CAPÍTULO 4

LA PRIMERA DESILUSIÓN

Todo fue muy rápido. Poco antes de las 19 horas del 1 de julio, el vuelo chárter que trasladaría a la selección despegó del aeropuerto de Santiago. Y dos horas y quince minutos después, los jugadores estaban descendiendo del bus que los llevó hasta el hotel Park Hyatt de Mendoza, el lugar de concentración elegido por dirigentes y cuerpo técnico.

Entre medio, casi trescientos hinchas chilenos los recibieron en el aeropuerto mendocino, desafiando los casi 0 °C de temperatura, y otros mil los esperaban en las puertas del hotel. De hecho, el bus no abrió la puerta por casi diez minutos, esperando que el tumulto se despejara un poco y así permitir que los jugadores descendieran con algo de tranquilidad. Cuando eso ocurrió, Sánchez y Valdivia fueron los más entusiastas a la hora de retribuir el cariño de la llamada «Marea Roja».

Comenzaba un régimen de máxima concentración, que pondría a prueba la paciencia de los futbolistas. Hotel cercado con vallas papales (en donde permanentemente había hinchas chilenos a la espera de algún saludito de sus ídolos), dieciséis guardias vigilando las veinticuatro horas del día los movimientos al interior del recinto y poco margen para caminatas por los pasillos eran la tónica; restricciones matizadas, eso sí, con la posibilidad de utilizar sin problemas internet y juegos electrónicos.

A la mañana siguiente del arribo a la ciudad, la cancha del club Andes Talleres recibió a la selección para afinar los últimos detalles de cara al partido debut, programado para dos días después frente a México. Un trabajo que Borghi comenzó a puertas cerradas y que tras una hora se transformó en público, momentos en los que se pudo apreciar que Jorge Valdivia no entrenó a la par de sus compañeros debido a molestias físicas que se hacían presentes una vez más. A la salida, cerca de un centenar de compatriotas, como sería la costumbre a lo largo del torneo, alentaron y brindaron un caluroso apoyo a jugadores y cuerpo técnico.

Otros miles de hinchas, en tanto, cruzaban y cruzaban la frontera para acompañar a la selección en lo que se esperaba fuera el fin de la maldición de la Copa América. En total, casi veinte mil fanáticos estarían presentes en el estadio Bicentenario de San Juan para el estreno frente a la selección azteca.

El rival de turno se presentaba como una verdadera incógnita. Pese a que desde que México se convirtió en invitado regular a la Copa América sus actuaciones habían sido muy destacadas (con subcampeonatos en 1993 y 2001 incluidos), esta vez las condiciones habían cambiado. La Concacaf, su confederación de origen, la obligó a presentar a su equipo estelar en la Copa de Oro, el símil del torneo sudamericano en América del Norte, Centroamérica y el Caribe. Ese campeonato, jugado en Estados Unidos, había terminado recién el 25 de junio, con triunfo final de los mexicanos, que derrotaron por 4-2 a los estadounidenses en el encuentro decisivo.

Esa determinación de la Concacaf llevó a la Federación Mexicana de Fútbol a comprometer la participación en la Copa América de un seleccionado sub 22, reforzado con cinco jugadores mayores de esa edad, que se transformarían en la base del equipo que se preparaba para jugar la competencia olímpica de fútbol en Londres 2012. La nómina de México, dirigida por Luis Fernando Tena (ayudante del entrenador de la selección mayor), incluía a una de sus máximas figuras, Giovani dos Santos, quien tras marcar uno de los goles en la final de la Copa de Oro, se embarcó rumbo a Sudamérica para integrarse a la otra escuadra azteca.

La preparación de México no estuvo exenta de problemas. Durante su estadía en Ecuador para jugar un amistoso frente a la selección local (que los norteamericanos ganarían por 1-0), ocho jugadores, entre los que estaban otras dos buenas figuras del equipo, como Marco Fabián de la Mora y Jonathan dos Santos, fueron sorprendidos ingresando prostitutas a sus habitaciones del hotel. La reacción de los dirigentes no se hizo esperar y mandaron de vuelta a su país a los futbolistas involucrados, reemplazándolos por otros ocho elementos de menor calidad pero seguramente con un mejor control de su libido.

Así llegaba México a su enfrentamiento con Chile, el quinto entre ambas escuadras en el marco de la Copa América. En los cuatro partidos anteriores, la paternidad era de los mexicanos, con tres triunfos y un empate.

Volviendo a la realidad de la «Roja», el domingo 3 de julio se repitió el entrenamiento matutino en Andes Talleres. La fría mañana fue entibiada por casi quinientos aficionados que le brindaron un «banderazo» a la selección. En esa oportunidad, Claudio Borghi terminó de afinar los detalles de funcionamiento de su equipo y ratificó la alineación titular para el partido del debut, que sería la misma que él había dibujado en su cabeza durante las últimas semanas: Bravo, Contreras, Ponce, Jara, Isla, Medel, Vidal, Beausejour, Fernández, Sánchez y Suazo.

Luego de almorzar, la delegación recorrió por tierra los 169 kilómetros que separan Mendoza de San Juan, donde pasaría la noche a la espera del partido del día siguiente.

En medio de todo este proceso, Claudio Borghi dio una entrevista a la radio transandina La Red, en la que dejaría en claro que el fantasma de Marcelo Bielsa todavía no era un tema superado. Ante las insistentes consultas sobre el rosarino, el «Bichi» contestó: «Bielsa no jugó la Copa América y Chile nunca la ganó. Empezamos una historia nueva». Y agregó: «Parece que el fútbol terminó y empezó con Bielsa en Chile y es injusto con muchos que trabajaron en la formación de estos jugadores. Si no, lo aconsejable sería cerrar la federación».

Obligados a usar la cabeza

Lunes 4 de julio de 2011. Chile, 2; México, 1.

Estadio Bicentenario, San Juan, Argentina.

Árbitro: Juan Soto (Venezuela).

Chile: Claudio Bravo; Pablo Contreras, Waldo Ponce y Gonzalo Jara; Mauricio Isla, Gary Medel, Arturo Vidal, Jean Beausejour (60' Esteban Paredes) y Matías Fernández (83' Carlos Carmona); Alexis Sánchez y Humberto Suazo (90 + 2' Marco Estrada). DT: Claudio Borghi.

México: Luis Michel; Néstor Araujo, Hiram Mier y Héctor Reynoso; Darvin Chávez, Paul Aguilar, Diego Reyes, Javier Aquino (73' Oribe Peralta) y Jorge Enríquez; Giovani dos Santos y Rafael Márquez (89' Edgar Pacheco). DT: Luis Fernando Tena.

Goles: 41' Néstor Araujo (MÉX), 67' Esteban Paredes (CHI), 73' Arturo Vidal (CHI).

Históricamente, al fútbol chileno nunca le ha quedado bien el mote de favorito. Cada vez que eso ha ocurrido, la decepción ha sido grande. Y si a eso agregamos que durante los primeros días de esta Copa América los favoritos dieron la hora (Argentina empató con Bolivia y Brasil hizo lo propio ante Venezuela), lo de Chile ante la selección «semiolímpica» de México asomaba como complicado.

Y en la cancha, con un frío glacial pero con el calor de casi veinte mil chilenos en las tribunas, ese temor se hizo realidad durante el primer tiempo. Un dominio incontrarrestable pero impreciso de la «Roja», solo roto por un par de cargas aisladas de un defensivo equipo mexicano, terminó con una pelota enviada al área por Giovani dos Santos, mal rechazada por la defensa chilena, y que Néstor Araujo envió de cabeza a la red con la complicidad de un lento y mal ubicado Claudio Bravo. El capitán comenzaría así a vivir un torneo lleno de altibajos, algo rarísimo en un arquero que permanentemente es prenda de garantía.

En el segundo tiempo las cosas parecían no cambiar. Incluso la falta de claridad se agudizó ante el mal partido que realizaba Matías Fernández. Intentando revertir la suerte del equipo, Claudio Borghi ordenó a los 60 minutos el ingreso de Esteban Paredes por Jean Beausejour, quien tampoco había tenido una buena presentación. Y la apuesta pagó bien, porque siete minutos después el hombre de Colo-Colo conectó en la boca del arco un remate de Pablo Contreras que desvió el golero mexicano.

Y cuando los colores todavía no terminaban de volver por completo a los rostros chilenos, a los 71 minutos Arturo Vidal conectó de cabeza en el primer palo un tiro de esquina servido desde la derecha por Matías Fernández, haciendo estéril la estirada de Luis Michel. La faena ya estaba completa. La «Roja» pudo aguantar los últimos minutos el resultado y terminar la jornada con algo de tranquilidad, aunque con mucha tarea pendiente. Los rivales que vendrían no iban a ser, al menos en el papel, tan frágiles como los mexicanos, por lo que la selección tendría necesariamente que mejorar para evitar pasar sustos y tratar de cumplir con el exigente objetivo autoimpuesto: volver a casa con el trofeo.

«El primer partido siempre es difícil, hubo mucha ansiedad, para mí era especial, porque se me iba a juzgar de manera diferente, independiente del resultado» (Claudio Borghi).

«Hay cosas por corregir, tenemos bien la pelota, pero a veces no encontramos los espacios. Creemos que cuando un equipo nos salga a atacar tendremos más posibilidades de hacer daño» (Claudio Borghi).

«Fue un partido incómodo, pero nos quedamos con tres puntos valiosos. La mayor tranquilidad que nos queda es que pudimos manejar el partido en los momentos complicados. Por eso, nos vamos muy felices» (Claudio Bravo).

«Chile tiene grandes jugadores, es un equipo muy fuerte, muy sólido realmente. Es un equipo que creo va a llegar muy lejos en esta Copa América. Chile fue mejor en términos generales que México y ganó con justicia. Nuestro equipo dejó todo en la cancha, se entregó, luchó y tuvo personalidad para jugar contra un gran equipo y con el público en contra y todo» (Luis Fernando Tena).

No defraudar a la gente

El apoyo en las tribunas caló hondo entre los integrantes de la delegación chilena. Tan profundo, que apenas terminó el partido, en el mismo camarín de la «Roja», los jugadores se juramentaron para dar lo máximo de sí para ganar el grupo, resultado que los mantendría en el eje San Juan-Mendoza al menos hasta la fase de semifinales, permitiendo así seguir contando con la masiva presencia de la «Marea Roja» en los estadios.

Lo hizo saber Humberto Suazo, quien a la salida del estadio declaró que estaba «impresionado por el ambiente generado por los hinchas chilenos. Sinceramente, es conmovedor lo que hacen por acompañar al equipo».

Lo que no tenía tan felices a jugadores ni al cuerpo técnico era el estado de salud de Matías Fernández, uno de los indiscutibles para Claudio Borghi. «Matigol» había salido lesionado en los últimos minutos del partido con los mexicanos y no había claridad respecto de lo que tenía. Los primeros exámenes arrojaron una fuerte contractura en su pantorrilla izquierda, aunque el médico de la selección, Luis Maya, no quedó muy conforme con la prestación ofrecida por la clínica mendocina que atendió al jugador, así es que prefirieron llamar al jefe del cuerpo médico de la «Roja», Roberto Yáñez, quien acompañado de un radiólogo y equipos provenientes de Chile harían una revisión más exhaustiva de la pierna de Fernández. Igual, sea cual fuere el diagnóstico (finalmente se confirmaría la contractura), estaba descartado para el partido contra Uruguay, a jugarse el viernes 8 de julio en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza.

También habían terminado complicados el partido contra los aztecas Pablo Contreras y Waldo Ponce, ambos con secuelas de golpes sufridos en el encuentro; pero más allá de una jornada de reposo y algo de trabajo especial, su presencia estaba confirmada para el siguiente duelo.

Complicaba más la fragilidad física de Jorge Valdivia. Con Matías Fernández lesionado, la presencia del «Mago» se hacía muy necesaria para mantener a un creador de fútbol nato en la cancha. Pero Borghi no estaba seguro si es que el jugador del Palmeiras iba a ser capaz de aguantar el trajín de un partido que se avizoraba durísimo por la categoría del rival. Frente a esta realidad, el técnico comenzó a trabajar la idea de retrasar a Alexis Sánchez a la función de enganche, integrando en la ofensiva a un Esteban Paredes que estaba pasando por un buen momento. Con menos opciones corría la posibilidad de que Luis Jiménez reemplazara directamente a Fernández, puesto que a Borghi no lo convenció del todo su aporte en los duelos de preparación para la copa.

Mientras tanto, los hinchas chilenos seguían llegando por miles a Mendoza, desafiando el frío, las demoras insólitas en la aduana argentina y un proceso de entrega de boletos lento y desordenado, trabas capaces de poner a prueba la paciencia de cualquiera, menos de los aficionados nacionales, que no escatimaban esfuerzos para que la «Roja» fuera nuevamente local, esta vez en el partido con los charrúas. Claro que a veces a los fanáticos se les pasaba la mano. Un par de días antes del encuentro, en medio de un entrenamiento, a uno de los cerca de quinientos chilenos presentes en el entrenamiento en la pequeña cancha de Andes Talleres se le ocurrió sugerirle al técnico, a voz en cuello, que sacara de la titularidad a Jean Beausejour. Acto seguido, el «Bichi» ordenó a los efectivos de seguridad que desalojaran el recinto. No iba a tolerar que desde afuera le dijeran qué era lo que tenía que hacer.

Con la tranquilidad de no tener a cientos de «entrenadores» acompañando el entrenamiento, Borghi terminó de fraguar el equipo que enfrentaría a Uruguay. Se convenció de que Valdivia no podía ser de la partida. A lo más aguantaría una media hora a alto voltaje. Respecto de Alexis Sánchez, el técnico terminó por considerar que rendiría mejor como delantero, lo que significaba que las tareas de conducción del equipo recaerían en Luis Jiménez, la opción que en un principio asomaba como menos probable. El resto del equipo no se tocaba. Uruguay, con su delantera de lujo, conformada por Diego Forlán, Edinson Cavani y Luis Suárez, metía miedo y no era conveniente hacer experimentos frente a un equipo que tras rescatar un empate a un gol en el primer encuentro ante Perú, trataría de sumar tres puntos valiosos ante Chile.

Al que quiera celeste...

Viernes 8 de julio de 2011. Uruguay, 1; Chile, 1.

Estadio Malvinas Argentinas, Mendoza, Argentina.

Árbitro: Carlos Amarilla (Paraguay).

Uruguay: Fernando Muslera; Maximiliano Pereira (78' Nicolás Lodeiro), Diego Lugano, Sebastián Coates y Martín Cáceres; Egidio Arévalo (85' Sebastián Eguren), Diego Pérez y Álvaro Pereira; Edinson Cavani (46' Álvaro González), Diego Forlán y Luis Suárez. DT: Óscar Washington Tabárez.

Chile: Claudio Bravo; Pablo Contreras, Waldo Ponce y Gonzalo Jara (60' Jorge Valdivia); Mauricio Isla, Gary Medel, Arturo Vidal, Jean Beausejour (74' Carlos Carmona) y Luis Jiménez; Alexis Sánchez y Humberto Suazo (74' Esteban Paredes). DT: Claudio Borghi.

Goles: 54' Álvaro Pereira (URU), 65' Alexis Sánchez (CHI).

Para las cuarenta mil personas presentes en Mendoza (treinta mil de ellas chilenas) simplemente no hubo respiro, con dos equipos que hicieron justicia a la actualidad que vivían en ese momento. Un Uruguay revitalizado por su cuarto puesto en Sudáfrica 2010 y Chile exponiendo lo mejor del vértigo aprendido en la época de Marcelo Bielsa, con el sello algo más reflexivo de Claudio Borghi en la elaboración de los ataques.

En la primera parte, que terminó en blanco, Suárez y Forlán dispusieron de las mejores oportunidades para abrir la cuenta por el lado de los celestes, mientras que Vidal y Beausejour aportaron con sus ocasiones para Chile. Aunque la mejor posibilidad estuvo a cargo de Mauricio Isla, quien al obstaculizar un rechazo del uruguayo Coates hizo que el balón rebotara en el taco de su pie izquierdo, superara por alto al golero Muslera e impactara en el travesaño, devolviéndose al terreno de juego.

Comenzando el segundo tiempo, una seria desinteligencia defensiva de Chile permitió que Luis Suárez, entrando por la izquierda, habilitara a un destapado Alvaro Pereira. «Palito», justo fuera del área chica, tuvo tiempo para acomodar la pelota y antes de que Gary Medel llegara a cruzarlo, sacar un zurdazo bajo que superó el achique desesperado de Claudio Bravo.

Con la ventaja parcial de los charrúas salió a relucir el temple de un equipo chileno que estaba dispuesto a dejar el pellejo en la cancha para responder a la «Marea Roja» que colmaba las tribunas y que en los últimos años se había acostumbrado a ver a un equipo ganador. Y el gran responsable de esa reacción, a pesar de su desmejorada condición física, fue el talentosísimo Jorge Valdivia.

Claudio Borghi dispuso el ingreso del «Mago» del Palmeiras a los 60 minutos de juego, y cinco minutos después ya había hecho de las suyas, con un pase profundo para Beausejour, quien habilitó atrás a Alexis Sánchez. El «Niño Maravilla» controló el balón y con un poco estético pero muy efectivo «puntete» con su pie derecho (que pasó por entre las piernas del capitán uruguayo, Diego Lugano), venció a Muslera.

La «Roja» lo pudo ganar, con un cabezazo de Luis Jiménez en plena área chica y un remate de distancia de Mauricio Isla, pero ambas ocasiones fueron conjuradas por un atentísimo arquero uruguayo.

Finalmente, un empate que dejó conformes a ambos equipos, pero que sobre todo dejó en jugadores, técnicos e hinchas chilenos la sensación de que el equipo estaba para grandes cosas. Si estuvo a punto de vencer a un grande como Uruguay, ¿por qué no pensar que una actuación como esta podría repetirse partido a partido hasta llegar a ganar la Copa América?

«Quedé conforme con el rendimiento inicial del equipo. Prefiero empatar jugando bien que ganar jugando mal. Esta era una buena prueba para Chile, porque jugamos con el actual cuarto del mundo e íbamos perdiendo, y remontarlo fue importante para nosotros, pues no es tan fácil hacerlo ante un rival como Uruguay. Comenzamos un poco ansiosos, pero después pudimos controlarnos» (Claudio Borghi).

«Estamos sorprendidos con la cantidad de chilenos que hay. Pareciera que se juega en territorio chileno. Que disfrute la gente y ojalá que les podamos dar satisfacciones, pero todavía no hemos ganado nada» (Claudio Borghi).

«Creo que el equipo ayudó mucho para que las cosas me resultaran más fáciles. No me siento titular como ninguno de mis compañeros, sabía que no iba a jugar los noventa minutos» (Jorge Valdivia).

«Hoy no les pudimos ganar. ¿Por qué tiene que ser negativo el empate? Lo que no hicimos en la cancha se debió al funcionamiento de ellos. Su estilo era manejar la pelota y lo hicieron valer en algún momento del partido» (Óscar Washington Tabárez).

Con un clásico en la mira

El último desafío de la primera ronda para Chile era la selección de Perú, vieja conocida de la «Roja» y con quien protagoniza el llamado «Clásico del Pacífico». La selección incaica llegaba a este encuentro con cuatro puntos, merced a un empate frente a Uruguay y a un triunfo muy difícil por la cuenta mínima ante México.

La clasificación estaba prácticamente asegurada para ambos equipos (algo que se confirmaría un día antes del partido, con los resultados del grupo B), pero la posibilidad de vencer al rival tradicional era un premio demasiado jugoso que nadie iba a querer dejar pasar. Y para Chile, derrotar a Perú era vital si quería cumplir con el compromiso de ganar el grupo y no moverse de la zona.

Durante la previa, el entusiasmo por lo hecho hasta ahora por la selección era evidente. Por un lado, el presidente de la ANFP, Sergio Jadue, declaraba al diario La Tercera que «la Copa América era la gran prueba» y que la estaban resolviendo positivamente y que el «gran acierto» como directorio había sido contratar a Borghi, al que catalogó como el mejor técnico del mundo. Por el otro, una de las buenas figuras de la «Roja», Arturo Vidal, reconocía que se sentían «candidatos para ganar la Copa América». El volante, seguido a esas alturas muy de cerca por la Juventus de Italia, agregó también que existía «una gran ilusión de ser campeones» y darle una inmensa alegría a la gente que siempre los había apoyado.

En la interna, la situación parecía ir bien. Los trabajos en el club Andes Talleres, a pesar de no ser tan intensos como los que se realizaban en el periodo de Bielsa, parecían acomodar a los jugadores, mientras que el tedio de la concentración en el hotel Park Hyatt seguía siendo matizado con los juegos electrónicos y una que otra actividad recreativa, como un asado que compartieron el sábado después del partido con Uruguay en la hacienda de un alto dirigente del club Godoy Cruz de Mendoza. Pero algo no calzaba del todo.

Sabida es la predilección que Claudio Borghi tenía por algunos jugadores y las libertades que brindaba el técnico de la «Roja». Quizás por eso es que hubo vista gorda frente a acciones que, si bien servían a ciertos futbolistas para distenderse, no eran compartidas por gran parte del plantel. Por ejemplo, el permiso que el técnico le otorgó a Alexis Sánchez para reunirse con el presidente del Barcelona, Sandro Rosell (que andaba de visita por Mendoza), o las visitas prodigadas por algunas señoritas al recinto donde se hospedaba Chile, y que tenían como objetivo al propio Sánchez y a Gary Medel. Ellos, como buenos anfitriones, se tomaban su tiempo para satisfacer los requerimientos de las amigas de turno.

Los hechos no trascendieron para evitar contaminar el ambiente de éxito que rodeaba a la selección, pero sí comenzaron a generar un clima interno algo extraño. Una sensación de que estas cosas, que no pasaban en la época de Bielsa, podrían hacer naufragar un proceso que hasta ahora ofrecía resultados positivos y que incluso catapultaban a Borghi como el único técnico en la historia que no sabía de derrotas en sus primeros seis partidos al mando de la selección chilena.

Para enrarecer más el ambiente, Jorge Valdivia realizó duras declaraciones en contra de Marcelo Bielsa. En conversación con el Canal del Fútbol, el «Mago» reveló que en el Mundial de Sudáfrica el cuerpo técnico apuró su proceso de recuperación para que pudiera jugar contra Suiza, tras un golpe recibido en uno de sus muslos y que le había provocado una severa hinchazón: «Me tuvieron que sacar sangre a la fuerza para intentar estar bien en el segundo partido. Eran protocolos de lesiones que requieren tiempo y no se respetaban. Lo mío necesitaba tiempo, y muchas veces con Marcelo no había ese espacio para recuperarse». Valdivia aprovechó la ocasión para tirarle flores al actual técnico de la «Roja»: «Con Marcelo Bielsa tenías que entrenar, entrenar, entrenar. Claudio tiene la capacidad de entender que el jugador necesita estar dos o tres días sin hacer nada y lo ha hecho público conmigo, con Matías Fernández, con Humberto Suazo, y se valora».

Ante el revuelo mediático generado por estas palabras, el ex jugador de Colo-Colo salió rápidamente al paso para aclarar sus dichos. A través de Twitter expresó, entre otras cosas, que jamás había criticado a Bielsa, sino que lo que había querido decir con el concepto de «entrenar, entrenar, entrenar» era que se trataba de un tipo muy competitivo, y que eso no era nada de malo. Y cerró escribiendo que «Bielsa es muy profesional. Nos llevó a un Mundial. Es el mejor DT que tuve».

Futbolísticamente hablando, originalmente Claudio Borghi era de la idea de poner lo mejor que tenía disponible para el partido contra Perú. Pero tras la consumación del paso a los cuartos de final un día antes del encuentro ante los incaicos, y para evitar bajas por lesión o suspensión de cara a la siguiente ronda, optó por presentar un equipo con varios cambios respecto del once que comenzó frente a Uruguay: saldrían Alexis Sánchez, Mauricio Isla, Arturo Vidal, Pablo Contreras, Gary Medel y Claudio Bravo (quien cedería la capitanía a Humberto Suazo).

Un camino similar siguió el técnico de Perú, Sergio Markarián, quien también debía reservar fuerzas para su duelo de segunda fase. Claro que nada de eso sería capaz de bajarle el voltaje al «Clásico del Pacífico».

Con una pierna ajena

Martes 12 de julio de 2011. Chile, 1; Perú, 0.

Estadio Malvinas Argentinas, Mendoza, Argentina.

Árbitro: Salvio Fagundes (BRA).

Chile: Miguel Pinto; Gonzalo Jara, Waldo Ponce y Marco Estrada; Gonzalo Fierro (58' Jorge Valdivia), Francisco Silva (78' Gary Medel), Carlos Carmona, Jean Beausejour y Luis Jiménez; Esteban Paredes (58' Alexis Sánchez) y Humberto Suazo. DT: Claudio Borghi.

Perú: Salomón Libman; Renzo Revoredo, Santiago Acasiete (46' Walter Vilchez) y Christian Ramos; Giancarlo Carmona, Antonio Gonzales (77' André Carrillo), Josepmir Ballón, Aldo Corzo y Michael Guevara (70' Carlos Lobatón); William Chiroque y Rubén Ruidíaz. DT: Sergio Markarián.

Gol: 90+2' André Carrillo –autogol– (CHI).

Nuevamente con treinta mil chilenos en las graderías, el equipo de Claudio Borghi brindó un encuentro emocionante hasta el último segundo, literalmente. Y es que en las postrimerías del pleito, la «Roja» logró la ayudita que necesitaba para ganar el partido, terminar primera en el grupo y mantenerse en la provincia de Cuyo. Una colaboración inestimable, que provino de la rodilla derecha del peruano André Carrillo, tras un envenenado tiro de esquina servido desde la derecha por el zurdo Marco Estrada.

El partido se dio en todo momento favorable para Chile, aunque le resultaba muy difícil vulnerar el complejo tramado defensivo que proponía el técnico de Perú, el pintoresco y visceral uruguayo Sergio Markarián, viejo zorro en este negocio de plantear partidos «de chico a grande», y al que nuestro país conoció bastante el primer semestre de 2009, cuando dirigió a la Universidad de Chile, con la que obtuvo el título del Torneo Apertura.

En la primera etapa, la selección chilena dispuso de un par de ocasiones claras para anotar, a los 14 y a los 15 minutos. Primero fue Esteban Paredes, quien no alcanzó a conectar un buen centro desde la izquierda de Jean Beausejour, y luego un remate de Humberto Suazo, desviado por Acasiete, se fue sacándole la lengua al palo izquierdo del portero Libman. Perú, en tanto, contrarrestó con una llegada de Ballón, quien no pudo empalmar casi debajo del arco un centro desde la derecha.

El segundo tiempo fue muy nervioso, con Chile complicándose más de la cuenta para llegar al arco peruano, lográndolo solo a través de un par de cabezazos de Esteban Paredes y Luis Jiménez, que desviaron desde inmejorable posición. A eso hubo que sumar la expulsión de Jean Beausejour, quien se tuvo que ir junto con el incaico Carmona luego de un «cruce de opiniones».

Cuando ya no quedaba tiempo, fútbol ni físico, Alexis Sánchez desbordó por la izquierda, centró al corazón del área y una inoportuna pierna peruana envió al tiro de esquina lo que parecía un gol seguro de Humberto Suazo. De ese servicio desde el banderín de Marco Estrada nació el único tanto del partido.

Esa rodilla peruana que fue bendición para Chile le permitió al equipo de Borghi cumplir con los primeros objetivos: ganar el grupo, evitar a Argentina y Brasil en los cuartos de final y quedarse en la zona, para seguir siendo locales en tierras transandinas.

La celebración en el camarín fue moderada, con palabras de felicitaciones de Claudio Borghi y de Sergio Jadue, y hasta una visita express del ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno. Al volver al hotel se les dio tiempo libre a los jugadores para que compartieran con quien quisieran.

El próximo rival se conoció al día siguiente, pero daba para ilusionarse. Total, ¿qué de bueno había hecho Venezuela alguna vez en el fútbol sudamericano? Hasta ahora, absolutamente nada. Hasta ahora...

«Creo que Chile merecía estar primero en el grupo. Después hay que sacar cuentas y ver con quién nos va a tocar, pero estoy muy contento por eso, especialmente por el partido que jugamos hoy, con algunos jugadores en posiciones distintas a las que ocupan habitualmente» (Claudio Borghi).

«Nunca tuvimos la condición de favoritos. Ahora que la tenemos hay que aprovecharla. La verdad es que no nos pesa ser candidatos» (Claudio Borghi).

«Estamos tranquilos, los que se tienen que preocupar si les toca con Chile son nuestros rivales. Alguna vez que les toque a ellos» (Miguel Pinto).

«Estamos para pelearle a cualquiera. Tenemos un plantel de gran calidad» (Humberto Suazo).

«Los partidos se ganan con goles y Chile hizo un autogol, felicito a Borghi y sus jugadores. Lo que no estoy dispuesto a aceptar son los rótulos, estoy podrido de los rótulos, de los medios, de los periodistas y de los técnicos incluso que ponen rótulos, estoy cansado de eso. Hay entrenadores que son ofensivos, otros que no lo son, y hay entrenadores que son “ratones”. ¡¡¡Me tienen podrido con eso, no se los voy a admitir más, los voy a desenmascarar, ¿está claro?!!!» (Sergio Markarián).

Sala de espera al infierno

Claramente Venezuela no era lo que se podría decir una potencia del fútbol sudamericano. Recién a principios del siglo XXI comenzó a evolucionar desde el nivel amateur que mostraba a mediados de los años sesenta, cuando comenzó a jugar la Copa América y las clasificaciones para la Copa del Mundo.

De la mano del argentino José Omar Pastoriza primero y del venezolano Ricardo Páez después, el cuadro «vinotinto» lentamente comenzó a obtener algunos resultados que llamaron la atención del mundo futbolístico sudamericano. Por ejemplo, en 2001, rumbo al Mundial de Corea y Japón 2002, obtuvieron una serie de triunfos ante rivales a los que nunca había podido vencer: Uruguay, Perú y Paraguay cayeron en tierras venezolanas, mientras que Chile fue la víctima de la primera victoria de los llaneros en condición de visitantes en partidos oficiales en toda su historia. De paso, en esas clasificatorias, Venezuela por primera vez no terminaría último en la tabla de posiciones, dudoso honor que le correspondería a... Chile.

Camino a Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, los venezolanos seguirían sumando buenas actuaciones, aunque no lo suficientes como para clasificar a la Copa del Mundo. A eso habría que agregar que en 2007, en la Copa América disputada en su país, la selección vinotinto logró ganar su grupo de primera fase y avanzar por primera vez a los cuartos de final, donde cayó goleada por Uruguay.

En la primera fase de esta Copa América, la escuadra llanera empató sin goles su primer partido ante Brasil, venció en el segundo encuentro a Ecuador por la cuenta mínima y revirtió en los últimos minutos una desventaja de dos goles para terminar empatando a tres goles un pleito dramático con Paraguay. Estos resultados le permitieron obtener el segundo lugar del grupo B, posición que la obligaba a desplazarse hasta San Juan para enfrentar el domingo 17 de julio a la «Roja».

Igual, más allá de estos antecedentes, la historia de Chile seguía siendo mucho más rica, y el medio futbolístico, si bien guardaba un moderado respeto por el rival, casi no dudaba en que el paso de la «Roja» a la semifinal sería timbrado sin grandes inconvenientes.

Las preocupaciones de Claudio Borghi pasaban ahora por recuperar físicamente a uno de sus favoritos: Matías Fernández. Tras su salida por lesión en el duelo contra México, «Matigol» no había logrado recuperarse como para poder tomar parte en los encuentros frente a Uruguay y Perú. Y ahora tampoco lo lograría. La aparición de un problema muscular en otra zona de su pierna izquierda terminó por liquidar cualquier posibilidad de estar en la cancha en el decisivo partido con Venezuela.

Con Jorge Valdivia lejos de su plenitud física, la alternativa más viable, y que finalmente convencería al «Bichi», era mantener como creador a Luis Jiménez.

También había que buscar sustituto para el sancionado Jean Beausejour, torpemente expulsado ante Perú. El técnico no dudó mucho para solucionar este problema. Arturo Vidal se recostaría hacia la banda izquierda y Carlos Carmona ocuparía una camiseta de titular en la zona de volantes de contención.

En el plano de las declaraciones, y más allá del convencimiento pleno al interior de la delegación de que Venezuela era lo mejor que les podía haber pasado en la vida, las declaraciones a los medios de comunicación ofrecían una mirada algo más cautelosa. Por ejemplo, el capitán Claudio Bravo reconoció en una entrevista con el canal Fox Sports que fue un alivio saber que no jugarían contra Brasil en la segunda fase, pero agregó que el rival de turno «ha crecido mucho en el último tiempo, los dos últimos partidos en clasificatorias fueron partidos muy duros y cerrados. Aunque hemos escuchado que Chile ya está clasificado, no pienso para nada así. Venezuela está haciendo las cosas de maravilla y ha mejorado mucho con el tiempo». Por su parte, Claudio Borghi también entregó algunas palabras de buena crianza: «Venezuela es un buen equipo, una grata sorpresa. No pudimos ver el partido ante Paraguay, pero es una selección respetada como todas las que están en esta copa».

Una última emergencia estuvo a punto de producirse en la práctica del sábado anterior al partido, cuando Mauricio Isla debió abandonar visiblemente adolorido de su tobillo derecho tras chocar con el delantero Carlos Muñoz. Afortunadamente, el cuerpo médico descartó con rapidez cualquier lesión de gravedad, por lo que Isla seguiría siendo de la partida.

Ese mismo sábado, en los primeros partidos de cuartos de final, Perú venció a Colombia por 2-0 y Uruguay silenció a la Argentina, al eliminar a la albiceleste en la tanda de lanzamientos penales, tras empatar a un gol en el tiempo reglamentario. Los favoritos estaban cayendo.

Y el domingo a primera hora, Paraguay dio la sorpresa en la ciudad de La Plata, al dejar fuera de carrera a un Brasil que jamás pudo encontrar su forma en el torneo. El empate sin goles y una espantosa definición por penales que terminó 2-0 en favor de los guaraníes mostraban a Chile que el camino estaba despejado; que los grandes «cucos» ya se habían ido del torneo; que el sueño de la Copa América estaba cada vez más cerca. Pero al mismo tiempo le mostraba a Venezuela que en la cancha los favoritismos no valían nada y que cualquier cosa podía pasar.

Ay, capitán...

Domingo 17 de julio de 2011. Chile, 1; Venezuela, 2.

Estadio Bicentenario, San Juan, Argentina.

Árbitro: Carlos Vera (ECU).

Chile: Claudio Bravo; Pablo Contreras, Waldo Ponce y Gonzalo Jara (61' Esteban Paredes); Mauricio Isla, Gary Medel, Carlos Carmona (46' Jorge Valdivia), Arturo Vidal y Luis Jiménez (83' Carlos Muñoz); Alexis Sánchez y Humberto Suazo. DT: Claudio Borghi.

Venezuela: Renny Vega; Roberto Rosales, Oswaldo Vizcarrondo, Grenddy Perozo y Gabriel Cichero; Tomás Rincón, Franklin Lucena, César González (89' Alejandro Moreno) y Juan Arango; Nicolás Fedor (60' Salomón Rondón) y Giancarlo Maldonado (65' Luis Seijas). DT: César Farias.

Goles: 35' Oswaldo Vizcarrondo (VEN), 70' Humberto Suazo (CHI), 81' Gabriel Cichero (VEN).

En el camarín chileno simplemente no lo podían creer. Justo cuando menos se podía fallar, cuando había que demostrar que todo lo bueno que se había hecho anteriormente no era el clásico «engordar para morir flaco» del fútbol chileno, se falló. Y no fue ante Brasil, Argentina, Uruguay o Colombia, sino ante Venezuela, que nunca antes había llegado a semifinales en una Copa América.

Al comenzar el partido, los casi veinte mil chilenos que volvieron a marcar presencia en el estadio no podían creer que los hombres vestidos de rojo eran los mismos que días antes habían terminado invictos su grupo de primera ronda, brindando pasajes de fútbol de alto vuelo, como frente a Uruguay, u obteniendo los resultados necesarios para plasmar su superioridad en la cancha, como frente a México y Perú.

Con un muy opaco Luis Jiménez, sin capacidad para manejar el balón ni para generarse grandes ocasiones de gol, Chile se tuvo que conformar con un par de cabezazos de Alexis Sánchez, bien controlados por el arquero Vega, y otro de Arturo Vidal que se fue muy por arriba del pórtico venezolano. La respuesta de los llaneros no fue muy generosa en número, pero sí en calidad. Un tiro libre desde la derecha encontró a Vizcarrondo totalmente liberado de la flojísima marca de la defensa chilena, con el tiempo y el espacio suficientes para meter un cabezazo que se le coló por el palo izquierdo a Claudio Bravo. Un balde de agua fría que bajaba aún más la ya gélida temperatura que reinaba esa tarde-noche en la ciudad de San Juan.

Para el segundo tiempo, Claudio Borghi pateó el tablero e hizo ingresar a Jorge Valdivia, para que junto a Jiménez intentasen tener el control del balón. Y lo logró. La selección comenzó a llegar con más frecuencia y peligro al arco de Renny Vega. A Mauricio Isla le sacaron un cabezazo desde la línea de sentencia, Suazo reventó un balón en el travesaño, luego Valdivia estrelló otra pelota en el horizontal y Vega controló milagrosamente un cabezazo a quemarropa de Medel.

Venezuela tuvo una posibilidad de liquidar cuando Claudio Bravo, extrañamente inseguro, se complicó al momento de rechazar con los pies un balón, el que rebotó en Juan Arango, que había ido a presionar al portero.

Y otra vez Chile a la carga. A los 68, un derechazo de Alexis Sánchez que controló Vega. Y dos minutos después, el «Niño Maravilla» que carga por la derecha, habilitó al centro del área a Suazo, quien luego de controlar la pelota por interminables dos segundos despachó un derechazo que pegó en el horizontal e ingresó al arco. Gol de Chile.

El alivio total entre jugadores, técnicos e hinchas. Ahora nadie dudaba que con el nivel que estaba exhibiendo la «Roja» el gol del triunfo y la clasificación caerían en los veinte minutos que faltaban para que terminara el partido.

Un minuto después del gol, Suazo lo tuvo otra vez con un remate cruzado de derecha que se fue rozando el poste derecho de Vega, y posteriormente fue Esteban Paredes el que desvió un voleo de izquierda desde buena posición.

Venezuela estaba golpeadísima y parecía que no tenía por dónde hacerle daño a Chile. Hasta que llegó el minuto 81. Una violenta falta de Arturo Vidal sobre César González en el sector derecho del ataque de la «vinotinto» provocó un tiro libre que sería ejecutado por Juan Arango. La gran figura de los venezolanos sacó un centro al área con algo de efecto, que no logró ser conectado por ninguno de sus compañeros y que parecía relativamente fácil de controlar para Claudio Bravo. Lamentablemente, el capitán chileno dio un sorpresivo rebote, el que fue capitalizado por Gabriel Cichero, quien «madrugó» a Arturo Vidal.

Ahora los golpeados eran los chilenos. Apenas un minuto tras el gol fue expulsado Gary Medel por doble amonestación, luego de una mano intencional en mitad de cancha. Pero igual había tiempo para más oportunidades. A Arturo Vidal le sacaron un remate desde la línea, tras un rebote que dio Renny Vega en un tiro de Suazo. Después, el juez ecuatoriano Vera anuló mal una carga de Vidal por la derecha que terminaba en gol de la «Roja». Y hasta ahí llegó la energía de la selección de Borghi.

La expulsión del venezolano Rincón, cuando no quedaba nada, terminaría siendo una anécdota. En la jugada siguiente, el silbato del árbitro marcaría el fin del partido y el inicio de una pena casi infinita para todos los chilenos que creyeron que esta vez sí se podía torcer el destino.

El camarín chileno era un funeral, con algunos jugadores llorando y otros mascullando la rabia de haber quedado fuera de carrera ante un rival futbolísticamente inferior. Incluso otros, partiendo por Claudio Bravo, reflexionaban acerca de cómo en tan poco tiempo ya estaban perdiendo lo que se había ganado con Marcelo Bielsa, cuestionándose desde la forma de entrenar hasta la confianza excesiva que el entrenador le brindaba a sus jugadores.

«Se va un buen equipo, uno de los mejores en lo que va del torneo, pero no me voy para nada triste. Tenemos que seguir progresando para lo que viene» (Claudio Borghi).

«Me voy triste, pero no defraudado, porque el equipo casi siempre jugó bien y siempre buscó. Si dividimos los partidos en tiempos, jugamos solo uno malo, que fue el primero ante Venezuela. Me voy más que tranquilo, desgraciadamente no hemos podido cumplir todas las expectativas con la gente, pero no siempre se puede cumplir con todo el mundo» (Claudio Borghi).

«Estamos desconsolados, muy tristes por cómo se dio todo. Fuimos el equipo más regular del torneo y perdimos con un equipo que no merece estar en semifinales. No se puede explicar este dolor, vinimos a buscar el título y quedamos eliminados de esta manera. Es complicado, porque teníamos una presión de toda la gente, porque éramos superiores» (Arturo Vidal).

«Esto es bueno para los jugadores porque demostramos que venimos creciendo. Ahora solo quedan dos pasos para llegar a la cima. Muchos creen que somos una sorpresa, algunos pensaban que solo sabíamos hacer telenovelas, pero hay que tener un poco de respeto» (Renny Vega).

«Nosotros nos preparamos para jugar seis partidos, y los que consideran que perdieron porque jugaron mal contra nosotros, bueno, que nos sigan menospreciando» (César Farias).

El amargo despertar

Al día siguiente, antes de emprender el retorno a Chile, el presidente de la ANFP, Sergio Jadue, realizó su balance del torneo, destacando el dolor que significó para todos el perder, a su juicio, de manera injusta frente a Venezuela.

En una declaración con un tono más bien conformista, que hasta ese momento no se le había escuchado, Jadue sostuvo que estaba «en desacuerdo con que era la oportunidad de ganar la copa. Ahora viene un desafío mayor: las eliminatorias». El timonel finalizó señalando que Claudio Borghi contaba con todo el respaldo de la directiva de la ANFP y expresó su plena confianza en que la selección tendría un excelente proceso de cara a Brasil 2014.

Horas después, muy poca gente fue a recibir a la selección al aeropuerto de Santiago, un ambiente radicalmente opuesto a lo que la «Roja» vivió durante el efervescente proceso de la Copa América. Prácticamente ningún jugador quiso hablar con los medios de comunicación que esperaban la llegada de la delegación; solo tenían ganas de subirse al bus rojo que los llevaría a Juan Pinto Durán, estación terminal de una aventura que prometía un final mucho más alegre del que realmente tuvo.

Días después, la vida depararía grandes cambios para dos de las principales figuras de la «Roja»: Alexis Sánchez lograría cumplir el sueño de su vida al ser oficialmente contratado por el Barcelona de España, mientras que Arturo Vidal dejaría el Bayer Leverkusen de Alemania para aterrizar ni más ni menos que en la Juventus de Turin, el club con mayor linaje del duro fútbol italiano.

Mientras tanto en Buenos Aires, la selección de Uruguay (sí, la misma que empató con Chile en la primera ronda) se quedó con la Copa América, tras destrozar por 3-0 a Paraguay en la final. El tercer lugar lo obtuvo Perú, y el cuarto, Venezuela.