Conociendo extrañas peculiaridades de las moscas prefiero guardar distancia y no tener trato directo con ellas. En la brevedad pasaré el tema a otros. El ciclo de las manchas solares, que se manifiesta cada once años y que probadamente influye en tempestades y agravación de enfermos, es de por sí inquietante. Saber que las mutaciones en la descendencia de una pareja de moscas guardan relación con ese ciclo regular y solar me las hace más temibles. Cuando una camina por mi mano antes de que la espante, me disgusta pensar que me aplica, aunque microscópicamente, las ventosas de sus patas.
Creo que es de Michaux esta precisión indignada: «La mosca está tan bien organizada que ha logrado frecuentar asiduamente al hombre desde hace millones de años, sin ser despedida ni puesta a trabajar». Pero lo peor es la historia de esos ojos facetados que sin duda me ven a mí como un monstruo y que, ahora lo sé, nos espían cuando nos creemos a solas con nosotros mismos. Confío en Augusto Monterroso cuando dice:
Son las vengadoras de no sabemos qué; pero tú sabes que alguna vez te han perseguido y, en cuanto lo sabes, que te perseguirán siempre. Ellas vigilan. Son las vicarias de alguien innombrable, buenísimo o maligno. Te exigen. Te siguen. Te observan.
Pese a todo, no puedo ser partidaria de la drosera, cuyo sistema de alimentación a base de moscas atrapadas me da asco, ni de la aristoloquia, otra flor que la aprisiona y a veces la mata para lograr ser fecundada. Entonces:
Nada más seguro para la mosca que colocarse en el matamoscas (Lichtenberg).
Cuando una mosca es aplastada, no es la mosca en sí la que muere. Solo se ha aplastado su fenómeno (Schopenhauer).
Las moscas de hoy
no son las moscas de antes
son menos alegres
más pesadas, majestuosas y graves
más consientes de ser raras
saben que las espera el genocidio
Alegres se pegaban en mi infancia
de a cientos, quizás de a miles
sobre el dulce papel que iba a matarlas
iban a encerrarse
de a cientos, de a miles quizás
en botellas de una forma especial
patinaban, pataleaban, perecían
de a cientos, de a miles quizás
abundaban
vivían
Ahora vigilan su conducta
Las moscas de hoy
no son las moscas de antes
Raymond Queneau