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Dos días después del fallo del ensayo, Jurgen recibió una llamada de Lehmann. El vídeo de la prueba estaba listo. ─Está todo preparado en la sala de proyección─, dijo Lehmann. ─Yo ya lo he visto, así que puedo verlo contigo.
Jurgen miró su reloj, las dos de la tarde. ─Ahora voy─, dijo.
Ordenó sus papeles, se levantó y bajó la corta distancia que había desde el pasillo hasta la sala de proyección. Lehmann y Hartman le estaban esperando. ¿Quién se lo ha dicho a Hartman?, se preguntaba Jurgen mientras se acercaba a ellos.
Una vez dentro de la sala de proyección, Jurgen se sentó rápidamente. Hartman tomó asiento un par de filas por detrás. Lehmann fue hacia el proyector, apagó las luces, y procedió a proyectar el vídeo del ensayo. ─Como ya saben tenemos cámaras dispuestas en varias localizaciones por todo el lago─, explicó. ─Se encienden, por control remoto, cuando el misil alcanza la posición de la cámara. En el caso de esta prueba solo se activaron cinco cámaras.
La película comenzó. ─Aquí podemos ver el torpedo saliendo del cañón─, continuó Lehmann. ─Fíjense en la parte trasera, parece un trozo de cable saliendo del alerón. Unos segundos más tarde, la segunda cámara recoge el torpedo. Ahora se puede ver el cable con más claridad. Parece que esté enrollado a uno de los alerones.
─ ¿Podemos detener la filmación, justo aquí?─ Preguntó Jurgen. Lehmann paró la película, y Jurgen se acercó a la pantalla. El cable se podía ver claramente.
─Me pregunto ¿qué es eso?─ Preguntó Jurgen. ─Está claro que no es una parte del misil─. Entonces se giró y volvió a su asiento. ─Continúa─, ordenó a Lehmann.
El proyector comenzó a girar de nuevo, y Lehmann continuó. ─La tercera cámara muestra claramente una bobina de cable unida al alerón, y como pueden ver hay un ligero movimiento hacia la izquierda. El movimiento parece empeorar en la cámara número cuatro. Finalmente, la cámara cinco muestra un claro movimiento violento hacia la izquierda, y el misil desaparece de la vista.
─ ¿Sabemos de dónde viene el cable?─ Preguntó Jurgen.
─No estamos seguros─, respondió Lehmann. ─Pero parecen filamentos de cable en la salida de los cañones. Dejados atrás por accidente durante los trabajos de construcción, espero.
─Por accidente─, exclamó Hartman. ─Eso no tiene sentido, claramente ha sido un acto de sabotaje deliberado.
─Un momento, un momento, eso no lo sabemos─, dijo Jurgen.
Hartman lo sabía. Era sabotaje, tan simple como eso. ¿Qué sabría Jurgen sobre esas cosas, con sus normas de cálculo y su actitud superior? ─Ha sido un acto de sabotaje, se lo digo yo─, dijo.
─Sugiero que enviemos algunos buzos, que examinen la zona y que aclaren el resto de esta porquería─, dijo Jurgen.
─Ya he dado las órdenes─, dijo Lehmann. ─Llevaran a cabo la inspección mañana a primera hora.
Hartman le echó una mirada a Lehmann. ─Como oficial a cargo de la seguridad, esas órdenes no se deberían haber dado sin mi autoridad─, dijo. ─Debo estar en la estación de buceo cuando los buzos regresen a la superficie. Háganme saber cuándo sea─. Hartman saludó y salió como un rayo de la habitación.
─Abusando de su posición otra vez─, dijo Jurgen.
─Lo debería haber sabido─, dijo Lehmann mientras se ponía de pie y se dirigía a la puerta. ─De todos modos, no te preocupes, Franz. Estaré allí también. Te haré saber qué ocurre. Debería ser mañana sobre el mediodía.
***
El día siguiente dos buzos esperaban en el borde del lago. Con ellos estaban el Dr. Lehmann, y el mayor Hartman. Hartman les había dado órdenes. Iban a registrar todo lo que descubrieran. Se iba a grabar en vídeo y tomar fotografías, y todos los diagramas que se consideraran necesarios. Una vez que la situación se hubiera registrado, se harían todos los arreglos para despejar la zona.
Una vez que confirmaron que lo habían entendido, los buzos se adentraron en las oscuras aguas del lago. Encendieron las linternas, y se dirigieron a la escotilla desde donde salió el torpedo. Las escotillas estaban a unos siete metros por debajo de la superficie, y no tardaron mucho en llegar al lugar. Más allá de la escotilla del torpedo había una pequeña rampa de hormigón, que también formaba parte de la pared maestra de la sección subacuática del edificio. Había escombros olvidados por el constructor yaciendo en la rampa de hormigón, incluyendo filamentos de cable reforzado. Fotografiaron la zona desde todos los ángulos posibles y se grabó en cinta. Después, los buzos regresaron a la superficie para informar de sus hallazgos. Más tarde, ese día, recibieron órdenes de regresar al lugar, y limpiar los restos de basura de la zona de la escotilla.
Al día siguiente, Lehmann informó a Jurgen que los buzos habían limpiado la zona, y que ahora ya estaba lista para un siguiente ensayo. ─Parece que se cayó una gran cantidad de cable suelto durante el trabajo de construcción, y eso fue lo que causó el problema.
Tal y como Jurgen había sospechado.
─Hartman aún sigue convencido de que fue sabotaje, por supuesto─, continuó Lehmann. ─Ha pedido un registro fotográfico completo, que debería estar listo pasado mañana. De todos modos, la zona ya está completamente limpia y no debería haber ningún problema para la siguiente prueba.
Gracias a dios por eso, pensó Jurgen. ─Espero que Hartman no le dé mayor importancia a esto. Incluso, si hubiese sido sabotaje, fue un intento bastante flojo─. Es una lástima que alguien no pudiera sabotear a Hartman. Jurgen sabía que no debería pensar de esa forma, pero había veces que no podía evitarlo. Debo concentrarme en el próximo ensayo, no debe haber ningún obstáculo. Debe ser un éxito. ─Hablando del ensayo, será mejor que compruebes que se hacen los arreglos necesarios.
─De acuerdo─, dijo Lehmann. Alcanzó el teléfono y marcó la extensión correspondiente. ─Behr─, dijo, cuando le respondieron. ─Solo estoy comprobando que se puede realizar la prueba la semana que viene, ¿están los arreglos en marcha?
Le dijeron a Lehmann que todo iba sobre ruedas. El arma ya se había transportado a la sala de lanzamientos, siguiendo el examen físico preliminar. Estaría preparado, y cargado en dos días. Al día siguiente se armaría, y se cargaría en el cañón de la sala de pruebas número 1, para ser lanzado más tarde, ese mismo día.
***
─Estas son las fotografías que muestran la basura en las escotillas del torpedo─, dijo Hartman, mientras irrumpía en la oficina de Jurgen, al día siguiente. Jurgen acababa de llegar y aún no había tenido tiempo de colgar su abrigo. Hartman tiró las fotografías en el escritorio. ─Claramente un acto de sabotaje, como dije que era. ¿Qué dice ahora?
Jurgen intentó no mostrar su enfado. Tomó las fotografías, se giró dándole la espalda a Hartman y las examinó. Lo cierto era que tenía que admitir que era difícil imaginar que esos escombros hubieran caído en esa posición por accidente. Sin embargo, la zona estaba a siete metros por debajo de la superficie del lago, habría sido difícil colocar el material en ese punto exacto. Además, si había sido sabotaje, había sido un intento bastante flojo ya que no había ninguna certeza de que pudiera causar algún daño.
No, no estaba convencido. Sin embargo, claramente, Hartman lo estaba, y buscaba el apoyo de Jurgen para así poder proceder con los interrogatorios. Jurgen sabía que si no apoyaba a Hartman era probable que pudiera implicarle como participante en la teoría del sabotaje. Por otro lado, si le apoyaba, sería parte de la investigación formal, y sus posteriores repercusiones. Tenía que ser cuidadoso. ─Bueno, Mayor─, empezó a decir muy despacio, deliberadamente. ─No estoy del todo convencido de eso.
─Fue sabotaje─, interrumpió Hartman. ─No me cabe duda.
Jurgen sabía que no había sido sabotaje, pero también sabía que Hartman era terco. ¿Qué podía hacer? ─Bien, Mayor. Si cree que tiene pruebas suficientes, entonces debe proceder a sus investigaciones─. Volvió a mirar las fotografías, y deseaba que Hartman pudiera desaparecer. ─Lo dejo enteramente en sus capaces manos─, continuó. ─No quiero robarle más tiempo, Mayor. Estoy seguro de que es un hombre muy ocupado, y tiene mucho que atender.
Hartman juntó los talones. ─Heil Hitler─, dijo en tono muy alto. Se dio la vuelta y abandonó la habitación.
***
La mañana del segundo ensayo llegó. Jurgen se despertó y miró por la ventana, hacia el cielo. Estaba encapotado y gris. Enormes nubes de lluvia se amasaban en el cielo y se dirigían hacia el complejo. Se empezaba a formar viento que soplaba con mucha fuerza. Va a haber tormenta, pensó Jurgen. La prueba empezaba con dudas. Otro revés al programa. Berlín no estaría contento, y Hartman sacaría el máximo provecho. Probablemente el clima sería parte del plan de sabotaje del proyecto.
Si llovía, llovía. No había nada que Jurgen pudiera hacer al respecto. Los preparativos para la prueba seguirían adelante, al menos. Aunque el arma no se armaría en ese estado. Jurgen se vistió rápidamente y se dirigió por el lago hacia el complejo. Mientras se acercaba al edificio, un trueno retumbó y la lluvia empezó a caer, el viento crecía y azotaba los árboles.
Entró rápidamente en el edificio y se sacudió la lluvia de la ropa. Avanzó por el pasillo, saludando a varios subordinados por el camino hasta que llegó a su oficina. Unos instantes después llamaron a la puerta. Era uno de los técnicos más jóvenes. Era Hertz, o quizá Steiner. No era bueno con los nombres de esos jóvenes oficiales. Todos se parecían.
─Heil Hitler. Teniente Behr, comandante─, dijo el joven mientras levantaba la mano derecha al aire y juntaba los talones. ─El Dr. Lehmann me envía para pedirle órdenes sobre la prueba de hoy, en vista del tiempo.
Behr, eso era. De verdad necesito recordar esos nombres. ─Heil─, dijo Jurgen casi en un suspiro, y levantando su mano en un saludo poco entusiasta. Algunos de estos jóvenes oficiales eran tan entusiastas en lo referente al socialismo nacional, podían ser un peligro. ─Le puede decir al Dr. Lehmann que puede proceder con los preparativos iniciales. El misil se puede colocar en la instalación de lanzamiento. Puede prepararse y cargarse, pero no armarse de momento. La monitorización, y los dispositivos de registro pueden aplazarse. Entonces esperaremos y desearemos un respiro en el tiempo. Hablaré con el Dr. Lehmann yo mismo, más tarde, durante el día de hoy. Eso es todo.
Behr hizo otro saludo nazi y se marchó. Jurgen lo observó mientras salía de la habitación. Entonces, de repente, cayó en la cuenta. «Ahí va el espía de Hartman. De ahí es de dónde saca la información tan rápidamente» se dijo a sí mismo. Debo advertir a Theo de que no diga demasiado delante de ese oficial.
Jurgen se sentó y volvió su atención a las cartas, y a los telegramas, que le habían llegado ese día. Había varios documentos técnicos, relacionados con armas que esperaban ser probadas, junto con horarios de cuando deberían llegar al complejo. Había documentos clasificados detallando la situación de la guerra, aunque sabía que la mayoría era propaganda. Había cartas de casa, de su esposa, Lisa. Las guardaría hasta más tarde. Por último, había un comunicado desde Berlín. Iba a haber una visita oficial el 20 de enero. En solo cinco semanas, todo el mundo tendría que estar informado, especialmente Hartman. Jurgen encendió el intercomunicador.
─A todo el personal, a todo el personal─, anunció. ─Aquí el comandante. Les informo que habrá una visita oficial de Berlín el próximo 20 de enero. Por favor, asegúrense de que todo está en orden─. Apagó la máquina.
Decidió comprobar el tiempo. Salió de la oficina y caminó por el pasillo hasta la zona de salida. Aún llovía con bastante intensidad, pero los truenos habían cesado, y el viento parecía haberse calmado. Volvió al interior y caminó de vuelta al pasillo, pasando por su oficina. Continuó hasta llegar a la oficina de Lehmann. Llamó a la puerta, y entró. Lehmann levantó la vista.
─ ¿Estás solo?─ Preguntó Jurgen.
Sobresaltado, y un poco sorprendido por la pregunta, Lehmann respondió que sí lo estaba.
─Bien─, dijo Jurgen. Dio un paso atrás hacia el pasillo, y con cuidado miró en ambas direcciones. Satisfecho que no se acercara nadie, continuó. ─Estoy preocupado por ese joven, Behr. Estoy convencido de que es un espía de Hartman, y que debemos ser muy cuidadosos con lo que decimos delante de él.
─Behr─, repitió Lehmann. ─ ¿Qué te hace pensar eso?
Jurgen miró a Lehmann unos instantes, e iba a responder cuando a puerta se abrió y entró Behr.
─Mis disculpas, comandante─, dijo. ─No sabía que estaba usted aquí. ¿Debo irme?
─No, está bien─, dijo Jurgen bruscamente, preguntándose si habría oído algo de lo que acababa de decir. ─Pase. Terminaré pronto─. Entonces se volvió hacia Lehmann. ─Así que, ¿estás de acuerdo con mi evaluación del asunto?
─Bueno, lo cierto es que es una gran posibilidad─, dijo Lehmann. Behr continuó firme, ligeramente confundido. Lehmann le miró directamente. ─ ¿Qué hay sobre los preparativos para la prueba? ¿Cómo están progresando?
─Todo está listo, doctor, aparte de armar el arma, que solo nos llevará unos minutos.
Jurgen miró su reloj. ─Sugiero que comprobemos otra vez a la una en punto─, dijo. ─Con suerte el tiempo habrá mejorado para entonces.
***
Unos minutos más tarde, Jurgen llegó a su oficina. No se había sentado todavía cuando sonó el teléfono. Era Hartman. ─Tengo entendido que se ha fijado una hora para la prueba, a la una en punto, ¿es correcto?
─Sí, lo es─, dijo Jurgen. Ahora estaba seguro al 100% respecto a Behr. ─Mayor, le haré saber si la prueba se realiza hoy, adiós─. Colgó, esperando no haber sido demasiado cortante.
Ahora tenía tiempo de leer las cartas de casa. Las sacó. Había cuatro cartas. La última con fecha del 26 de noviembre, hacía casi cuatro semanas. Fue a la más temprana, con fecha del 18 de octubre; hacía casi ocho semanas. Empezó a leer, ─Mi amado Franz...
***
Hacia la una en punto el viento había cesado considerablemente, y la lluvia se había convertido en una ligera llovizna. Jurgen dio la orden de armar el torpedo, y que el ensayo se llevaría a cabo a las dos de la tarde. A la una y media la profundidad y la distancia estaban instaladas. Los monitores y el equipo de registro se estaban dejando preparados. Lehmann estaba ya sentado en posición en el panel de control, con Behr a su lado. Al otro lado, unos cuantos técnicos pulsaban varios diales y medidores. De pie, al fondo de la habitación, se encontraba Hartman. A la una y cincuenta, Jurgen entró en la habitación.
─Comprobación final, caballeros─, dijo. ─El tiempo aún se mantiene─. Se detuvo y miró por la habitación. ─ ¿Está todo listo por aquí?─ Una respuesta afirmativa llegó por parte de todos los técnicos, incluyendo Lehmann. Con eso se dio la orden de proceder con el ensayo.
─Escotilla exterior abierta. Fuego en diez segundos─, dijo Lehmann mientras comenzaba el procedimiento. ─Cinco, cuatro, tres, dos, uno─. Y pulsó el botón de lanzamiento con firmeza. El Torpedo XJ479/D salió suavemente del cañón, bajando a un ligero ángulo mientras se alejaba de la rampa, y se enderezaba. Continuó por el camino asignado, y poco a poco incrementaba la velocidad. En poco más de cuarenta segundos alcanzó su objetivo localizado a unos 1000 metros, y el explosivo detonó.
Pareció ser un éxito rotundo, y ambos Lehmann y Jurgen se felicitaron espontáneamente. Behr miró hacia Hartman, que se acercó a la mesa de control. ─Berlín estará encantado de saber que este ensayo ha ido bien, sin incidentes, gracias a la vigilancia de las S.S.
─Cierto─, dijo Jurgen, con vacilación. Entonces se volvió a Lehmann, ─necesitaré un informe completo, incluyendo fotografías tan pronto como puedas. Estaré en mi oficina.
Durante el curso de las siguientes semanas se llevaron a cabo una serie de pruebas utilizando diferentes fuentes de energía, una variedad de combustibles y varias profundidades. Experimentaron con diferentes explosivos, detonando cargas de hasta 4000 kilogramos, y a diferentes profundidades. Los ensayos normalmente se desarrollaban sin incidentes, y eran bastante rutinarios. Lehmann empezaba a construir una gran cantidad de datos útiles, y los trabajos de desarrollo estaban yendo bien. Hartman estaba sorprendentemente tranquilo, y generalmente no hablaba con nadie y con cada prueba satisfactoria, su teoría del sabotaje se hacía cada vez menos plausible.
La llegada de la delegación era inminente. Los preparativos para la visita estaban en marcha, y se habían planeado una serie de acontecimientos para demostrar las capacidades de las instalaciones de pruebas. Jurgen sabía que tenía que dar buena impresión, pero por el momento, con cada éxito tenía más confianza en sí mismo.
***
El timbre del intercomunicador de la oficina sonó. Era Maria, la secretaria de Jurgen. ─El Coronel Freiling, el general Weitz, y el profesor Linz han llegado de Berlín, señor. ¿Les dejo pasar?
Jurgen no había esperado esa delegación de altos mandos, y estaba un poco sorprendido. El coronel Freiling era un oficial de alto rango en la inteligencia naval. Se preguntaba si Hartman, de hecho, había mencionado algo sobre su teoría del sabotaje. ─Sí, déjeles, y traiga café, por favor─, respondió Jurgen. ─ ¿Le importaría informar también al Dr. Lehmann y al Mayor Hartman de que nuestros visitantes han llegado? Les llamaré si les necesito─. Se puso en pie y fue hacia la puerta, preparado para recibir a la partida. La puerta se abrió, y María guio a sus invitados.
─Por favor, tomen asiento, caballeros─, dijo Jurgen. ─Y permítanme darles la bienvenida al Toplitzsee─. Se volvió para ponerse de frente a Weitz. ─Me alegro de verle, general.
─Hola, Jurgen, me alegro de verle otra vez─, respondió Weitz. ─Querría presentarle a mis colegas. El coronel Freiling, jefe de la inteligencia naval en el atlántico, y el profesor Linz, que es especialista en el campo de misiles aerotransportados─. Jurgen estaba intrigado; este no parecía un equipo de inspección normal.
─Jurgen, lo que voy a decirle, es de máxima...
Hubo un toque en la puerta, y Maria entró con el café. ─El Mayor Hartman está fuera─, dijo. ─Pregunta si lo necesita ya.
Jurgen miró hacia Leitz, que lentamente sacudió la cabeza. ─Gracias Maria─, dijo. ─Dígale al Mayor Hartman que le agradezco su interés, y que le llamaré cuando se le requiera─. María se marchó cerrando la puerta tras ella.
Leitz continuó, ─Como iba a decirle, este asunto es confidencial. No quiero insistir demasiado en eso─. Miró a sus colegas. ─Hace unos meses, las fuerzas aéreas británicas llevaron a cabo un ataque a uno de nuestros buques de guerra─, continuó. ─Un ataque exitoso, lamento decir. Durante ese ataque dispararon un nuevo tipo de torpedo. En realidad, los torpedos se lanzaban desde su aeronave. Recuperamos uno de esos torpedos, casi intacto, y ahora está de camino, desde Noruega, a estas instalaciones. Hemos conseguido duplicar el arma, y recibirá seis prototipos. Ahora que tenemos el arma, es de vital importancia, que encontremos un método para poder lanzarlo desde el aire.
Jurgen escuchaba atentamente, y las preguntas se le formaban en la cabeza. Antes de que pudiera preguntar nada, sin embargo, el coronel Freiling tomó el relevo de la historia. ─Durante los últimos meses, a pesar de lo que los comunicados oficiales le dirán, hemos sufrido grandes pérdidas de submarinos en el Atlántico─, dijo. ─Como resultado, se está volviendo cada vez más difícil lanzar ataques con torpedos desde el agua. Los ataques por aire, sin embargo, es una buena posibilidad, pero necesitamos su experiencia, Jurgen.
Jurgen se encaró hacia el profesor Linz. ─Su reputación es bien conocida, señor─, dijo. ─Estaría interesado en conocer su punto de vista respecto a este asunto.
Linz se levantó del escritorio, y comenzó a caminar por la habitación. ─En teoría, no debería haber muchas diferencias entre lanzar un torpedo desde una aeronave, o desde un barco. El misil solo necesita viajar desde el punto A, el vehículo lanzador, al punto B, el objetivo, a una profundidad y distancia predeterminada─. Se detuvo y miró a Jurgen. ─La única diferencia es la forma que tome el mecanismo de lanzamiento. De nuevo, en teoría, debería ser relativamente sencillo extraer el mecanismo de lanzamiento de un submarino, y adaptarlo para una aeronave.
─Si, eso tiene sentido, en teoría─, dijo Jurgen. ─No puedo esperar a empezar a trabajar con mi equipo en este asunto. Naturalmente, si ustedes tienen alguna idea que pueda ser de utilidad, serán bienvenidas.
─Es gracioso que lo mencione─, dijo Linz, con una amplia sonrisa en la cara. ─Yo tengo una o dos ideas─. Habiendo dicho eso abrió su maletín, y sacó dos archivos. Los puso en la mesa. ─La carpeta gruesa contiene todo lo que sabemos sobre el misil británico, y todo lo que sabemos sobre la aeronave que utilizaron, su «Swordfish». El segundo, que como ve es mucho más delgado, contiene notas, diagramas, cálculos, que he preparado y que pueden ayudarle a solucionar nuestro pequeño problema.
─Eso nos será de mucha utilidad─, dijo Jurgen mientras sostenía el documento más pequeño. Comenzó a hojear los papeles. ─Es una lástima que no pueda quedarse.
Por segunda vez una gran sonrisa se esbozó en la cara del profesor. ─Bueno, lo que pasa es que el alto mando quería que me quedara para ayudarle, durante un tiempo. Le prometo que no me entrometeré, y que no seré una molestia para usted, o su equipo. No requiero ningún tratamiento especial. Lo único que necesito es un lugar para trabajar, y algún sitio para comer y dormir.
Jurgen estaba anonadado, pero encantado.
─Bien, Jurgen, eso lo concluye todo, debemos ponernos en camino de vuelta a Salzburgo, y después a Múnich por la mañana─, dijo Weitz. ─Las armas deberían llegarle hacia mediados de febrero. No quiero insistir en la urgencia de este asunto─. Weitz y Freiling se dirigieron hacia la puerta, Jurgen la alcanzó primero, y la mantuvo abierta.
De repente, Weitz se detuvo. ─Por cierto, ¿He mencionado que debemos tener un dispositivo de lanzamiento a finales de abril?─ Se detuvo el tiempo necesario para comprobar que había dado en el blanco. ─Adiós Linz─. Después se giró hacia Jurgen. ─Confiamos en usted, Jurgen. Sabemos que no nos dejará tirados─. Con este comentario de pasada procedieron a alejarse por el pasillo. Jurgen, estupefacto por este último comentario, recuperó la compostura, y se unió a ellos, y los escoltó hasta su coche, listo para su viaje de vuelta.
***
Cuando Jurgen regresó a la oficina, el profesor Linz estaba sentado bebiendo su café frío. En el asiento de al lado estaba el Mayor Hartman. ─Oh, mayor─, dijo Jurgen. ─La reunión de inspección ha ido extremadamente bien. Berlín está muy contento con nuestro trabajo aquí, y especialmente con la investigación que llevamos a cabo con los misiles. También han hecho una mención especial respecto a usted y la seguridad del lugar─. Jurgen mintió. Hartman no se esperaba eso, y le pilló con la guardia baja. Antes de que se recuperara, Jurgen continuó. ─El profesor Linz estará con nosotros unos meses para ayudarnos en nuestro programa de investigación. No creo que haya nada más, mayor. Por favor, continúe─. Después se giró hacia el profesor. ─Permítame mostrarle su habitación y donde trabajará.
***
Jurgen, Linz, y Lehmann estaban sentados en la pequeña zona de conferencias del complejo. Tras las presentaciones formales, informó a Lehmann de la situación y de todos los hechos relevantes. Ahora el asunto estaba abierto a discusión.
─Primero─, dijo Jurgen, ─Creo que debemos llevar este asunto en secreto. Naturalmente, debemos ser cuidadosos con la información que damos, y solo nosotros tres tenemos que estar involucrados en el programa de investigación, sobre todo los trabajos preliminares. Ningún otro técnico debe estar involucrado, ¿de acuerdo?
Los otros asintieron en consentimiento.
─No obstante, ¿qué hacemos con respecto a Hartman?─ Preguntó Lehmann.
─ ¿Qué?─, respondió Jurgen. Lo cierto era, que le tenían que decir algo. No podrían dejarle que descubriera por sus propios medios lo que estaba ocurriendo. Eso sería desastroso.
─Debemos decírselo todo─, sugirió Linz. ─Al fin y al cabo es un oficial de las S.S. Además es el responsable de la seguridad de este complejo.
Aunque eso era técnicamente cierto, Jurgen aún seguía siendo consciente del aspecto confidencial del proyecto. Además, no confiaba del todo en Hartman. Informaría rápidamente al Alto Mando del más mínimo detalle, y esto le causaría problemas. La tarea ya sería complicada sin Hartman en sus espaladas todo el rato.
Explicó sus sentimientos a Linz, recibiendo un gesto de apoyo de Lehmann. ─Sugiero que le digamos algo a Hartman, pero solo lo justo para satisfacer su curiosidad, no más.
Tras un poco más de discusión, acordaron que Hartman tendría un breve resumen de los trabajos de investigación que se iban a realizar. También se le diría que por órdenes del alto mando, el profesor Linz iba a jugar un papel activo, gracias su experiencia. Esto no tiene que mencionarse a nadie más.
El segundo punto en la agenda trataba sobre el tiempo que se había impuesto para el proyecto. Estuvieron de acuerdo en que el tiempo que se les había dado era extremadamente corto, y que nadie podía esperar a la llegada de las armas, así que decidieron que los trabajos comenzarían de inmediato, utilizando los torpedos convencionales existentes, si era necesario. También se consideró imperativo que la investigación normal y los ensayos debían continuar, con el objetivo de detener cualquier pregunta comprometida que se pudiera efectuar. El Dr. Lehmann necesitaría pensar en ese aspecto, y trazar algún tipo de programa.