Evie estaba agotada y se sentía al borde del desmayo. Aunque tan solo fueron unas horas, ella sintió que habían pasado días. Sin mencionar que, a pesar de la libertad que la ropa de hombre le daba, se sentía un tanto consciente de la misma.
—Apenas lleguemos puedes cambiarte de ropa si lo deseas. Cali y tú son de un tamaño muy similar. Estoy segura de que ella no tendrá problemas en prestarte su ropa.
—Pero…
—Tonterías. Sé cómo son ustedes los ingleses, pero mi hermana es americana y por mucho que ame a Alexander no olvida como mis padres nos criaron. —Ante tan vehemente discurso Evie tan solo pudo observar sorprendida a la joven haciéndola volver a sonreír—. Lo siento. Crecí en el oeste, no como mis primas mayores que se educaron como verdaderas damas.
—Eso está sobrevalorado. Yo crecí con mi padre en una tribu tuareg del desierto del Sahara y nadie jamás ha cuestionado mis modales —respondió con sencillez Evie rehusándose a permitir que la joven se sintiese mal por la educación que recibió.
Clío le sonrió y asintió mientras comenzaba a removerse inquieta en su asiento. Por eso Evie no se sorprendió cuando apenas el carruaje detuvo su andar la joven casi salto del interior del mismo.
Sorprendida, observó la impresionante residencia Kensington ante sus ojos. Pese a que Olivia conociera a la duquesa, ella nunca había pasado el tiempo suficiente en el país como para realmente congeniar con ella y sus amigas.
—¡Evie!
—¡Oli!
Se lanzó aliviada en brazos de su amiga y ambas rompieron en llanto al unísono tomando por sorpresa al resto de los presentes que lentamente habían comenzado a salir de la casa.
—Evie… —Esta vez fue Fátima quien la abrazo y Evie se sintió amada en sus brazos. No habiendo tenido una figura maternal constante en su vida, el efecto de la mujer significaba mucho para ella.
—¿Farid está contigo?
—¿Farid? No. Clío me rescató de los muelles y me trajo directo para aquí.
No se le pasó por alto la manera en que las damas intercambiaron una rápida mirada y comenzó a preocuparse.
—¿Dónde está Farid?
—Él fue a buscarte, Evie —le confesó Oli, preocupada, pero no terminó de decir aquello cuando se escuchó una conmoción proveniente de la calle y todos oyeron un relincho antes de que Farid se les acercase a la carrera.
—¡Habibti!
—¡Farid!
Y ella no lo dudó, se lanzó en sus brazos y pronto le estaba cubriendo el rostro de besos mientras él no paraba de acariciarle como queriendo asegurarse de que ella estaba sana y salvo.
—Creí que te perdería para siempre.
—Eso nunca, Farid. Clío me rescató y me ayudó a regresar a ti.
Al instante, el hombre hincó una rodilla frente a la joven y realizó un juramento en árabe.
—¿Qué…?
—Como tú le has devuelto su vida, él a cambio te ofrece un juramento de por vida de asistirte hasta su último aliento.
Mientras que a muchos les hubiese resultado extraño, Clío asintió y aceptó lo que Farid le ofrecía. Luego procedió a meterse en la casa en busca de su prima.
—Y ahora nosotros debemos volver a casa —susurró Fátima, guiándolos a todos a su carruaje manejado por el fiel cochero de Kenneth, que tenía órdenes de proteger a la dama contra todo y todos.
El grupo asintió y pronto Evie se encontró usando un vestido prestado por Olivia y bebiendo un tradicional té calmante elaborado por Fátima mientras Farid no se despegaba de su lado.