Un mes más tarde…
Celebración de lady Clarisse
Evie se observó en el reflejo de uno de los ventanales. Pese a aún estar enojada con Farid, estaba vistiendo una delicada pieza en verde, de la misma tonalidad que la túnica que ella llevó la noche en que se conocieron.
Suspiró pensando en todo lo ocurrido en el último mes. Farid había enloquecido cuando apareció para pasar algo de tiempo con ella y ella no solo se rehusó a verlo sino que se apresuró de regreso a su casa… Y no en el carruaje que él le obsequió.
A partir de ahí toda clase de regalos estrafalarios fueron arribando a la casa, para gran diversión de su padre, que no lo consideraba más que una pelea de enamorados, pero ella no quería saber nada.
No era tan solo el estar enojada sino el sentirse herida y traicionada. Ellos se habían casado y ella ni siquiera había sido consciente de ello. Habiendo pasado tanto tiempo con la tribu, cualquiera pensaría que ella sabría algo al respecto, pero todos se habían asegurado de mantenerla en la ignorancia.
Evie sabía que eso se debía a sus orígenes británicos y que su sociedad jamás vería con buenos ojos la costumbre tuareg de las mujeres de poder tomar un amante diferente cada noche. Solo le quedaba suponer que debieron creer que así la protegían. Pero resulto no ser del todo así.
Ahora no solo estaba casada, sino, además, con un príncipe árabe de quien no quería ver ni la sombra porque conociéndose a sí misma lo más probable es que lo golpease y luego lo besase. Y eso era peligroso. Farid y sus besos eran pecado puro.
—¿Evie? ¿Habibti?
—No quiero hablar contigo, Farid.
—¿Aún sigues enojada?
—¿Y cómo se supone que debía reaccionar cuando descubro que hace meses que estoy casada con el hombre que ha estado en mi mente desde una increíble noche en medio del desierto del Sahara?
—Tú también siempre estuviste en mi mente… y en mi corazón, Habibti —le susurro él mientras se le acercaba importándole poco quién pudiera verlos—. Sin ti tan solo existo, Evie. Por favor…
—¿Por favor qué, Farid? No me dijiste absolutamente nada. Me tengo que enterar por Olivia y tu madre de la verdadera naturaleza de nuestra relación —exclamó alejándose en dirección a los jardines, lo último que quería era tener que lidiar con rumores tergiversados de lo que ocurrió entre ellos mientras discutían—. ¡Soy tu esposa! ¡Tu esposa!
—Y nunca nada me ha hecho tan feliz, Evie. Cuando aceptaste mis obsequios y mis poemas… Cuando recibí tu respuesta. Por eso le pedí a mi tío Saif que organizara todo. Incluso, si yo no podía estar presente, quería que todos supieran que eras mía. Mi esposa.
—Puedo divorciarme —masculló molesta Evie.
—No te lo voy a permitir.
—Olvidas con quién estas lidiando, Farid. Si deseo hacerlo, lo haré y no hay nada que puedas hacer para impedírmelo. Recuerda que la línea es matriarcal entre los tuareg.
—Pero no estamos allá.
—Entonces tampoco soy tu esposa.
—Sí lo eres, Evelyn Al-Zaidani.
No fue consciente de que se habían alejado de todos hasta que Farid la tomó en sus brazos y la besó apasionadamente. Incapaz de acallar sus propias emociones, Evie se encontró con los dedos enterrados en sus salvajes cabellos azabaches y respondiendo con la misma pasión a sus besos, que pronto se volvieron caricias… hasta que la tormenta arreció sobre ellos.
Sorprendida, no pudo más que reír, pero la mirada acalorada en los ojos masculinos le dejó más en claro que nada que las cosas no iban a quedar así. Tragó con dificultad mientras sentía su piel arder pese a la fría lluvia.
—Ven… —Luego de protegerla con su saco, Farid se encaminó a una tienda alejada que su madre había preparado para él en los extensos jardines de los Kensington y a la que lady Clarisse dio su aprobación para que ningún sirviente se acercarse a esa área sin importar lo que ocurriera.
En su momento, Evie no le dio importancia a esa información, creyendo que había sido en caso de que Clarisse necesitara retirarse para estar un momento a solas lejos de ojos curiosos, pero ahora comprendía que no era así. Todo fue preparado para ellos dos y para nadie más.
—Farid…
—¿Confías en mí? —le preguntó mientras le ofrecía su mano.
Era una pregunta sencilla y, a pesar de estar enojada con él, Evie sabía la respuesta con plena certeza. Así que aferró su mano y asintió. Y lo siguió al interior de la carpa.
***
Farid inhaló hondo varias veces intentando calmar los fuertes latidos de su corazón, consciente de lo que estaba por ocurrir. Repentinamente se sentía como un joven inexperto y no como el hombre de amplia experiencia que era.
Y sabía la razón: Evie. Y todo lo que ella le hacía sentir. La ayudó a acomodarse sobre los almohadones y notó que le temblaban las manos. Y eso le produjo una cálida sensación en el pecho.
—Evie… Habibti…
—Farid… bésame. —Fue apenas un susurro pero él no dudó en complacerla. Incluso si aún no estaba seguro de cómo expresarle todo lo que ella le hacía sentir, podía demostrárselo con su cuerpo y sus acciones.
En el instante en que sus labios se encontraron, todo pensamiento racional abandonó su mente y Farid se dedicó a venerarla y demostrarle todo lo que Evie le despertaba en su interior con el mero hecho de existir y formar parte de su vida.
Fue muchas horas más tarde, cuando las primeras luces del amanecer comenzaron a abrirse paso entre las nubes que aún quedaban cuando Farid se permitió relajarse y quedarse profundamente dormido con Evie en sus brazos.