Dos semanas más tarde…
Evie observó sorprendida el espectáculo frente a la modesta residencia de su padre. Un exquisito carruaje tirado por dos caballos negros se hallaba detenido en la entrada.
Cuando el cochero, que resulto ser Raafe, se acercó y le informó que todo aquello era para su padre, ella supo que había un único responsable de todo aquello… Farid. Aunque no lograba comprender la razón de ello.
Ella sabía lo suficiente sobre la cultura beduina como para ser consciente, pese a tener un consejo de guerreros y un líder, que las posesiones eran de la mujer y ella podía divorciarse de su marido tan solo con llevarse todas sus cosas mudándose a una tienda propia.
Sin embargo, sabía que en Bahrain se esperaba que el pretendiente pagase una dote por el valor de la mujer que le interesara. Lo que la llevaba a la conclusión de que Farid la estaba cortejando intentando darle un toque inglés a toda la cuestión.
Aunque él no la buscó desde aquella última noche juntos, día tras día fueron llegando valiosos obsequios. Desde un ama de llaves, hasta un valet para su padre así como un mayordomo y un ajuar nuevo completo para ella.
Si su padre se sorprendió en algún momento con todo ello, jamás lo expresó. Por el contrario, pese a la obvia preocupación que aún cargaba, se le veía sumamente entretenido con toda la cuestión.
—Van a pensar que soy su amante… —susurró finalmente por lo bajo aún mirando el lujoso coche.
—Nadie jamás osaría pensar algo como aquello —declaró Raafe con fiereza, y observó a los curiosos transeúntes que intentaban no ser demasiado obvios en su más que palpable curiosidad—. El príncipe se aseguró de dejar en claro cuál es la situación ante su majestad.
—¡¿Qué?! ¡¿Farid habló con la reina madre?!
—Por supuesto. Es consciente de que a ella le interesan sus súbditos así como también los tratados comerciales con Bahrain. Que uno de sus príncipes se encuentre en su territorio no es algo que se pueda ignorar, entonces es mejor aclarar las cosas cuanto antes.
Evie suponía que tenía algo de sentido, aunque le hubiese gustado estar presente en esa conversación. A pesar de tener plena confianza en que Farid jamás divulgaría ninguna intimidad, no pudo evitar sentir curiosidad sobre cómo se dieron las cosas entre ambos. Al fin y al cabo, el beduino que ella conoció, jamás mencionó en realidad ser el segundo en la línea sucesoria al jeque Ali Tarik Al-Zaidani.
Incluso si él había renegado de su padre luego de lo que le hizo a Fátima, eso de ninguna manera desmerecía el hecho de que él era realeza y ella era… solamente ella. Evelyn Moore. Su única relación con la aristocracia local era que la hermana de su madre era lady Courtenay y eso porque uno de sus antepasados fue un baronet sin ninguna importancia pero con los contactos correctos.
—No permitiré que ni usted misma se desmerezca. Ánt eazim —declaró con plena seguridad el joven logrando que Evie sonriera ante su efusividad.
—Adretek latifa —le susurró en respuesta utilizado el modo formal de agradecimiento, a lo cual el joven volvió a negar y, con toda confianza, le aferró la mano para guiarla al interior de la casa en busca de su padre.
—Veo que el joven Farid aún persiste —comentó Thadeus Moore enarcado una ceja al verla entrar escoltada por Raafe—. Aunque supongo que a él sí lo va a querer de regreso.
—No si mi señora me desea para ella.
Ambos los observaron por unos instantes sorprendidos y luego rompieron en fuertes carcajadas.
—Olvidaba lo literales que a veces pueden ser —comentó el hombre mientras se apresuraba a cubrir unos papeles que tenía sobre el escritorio y se les acercaba.
Aunque a Evie el movimiento no se le paso por alto, decidió que ya después se las arreglaría para averiguar qué era lo que su padre parecía estar escondiéndole desde hacía semanas y que lo tenía noche tras noche en vela.
Solo rogaba que no fuese alguna clase de alocado plan por intentar explorar los dichosos túmulos sin la autorización del jeque porque definitivamente no quería tener que recurrir a Farid para salvarle el cuello al hombre. Aunque lo haría, sin dudas lo haría, ella le debía todo a su padre pero no creí que violar una orden directa del jeque fuese la solución.
—El príncipe envía un obsequio digno de mi señora —de inmediato le informó Raafe mientras lo guiaba hasta el frente de la casa donde se encontró observando el mismo espectáculo que instantes antes viera Evie.
—Dile que es aceptado y agradecido…
—Raafe, mi señor.
—Dile al príncipe que el obsequio es aceptado.
—Padre…
—Evie, si no lo aceptamos sería una grave ofensa y ya estoy al tanto de su encuentro con su real majestad.
—¿Acaso todos lo saben excepto yo?
—Hija, soy tu padre, por supuesto que estoy al tanto. Farid tuvo la amabilidad de notificarme al respecto y ahora, antes de que te enojes, ¿por qué no permites que Raafe te escolte hasta la Serpentina? Escuché que lady Olivia y su madre iban a ir a pasear alrededor de este horario.
Evie entornó los ojos ante el rápido cambio de tema de su padre pero en vez de causar una confrontación, finalmente asintió. Ya descubriría qué había ocurrido en aquella maldita conversación que lo tenía tan feliz y a ella en la más absoluta ignorancia.
Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para preguntarse al respecto que tan pronto el carruaje detuvo su andar. No fue Raafe quien le abrió la puerta sino Farid en persona. Sorprendida, no dudó en aceptar su mano para bajar del coche, para descubrir que Olivia y Fátima lo acompañaban.
—¡Evie! —Aunque siempre efusiva con ella, esa mañana su amiga parecía más dichosa de lo usual, pero ella decidió atribuirlo al embarazo; el brillo de felicidad en la mirada de Fátima la intrigó.
Sentía como que había alguna clase de gran secreto que todos sabían excepto ella.
—¿Aceptarías pasear conmigo? —fue la pregunta de Farid, y ella se apresuró a asentir mientras se aferraba a su brazo.
—Nosotras seremos sus chaperonas —declaró con absoluta confianza Oli mientras todos empezaban a caminar.
Aunque Evie, pese a sus sospechas, no pudo evitar sentir que las mariposas en su vientre enloquecían ahora que finalmente se hallaba acompañada de Farid, cuando sus miradas se cruzaron, ella le ofreció una sonrisa radiante que el correspondió con una propia mientras las guiaba a lo largo de los jardines.
—La próxima vez podríamos ir al museo, sabemos que tú eres un gran colaborador —comentó Oli, a lo que Fátima, siempre tímida, tan solo asintió mientras sonreía con suavidad.
—Papá amaría darles un tour personalizado del lugar. Esta fuera de sí desde que supo que se inició la construcción del nuevo edificio.
—Pero Wulfgar me comento que aún falta para su terminación.
—Eso no importa. Finalmente la colección va a estar toda en un solo lugar y a salvo de alguno de esos locos curadores que trabajan en los diferentes edificios. —Cuando Evie les contó alguna de las cosas que estos habían hecho, todos rieron entretenidos.
—Y después nos llaman a nosotros salvajes. Por lo menos respetamos nuestros tesoros —declaró Farid con arrogancia, a lo que Evie enarcó una ceja y lo observó con gesto desafiante logrando que él detuviera su andar—. No me mires de esa manera, habibti, o no respondo de mis actos.
—¿Por qué me llamas de esa manera?
—¿O acaso debería llamarte ya hayati, rohi, albi, ameli? ¿O quizás decirte bahlam feeki?
—¡Farid! —Escucharlo llamarla su vida, su alma gemela, su corazón y su esperanza hizo que su pecho comenzara a latir de manera enloquecida, pero cuando le confesó que pensaba tanto en ella que hasta estaba en sus sueños, estuvo a un paso de lanzarse a sus brazos y luego de besarlo dejar que hiciera lo que quisiera con ella.
Las contenidas risas de Oli y su madre le recordaron dónde se hallaban. Los aristócratas podrían ignorar muchas cosas pero verla besándose con Farid en medio de los jardines de Kensington cuando ni siquiera había un compromiso formal entre ellos no era algo que fueran a tolerar.
Intensamente sonrojada, desvió la mirada hacia el agua donde se podían ver pequeños botes surcando la misma. Pese a que el clima se estaba volviendo más frío, pareció que todos estaban decididos a disfrutar los pocos días agradables que quedasen antes de que las lluvias de invierno y la nieve se instalaran en Londres.
—Evie, nuestra madre espera que aceptes tomar el té con nosotras mañana. Ha esperado por mucho tiempo conocer a la mujer que conquistara el corazón de Farid —declaró Oli con plena confianza, haciendo que Evie se girase con tanta rapidez que poco le faltó para, enredada en sus propias faldas, que cayera al pasto. Pero la rápida reacción de Farid lo impidió cuando la sujetó entre sus brazos por la cintura.
—Debes dejar de usar ese instrumento de tortura. Tu figura es perfecta sin necesidad de ese artefacto —masculló Farid mientras se aseguraba de que ella estuviese bien.
—Yo tengo la solución para eso —los interrumpió Oli—. ¿Te parece una visita a la modista primero y luego tomamos el té?
Aturdida con todo lo que estaba ocurriendo, Evie tan solo pudo asentir y se vio premiada con un apasionado beso en el dorso de su mano por parte de Farid, para luego continuar con su paseo.