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Capítulo Treinta y tres

La Vista

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Diez en punto, decía la carta. Preséntese en la sala 428 a las diez. Faltaban solo diez minutos cuando Bannister llegó a la puerta de la habitación asignada. Llamó a la puerta y entró. Cuando entró a la habitación el sargento en servicio levantó la vista.

─Buenos días, señor─, dijo. ─ ¿En qué puedo ayudarle?

Bannister se acercó al mostrador de recepción y le entregó la carta que había recibido requiriendo su presencia ese día. El sargento echó un vistazo al documento y metió los datos en la sesión diaria.

─Señor Bannister, gracias por venir─, dijo el sargento. ─ ¿Puede firmar justo aquí, por favor?─ Dijo señalando un gran libro al final del mostrador.

Bannister escribió su nombre en el libro. ─Sargento─, dijo. ─ ¿Podría decirme de que va todo esto?

El sargento miró directamente a Bannister, y simplemente dijo, ─No, señor.

─Sargento, ¿eso es un, no puede decírmelo, o un no quiere decírmelo?─ Preguntó Bannister.

─Señor, es un no puedo decírselo─, respondió el sargento. ─Me temo que no tengo ni idea de por qué está aquí, señor. El mayor no me tiene tanta confianza.

Bannister sabía que no le sacaría nada más al sargento. ─De acuerdo, sargento─, dijo. ─Ya he firmado, ¿ahora qué?

─Gracias, señor─, respondió el sargento. ─Por favor, ¿puede dirigirse a la sala de espera? Espero que le llamen pronto.

Bannister miró al sargento de forma inquisitiva.

El sargento señaló la puerta. ─Gire a la izquierda, siga por el pasillo, segunda a la izquierda.

Bannister le dio las gracias y salió de la habitación. Giró en el pasillo y a una corta distancia encontró la sala de espera.

***

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La sala de espera era sencilla, con un alto techo y estaba pintada de color crema brillante. En las paredes había fotografías, generalmente, de equipamiento militar. Había asientos en tres de las paredes; en la cuarta pared había una pequeña mesa que contenía una selección de revistas, y en la esquina una pequeña máquina expendedora.

Bannister fue hacia la máquina y escogió un café. Con leche, sin azúcar. Recogió una de las revistas y se sentó en el asiento de la esquina. Unos minutos más tarde la puerta se abrió y entró Bartelli, girándose para cerrar la puerta tras él.

─Tony, ¿qué estás haciendo aquí?─ Preguntó Bannister con asombro.

Bartelli se sobresaltó. No había visto a su amigo cuando entró en la habitación. Rápidamente se giró para mirar en la dirección por donde había venido la voz. ─Tom─, exclamó. ─Que sorpresa. Me alegro de verte.

─Yo también me alegro de verte─, dijo Bannister. ─ ¿Cuánto hace? ¿Casi diez años?

─Sí, correcto─, dijo Bartelli. ─No te había visto desde el Bar de Rooney.

─Si, ha pasado mucho tiempo─, dijo Bannister. ─Tenemos mucho de qué hablar.

─Ya lo puedes decir─, dijo Bartelli mientras caminaba por la habitación. Estaba nervioso, inseguro. ─ ¿De qué va todo esto, lo sabes? ¿Qué estamos haciendo aquí?

─No lo sé, Tony─, respondió Bannister. ─Lo único que sé es que recibí una carta que me pedía que viniera. Al día siguiente me visitaron dos policías militares que me pidieron lo mismo.

Bartelli paró de caminar y se sentó cerca de Bannister. ─Lo mismo que a mí─, dijo. ─Y sabemos que cuando un policía militar pide algo, es una orden que no puedes rechazar.

─Es extraño, ¿no?─ Dijo Bannister. ─Ninguno de nosotros sigue en el ejército. De hecho no hemos estado en diez años. Aun así un policía militar aún puede hacer que vengamos corriendo, aún saltamos para seguir sus órdenes.

─Es el entrenamiento, supongo─, dijo Bartelli. ─Puedes sacar al hombre del ejército.

─Pero no puedes sacar al ejército del hombre─, completó Bannister. ─Eso es totalmente cierto. Pero eso todavía no responde por qué estamos aquí.

Se sentaron en silencio durante un rato, pensando en el pasado, y preguntándose a qué venía esta reunión. De repente la puerta se abrió una vez más.

Era el sargento Kadowski. Iba en silla de ruedas, la cual era empujada una atractiva joven. Los otros dos hombres se levantaron y fueron rápidamente a su encuentro. Bannister sujetó la puerta, para permitir que pasara la silla.

─ ¿Puedo ayudarla, señorita?─ Preguntó Bartelli.

─Oh, no, gracias─, respondió la joven. ─Ya puedo, estoy acostumbrada.

La puerta se cerró detrás de ellos y se sentaron.

Bartelli miró al sargento, y miró la silla. No podía creer lo que le había ocurrido al tipo duro de su sargento.

─Está bien, Tony─, Kadowski miró a Bartelli y pudo ver la humedad en sus ojos. ─Enfermé y me quedé postrado en esta silla, eso es todo, no es para tanto─. Se giró y se secó una pequeña lágrima que se estaba formando. ─ ¿De qué va todo esto?─ Dijo ligeramente.

─Solo necesitamos a Scott para que la reunión esté completa─, dijo Bartelli. ─ ¿Crees que George vendrá?

─No, Tony. Lamento decir que George no vendrá─, dijo Bannister lentamente. ─Le asesinaron en Alemania en 1946.

Bartelli soltó un grito. ─George, Muerto─, susurró. ─No puedo creerlo─. Se sentó, y miró a Kadowski. ─ ¿Qué ocurrió?

Bannister no sabía los detalles, lo único que sabía era que George había muerto en algún lugar de Alemania. ─Ha debido ser un accidente de coche, o algo─, respondió. ─Un reportero de un periódico que conozco oyó una noticia de alguien, o algún sitio. Ya sabes, uno de sus contactos. Sabía que George y yo habíamos estado en la misma unidad del ejército. Me dijo que desafortunadamente no había recibido más detalles de los que os acabo de decir.

─Pobre George─, dijo Kadowski finalmente. ─Sabéis que yo siempre dije que algo malo ocurriría, pero no esperaba eso.

***

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La puerta de la sala de espera se abrió de repente y entró un policía militar. ─Soldado raso Antonio Bartelli─, llamó.

─Bartelli se levantó. ─Soy yo─, dijo.

─Están listos para usted. Por favor, venga conmigo─, el policía militar esperó a Bartelli en la puerta.

Bartelli miró a los otros, sonrió y se encogió de hombros. ─Ahí vamos─, dijo.

─No estés nervioso, Tony─, dijo Bannister. ─Seguro que no hay nada de lo que preocuparse.

Bartelli no estaba convencido. Se giró y fue hacia la puerta, el policía militar le siguió y cerró la puerta tras él. Los demás estaban sentados en silencio y observaban como abandonaba la habitación.

Llevaron a Bartelli a una habitación al fondo del pasillo. En el interior había una mesa larga; a un lado se sentaban tres oficiales; al otro lado, cerca de la puerta, había un único asiento vacío. Obviamente ese era para él. El policía militar le indicó que se sentara. Bartelli empezaba a ponerse nervioso, a sentirse vulnerable. Se sentó y le empezaron a sudar las manos.

─Soldado raso Bartelli, soy el mayor Barnes─, dijo el oficial sentado en el centro. ─Este es el teniente Miller, a mi derecha, y al final está mi secretaria. Esperó a que Bartelli se ubicara. ─Gracias por venir─, continuó. ─No hay nada por lo que alarmarse. Solo es un asunto rutinario que necesita ser comprobado y aclarado. No nos llevará mucho tiempo, y estoy seguro de se aclarará en nada de tiempo. El teniente Miller tiene unas cuantas preguntas que hacerle, y mi secretaria tomará algunas notas. ¿Qué le parece?, de acuerdo, Teniente, todo suyo.

─Soldado raso Bartelli, me gustaría darle las gracias por venir, y estoy seguro de que me será de mucha ayuda─. Bartelli empezó a relajarse. Esto no va a ser tan malo después de todo.

─Hacia finales de marzo de 1945, usted y el resto de su unidad fueron enviados al lago...─se detuvo y miró sus notas. ─al lago Toplitzsee en Austria, ¿es eso correcto?

─Sí, señor─, respondió Bartelli. ─Nos dijeron que los alemanes tenían un centro de pruebas armamentísticas en el lago. Nos ordenaron investigar e informar al cuartel general.

─Gracias, Bartelli, eso es de mucha ayuda─, dijo el teniente animándole, e intentando que se relajara. ─Cuando llegaron a la zona, ¿podría decirme qué ocurrió?

─Sí, señor─, respondió Bartelli con elegancia. ─La unidad cayó bajo fuego enemigo. Nos dijeron que tuviéramos cuidado, pero no habíamos esperado estar bajo ataque.

─Tristemente, cuatro de sus compañeros fueron asesinados en esa ocasión. ¿Es eso correcto?

─Lo es, señor─, respondió Bartelli, ahora con voz apagada, y mucho más tranquilo. Los recuerdos eran vívidos en su mente.

─Lo siento, señor Bartelli, no he oído lo que ha dicho. ¿Podría repetir su respuesta?

─Es correcto, señor─, contestó Bartelli con firmeza. ─Cuatro de nuestros amigos murieron.

─La notificación oficial, entregada por su sargento, afirma que ese día, Reynolds, Chandler, Morris, y─, el teniente se detuvo de nuevo a mirar sus notas. ─Y Roberts, murieron todos ese día, en el lago Toplitzsee. ¿Es eso correcto?

Bartelli empezó a responder, pero dudó. Pensaba en Roberts yaciendo muerto en el lago Kammersee, no en el Toplitzsee. De repente estaba inseguro de sí mismo, dubitativo. ─ ¿Qué sabía? Su sargento creía que era mejor continuar con su historia, pero él sabía que no era cierta. De todos modos no era tan importante. El punto principal es que Roberts murió. ─Sí, lo es, señor─, la voz le empezaba a fallar.

─Gracias, señor Bartelli. Tengo una pregunta más. ¿Podría confirmar los nombres de los demás, en su grupo, que sobrevivieron ese día?

Bartelli dio los nombres. El mayor le dio las gracias. Le ordenaron no comentar la vista con los demás y le dijeron que se podía marchar. Bartelli se puso de pie, se giró elegantemente y fue hacia la puerta que se mantenía abierta por el policía militar.

***

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Senador Bannister─, anunció el policía militar cuando se abrió de nuevo la puerta de la sala de espera. Bartelli y Kadowski se miraban el uno al otro, luego a Bannister, y al unísono simplemente dijeron, ─¿senador?─

Bannister se levantó. Mientras lo hacía miró a sus dos compañeros y articuló ─Sí, es cierto.

Se había convertido en senador por el estado de Texas hacía dieciocho meses, en su tercer intentó de ser elegido.

─Aquí estoy, cabo─, dijo.

El policía militar le indicó la puerta. Le acompañó fuera y la puerta se cerró detrás de ellos. No se dijo nada durante el recorrido entre el pasillo y la sala de la reunión.

***

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El mayor Barnes le dio las gracias por ir, y le invitó a tomar asiento. Entonces realizó las presentaciones formales. ─Senador─, dijo. ─No hay nada de lo que preocuparse. Solo tenemos que arreglar lo que parece ser una ligera discrepancia, posiblemente un error administrativo. Estoy seguro de que será muy fácil. ¿Qué me dice, teniente?─ El teniente asintió para confirmar.

El mayor miró a Bannister y asintió. ─El teniente le hará unas cuantas preguntas, y mi secretaria, la cabo Wheeler, registrará lo que se diga. ¿De acuerdo?

Bannister no dijo nada y simplemente asintió.

─Senador, ¿qué puede decirme en relación a las desafortunada muerte del soldado raso Roberts?

Bannister no estaba preparado para esa pregunta. Dudó unos instantes. ─Fue disparado por un francotirador, señor─, respondió. Cuando estábamos en lago Kamm...Toplitzsee─. Deseó que ese lapsus no se hubiera notado.

─Lo siento, senador. No he oído su respuesta─, dijo el teniente, sabiendo exactamente lo que Bannister había dicho. ¿Podría repetirlo, por el registro?

Bannister sabía que había cometido un error al mencionar al francotirador. Tal vez el oficial no le había oído decir la palabra.

─Sí, señor, claro─, continuó Bannister. ─Terry, es decir, el soldado raso Roberts, fue disparado en un tiroteo en el lago Toplitzsee junto con los soldados Reynolds, Chandler y Morris.

─Bien, eso parece concordar con el informe entregado por el sargento Kadowski─, dijo el teniente. ¿Podría decirme ahora quien más había en ese momento?

─Bueno, señor. Aparte del sargento Kadowski y yo mismo, los únicos supervivientes fueron los soldados Bartelli y Scott.

─Ya hemos entrevistado al soldado Bartelli─, respondió el teniente. ─ ¿Qué puede decirme sobre el soldado Scott? Por ejemplo, ¿sabe dónde se encuentra actualmente?

─Tristemente, George, es decir, el soldado Scott está muerto, señor─, respondió Bannister lentamente pero con confianza.

─ ¿Está al tanto de las circunstancias de su muerte?─ Preguntó el teniente.

─No, señor─, respondió Bannister. ─Solo sé que murió poco menos de un año después del final de la guerra.

─Entonces lamentará oír lo que estoy a punto de decir─, dijo el teniente. ─Tenemos información de que fue disparado por un oficial de la policía alemana cuando intentaba evitar la captura. Estaba intentando llegar a la frontera con Dinamarca.

─No lo sabía, señor─, dijo Bannister con sinceridad.

─Sí, un tema de lo más desafortunado─, dijo el teniente. ─Hicimos más investigaciones, y parece ser que el soldado Scott había asesinado a alguien previamente.

La sangre abandonó la cara de Bannister. Su cuerpo empezó a temblar y se empezó a encontrar mal.

─ ¿Se encuentra bien, senador? ¿Quiere un vaso de agua?─ El teniente le hizo una señal al policía militar para que trajera un vaso. Bannister dijo que estaba bien y rechazó el agua.

─ ¿Puedo continuar?─ Preguntó el teniente y miró al mayor en busca de guía.

─Continúe─, dijo el mayor.

El teniente volvió a mirar a Bannister. ─Parece que la persona a la que mató era─, se detuvo para dar efecto, comprobando sus notas ostentosamente, ─Dietrich Hartman, un mayor de las S.S. Lo que es interesante, es que hemos descubierto que Hartman era el oficial de seguridad en el centro de pruebas del Toplitzsee. Además, estuvo asignado ahí al mismo tiempo de la muerte de Roberts.

Bannister estaba en shock y no dijo nada.

─Eso será todo─, dijo el teniente. ─Puede irse.

***

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Cuando Bannister regresó a la sala de espera estaba muy callado y no dijo nada. Tenía la cara cenicienta y temblaba visiblemente. Los demás le preguntaron qué iba mal pero no respondió.

Instantes después la puerta se abrió de nuevo y llamaron a Kadowski.

El mayor hizo un breve resumen de los motivos del interrogatorio. Entonces le pidió a Kadowski si le podía explicar las circunstancias que llevaron a su grupo a estar en Toplitzsee el día en cuestión.

─ ¿Qué ocurrió cuando llegaron a la zona?─ Preguntó el teniente.

─Entramos bajo ataque, señor─, respondió Kadowski. ─Un pequeño destacamento de soldados alemanes empezaron a disparar. Chandler, Reynolds y Morris murieron al instante.

─Sargento, tengo entendido que el soldado raso Roberts también murió ese día─, dijo el teniente. ─Por fuego enemigo en el mismo tiroteo del lago Toplitzsee. ¿Es eso correcto?

─Sí, señor, el soldado Roberts también─, respondió Kadowski.

─ ¿Es correcto también que su informe formal fue confirmado por el cabo Bannister, el soldado Bartelli y el soldado Scott?

─Lo es, señor─, respondió Kadowski.

El teniente recogió una hoja de papel. ─Sargento, sé que este acontecimiento ocurrió hace mucho tiempo. Pero ¿Puede recordar qué le ocurrió a las placas de identificación del soldado Roberts? Nunca se devolvieron.

─ ¿Las placas de identificación?

─Sí, sargento. Sus placas de identificación─, respondió el teniente. ─Las placas de Chandler, Reynolds y Morris se devolvieron, pero no las de ¨Roberts. Solo me preguntaba por qué.

─Oh, ya veo, señor─. El sargento se preguntaba a donde llegaba esto, pero no previó ningún problema. No tengo ni idea que pasó con esas placas. Ni idea en absoluto. De repente se le ocurrió que Roberts debía llevar puestas sus placas. En ese caso estarían en su cuello, en el fondo del lago. Kadowski cada vez tenía más confianza en sí mismo.

─Tristemente, el soldado Roberts cayó al lago después de que le dispararan─, respondió Kadowski. ─El peso de su mochila debió hundirlo y fue imposible recuperar su cuerpo. Aún estábamos bajo fuego enemigo en ese momento. Hasta donde puedo recordar, señor, llevaba sus placas en ese momento. Debieron hundirse con él.

─Gracias sargento, eso suena razonable─, dijo el teniente. ─Sin embargo, hay una cosa que me preocupa─. Recogió algunas fotografías y se las entregó al sargento. ─ ¿Podría mirar esas fotografías, sargento? Muestran las placas de identificación del soldado Roberts. Una muestra claramente el número de servicio, aunque dos de los números han sido dañados por la corrosión. La otra estaba completamente destrozada, suponemos que por una bala. ¿Tiene algo que decir?

─Bueno, señor, parece que la bala tuvo que ser disparada por soldados enemigos─, dijo Kadowski. ─Posiblemente fue la misma bala que mató a Terry, señor. ES posible, supongo, que la fuerza del proyectil provocara la caída del cuerpo en los matorrales. En ese momento, lamento decir, las placas era la última cosa en mi mente, señor.

─Sí, sargento, lo entiendo. Y estoy de acuerdo con lo que dice en relación a las placas, y es perfectamente factible. De hecho, diría que es una explicación bastante razonable. Sin embargo, hay un punto que necesitaría que me aclarara─. Se detuvo y sacó algo del bolsillo superior de su chaqueta, las placas de Roberts.

Las levantó. ─El único problema, sargento, es que estas placas se descubrieron en el lago Kammersee y no en el lago Toplitzsee.

El teniente se detuvo y observó la expresión de Kadowski. Antes de permitir que respondiera, le hizo otra pregunta. ─Sargento Kadowski, me gustaría hacerle unas preguntas sobre el soldado George Scott.

Kadowski asintió con la cabeza pero no dijo nada.

─ ¿Está al tanto de que el soldado Scott murió como resultado de un disparo por parte de un policía alemán?

─No, señor─, respondió Kadowski. ─Tom Bannister me dijo hace unos años que George estaba muerto. Poco después de que ocurriera, creo. Eso fue todo, no sabía ningún detalle.

El teniente empezó a dar golpecitos al papel que sujetaba. ─ ¿Entonces no está al tanto de las circunstancias de su muerte?

─No, señor─, respondió Kadowski.

─Le disparó un policía alemán cuando intentaba evitar la captura─, dijo el teniente. ─Estaba intentando cruzar la frontera de Dinamarca─. La cara de Kadowski estaba cenicienta. ─Previamente había asesinado a un policía en Hamburgo, y anteriormente a otro hombre─, continuó el teniente, observando cuidadosamente la cara de Kadowski.

─Sargento, ¿conoce a un mayor de las S.S llamado Deitrich Hartman?─ El teniente permitió que el efecto total de la pregunta diera un punto a casa.

─ ¿Por qué cree que el soldado Scott querría asesinar a ese hombre?─ El teniente volvió a sentarse en su silla, observando la reacción de Kadowski.