![]() | ![]() |
Saben toda la historia, pensó Kadowski. No sé cómo, pero lo saben. Como poco saben lo básico. Si tan solo pudiera encontrar una salida, y tenía que admitir que no podía. No tenía ningún sentido continuar con ello.
¿Cómo podría tan siquiera responder a esas preguntas? No se ganaría nada con más engaños. No ahora, ¿cuál sería el motivo, con qué propósito? Contar más mentiras no tendría sentido. ¿Quizás los demás habían contado toda la historia? No podía culparles si lo habían hecho. Había pasado mucho tiempo en el que habían vivido con ese secreto, diez largos años. No, ahora era el momento de hacer una confesión completa, un barrido total.
Era hora de contar toda la historia, de principio a fin. Miró al techo, y tras unos momentos volvió a mirar al teniente, estaba listo.
─Señor, hasta este punto se le han dicho algunas mentiras─, dijo. ─En un principio engañé al ejército de los Estados Unidos hace casi diez años, cuando rellené un informe falso sobre la muerte del soldado raso Roberts. Esa historia, confirmada por mis compañeros, era falsa. Esa confirmación la instigué yo, y también era falsa. La historia ha continuado siendo mentira, hoy. Esto tiene que parar aquí y ahora.
Kadowski miró por la habitación. Los demás se mantuvieron en silencio. ─Con su permiso me gustaría hacer una declaración completa y sincera acerca de lo que ocurrió exactamente ese día, el 4 de marzo de 1945, en el lago Toplitzsee y el lago Kammersee.
***
Unos cuarenta y cinco minutos más tarde el sargento había terminado su narración. Había incluido cada detalle, no se había dejado nada en el tintero. Cuando acabó bebió un poco de agua y volvió a ponerse frente al teniente. ─Si tiene alguna pregunta, señor, estaré encantado de responder.
─Gracias, sargento, muchas gracias─, respondió el teniente. Juntó los papeles y miró al mayor. ─Señor, no tengo más preguntas para el sargento.
─Gracias, teniente─, dijo el mayor. Acercó su silla a la mesa y se giró hacia Kadowski. ─Gracias por su franqueza, sargento. Estoy seguro de que ha sido muy difícil para usted, su testimonio ha sido de mucha ayuda. Ahora entregaremos el informe a la policía militar que llevará a cabo más investigaciones. Es posible que tengan más preguntas para usted.
─Sí, señor─, dijo Kadowski mirando el borde de la mesa.
─Después se pasarán los papeles a la oficina del fiscal militar, para revisión y posible acusación─, continuó el mayor. ─ ¿Entiende lo que eso significa?
Kadowski levantó la cabeza y miró al mayor. ─Sí, señor─, respondió simplemente.
─Antes de concluir con los procedimientos, ¿Tiene algo más que decir? ¿Desea añadir algo más a su declaración?
Kadowski miró al mayor y asintió. ─Gracias por la oportunidad, señor─, respondió. ─Sí, me gustaría decir algo.
Hizo una breve pausa, poniendo en orden sus pensamientos, e intentando escoger las palabras adecuadas. ─Señor, los muchachos, no es su culpa. No deben ser culpados─. Kadowski tartamudeaba, se le trababan las palabras, inseguro de sí mismo. Miró sus manos, considerando. Entonces estuvo seguro de qué decir y volvió a mirar a las tres personas sentadas al otro lado de la mesa.
─Señor, lo que pasó, todos esos años atrás, en Kammersee, fue todo mi culpa. El encubrimiento fue únicamente idea mía. Lo planee de principio a fin. Les instigue sin ningún otro motivo que mi ambición por el oro, por mi propio egoísmo. Estuvo mal, lo sé ahora. Para ser honestos, posiblemente también lo sabía en ese momento pero no podía retroceder el tiempo, ojalá pudiera.
─Los demás, Scott, Bannister, y Bartelli no deben ser acusados de ningún modo. No han hecho nada que se les pueda reprochar. No me apoyaron en mi ambición por el oro. De hecho, ni siquiera estoy seguro de que creyeran que ese oro existía. No, señor, ellos solo me siguieron por pura lealtad hacia mí, y por ninguna otra razón. No podía haber encontrado un grupo de hombres mejor. Estoy orgulloso de llamarles camaradas, compañeros. Estoy orgulloso de decir que son mis buenos y verdaderos amigos. Les pido con todo respeto que quede totalmente registrado que lo que ocurrió fue mi culpa, y solo mi culpa y de nadie más. Gracias, señor.
El mayor miró a su secretaria. Ella asintió, confirmando que su declaración se había registrado en su totalidad. Entonces miró al teniente, y después de nuevo al sargento. ─Gracias, sargento. Su declaración ha sido muy bien recibida. Se ha anotado debidamente, y será tomada en consideración.
Volvió su mirada al teniente mientras continuaba. ─Estoy seguro que lo que ha dicho tendrá gran impacto en lo que se refiera a los demás. Creo que es seguro decir que sus amigos no serán culpados de ninguna manera. De hecho, haré todo lo que esté en mi poder para asegurar que no les acusen.
─Sargento─, dijo el mayor. ─Debe haber sido un líder excepcional. La lealtad mostrada por Bannister y Bartelli, y Scott antes de su muerte, aunque inmerecida, indica sus tremendos sentimientos y respeto hacia usted. Es un hombre muy afortunado.
Kadowski miró a los dos hombres sentados delante de él, con los ojos brillantes. Los dos son hombres buenos y honestos. Eran justos, pero imparciales, compasivos y piadosos. Sabían todo sobre el bien y el mal, pero también entendían que había una gama de grises por el medio. Si alguien le iba a juzgar, se alegraba de que esos dos hombres fueran parte del proceso. Se sentó derecho como si se hubiera puesto firme. ─Gracias, señor.
─Gracias, sargento─, dijo el mayor. ─Eso será todo por ahora─. Le hizo una señal al policía militar quien se adelantó a tomar las manillas de la silla de ruedas de Kadowski. Giró la silla con suavidad y cruzó la puerta abierta, de vuelta al pasillo y hasta la sala de espera.
***
Cuarenta y cinco minutos después Bartelli, Bannister, Kadowski y su hija estaban sentados en el vestíbulo del hotel Morrison. Habían encontrado una mesa tranquila en la esquina más alejada donde era muy improbable que fueran molestados, o que les pudieran oír. Bannister había pedido la comida.
─ ¿Así que al final lo hizo?─ Dijo Bartelli. ─No sé cómo, pero realmente George encontró a ese nazi, le dio caza y lo mató.
─Sabía que algo pasaría, algo malo─, dijo Kadowski. ─Debí detenerle, aquél día en el bar de Rooney. Fracasé.
─No puedes culparte, Frank─, dijo Bannister. ─Estábamos todos allí aquél día. Ninguno de nosotros estaba tan preocupado, aparte de ti. Todos le fallamos.
─Podía haber hecho más─, dijo Kadowski enfáticamente. ─Debería haber hecho más. Tenéis razón, estaba preocupado. Podía verlo venir, y aun así no hice nada.
─Frank, no había nada que tú, o yo, o cualquiera pudiera haber hecho─, dijo Bannister intentando calmarle. ─Ninguno de nosotros creía que haría algo así. ¿Qué opinas, Tony?
─Aún no puedo creerlo─, dijo Bartelli. ─Nunca creí en serio que pensara hacer algo así. Pensé que lo decía por decir. Ya sabes a lo que me refiero. Sabía que se estaba tomando la muerte de Terry muy a pecho, pero solo era palabrería, eso era todo.
Durante un rato se sentaron en silencio. El camarero llegó a la mesa con su pedido. Colocó los platos en la mesa delante de ellos. ─ ¿Querrán algo más?─ Preguntó. No pidieron nada más esa vez, así que se alejó.
─Muchachos─, dijo Kadowski rompiendo el silencio. ─He contado toda la historia en la vista, la historia real.
─ ¿Qué quieres decir, Frank?─ Preguntó Bartelli.
─Les he contado todo─, respondió Kadowski. ─La verdad sobre la muerte de Terry. Les he contado todo sobre Hartman, los soldados alemanes muertos, y los lingotes de oro. Saben toda la historia, de principio a fin.
Kadowski miró a cada hombre de uno a uno, y después a su hija. ─Debería haber dicho la verdad desde el principio─, dijo. ─Si lo hubiera hecho, tal vez George seguiría vivo.
─Frank─, dijo Bartelli con suavidad. ─ ¿Qué va a pasar ahora?
─No sé la respuesta a eso. Lo único que sé es que he aceptado toda la culpa, de todo, respondió. ─He roto una lanza por ti y por Tom, y también por George.
─Pero nosotros estábamos contigo─, protestó Bannister. ─Tenemos tanta culpa como tú.
─Eso es cierto─, insistió Bartelli. ─Nunca dijimos nada o te intentamos hacerte cambiar de idea. Estamos en esto contigo.
─Gracias muchachos, buen intento─, respondió Kadowski. ─Le he dicho al mayor que fue todo idea mía, y solo mía. Así que así será. No creo que os pase nada a vosotros─. Se detuvo un momento. ─Por lo que a mí respecta, no lo sé. Tendremos que esperar y ver.