—Solo lo que tú quieras o puedas contarnos, claro.
—Bueno, pues, sobre todo, alguna baja fingida. Aunque también contravigilancia. Tú ya sabes cómo están de duros los negocios, Rubén: a la que te despistas, tienes al empleado que menos te imaginas vendiéndole información a la competencia.
El comisario Benavides pareció darse por satisfecho. Serrano, en cambio, miró sus papeles como si hubiera encontrado de pronto un moco pegado en uno de ellos. Leyó:
—Raúl Silva desapareció el viernes, 2 de agosto...
—Lo sé —interrumpió Perera—. Acompañé a su mujer ese domingo, el día 4, a interponer la denuncia. Después te llamé a ti, Rubén, para ver si podías hacer algo, ¿te acuerdas?
—Me acuerdo.
Serrano hizo caso omiso de ese intercambio, diciendo:
—Y lo encontraron el día 18, anteayer, en una obra abandonada. ¿Lo sabía?
—Claro. Me quedé hecho polvo. Luego me llamó su mujer. Estuve ayer mismo con ella.
—¿Cómo está? —preguntó Benavides.
—Ya te lo puedes imaginar, Rubén. Pobre Marta... Trabajó conmigo muchos años, hasta que se casaron. Ahora...
—Raúl Silva —apostrofó el inspector jefe— presentaba cinco impactos de bala. Coincidentes con la pistola Glock del 9 mm Parabellum que tenía junto a su mano el cadáver de Aday Jiménez Santana. ¿Lo conocía usted?
—No me suena de nada.
—¿Está seguro?
—Sí, estoy seguro.
Serrano apretó los labios de una forma que a Perera no le agradó nada, y luego informó:
—Jiménez Santana falleció, al parecer, ese mismo día.
—Es lo habitual en los cadáveres —dijo el empresario.
—¿El qué?
—Haber fallecido —respondió Perera con frialdad. El inspector jefe comenzaba a caerle francamente mal.
Benavides reprimió una sonrisilla. Serrano, en cambio, le despreció el chiste. No le gustaban los graciosillos. Mucho menos los que tuteaban a su jefe.
—Silva tenía también un revólver en la mano. Un Astra, de su propiedad, con la licencia en regla. Todo apunta a que llegaron a la obra por la parte de arriba. Se encontraron allí dos coches: un Lada cuatro por cuatro que pertenecía a Silva y un Volkswagen modelo Tiguan. Por cierto, ¿a que no sabe a nombre de quién está el Tiguan?