El método apropiado

 

 

 

 

Mi turno había terminado y no había hecho otra cosa que pensar en un modo.

Un modo.

Mi cobardía estaba gritando alocadamente pero ahora ya no la escuchaba.

Había pedido al jefe si podía utilizar el ordenador de la oficina para hacer unas búsquedas para encontrar el método justo.

Las luces del supermercado estaban apagadas.

El silencio que me circundaba era casi ensordecedor y el ruido de las teclas parecía que cubría todo.

Tecleé sobre Google Suicidarse.

Salieron muchas páginas de resultados.

Hice clic sobre la primera secuencia aparecida: me pidieron que confirmase que tenía más de veintiún años y se abrió un sitio con colores chillones, con una doctora sonriente con estetoscopio en el cuello, tranquilizadora, diría… comencé a leer:

Se supone que, si estás leyendo esto, es porque, probablemente, debes estar cansado de la vida y quieres acabar de una vez por todas.

No podemos hacerte cambiar de idea y no vemos sentido a que lo hagas.

De todas formas, el suicidio se puede volver contra ti, justo como cualquier otra cosa, por lo que ofrecemos esta guía sobre los métodos de suicidio no dolorosos pero fáciles.

El motivo por el cual es importante es porque debes hacerlo de manera adecuada dado que el revolverse contra un suicidio no conseguido tiene muchas consecuencias.

¿Por dónde comenzar?

Ahora que has decidido que quieres morir, ¿por dónde comenzar?

¿Qué método utilizarás para suicidarte?

La pregunta sobre cómo vas a cumplir el suicidio es la más importante en este momento. Debes considerar la cosa con mucha atención por varios motivos. Algunos métodos que te dejan inconsciente sin matarte velozmente, no son una buena idea. Alguien podría encontrarte y llevarte al hospital y esto, seguramente, no es lo que tú quieres.

 

El corazón me latía alocadamente, como si quisiese salirme del pecho, los oídos retumbaban TU-TUUM TU-TUUM.

Continué leyendo, aplacando la sed de morbosa curiosidad que me invadía, y mientras avanzaba encontraba las respuestas a todas las preguntas que nunca habría tenido el valor de plantear a nadie.

No conseguía pararme.

Un fuego me ardía en las venas.

Leí con atención una lista de métodos para suicidarse.

Se hablaba de dispararse, de ahorcarse, de tirarse al vacío, de morir por una sobredosis de fármacos, de respirar dióxido de carbono encerrada en un coche, de ahogarse, de morir fulminados, o arrollada por un tren.

Estaba aterrorizada por las descripciones de la muerte descritas con todo lujo de detalles, por cada método, pero, a pesar de todo esto, la determinación de quererlo hacer no me abandonó ni por un momento.

Aunque la policía hubiese alejado a Filippo, él nunca me hubiera dejado en paz, y si no me mataba, lo haría él, y me convencí de que me habría hecho sufrir mucho. El sufrimiento, en ese momento, me daba más miedo que la muerte.

El terror me estaba invadiendo: desde los brazos bajaba hasta la espalda, lo advertía casi como si fuese un elemento tangible.

El único miedo que sentía era por la consciencia de que no sería jamás capaz de quitarme la vida empuñando una pistola o lanzándome al vacío.

El terror a no conseguir encontrar una vía de escape al horror que estaba viviendo, me devoraba.

Luego, se abrió un resquicio de luz.

Continué leyendo, como si no pudiese evitarlo, y aprendí que desde ese sitio era posible comprar un barbitúrico llamado la píldora de la paz que, tomado en la dosis adecuada, llevaba a una muerte rápida e indolora.

La píldora de la paz, era la que buscaba.

Una lúcida locura se estaba apoderando de mí, haciéndome sentir emocionada, las mejillas arreboladas, una sonrisa estampada en los labios y una decisión agarrada al pecho.

Había encontrado el método, el adecuado para una bellaca como yo. Finalmente podía pensar que había encontrado la solución, la única solución, al callejón sin salida en el que me encontraba.

Ahora ya respiraba más lentamente.

Hice clic sobre una tecla grande con la frase COMPRAR AHORA.

Me apareció un formulario para hacer el pedido, lo rellené con todos mis datos. Escribí el número de mi tarjeta de crédito.

El método llegaría a mi casa en el plazo de cuarenta y ocho horas.