Cómo debe de ser la república

«Sin la independencia, no hay posibilidades de crear en Catalunya
una política justa, honesta y regenerada.»
ANTONI GAUDÍ, arquitecto

Desde aquella Primera República catalana proclamada en 1641, la primera república de la península, y que apenas duró una semana, muchos catalanes han ido dándole vueltas al sueño republicano. En la Paz de Rastatt hasta seis veces (según lo escribe el historiador Joaquim Albareda) se pone sobre la mesa la posibilidad de una república catalana aliada del Reino Unido y las Provincias Unidas. Todavía en 1734, la obra Via Fora els Adormits mantiene la llama de esa posibilidad republicana: «Ninguna dificultad impediría la conservación de una República Libre del Principado de Catalunya en su integridad antigua», proponía el texto, veinte años después del 1714.

El republicanismo catalán se extiende por todo el XIX y el XX y llega a esta segunda década del XXI en plena expansión. El republicanismo catalanista, el que quiere una República Catalana y la quiere ahora, es un movimiento post nacional, nutrido por las clases medias depauperadas y por parte de los nuevos precariados: estudiantes, campesinos, autónomos, funcionariado discontinuo que ha entendido que el Estado Autonómico no puede ni quiere enfrentar sus necesidades.

Y lo interesante de este nuevo republicanismo «sin partido» es que está creciendo y formándose de una manera libertaria. Asambleas, grupos independientes, iniciativas diversas, autoorganización, libertad ideológica y de praxis. Un magma inclusivo, asambleario y alegre que va ensayando formas que podrán aplicarse durante la gestación de la República. Como dijo John Adams en una de sus cartas a James Otis «debe existir una pasión positiva por los bienes públicos o no puede haber un gobierno republicano ni una libertad real. Y esa pasión por lo público debe ser superior a la pasión por lo privado». Cuando uno sabe de las horas dedicadas, de las iniciativas, de las discusiones y documentos que está generando el MPC descubre esa «pasión por lo público» que guía toda revolución.

En la Catalunya de hoy, lo político está en el centro de la sociedad, bien sea en el «eje nacional» como en el «eje social». Por ejemplo de los quince bloques de pisos que la PAH gestiona como zona liberada del mercado, trece están en Catalunya señalando que los movimientos sociales, vivos y atentos, siguen siendo de lo mejor de esta sociedad. Es por tanto un republicanismo basado en la intervención en política, en la gestión popular de espacios y discursos. Un germen que, de alimentarse en los próximos años y si la fortuna nos es favorable, anticipa un proceso constituyente absoluta y radicalmente opuesto al del 78.

¿Y cómo debería ser esa República Catalana para que valga la pena pelear por ella? Es un tema amplio y precisamente por eso, muy ilusionante.

Me gustaría rescatar, solo por recuperar su espíritu y llevarlo a nuestro tiempo, la constitución que escribieron un grupo de exiliados independentistas en 1928 en La Habana. De su fantástico texto extraigo y reproduzco algunos artículos: Artículo 51: «Todos los ciudadanos deberán ejercer algún oficio o profesión, o dedicarse a ocupaciones mecánicas, industriales, mercantiles o intelectuales. No estarán exentos de este deber ni los rentistas». Fantástica prevención contra la ociosidad especulativa. Otra. Artículo 172: «Nunca podrán establecerse impuestos directos ni indirectos sobre artículos de primera necesidad, salarios de trabajadores…». Igual que hoy. Otro. Artículo 189: «La enseñanza no podrá ser de carácter memorista o pasiva sino de orientación y despertar de la inteligencia de los alumnos para que estos aprendan a formarse conceptos propios sobre las cosas y los asuntos». Precioso. ¿Qué país habría resultado de una constitución como esta…?