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Dos días más tarde Hartman regresó a la fuente central del parque. Llegó temprano a propósito. Tenía una idea de recuperar el control, para ejercer alguna autoridad sobre los dos hombres, no como la vez anterior. Entonces le habían tomado totalmente por sorpresa, pero esta vez estaría preparado. Durante los últimos dos días había estado urdiendo un plan para librarse de ellos de una vez por todas. El comienzo del plan se pondría en marcha hoy.
A un lado de la fuente había una galería curva, un sendero cubierto bordeado con columnas jónicas. Hartman se quedó de pie detrás de una de las columnas y esperó. Su punto de ventaja era la visión de la fuente. También le otorgaba una buena vista del camino desde las puertas de entrada al parque. Este era el camino que esperaba que tomaran sus visitantes.
***
Poco después los dos hombres entraron en el parque y comenzaron a caminar por el sendero principal, hacia el punto de encuentro acordado. Mientras se aproximaban a la fuente vieron que no había ni rastro de Hartman.
─Walter, ve al lago y mira a ver si está por ahí.
Steiner hizo lo que se le dijo. Un minuto o dos más tarde regresó. No había ni rastro de Hartman. Pasaron cinco minutos, luego diez, Hartman seguía sin dar señales.
Behr comenzaba a ponerse nervioso, y gritaba a Steiner. ─ ¡No te quedes ahí parado!─ gritó. ─ve y mira si lo ves por alguna parte.
Varios minutos más tarde Steiner regresó, solo para informar de que no había ni rastro de Hartman. Pasaron otros diez minutos sin señales del oficial. Behr cada vez estaba más y más preocupado. Tal vez no venga. Tal vez tenía otros planes para él y Steiner. Al fin y al cabo, era un oficial de las S.S, y posiblemente aún tenía amigos influyentes en Alemania. Podía incluso tener amigos en la policía.
Tal vez les haya dicho que le hemos amenazado, y ahora nos están buscando. Quizás estén aquí, en el parque, ahora. Behr comenzó a observar a su alrededor con nerviosismo para comprobar si había alguien amenazante tras ellos.
Behr, ahora, empezaba a preocuparse de verdad. ¿Qué habían hecho? ¿Qué habían hecho? ¿Realmente habían sido tan estúpidos para amenazar a un oficial de las S.S? ¿En qué había estado pensando? ¿Había pensado en algún momento? ─Creo que es mejor que salgamos de aquí, rápido, y planear nuestro siguiente movimiento.
Hartman pudo verlo todo desde su escondite. Podía ver como afloraba el nerviosismo, la preocupación en la cara de Behr. Su plan estaba funcionando muy bien, de hecho, incluso mejor de lo que había imaginado. Ahora era hora de poner la fase dos en marcha.
Caminó por toda la galería, extremando las precauciones para no ser visto. Cuando llegó al final, se dirigió al lado opuesto de la fuente y tomó el camino principal, como si hubiera acabado de entrar al parque. Caminaba de forma casual por el sendero, cuando Steiner se dio la vuelta y le vio.
─Ahí está, Wolfgang.
Behr se giró rápidamente y respiró con alivio. Por fin, ahí estaba Hartman. Se había estado preocupando sin motivo. ─Llega tarde. ¿Dónde ha estado?─ Preguntó Behr, intentando sonar asertivo pero sin éxito.
─Caballeros, lo lamento, llego tarde. ¿Qué puedo decir? Primero me dormí, luego se estropeó el tranvía, y tuve que esperar el siguiente. El tráfico era horrible. Cada vez está peor─, se disculpó Hartman. ─De todos modos, aquí estoy. ¿Han esperado mucho tiempo?─ Miró su reloj. ─ ¿En serio es esta hora? Oh, no me había dado cuenta de que era tan tarde. Lo lamento.
─De acuerdo, de acuerdo, suficiente─. Behr comenzaba a estar realmente molesto y enfadado. ─ ¿Y el dinero? ¿Lo tiene?
─Claro, por supuesto que tengo el dinero. ¿No habíamos acordado que hoy haría el pago correspondiente?─ Respondió Hartman con indignación fingida y le entregó un sobre a Behr. ─Aquí lo tiene, dos cientos cincuenta dólares americanos.
En un principio, Hartman había pretendido entregar los doscientos dólares falsos que tenía. Sin embargo al final decidió que si lo descubrían, aunque parecía improbable, eso podría poner a Behr tras la pista, y poner en riesgo el resto de su plan. Así que tendrían que ser doscientos dólares verdaderos. Al fin y al cabo, era un pequeño precio que pagar considerando las altas apuestas.
─Creo que es la suma que acordamos. Y ahora, ¿tiene los...los papeles que mencionó?
─Todo a su debido tiempo─, dijo Behr tomando el sobre. Lo abrió y empezó a contar lentamente los billetes de dólar.
─ ¿Qué ocurre, no confía en mí?─ Preguntó Hartman. Behr no respondió, y continuó contando. Cuando hubo acabado, sacó un sobre de su bolsillo interior y se lo entregó a Hartman.
Este lo agarró y lo abrió con cuidado, sacó el documento y comenzó a leer. ─Esto es realmente muy bueno. Un excelente trabajo si se me permite decirlo. Debo felicitarle─, dijo. ─Naturalmente, usted tiene copias.
Behr no necesitaba halagos de Hartman. ─Por supuesto que tengo copias─, respondió con enfado. ─ ¿Cree que soy estúpido?─ Hartman intentó responder pero no lo hizo.
Hartman terminó de leer el documento, lo dobló y lo volvió a meter dentro del sobre. Después, guardó el sobre en el bolsillo de su chaqueta. ─Muy bueno─, dijo. ─Es muy detallado. Parece que lo ha cubierto todo.
─Me alegro de que le guste─, dijo Behr sarcásticamente. ─Ahora, creo que por hoy nuestro negocio ha concluido─. Miró hacia Steiner. ─Así que nos encontraremos de nuevo aquí en un mes. A no ser, claro, que usted prefiera otro arreglo, mayor.
─Oh, no. En absoluto─, respondió Hartman. ─El procedimiento actual es perfectamente aceptable. El más conveniente según mi parecer─. De todas formas no iba a durar mucho tiempo.
─Bien, Mayor. Me alegro de contar con su aprobación─. Dijo Behr de forma engreída. ─Vamos Walter, salgamos de aquí─. Se giró y comenzó a dirigirse a la entrada, con Steiner uno o dos pasos por detrás de él.
─Oh, antes de que se marchen─, les llamó Hartman, deteniéndoles un instante. ─ ¿Pueden esperar un par de minutos? Tengo una proposición que puede interesales─. Los dos hombres se detuvieron y regresaron a su antigua posición.
─Continúe, le escucho─, dijo Behr con aprensión. ─ ¿Qué tiene en mente?
Steiner estaba de pie un poco por detrás, flexionando y estirando las manos con nerviosismo. No le gustaba este retraso. Quería irse con todas sus fuerzas.
─Acabo de entregarles dos cientos dólares americanos─, dijo Hartman, su voz apenas parecía un susurro. ─Eso es realmente poco. Calderilla como se suele decir─. Hizo una breve pausa mientras esperaba una respuesta, pero no llegó ninguna. ─Miren, ustedes dos son hombres inteligentes, y saben que lo podrían hacer mucho mejor─, continuó. ─Hablo de mucho dinero, y de verdad me refiero a mucho.
Behr se acercó más a Hartman, intentando oír. ─De acuerdo, le escuchamos─, dijo. ─Se giró hacia Steiner y le hizo una señal para que se acercara. Entonces volvió a ponerse de cara a Hartman. ─Vamos a oír lo que tiene que decir.
─ ¿Cómo les gustaría hacer dinero de verdad, y no este pequeño cambio?─ Respondió Hartman. Empezó a abrir su maletín, pero entonces dudó. ─Vamos ahí, a la galería, así no nos observarán, u oirán.
Behr comenzaba a sospechar, pero aún estaba intrigado, y fue con Hartman con Steiner siguiéndole a unos pasos por detrás. Seguros detrás de las columnas, Hartman abrió el maletín, y levantó un pequeño paquete y se lo entregó a Behr. ─Ábralo─, dijo. Behr empezó a desempaquetar el bulto. ─Eso es un sólido lingote de oro que se puso en circulación en 1943 por el Reichsbank, en Berlín─, empezó a explicar Hartman. ─En realidad, el oro original era brazaletes, anillos, joyas, todo tomado de los judíos en los campos. Los objetos se fundieron y se forjaron lingotes sólidos, como este.
Hartman podía ver que su público le prestaba total atención. La trampa ya estaba puesta. Lo único que tenía que hacer era hacerla saltar. ─Sé dónde hay cientos más como este.
Behr observaba el lingote con total asombro. Cientos, pensó, con la mente yendo a toda velocidad. Le temblaban las manos, el sudor le empezaba a correr por la cara, y su respiración se aceleró.
─El oro está escondido en un lago de Austria─, continuó Hartman. ─No en el Toplitzsee, si no en uno cercano, el Kammersee.
─Kammersee─, repitió Behr.
─Tengo que ir a Austria en breve para finalizar algunas cosas relacionadas con mi plan para recuperar ese oro─, continuó Hartman. ─Quiero que se encuentren conmigo allí dentro de unas tres semanas.
Podía ver que Behr no estaba seguro. ¿Estaba empezando a sospechar? ─Vamos. ¿Qué tienen que perder?─ Preguntó. ─Si miento, tendrán algo más que añadir a mi dosier. Aún tienen la póliza de seguros. Y finalmente, podrán quedarse con el lingote como pago único del seguro Premium. Está valorado en unos cinco mil dólares. Lamentablemente, en el mercado negro sería mucho menos, pero incluso así deberían llevarse unos dos mil, tal vez más. En realidad puedo ponerles en contacto con un comprador, si necesitan uno. ¿Qué me dicen?
Behr no podía creerlo. Dos mil dólares, y la posibilidad de mucho, mucho más. ─ ¿Cómo sabe que puede confiar en mí?─ Preguntó.
─Confiar en usted─, dijo Hartman, y comenzó a reír. ─Debe estar loco. De hecho es exactamente lo contrario. No confío nada en usted, pero como ve, eso no importa. Como dice el dicho, no confiaría en usted por nada del mundo. Pero entonces, usted tampoco confiaría en mí. Así que estamos igual, en la misma situación. Ambos somos despiadados, y ambos nos dejamos llevar por el poder y la avaricia. Le recuerdo del centro, muy bien. Me recordaba a mí cuando era más joven.
Era extraño, casi daba miedo. Usted era ambicioso. No permitía que nada ni nadie se interpusiera en su camino. Nada iba a impedirle obtener lo que quería, justo como yo.
Behr no dijo nada, simplemente asintió reconociendo que todo lo que Hartman decía era cien por cien cierto. La razón por la que le recordaba a Hartman de una versión de sí mismo no era por accidente, y no era mera coincidencia. Behr había cuidado deliberadamente todo lo relacionado con el mayor. Cada pose imitada, y su estilo meticulosamente estudiado y copiado.
─Ya ve, en realidad no necesito confiar en usted. Usted ya me ha hecho la póliza de seguros. Sin embargo, creo que con su ambición y avaricia no sería capaz de dejar escapar esta oportunidad. Una vez que acepte, será mi póliza de seguro. ¿Comprende?─ Se detuvo y miró a Behr. ─En otras palabras, si informa de mí a las autoridades, ellos recibirán un informe similar sobre usted. Si yo caigo, usted cae. ¿Me he explicado con claridad?
Behr lo comprendió muy bien. El mayor le conocía muy bien, y él conocía al mayor. Todo lo que decía Hartman tenía mucho sentido. Si aceptaban la oferta de Hartman, estarían inextricablemente en el mismo barco.
─ ¿Por qué nos ofrece esta oportunidad?─ Quiso saber Behr. ─Nunca fuimos amigos, como usted ha dicho. Nunca hemos sido camaradas. De hecho, sentía que ni siquiera le gustaba.
─Como he dicho, Behr, usted y yo somos iguales─, respondió Hartman. ─Somos líderes, no nos dejamos guiar. Sabemos lo que queremos y sabemos cómo conseguirlo. Fijamos nuestros objetivos y vamos a por ellos. Necesito ayuda en esta aventura. No, no ayuda física. Yo puedo conseguir los trabajadores que necesito. No, necesito gente que piense como yo, que tenga mi punto de vista. Necesito a alguien que pueda asumir alguna responsabilidad. Este es un gran proyecto. En una operación como esta hay mucho de lo que encargarse, hay mucha gente involucrada, y la seguridad es primordial. Después está el lado práctico. Localizar el oro y controlar a los trabajadores. El transporte será un problema mayor. Esto acarreará muchos planes sobre como subir cincuenta cajas con lingotes de oro sin levantar sospechas y habrá duras negociaciones con los comerciantes, para disponer del oro.
─Habrá mil y una cosas que hacer. Hay mucha gente a la que ver y muchos asuntos que terminar. No me será posible estar en todos sitios al mismo tiempo─. Se detuvo de nuevo. Behr estaba interesado, estaba seguro de ello, pero aún tenía dudas. ─Si me gusta o no eso ahora no importa, no es relevante. No. Lo que importa es que necesito a alguien que actué de representante, mi mano derecha, por así decirlo. Necesito a alguien en quien pueda confiar. Alguien que piense y actúe exactamente como yo y usted puede cumplir perfectamente con el papel, Wolfgang.
Behr estaba sobrepasado. No se había dado cuenta de que el mayor había puesto tanto interés en él. Pero lo cierto es que su descripción era precisa. Soy ambicioso y despiadado. Nada se interpone en mi camino. Se puede hacer mucho dinero, y el mayor siempre ha pensado a lo grande. Si alguien puede hacerlo es él. Estaría loco si dejara escapar esta oportunidad.
─Mayor, me gustaría agradecerle la oportunidad, señor. Estaré más que encantado de servirle. Sería un honor y un privilegio─. Sin pensar, juntó los talones, levantó el brazo derecho y realizó el saludo nazi. Una sonrisa burlona cruzó la cara de Hartman. ─Supongo que podrá contar también con Walter─, Behr miró hacia su amigo. Steiner sonrió con nerviosismo, y también levantó el brazo y saludó.
─Naturalmente, no querríamos dejarle fuera─, dijo Hartman. Se había hecho saltar la trampa, y Behr había mordido el anzuelo. Bienvenidas pequeñas moscas, a mi red. ─A propósito, Wolfgang, creo que podemos prescindir del saludo de ahora en adelante. El pasado es el pasado. El Reich ha terminado, así como el partido nazi. Tenemos que mirar al futuro, a un brillante futuro. Uno podría incluso decir que un futuro dorado.
Steiner comenzó a reír. ─Sí, señor. Un verdadero futuro dorado─, dijo Behr, posando su brazo alrededor de Steiner. ─ ¡Por el futuro, Walter, seremos ricos, extremadamente ricos!
Entonces Behr volvió a mirar a Hartman, y preguntó qué pasaría después.
─Bueno, creo que sería una excelente idea si ustedes dos fueran a Austria, para hacerse una idea de la escala de esta empresa. Según la información de la que disponemos, esperamos encontrar aproximadamente cincuenta cajas de oro. Se calcula que cada caja contiene al menos diez lingotes.
Behr no podía creer lo que oía. ¿Por qué no había estado al tanto de eso cuando estuvo en el centro? Tuvo que haber ocurrido allí y por aquel entonces, justo delante de sus narices y no sabía nada de eso. Ni siquiera lo había sospechado. Nunca había soñado con tanta riqueza. Rápidamente comenzó a calcular. Las sumas no eran muy difíciles, cincuenta por diez. ─Quinientos lingotes.
─Eso es solo una suposición, basada en lo que hemos encontrado hasta ahora─, dijo Hartman. ─Podría ser mucho más. No estamos seguros─. Miró detenidamente a Behr. Behr estaba sumido en sus pensamientos.
─Quinientos por dos mil─, dijo. ─Eso es, eso es un millón de dólares.
─Su parte serían unos cien mil, al menos─, dijo Hartman. ─Cada uno.
─Cien mil dólares─, dijo Behr lentamente mientras rodeaba a Steiner con sus brazos. ─Somos ricos, Walter─. Steiner sonrió pero no dijo nada, aún no estaba seguro.
─Todavía no somos ricos. Aún hay mucho que hacer─, dijo Hartman. ─Sabemos dónde están localizadas las cajas en el lago. Pero no sabemos a qué profundidad están, pero pronto llevaremos a cabo inmersiones de exploración. También tenemos entendido que hay cajas escondidas en una grieta en las montañas colindantes.
─ ¿Ha encontrado ya alguna?─ Preguntó Behr.
─Hasta la fecha solo hemos recuperado dos cajas de oro que estaban enterradas cerca de la orilla del lago. Ese lingote de su mano es de una de esas cajas. Pero no olvide que acabamos de empezar. Aún no estamos completamente organizados. Dentro de esas cajas había una serie de documentos que nos llevaron a creer que hay cantidades considerables de oro escondidas en la zona─, respondió Hartman, siendo totalmente consciente de que no estaba siendo completamente honesto con su respuesta. Hartman sabía exactamente donde estaba el oro. Continuó con el engaño, enrollando cada vez más la red para atrapar a sus moscas. ─También hemos descubierto la grieta, aunque hasta ahora no hemos recuperado nada del oro que se sabe que hay ahí.
Ahora Hartman estaba preparado para poner en marcha el segundo paso de su plan. ─Sugiero que ustedes vayan al lago, dentro de unas tres semanas, el dieciséis─, dijo. ─Cuando lleguen, preséntense a Ernst Richter. Él está a cargo de la operación de inmersión. Le haré saber que van a ir. Él les mostrará y les explicará todo. Háganle llevarles a la montaña y enseñarle la zona de la grieta. No se preocupen, es una escalada sencilla, nada demasiado arduo. Estoy seguro de que se harán una idea de lo que les depara.
Hartman era consciente del hecho de que todavía no había hablado con Richter, y que en realidad nadie estaba a cargo de la operación de inmersión. Sin embargo, teniendo en cuenta el contenido del maletín, no esperaba tener problemas con el señor Richter.
─Bueno, creo que está todo dicho, ¿no creen?─, dijo Hartman. ─Así que vayan allí el dieciséis y conozcan la zona. Tomen un tren a Bad Ausee y después un taxi a Toplitzsee. Estoy seguro de que saben cómo llegar desde allí. Espero estar allí para entonces. Mientras tanto no le digan ni una palabra a nadie. No hagan nada que haga levantar sospechas, o preguntas inoportunas. Y asegúrense de que no les siguen.
Behr y Steiner se dieron la vuelta para marcharse. ─No lo olviden─, dijo Hartman levantando el lingote de oro. ─Este es un pequeño pago. Un pequeño recordatorio de lo que está por venir. Les encontraremos un vendedor una vez que hayamos empezado la operación de recuperación─. Hartman estaba lo suficientemente contento como para entregarle el lingote a Behr. Al fin y al cabo, sabía que era falso, pero era una buena falsificación, lo bastante buena como para engañar a Behr.
Behr agarró el lingote, asegurando el envoltorio, y lo guardó con cuidado y firmemente bajo el brazo.
En ese momento Hartman sabía, en ese mismo lugar, en ese mismo momento que tenía a Behr en sus garras. ─Mejor empezar a irse─, dijo. ─y les veré en Austria dentro de tres semanas.
Entonces se dio la vuelta y se alejó rápidamente. Instantes después, Behr y Steiner giraron por la dirección contraria y se dirigieron a la estación de tren. No se dijeron nada el uno al otro pero pensaban en todo lo que había ocurrido, y en la promesa que estaba por venir, riqueza que iba más allá de lo que nunca habían soñado. No necesitaban decir nada. La expresión en sus caras mostraba claramente lo que sentían. Buen día de trabajo, pensó Behr. Mejor de lo que había imaginado, o esperado.