Capítulo 13

Un mes más tarde…

Evie no podía creerlo. Maldijo por lo bajo mientras observaba la habitación a su alrededor. Al menos no la habían dejado atada y amordazada pero sí estaba encerrada bajo llave y eso la desesperaba.

Por los sonidos y olores que percibió supo que se hallaba cerca del puerto, pero eso le ofrecía muy poco consuelo dadas las circunstancias. Aún no podía creer el haber sido tan ingenua y descuidada.

En realidad, luego de un mes de insistirle constantemente a su padre para que le dijera qué era lo que le preocupaba tanto, solo para no obtener respuesta alguna y que Farid se mostrase misteriosamente callado al respecto, decidió que ya había tenido más que suficiente de tanto encierro y decidió salir.

Era tan solo una visita a la modista. Algunos de los vestidos que le confeccionó no le ajustaban bien del todo en torno al busto y a la cintura. Agradeció que al menos no tuviese que usar más el corsé gracias a ese maravilloso nuevo diseño de uno que cubría el torso a medias. Sin olvidar que la modista había ideado una manera de que el mismo vestido llevase las ballenas, imitando el aspecto de un corsé pero sin que fuese necesario serlo del todo.

Y así fue como terminó en semejante predicamento. No solo eso. Nadie sabía de su salida porque pese a tener ama de llaves y un mayordomo, ambos se hallaban coqueteando en la cocina y a ella le apenó el tener que interrumpirlos al verlos congeniar tan bien. Ojala su padre tuviese ese mismo deseo por volver a tener una familia y no estar más solo.

Pero ahora ni siquiera él era conocedor de su paradero y por lo que escuchó, los hombres que la secuestraron pretendían cobrarse una deuda que su padre había contraído con alguien que ella desconocía y cuyo nombre no logró descubrir.

Fastidiada, Evie continuó investigando a su alrededor. La estancia era bastante espartana, con una cama en un rincón y tan solo con una ventana alta a la que no podría acceder ni siquiera colocando la pequeña mesa tocador bajo la misma.

Estaba atrapada en aquel lugar hasta que todo se solucionase. Y odiaba cada minuto de aquello. Era consciente de que debería estar hecha un histérico mar de lágrimas pero la realidad era que estaba muy molesta. Ser la damisela en apuros jamás fue lo suyo, y no se resignaba a que eso fuera lo que estaba destinada a ser.

—¡Ptzzz!

Frunció el ceño ante el sonido y se acercó a la puerta, quizás hubiese alguien detrás. Pero no volvió a escucharlo hasta que pasaron unos instantes.

—¡Evie!

Esta vez se giró en dirección a la ventana y pudo ver una menuda figura a trasluz. Sorprendida se acercó a la misma para descubrir que se trataba de una bella joven de delicadas facciones y piel dorada como Farid. Sin embargo, sus cabellos rojizos clamaban a gritos que esa no era su ascendencia.

—Coloca algo bajo la ventana, solo para que estés más alta y yo te ayudaré a salir.

—¿Quién eres? —Aunque sorprendida, hizo caso y no tardó en hallarse más cerca de lo que creía de su libertad.

—Espera. Primero ponte esto. —Vio como le lanzaba una prenda y al contemplarla con detenimiento notó que eran un pantalón y una camisa masculina.

Evie se apresuró a hacerle caso a la joven y no tardó en descubrir que esas prendas, tal como las túnicas de los tuareg, le daban mucha mayor libertad de movimiento que sus abultadas faldas.

—Salta y yo tiraré de ti desde aquí arriba —le indicó la joven y así lo hizo Evie. Aunque quedó semicolgada del borde de la ventana y agradeció que la pared fuese ancha en esa zona porque le permitió, con algo de ayuda, maniobrar sobre la misma hasta que pronto se encontró deslizándose hacia fuera y hacia su libertad.

—Perfecto. Estamos listas —susurró la joven, y sin miramientos le aferró una mano y comenzó a guiarla por entremedio de un pasadizo de cajones, redes y otras cosas apiladas que indicaban que se hallaban en alguna clase de área de almacenamiento—. Tenemos que cambiarte el peinado o el sombrero no te quedará.

—¿Qué…? —Pero antes de poder decir algo se encontró siendo girada y con la joven rápidamente liberándole su abundante cabellera para luego hacerle dos ajustadas trenzas como solía hacerle su tía cuando ella era una niña.

—Ahora escondemos esto con el saco. —Y procedió a colocarle un abrigo que le quedaba lo suficientemente grande como para ocultar su femenina figura incluso con la ropa de hombre que estaba vistiendo. Y se colocó un sombrero de ala ancha sobre la cabeza que al igual que ella, le ocultaba los cabellos—. Debemos marcharnos cuanto antes. Cali me hizo prometer que no habría muertos ni heridos.

—¿Cali? ¿Lady Kensington? —Evie apenas podía creerlo mientras corría con rapidez detrás de la joven.

—Mi prima odia que la llamen por ese título —declaró la joven con brusca sinceridad—. Pero sí. Lady Calíope Kensington, la amada esposa del duque Alexander. Resulta que Olivia la conoce por medio de nuestra abuela.

—¡Alto! ¡Deténganse!

—¡Corre! —grito su joven salvadora, y Evie no dudó, se lanzó a correr siguiéndola de cerca por entremedio de la gente que circulaba por el puerto hasta que finalmente lograron detener un cochero, quien, pese a sus vestiduras, no fue difícil de convencer para llevarlas cuando la joven le ofreció un saco con monedas que les aseguraban su absoluta discreción.

Evie se dejó caer sobre el asiento y observó a la joven, que, aunque algo más relajada, observaba con atención por la ventana. Parecía acostumbrada a estar alerta.

—Quisiera agradecerte como corresponde, pero no conozco tu nombre.

—Soy Clío. Clío Wolf Forrester —le respondió la joven, y por primera vez le ofreció una sonrisa deslumbrante—. Y tú eres Evelyn Al-Zaidani.

Aún en shock por todo lo ocurrido, tan solo pudo asentir mientras finalmente lograba relajarse contra el asiento.

—Espero que no te importe, pero estamos yendo a casa de Cali. Es más seguro y nadie se osaría entrometerse con el duque. Hasta se ha ganado el respeto de mi padre.

—¿Y eso es algo difícil?

—No te das una idea —declaró con absoluta sinceridad y luego riendo. Siendo su risa contagiosa, Evie sonrió y finalmente la tensión que aún contenía se vio liberada en medio de una risa.