Capítulo 5

A la mañana siguiente…

—Miren… El ángel caído —susurró una dama de manera muy poco disimulada mientras el príncipe pasaba junto a ellas por la vereda.

Raafe rio por lo bajo, divertido ante el apodo que acompañó a su amigo hasta la capital londinense. Hizo una reverencia ante las damas, quienes rieron ante su atrevimiento pero, dado que lo consideraban solamente un sirviente de Farid, no le dieron importancia alguna a sus actos.

—De no ser por Olivia y Emma ya estaría de regreso de Bahrain… —masculló más que molesto el hombre a su lado mientras se apresuraba a continuar su camino en dirección a la nueva residencia de la menor de sus hermanas.

Aunque no estaba lejos de la residencia de su madre, el príncipe no quiso saber nada acerca de utilizar uno de los engorrosos carruajes para trasladarse. Raafe era consciente de lo mucho que su amigo extrañaba la libertad del desierto. Incluso el palacio le permitía mayor libertad de acción y movimiento que la atestada ciudad.

Sin mencionar que habían tenido que cambiar su vestimenta tradicional por la restrictiva moda inglesa que apretaba en lugares que no debían ser apretados. Aunque Raafe reconoció que se estaba divirtiendo mucho con el llamado bombín. Un simpático sombrerito que parecía un círculo partido al medio y encajaba perfecto con sus alocados bucles azabaches.

—¿Acaso cierta señorita no tiene influencia alguna en ese deseo? —se aventuró a preguntar finalmente cuando notó que Farid se molestaba más y más con cada paso que daba y la atención que atraían. Pero tan solo recibió un gruñido como respuesta.

No que alguien pudiera culpar a las damas. Incluso con la vestimenta tradicional, la piel dorada de su príncipe y sus penetrantes ojos pálidos eran como una vela encendida en medio de la noche más oscura, pudiéndose ver desde todos lados. Sin mencionar que su estatura de metro ochenta y su cuerpo bien trabajado por años de equitación y entrenamiento, hacían la delicia de las damas.

Raafe era consciente que Farid incluso había recibido propuestas de casadas y comprometidas invitándolo a compartir sus lechos pero desde que conociera a la joven Evie, no hubo ninguna otra mujer en su vida.

—La joven Olivia va a estar feliz de verte —comentó en un intento por distraerlo de su mal humor. Un Farid con mal temperamento no era algo agradable… para nadie.

Eso finalmente pareció relajarlo porque un asomo de sonrisa apareció en sus labios. Desde que descubriera por su padre la verdad sobre Fátima y sus medio hermanas que no dudó en volverlas el centro de su mundo… siempre y cuando eso no desplazase a Evie del lugar central.

—Oli es ahora una dama casada, dudo mucho que el ver a su hermano le traiga tanta felicidad —le respondió el príncipe.

—Ambos sabemos que eso es mentira. Y Emma está fuera de sí de felicidad. Sin olvidar a Fátima —le recordó el joven mientras continuaba hablando y gesticulando alrededor del príncipe.

—No me sorprende que atraigamos tanta atención en la calle, amigo, tu comportamiento de mono alocado es imposible de ignorar —finalmente bromeó Farid sacudiendo la cabeza divertido a lo que Raafe rio y continuó con su comportamiento, todo por hacer feliz a su amigo.

—¡Farid! —El grito de Emma fue la única advertencia que recibió antes de que el pequeño cuerpo femenino se lanzase sobre él.

Instintivamente la atrapó en sus brazos y dio una vuelta con ella aún sujeta en ellos.

—¿Vienes a verla a Oli?

—Sí. Sé que ha estado muy ocupada con una vieja amiga pero decidí que ya había transcurrido el tiempo suficiente y era prudente visitarla —declaró con decisión haciendo que la joven riera.

—Comprendo que tienes tu propia vivienda aquí pero no necesitas de excusas para visitarnos, hermano. Las puertas de nuestros hogares siempre están abiertas para ti y serás bienvenido. Incluso si nos enojamos —le respondió con convicción Emma robándole una radiante sonrisa al príncipe y, a su vez, haciendo que Raafe iniciara su alocado andar en torno a ambos mientras los escuchaba conversar.

—Al menos la temporada ya termina. Estoy harta de los ajustados corsés y tener que posar como una flor en un rincón mientras todos murmuran sobre nosotros.

—¿Nosotros? ¿Acaso alguien te ha ofendido? —Por instinto Farid buscó su cimitarra y al no hallarla, enseguida aferró el puñal que llevaba oculto bajo el saco.

—Cálmate, hermano. La sociedad londinense vive para esos momentos. Aman los rumores y todos en un momento u otro han sido víctima de ellos —se apresuró a tranquilizarlo. Lo último que necesitaban era tener un incidente internacional que complicara las negociaciones entre la corona y Bahrain—. Además, un príncipe árabe es algo difícil de ignorar… incluso para ellos que se creen por encima de esa clase de murmuraciones.

Emma rio y le restó importancia a la situación.

—Además, sabes que Andrew se encuentra aquí y, al igual que tú, está más que dispuesto a defender nuestro honor. No es como si Wulf no estuviese dispuesto a desafiar a cualquier que siquiera ose mirar de reojo a nuestra hermanita —comentó mientras se aferraba al brazo de Farid.

—No es tan diferente a las intrigas palaciegas en la corte del jeque —respondió Raafe intentando también restarle importancia a la situación.

Farid asintió pero este se detuvo repentinamente, su mirada fija hacia el frente.

—¿Farid?

Pero este no respondió. Su mirada estaba fija en la joven que estaba subiendo al carruaje delante de la casa de Olivia. Sintió que el corazón le latía enloquecido en el pecho mientras la lustrosa cabellera cobre reflejaba los rayos del sol antes de desaparecer en el interior del mismo.

La mirada de Raafe siguió la línea de su mirada y ambos observaron el coche pasar a su lado pero les fue imposible distinguir a la gente que viajaba en el interior desde donde se hallaban.

—¿Farid? ¿Ocurre algo? —La preocupación en la voz de Emma fue lo que finalmente le hizo reaccionar pero a la joven no se le pasó por alto la manera en que se había llevado una mano al pecho donde aferraba con fuerza un dije de tonalidad cobriza, un granate, engarzado en oro, colgando de una delicada cadena del mismo material.

—Creí ver a alguien.

—Pues ese alguien debe de ser muy importante para obtener semejante reacción de ti.

—Emma…

—No, Farid. Nos conocemos desde hace poco pero eres mi hermano y si una mujer se ha robado tu corazón, quiero saberlo.

—No es tan simple, Okht sghira —le susurró.

—Hazlo simple, al’akhu al’akbar —le respondió con decisión la joven.

—Conocí a alguien estando con Saif, pero ella no sabe nada sobre quién soy yo realmente. Y luego ocurrió toda la situación con Jaduna y yo no pude regresar como le prometí.

—Y ahora no sabes dónde está ella.

—Ni Raafe ha logrado localizarla.

—¿Y Saif?

—Se ha mostrado inusualmente reticente a darme información al respecto.

—Yo te ayudaré, hermano. Si esa joven es ella basta con preguntarle a Olivia y…

—No, Emma, por favor… Solo… déjalo estar.

Aunque la joven no comprendía su reticencia, finalmente asintió y ambos entraron a la casa de Olivia. Sin que se hiciera ninguna mención la misteriosa joven que podía ser o no su Evie.