ser jugadora de voleibol.

La Liga Bronce todavía está a mitad de temporada, y 'el barrio' no va a recuperar la categoría. En su retorno al Five Winds pretendía ayudar al renacimiento del equipo. Ella hizo el esfuerzo, vino cobrando la mitad del salario mínimo y renunciando al año de contrato que le restaba en el Stars de la Liga Plata. Y ahora no puede devolver esa confianza. Es el fin.

"¿Y ahora qué hago?" Se pregunta. "Les he engañado a todos y me he engañado a mí misma. Soy un fraude." Ella, que siempre ha primado el compromiso y la honestidad, ahora no puede cumplir con su palabra. Influida por la negatividad, duda entre rescindir el contrato o terminar la temporada. Pero lo que en realidad busca es la forma de huir de la pregunta que ha tratado de eludir a lo largo de los años. Ese: "¿Qué haré si dejo de jugar al voleibol?" Nunca lo ha meditado seriamente. Desde que cogió la estela de la profesionalidad dejó de pensar en ello.

Ahora nos encontramos con una mujer de treinta y siete años que no tiene estudios superiores ni experiencia laboral. Se acabó el sueño.

El momento de apagar las luces del vestuario tiene aroma de despedida. La vuelta a casa en autobús se hace cruel. Cada pensamiento suyo no hace más que machacar su espíritu. Su familia se ha convertido en un pelotón de fusilamiento. Y no espera más que reproches. Hoy es una mujer derrotada, y no hay justicia para los perdedores. Son las reglas de nuestra sociedad. Así que, para evitar los posibles malos comentarios de Natsumi y de Doug, Nadia escoge la opción de los cobardes, la de callar.

El Five Winds continúa con su particular peregrinaje por la Liga Bronce con más pena que gloria. Y es en la pista del Strawberries cuando, el "entrenador", estalla.

-¡Se acabó! ¡Ya no aguanto más!- Les grita el chico arrojando contra el suelo la pizarra de jugadas.- ¡Sois patéticas! ¡No sabéis defender, no sabéis atacar y no sabéis jugar! ¡Me largo de aquí! ¡Que os den!

Y ante la incrédula mirada de todo el mundo, el hijo del panadero que se creía que lo sabía todo sobre el voleibol se largó en mitad del partido dejando tirado al equipo.

-¿Y ahora qué hacemos?- Le pregunta Nadia a sus compañeras.

Todas se la miran como si fuera alguien con una altura moral superior a la de los demás.

-Entrénanos tú.- Le pide una de las chicas.
-¡Claro!- Salta otra.- Eres la capitana.
-Sí, dirígenos tú.- Dice otra chica.- Tú has tenido grandes entrenadores, habrás aprendido mucho de ellos.

Nadia mira al resto del equipo.

-¿Sabes?- Le dice una de las chicas que apenas había abierto la boca en toda la temporada.- Siempre me gustó leer los artículos que hablaban sobre ti. En ellos los periodistas siempre decían que eras invencible.
>>Enséñanos a ser invencibles. Aunque no ganemos este partido. Yo únicamente acepté jugar en este equipo para vivir esa sensación aunque solo fuera una vez.

La nueva entrenadora provisional del Five Winds coge aire por la nariz mientras sonríe emocionada. Tras asentir un par de veces con la cabeza da una fuerte palmada. "¡Vamos!" Les dice antes de citar el nombre de las seis que saltarán a la pista.

-¿Tú no sales?- Le pregunta la chica que ha sido su suplente desde que empezó la temporada.
-Tú saltas más alto que yo y golpeas la pelota con mucha más pasión de la que yo tengo en estos momentos. Tú eres la auténtica rematadora titular.- Sentencia Nadia.

El Five Winds se adjudica el cuarto set y fuerza el quinto y definitivo. Sin hacer ninguna maravilla, 'el barrio' vuelve a jugar muy bien al voleibol. Un voleibol anárquico con numerosos horrores defensivos.

"Qué bien juega este equipo... cuando yo no estoy en la pista." Reconoce Nadia sin ocultar un regusto amargo.

'El barrio' se lleva el partido. Hacía cinco semanas que no sumaban un punto. Al volver a la ciudad la directiva hace oficial que Nadia será la entrenadora-jugadora del equipo.

Su primera decisión es volver a programar los entrenamientos con el mismo sistema que seguían en su primera etapa como jugadora. Así todas las jugadoras pueden adaptar mejor su agenda y no se entrena siguiendo el horario de una panadería.

La semana ha sido difícil para la nueva entrenadora del Five Winds. No ha logrado que las chicas la tomen en serio y se comportan como si estuvieran de recreo, creyendo inconscientemente, que todo funciona bien por arte de magia.

El día de su primer partido desde el banquillo su atónita familia descubre ese pequeño secreto que no había querido compartir. "¿Por qué no me ha dicho nada?" Se pregunta Doug renegando con la cabeza para mostrar su decepción. Natsumi en cambio está muy disgustada. Si su madre ya no es jugadora, ya no podrá enfrentarse a ella el año que viene.

El partido, evidentemente, es un desastre. Las chicas del 'barrio' están enfrascadas en un gallinero que Nadia no sabe gestionar. Todas las buenas intenciones y todas las buenas palabras se convierten en humo al término del partido. No esperan ni a llegar al vestuario, en mitad de la pista, en la zona de banquillos, empiezan las discusiones. Como si diez entrenadoras discutieran entre sí culpándose, salvándose y autocomplaciéndose.

-¡A callar!- Les grita una voz que a Nadia le resulta familiar.

Todas dirigen sus miradas hacia la persona que acaba de mandarlas callar.

-¡¿Qué broma es esta?!- Les pregunta Marta visiblemente cabreada.- ¡¿Cómo os atrevéis a insultar al deporte que amo?!- Les dice caminando hasta ellas.- Sois el equipo con más talento de la categoría y estáis dando pena.

Las chicas agachan la cabeza, saben que la exseleccionadora tiene razón.

-Qué decepción.- Le dice a Nadia.- En este partido no he visto nada de lo que tú llamas voleibol.
-Lo siento. Es culpa mía.
-Puede que no sirvas para entrenar.- Le dice dándole golpecitos en la espalda.

Algunas de las jugadoras miran aterradas la dura expresión de Marta.

-¿Sabes por qué he bajado aquí?- Le pregunta retóricamente.- He bajado aquí porque están todos tan enfadados contigo que ni tu madre tenía ganas de venir aquí a decirte las cosas bien claras.

Marta se las queda mirando. Están todas avergonzadas, avergonzadas por el espectáculo que han dado y por el flaco favor que le han hecho a su entrenadora, a su compañera.

-Y ahora todas a las duchas.- Las chicas empiezan a desfilar.- Y tened bien presente, que la basura es basura. Así que no vengáis aquí a engañar a la gente nunca más.

Las palabras del Marta todavía parecen resonar por el vestuario mientras las chicas se cambian. Nadia es la más preocupada, no sabe qué esperar de su familia. Poco a poco las chicas se van marchando hasta dejarla sola. No quiere salir.

-¿Duro debut, hermanita?- Le pregunta Neda entrando en el vestuario.
-Mucho.- Responde.
-No te preocupes, dentro de unos meses tendrás una sobrinita a la que enseñar a jugar al voleibol.- Le anuncia con una gran sonrisa.

Su hermana se la mira sorprendida, con las cejas levantadas y la boca semiabierta, esperando decir algo que no sea tópico y fracasando en el intento.

-Fe-felicidades.- Balbucea aún en estado de shock, es una de esas cosas que no se esperaba de su hermana.- ¿Pero ya sabes si es una niña?- Pregunta extrañada.
-No, pero ¿tú has visto los juguetes que tienen las niñas de ahora?- Le dice con una expresión muy seria.- Tiene que ser una niña.

Nadia se ríe. Por fin algo de lo que reír en un día espantoso.

De camino a casa Doug la regaña por la falta de confianza que ha mostrado hacia él. No se la merece, y mucho menos después de todo el tiempo que llevan juntos. A la salida del pabellón su madre ha sido más simpática de lo esperado: "Afortunadamente, mi otra hija siempre fue mi favorita."

-¿Desde cuándo?- Pregunta Neda sorprendida.
-Desde hará unas tres horas.- Responde sin vacilar.

Desgraciadamente, las palabras de Natsumi sí que han sido crueles: "Eres patética. Dejas de jugar para no tener que enfrentarte a mí y te crees que eres entrenadora cuando no tienes ni idea. Eres una inmadura."

A pesar de ello, Nadia no desistirá en su empeño de hacer un buen final de temporada. Este no es más que otro de esos altibajos con su hija. Meses de tregua, semana de reproches, meses de indiferencia, momentos para echar en cara sus faltas como madre,... y vuelta a empezar. Cuántas veces ha tenido que oír cosas como: "¿Ahora te importa?" "¿Ahora te dedicas a hacer de madre?" o "Creía que te daba igual." Como si todos sus intentos para acercarse a ella hubiesen sido en vano. Desde aquel maldito momento en el que siendo pequeña le dijo que la derrotaría ha estado obsesionada con ello. Sin saber que la ha derrotado como madre una y otra vez.

En el último partido en casa de la temporada Natsumi saca una hoja de papel de su carpeta y empieza a doblarla hasta hacer un avión. Tras comprobar su aerodinámica lo lanza hacia el banquillo de su madre.

"Corto." Se dice viéndolo caer cerca de la publicidad. Así que saca otra hoja de papel y vuelve a probar. Una y otra vez hasta que uno de los aviones golpea la bamba de Nadia, que al sentir el golpecito se gira hacia la grada. Natsumi le sonríe y le señala al suelo. Nadia mira a sus pies mientras su equipo anota un nuevo tanto. Recoge el avión de papel y se lo muestra a Natsumi, que asiente graciosamente con su cabecita. La entrenadora-jugadora deshace el avión y lee la nota que hay escrita:

"Es una pena que ya no puedas enseñarme cómo es el remate de una campeona. :D"

Nadia estruja el papel enfurecida y empieza a quitarse el chándal.

-¿Vas a entrar?- Le pregunta sorprendida la nueva capitana. Nadia no ha vuelto a jugar un partido desde que fue nombrada entrenadora.
-¡¿Que si voy a entrar?!- Contesta furiosa.- ¡Y tanto que voy a entrar!

La chica sustituida se la mira algo asustada antes de salir de la pista. Nadia ordena la próxima jugada como si estuviera ladrando.

El orgullo, el amor propio, la pasión, la décima... esa décima de segundo aparece como por arte de magia en el salto de Nadia. Durante un instante, su mano logra volver a saltar por encima de los tres metros y el balón pasa por encima del intento de bloqueo de dos jugadoras que no pueden llegar tan alto. La defensora ni se inmuta al sentir que la pelota pasa por su izquierda sin que ni siquiera haga el gesto de girarse. Finalmente, el esférico bota cerca de la esquina e impacta en un cesto de balones y lo tira al suelo. Ese es el auténtico smash de una campeona.

Por todo el pabellón resuena un "¡Oooooh!" de admiración mientras Nadia se gira hacia Natsumi y le señala el lugar del bote al mismo tiempo que levanta las cejas para preguntarle a su hija si todavía le queda alguna duda al respecto.

-Ya está bien.- Le dice Doug a Natsumi.- Tu madre pone todo de su parte, ya va siendo hora de que reconozcas su esfuerzo. Tienes que mirar adelante, ver lo que tenemos, y disfrutarlo. A mí también me afectaron sus decisiones, pero cuando quieres a alguien se trata de disfrutar de esa persona, no de compensar o jugar a un mercado de sentimientos. Ella pone todo de su parte, creo que ya está bien.

La adolescente mira a su madre, que regresa al banquillo para dirigir al equipo. Este debería ser el momento de quitarse un peso de encima.

El partido termina con la victoria del Five Winds. El final de curso es muy bueno, el equipo sube del decimoséptimo puesto hasta terminar doceavo. En global ha sido una temporada pobre, mediocre y lamentable. Como siempre, al término de la temporada empiezan las reuniones para planificar el equipo. A Nadia le hace ilusión eso de estar sentada al otro lado de la mesa e ir recibiendo una a una a las jugadoras, pero no va a poder ser. Nadia no continuará en el Five Winds. Ni como jugadora, pues ya se ha retirado, ni como entrenadora.

La nueva entrenadora será Marie, la chica de la agencia de viajes, una antigua capitana del equipo que ya ha tenido experiencias como entrenadora en otros equipos amateurs. Fue segunda entrenadora del Five Winds en varias etapas y en los últimos años ha dirigido a equipos infantiles y juveniles.

-Entonces... ¿se acabó el voleibol?- Pregunta Natsumi tras explicarle su madre porqué está llorando en el sofá sentada frente a la tele.- ¿Y ahora qué harás?
-No lo sé.
-P-pero... mamá, ¿cómo que no lo sabes?

Nadia se queda parada. "Mamá." Y lo ha dicho así, como si nada.

-Algo tienes que tener.- Insiste Natsumi.- Algunos estudios tendrás o...
-No. No tengo nada.- Responde Nadia como si desnudara su alma.

Entonces Natsumi la abrazó. No le dijo nada porque no sabía qué decir. Pero sintió pena por ella. Ahora entendía los riesgos que asumió su madre y comprendió todo en lo que no quería imitarla.

Doug le propuso trabajar en la frutería, con un mini contrato de varias horas mal pagadas. Ya había trabajado puntualmente en el negocio, pero ahora sería a diario durante seis días a la semana. Tal como dijo Doug: "Es un negocio, considera un privilegio el simple hecho de que te contrate."

Nadia asume que debe adaptarse a una vida más sencilla. Ahora cada fruta que vende tiene que ser la mejor fruta del mundo y cada venta tiene que ser la mejor venta del mundo. Que no sienta ilusión no significa que deba corromper sus acciones. Ella debe ser fiel a sus ideas y demostrar que merecen ser aplicadas sea cual sea el contexto.
No quiere convertirse en un espectro que vaga por las pistas de voleibol. Ella considera que su paso por el mundo del voleibol ha sido maravilloso y que no tiene que mendigar nada porque ella no ganaba trofeos.

Ahora, cada mañana, a primera hora, se coloca el pañuelo verde en la cabeza y repone las cajas de fruta. Ella barre y limpia el local, sirve fruta a domicilio y atiende cuando hay mucha gente. Es una simple frutería pero no deja de estar dentro del mundo de las apariencias en donde las ideas solo existen a conveniencia. Por eso tiene que esforzarse el doble, para demostrar su valía como empleada a sus compañeros y a los clientes. Ahora no es más que una simple empleada. De ahí que le venga a la memoria un pasaje de uno de los libros del filósofo:

'Pero el hombre es débil y todo lo que él hace es tan débil que es arrastrado hacia el lugar donde transcurre el día con las bestias.' [La República]

En realidad echa de menos competir. Retarse. Aquí todo es diferente. Aquí hay que ser más constante y más autocrítico. Con el paso de los días, se va dando cuenta de que también está mucho más expuesta a descuidar su físico y su salud.

La mejor parte del día es cuando sale a correr junto a Doug. Es su pequeño momento para compartir y hablar de cualquier tontería que se les ocurra; hacerse compañía y disfrutar el uno del otro. Es su forma de estar unidos.

De vez en cuando acude al instituto de Erena para impartir una hora de tutoría, pero en general su vida se va volviendo rutinaria. El verano pasa melancólico. Y su nuevo pasatiempo es la cocina. La cocina experimental. La que nadie quiere probar.

Ya en septiembre, Nadia repone manzanas mientras tararea 'Yeah, yeah, yeah', se siente feliz. Entonces se le acerca una clienta a la que no había visto nunca.

-Hola,- le dice la mujer- ¿eres Nadia?
-Sí.- Responde ella dejando de tararear.
-Vaya, cuando me dijeron que te podía encontrar aquí no me lo esperaba. Creía que estarías entrenando algún equipo.
-Ya, bueno.- Sonríe apurada.- ¿Qué puedo ofrecerle?
-Verás, tengo un pequeño equipo de voleibol y quiero que seas nuestra entrenadora. Busco a alguien capaz de enseñar, competir y afrontar todos los retos.

Nadia se queda parada. Piensa en qué sería lo correcto y finalmente responde:

-Lo consultaré con mi familia.

Tras varios meses desconectada del mundo del voleibol no esperaba que nadie volviera a dirigirse a ella. Piensa en Marta, pero al hablarlo con ella no sabe nada. Ella está de crucero estrenando bikini y tiene "cosas que hacer". A su madre le parece bien que acepte; en realidad le da igual, desde que se jubiló se dedica a colaborar con asociaciones de ayuda a los niños y los jóvenes. A Violet siempre le gustó mucho ayudar a los demás y además le sirve para preparar la llegada de su nuevo nieto. O nietos, porque: "Tu hermana ya está pensando en tener otro porque quiere una niña."

Ya en casa, Doug no ve problema siempre que pueda encajar sus horarios con los de la tienda. Y dicho esto ambos miran hacia Natsumi.

-Me parece bien.- Dice la joven.- Creo que eso te volverá a hacer realmente feliz.- Añade sin tapujos.- Pero quiero mi partido.

Doug y Nadia se miran.

-Lo tendrás.- Contesta Nadia.

Al día siguiente, por la tarde, Nadia se reúne en el piso de la mujer en la capital. La situación del equipo es... espantosa. Es el equipo amateur de la ciudad, no tienen ingresos ni presupuesto, su plantilla en estos momentos está compuesta por dos jugadoras y no están inscritos en ninguna competición federativa. La primera tarea de la nueva entrenadora será fichar jugadoras para completar la plantilla.

-¿Y cómo voy a fichar?- Pregunta Nadia.
-Como siempre hemos hecho: ve a los institutos o los colegios. A veces hay niñas de quince años muy altas.

Aún con Nadia boquiabierta, la mujer le enseña el contrato de colaboración con el Roses.

-Y mira, en el Roses siempre nos dan jugadoras conflictivas. A lo mejor hay suerte.- Sonríe.- Por nuestro equipo pasó Irisia y le fue muy bien.- Agrega antes de volver a sonreír.

Finalmente Nadia acepta. Y lo primero que se le ocurre es ir a su antiguo instituto, donde juega su hija, en busca de jugadoras. "El juvenil del Seven siempre tiene buenas jugadoras." Al llegar al gimnasio habla con el entrenador. El chico se ríe. No ve ningún problema siempre que hable con chicas que sean suplentes y ellas estén de acuerdo en cambiar de equipo. Para contentarla, organiza un partido a dos sets entre titulares y suplentes. Evidentemente, Natsumi juega en el equipo de las titulares. Es la capitana. Ella siempre juega sin piedad. Es el sello que le inculcó Irisia de bien pequeña.

Las suplentes reciben una buena paliza ante la atenta mirada de Nadia. Al término del partido se acerca a una de las chicas y le pregunta: "¿Quieres venirte a mi equipo?"

Todo el mundo se la mira, incluso la propia Natsumi se queda atónita mirando a su madre. "¿Esa?" Se pregunta el entrenador, que creía que perdería a alguna de las suplentes que considera más importantes o con mayor proyección.

Poco a poco, a base de visitar institutos consigue reunir un grupo de chicas de diecisiete años, al que se suma una de quince, descartada de su equipo por ser muy bajita; más las dos jugadoras que tenía de inicio, Nadia ya tiene su plantilla.

El día del primer entrenamiento Nadia se presenta con un chándal de color negro. Pues todavía no sabe cómo vestirá el equipo, ya que como le dijo la mujer: "Cada año nos compramos las camisetas más baratas." Así que abre la caja de las nuevas equipaciones que le han dado esta mañana. La nueva entrenadora saca una camiseta y la levanta bien arriba con ambas manos para verla bien. "¿En serio?" Este año toca una camiseta blanquiazul a rayas verticales. "Bueno, podría haber sido peor." Se consuela.

-¿Y los pantalones?- Pregunta una.
-Novata,- le dice una de las veteranas- ¿verdad que tienes una camiseta?- La novata asiente.- Pues da gracias.
-Gracias.- Responde.

Nadia reúne a las chicas para sentar las bases de su trabajo como entrenadora.

"Nuestro equipo es inferior a todos los demás." Les dice. "Pero eso no debe ser motivo de deshonra o excusa. Es lo que nos recuerda que si no corremos más, si no nos esforzamos más y no nos cuidamos más, ellos tendrán más recursos. Aquí no sirve de nada quejarse. Aquí no vale enfadarse. Esto es un equipo y no podemos permitirnos el lujo de aspirar a ser otra cosa. Si no estamos unidos a muerte, si no prima el sentido colectivo, no podemos competir."

Las chicas empiezan las carreras bajo la atenta mirada de Nadia. Que todavía sigue preguntándose cómo ha terminado en este equipo... hasta que la respuesta entra por la puerta saludando a todo el mundo.

-Hola.- Dice Alice levantando la mano al paso de las chicas por delante de ella.

"No me lo puedo creer." Se dice Nadia. Alice se le acerca y le pregunta por el equipo como si nada.

-¿Y qué representa que has venido a hacer tú aquí?- Pregunta Nadia intrigada.
-Soy la segunda entrenadora, yo te recomendé para el puesto.- Responde exhibiendo una sonrisa de felicidad.- Así podremos volver a estar juntas.- Dice dándole golpecitos en el hombro.- ¡Aaaay, qué ilusión!- Añade abrazándola con fuerza.

Alice ha cambiado mucho. Antes era la típica chica que iba siguiendo los pasos de las demás, ahora en cambio demuestra personalidad e iniciativa. "Cómo cambian las cosas." Afirma Nadia.

-Bueno,- le dice Alice- ahora tienes que hacer que estas chicas funcionen y trabajen como quieras que lo hagan. Tú no te preocupes, que yo te apoyaré en todo.

Y en ese momento se apunta a la fiesta la que faltaba. Neda entra en el gimnasio y se saluda efusivamente con Alice mientras le dice: "Te dije que aceptaría." Pero la cuestión es que ha venido al entrenamiento porque se lo ha pedido su hermana. Necesita material para los entrenamientos y los partidos. Un par de pequeñas cámaras de vídeo y algo para reproducir y editar 'in situ'.

"Si existe una tecnología válida, utilízala." Sentencia Nadia.

El primer partido del Sky'n Sea es contra el juvenil del Seven. Natsumi por fin tendrá el partido que tanto deseaba. Las chicas de Nadia apenas llevan una semana de entrenamientos y todavía no han empezado a trabajar la estrategia, por lo que cuando Alice las reúne en torno a la entrenadora están todas expectantes.

Nadia mira a al otro lado de la pista. Se fija en lo motivada que está su hija. Luego vuelve la vista hacia sus chicas.

-Haced lo que os dé la gana.- Les dice retirándose.

Las chicas se miran desconcertadas. Alice nombra a las seis que escogieron para empezar el partido y les dice: "Venga."

El primer set del Sky'n Sea es un desastre, las chicas no se conocen, no saben su rol en el equipo y carecen de compenetración. El segundo set, es todavía peor, algunas incluso se pelearían entre ellas de no ser porque Natsumi ha escupido en la cara a una de las chicas. Porque para ella ganar no es suficiente, tiene que humillar.

"Mi pequeña Irisia." Reconoce Nadia siguiendo el partido en pie.

La entrenadora del Sky'n Sea no ha dado una sola instrucción en todo el partido. Es más, ni ha abierto la boca. El chico que entrena al juvenil pide un tiempo muerto y Natsumi aprovecha para acercarse hasta la posición de su madre con la excusa de coger una bebida.

-Vaya equipo de mierda.- Le dice sin miramientos.

Nadia saca las manos de sus bolsillos y se cruza de brazos mostrándose totalmente indiferente a lo que le ha dicho. Pero algunas de sus jugadoras ya están hartas de Natsumi y van dispuestas a encararse con ella.

-¡Dejadla en paz!- Les dice Nadia con un tono de mando muy autoritario y serio.
-Pe-pero... ¿Piensa dejarse insultar por una niñata?- Salta indignada una de las chicas.
-Esa niñata es mi hija.- Les dice dejándolas atónitas.- Y ahora terminad el partido de una vez. Nos dejan el gimnasio hasta las ocho y tenemos que aprovechar que hoy no habrá que salir corriendo porque no nos cortarán la luz. Así que venga, ¡espabilad!

El partido termina tres a cero a favor del equipo juvenil. Nadia y Alice han podido observar la actitud de las jugadoras a lo largo del partido y han tomado buena nota.

La sorpresa llega cuando Natsumi se despide de su madre con un besito en la mejilla. Feliz porque la ha derrotado.

-Dime que no te has dejado ganar.- Le pregunta Alice cuando Natsumi ya se ha ido.

Nadia sonríe. Ahora sí, la entrenadora charla con sus chicas antes de empezar el entrenamiento de verdad. Está muy descontenta con la actitud de las dos jugadoras veteranas. Si no aprenden de sus nuevas compañeras apenas jugarán. Con Alice repasan el vídeo del partido. Es importante que vean lo que han hecho, lo que no han hecho y lo que el rival ha hecho. Después llega el momento de repartir las posiciones de las jugadoras y los entrenamientos individuales que tendrán.

A partir de ese día empieza una preparación más completa y no solamente física. El vídeo se usa para corregir la colocación, la estrategia y la técnica individual. Con el cronómetro se trabaja la velocidad y la potencia. Cada día se hacen cincuenta saques antes del ejercicio final: limpiar el gimnasio, que consiste en toalla al suelo y a empujar de lado a lado hasta completar toda la superficie.

La dueña del club, y del gimnasio, logra contentar a Nadia y organiza otro partido amistoso. Este servirá de entrenamiento para un equipo de la Liga Plata, el Penguins. El resultado es bueno, una derrota por tres a uno.

Faltan dos semanas para la gran cita: el Torneo Local. El único torneo "profesional" que pueden disputar. Alice da una charla sobre estrategia a las chicas cuando Natsumi entra en el gimnasio buscando a su madre. Algunas de las jugadoras quieren echarla, pero Nadia las frena. Su hija viene en son de paz.

-Hola.- La saluda Nadia.- ¿Qué haces aquí? ¿Qué ha pasado algo?
-Pues sí,- responde Natsumi- he dejado el voleibol.
-Ah, v-vale.- Dice descolocada.- E-espero que no sea por mi culpa.
-No, no, tranquila mamá, me han aceptado en el equipo de baloncesto de la universidad y he dejado el equipo del Seven.
-¡Oh!- Se sorprende Nadia quedándose con la boca abierta.- No me lo puedo creer.

Nadia se emociona y abraza a su hija.

-Por fin, por fin alguien de nuestra familia que juega al baloncesto.- Dice soltando una lagrimita.
-¿Eh, no estás enfadada?
-¡Pues claro que no! ¡Yo siempre quise ser jugadora de baloncesto!
-¡¿Qué?!- Grita Natsumi sorprendida.
-Felicidades pequeñaja,- le dice Alice dándole unos toquecitos en la cabeza- tu madre era malísima jugando al baloncesto.- Se ríe.- Intentó varias veces entrar en el equipo del colegio.
-No me lo recuerdes.- Gruñe Nadia.
-Al final le dijimos a la entrenadora de voleibol que teníamos una amiga que saltaba mucho y la convenció.- Se ríe Alice de nuevo.- De no ser por nosotras nunca hubiese jugado al voleibol. Es más, siempre nos decía que perdíamos el tiempo.
-Porque no te marchas a terminar tu charla.- La echa Nadia.

Con Alice volviendo al trabajo Nadia lleva a su hija hasta la zona de refrigerio y le ofrece un zumo. "Qué ganas tengo de ver jugar al baloncesto a mi hija."