Dos semanas más tarde…
Cumpleaños de lady Olivia
Evie no tuvo más que reconocer que la labor realizada por Fátima en los jardines de la residencia era impactante. Habiendo vivido ella misma en un campamento beduino y así mismo habiendo tenido la posibilidad de reconocer más de un palacio real, realmente sentía como si hubiese viajado de vuelta al Sahara. Casi esperaba ver aparecer a Saif junto con su padre, ambos bromeando sobre algo.
Pero cuando eso no ocurrió tan solo suspiró pesarosa. Sin Saif era aún menos probable que apareciera Farid. Inconscientemente se llevó una mano al dije y continuó observando a su alrededor, asegurándose de mantener una distancia políticamente correcta con el resto de los invitados que genuinamente parecían haber caído bajo el hechizo creado por Fátima.
—¿No te recuerda al campamento de Saif, cariño? —La voz de su padre, el tono anhelante, no le sorprendió.
—Así es. Parece salido de Las mil y una noches. Casi espero ver a Sherezade aparecer para continuar con su eterno relato y así salvar su vida —susurró bajo no queriendo que nadie escuchase su conversación.
Evie podía imaginar las reacciones de los presentes si supieran que su padre le había permitido leer un libro como aquel y no la versión censurada, sino la traducida por sir Richard Francis Burton. Se armaría un verdadero escándalo. No es que la avergonzase la educación liberal que su padre le había otorgado, pero había momentos en los cuales podía resultar ser un verdadero problema. Como en noches como aquellas.
Estaba cansada de no poder sostener una conversación decente con casi ningún invitado más allá de Olivia y su familia simplemente porque, a ojos del resto, ella era una joven soltera presentándose en sociedad para buscar un marido apropiado. Y nada podía estar más lejos de la verdad que eso…
Volvió a suspirar y aceptó el afectuoso beso en la frente que su padre le ofreció. Necesitaba aunque fuese ese pequeño consuelo si quería sobrevivir a la noche. Cuando el hombre se alejó, Evie volvió a notar que arrugas de preocupación marcaban su rostro.
Lo que a su vez le generaba preocupación, porque era consciente de que su padre no tenía razones para preocuparse. A pesar de no haber podido investigar los túmulos, gracias a Saif habían regresado a Londres con varios tesoros arqueológicos que incluso fueron mostrados a su real majestad. Lo que de hecho debería haberle hecho relajarse.
Perdida en sus pensamientos, no fue consciente de que cada vez iba arribando más gente hasta que se halló rodeada por completos desconocidos. Inhaló hondo y se resignó a pasar otra noche más pretendiendo ser quien no era.
—¿Evie? —la llamo inesperadamente una voz a sus espaldas.
—¡Olivia! ¡Feliz cumpleaños! —Se giró y abrazó feliz a su amiga y le dio un sonoro beso en cada mejilla sorprendiéndola y al mismo tiempo haciéndola reír.
A pesar de haber llegado temprano, la joven había estado misteriosamente ausente mientras que Fátima y lord Wentworth hicieron los honores de recibir a todos los invitados.
Considerando que la joven estaba embarazada, su ausencia no se le hizo del todo extraña a Evie, pero cuando vio el más que obvio sonrojo en el rostro femenino y el cabello ligeramente desaliñado del conde supo que la cuestión había pasado por otra parte.
Estuvo tentada de bromear, pero finalmente tan solo enarcó una ceja de modo sugerente lo que hizo que Olivia estallara en carcajadas mientras se apresuraba a acomodarse algunos mechones sueltos que se le habían escapado del elaborado peinado.
—Ven. Quédate conmigo. Wulfgar tiene que conversar con algunos caballeros y Emma se las ha arreglado para volver a desaparecer —le susurró bajo la joven mientras enlazaba sus brazos—. Además, sé que odias tanto como yo el tener que comportarte como una «perfecta flor inglesa».
Esta vez fue su turno de reír ante la descripción tan acertada de su amiga y se apresuró a asentir mientras veía al conde alejarse en dirección a unos caballeros luego de asegurarse que ambas se hallaban bien.
—Él se preocupa demasiado —declaró Oli sorprendiéndola.
—Lo raro sería que no lo hiciera. Recuerda que no fuimos criadas como el resto de las damas aquí presentes.
—Te sorprendería —la interrumpió Oli, e hizo un muy poco sutil gesto en dirección a diferentes damas que se hallaban presentes—. Lady Calíope Kensington… la duquesa, es americana. Una de sus hermanas está casada con lord Byron y su otra hermana está casada con un príncipe ruso.
—¿En serio? —Esa era una de las desventajas de pasar tanto tiempo alejada de Londres. A menudo se perdía todas las novedades y por lo visto en los últimos dos años se había perdido de mucho.
—Sí. Ellas y sus amigas se autoproclamaron «las casi floreros». Y te aseguro que no les ha ido nada mal en el mercado matrimonial. Lo mismo por las damas consideradas inadecuadas. Con ayuda de lady Clarisse y lady Desdémona también han hallado matrimonios por amor… —La gratitud era más que obvia en el rostro de la joven, y Evie la observó por varios segundos en absoluto silencio—. Y aún siguen ayudando a cualquier joven que ellas consideren que lo necesite.
—¡Ellas te consiguieron a tu conde!
Oli sonrió y asintió dirigiendo una mirada hacia su marido, quien, a su vez, las estaba observando y al verla reír relajó visiblemente su postura.
—Si tú lo deseas, ellas podrían…
—No. No. No —se apresuró a negar Evie mientras se llevaba una mano al dije—. Si las circunstancias fueran otras, quizás aceptaría. Pero la realidad es que no quiero atarme a un hombre que espere que me comporte como una desabrida criatura, sosa y aburrida.
—No todos los caballeros son así.
—He pasado demasiado tiempo con papá y en campamentos beduinos, Oli. Sabes que mi infancia aquí en Londres junto a mi tía fue hace veinte años atrás. Apenas sí lo recuerdo. Todos mis recuerdos cargados de afecto están relacionados con lugares muy lejos de aquí —continuó intentando justificarse a su amiga.
—Me parece que es otro recuerdo el que te impide dar ese paso, mi querida amiga.
—Oli, por favor…
—No quiero verte triste, Evie. Quiero que seas tan feliz como yo… —le susurró dándole un suave apretón en el brazo.
—Sé que estoy siendo ridícula. Fue una sola noche, pero…
—Pero a veces un instante lo es todo —le susurró Oli cómplice, recordando ciertos momentos especiales con su esposo.
—Salvo que puedas hacer que Farid mágicamente se manifieste aquí en este mismo instante, olvídalo, prefiero continuar soltera y esperar a mi próxima visita al campamento de Saif.
—¿Farid? ¿Saif?
—¿Los conoces? —Evie era consciente de que eso era una posibilidad considerando que tanto Oli como Emma habían nacido en Bahrain, pero la realidad era que hasta esa noche no se atrevió a mencionar el nombre de su misterioso tuareg.
—Evie, tienes que hablar con mamá. Ella va a querer saber que tú y él se conocen… —Sin darle tiempo a nada, la joven se halló siendo prácticamente arrastrada por en medio del salón, y con Oli apenas respondiendo a las felicitaciones por su cumpleaños.
Para cuando llegaron junto a la dama en cuestión, inmaculadamente enfundada en un vestido azul eléctrico que hacia resaltar su piel dorada y sus cabellos azabaches, Evie deseó no haber aceptado colocarse uno de esos corsés de torso completo que tan de moda se habían puesto porque sentía que le faltaba el aire, pero ante la reacción de su amiga no pudo más que apresurarse a seguirle el ritmo.
—Mamá.
—Oli, ¿está todo bien? —La suspicaz mujer enseguida paseó la mirada entre ambas y finalmente le susurró algo a su marido en el oído, quien las excusó a las tres, y ella guio a las dos jóvenes a la biblioteca donde podrían hablar a solas.
—¿Qué ocurre? No me digas que esas brujas le están haciendo pasar un mal rato a Evie porque te juro…
—No, mamá. ¡Evie conoce a Farid!
—Entonces… ¿será posible que seas la mujer de quien nos habló Emma?
A pesar de pasar tiempo con Oli, Evie aún tenía que conocer a su hermana mayor, por ende no tenía ni idea de qué le estaban hablando. Sin mencionar que aún seguía luchando por lograr que una bocanada normal de aire se abriera paso hacia sus pulmones.
—Ella tiene un pendiente —le confió la joven a su madre, y cuando esta le pidió verlo, aunque Evie no se lo quitó, sí permitió que la dama lo examinara con detenimiento.
—¿Cómo conociste a Farid?
—En el campamento de Saif. Él y mi padre son buenos amigos desde que yo tengo memoria. Él es como un tío para mí.
—Saif… Debí suponerlo. Tu padre es a quien llama «Profesor».
Evie se apresuró a asentir mientras sentía que se le aceleraban los latidos del corazón y un sonido extraño comenzada a zumbarle en los oídos.
—Cuando él sepa que estas aquí…
—¿Lo conocen?
—Por supuesto que me conocen, Fátima es mi madre y Oli y Emma son mis hermanas menores. —La profunda voz hizo que se le erizara la piel por completo.
Evie se giró con rapidez pero apenas sí fue capaz de perderse en la mirada de Farid que sintió que el mundo se desenfocaba a su alrededor y sus piernas cedieron bajo su propio peso. Se hubiese desplomado sobre el piso de madera de no ser por el fuerte par de brazos masculinos que la atraparon. El aroma de almizcle y esa esencia viril tan única de Farid inundó sus sentidos y fue lo último de lo que tuvo conciencia.