Prefacio

No he escrito este libro para otros profesores de teología (aunque espero que muchos de ellos lo lean). Lo he escrito para estudiantes; y no sólo para estudiantes, sino también para todo creyente que tiene hambre de saber las doctrinas centrales de la Biblia con mayor profundidad.

Por eso titulé el libro «Una introducción a la doctrina bíblica». He tratado de hacerlo comprensible incluso para creyentes que nunca antes han estudiado teología. He evitado usar términos técnicos sin primero explicarlos. La mayoría de los capítulos se pueden leer solos, de modo que cualquiera puede empezar en cualquier capítulo y comprenderlo sin tener que leer el material previo.

Los estudios introductorios no tienen que ser superficiales ni simplistas. Estoy convencido de que la mayoría de los creyentes pueden comprender las enseñanzas doctrinales de la Biblia a considerable profundidad, siempre y cuando se las presenten en forma clara y sin usar lenguaje altamente técnico. Por consiguiente, no he vacilado en hablar con algún detalle de disputas teológicas en donde me ha parecido necesario.

Sin embargo este libro, a pesar de su extensión, es con todo una introducción a la teología sistemática. Se han escrito libros enteros sobre los temas que se cubren en cada capítulo de este libro, y se han escrito artículos enteros sobre muchos de los versículos que se citan en este libro. Por consiguiente, cada capítulo puede abrirse a estudio adicional con mayor amplitud y mayor profundidad para los que se interesan. Las bibliografías al final de cada capítulo darán alguna ayuda en esa dirección, para los que entienden inglés.

Los siguientes seis rasgos distintivos de este libro brotan de mis convicciones en cuanto a lo que es la teología sistemática y cómo se debe enseñar:

1. Una base bíblica clara para las doctrinas. Debido a que estoy convencido que la teología debe basarse explícitamente en las enseñanzas de la Biblia, en cada capítulo he intentado señalar cuando la Biblia respalda las doctrinas que se están considerando. Es más, debido a que creo que las palabras de las Escrituras en sí mismas tienen mayor peso y autoridad que cualquier palabra humana, no menciono simplemente referencias bíblicas; frecuentemente he citado pasajes bíblicos extensos para que los lectores puedan examinar fácilmente por sí mismos la evidencia bíblica y de esa manera ser como los nobles bereanos, quienes «con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba» (Hch 17:11). Esta convicción en cuanto a la naturaleza singular de la Biblia como palabra de Dios también ha llevado a la inclusión de pasajes bíblicos para memorizar al final de cada capítulo.

2. Claridad en la explicación de las doctrinas. No creo que Dios quiso que el estudio de la teología resultara en confusión y frustración. El estudiante que sale de un curso de teología lleno sólo con incertidumbre doctrinal y mil preguntas sin contestación pienso que difícilmente «pueda exhortar a otros con la sana doctrina y refutar a los que se opongan» (Tit 1:9). Por consiguiente he tratado de indicar la posición doctrinal de este libro claramente y mostrar en qué lugar de la Biblia hallo evidencia convincente para estas posiciones. No espero que todo el que lea este libro concuerde conmigo en todo punto de doctrina; pero sí pienso que todo lector entenderá las posiciones que propongo y en qué lugar de la Biblia se puede hallar respaldo para esas posiciones.

Pienso que los lectores de este libro merecen que diga desde el principio cuáles son mis propias convicciones respecto a ciertos puntos que se debaten dentro del cristianismo evangélico. Sostengo una noción conservadora de la inerrancia bíblica, en acuerdo en gran medida con la «Declaración de Chicago» del Concilio Internacional sobre la Inerrancia Bíblica (capítulo 5 y apéndice 1, pp. 1203-6, y la posición tradicional reformada respecto a las cuestiones de la soberanía de Dios y responsabilidad del hombre (capítulo 16), el alcance de la expiación (capítulo 27), y el asunto de la predestinación (capítulo 32). En conformidad con el punto de vista reformado, sostengo que los que de veras han nacido de nuevo nunca perderán su salvación (capítulo 40). Con respecto a las relaciones entre hombre y mujer, abogo por una noción que no es ni tradicional ni feminista, sino «complementaria»; es decir, que Dios creó al hombre y a la mujer iguales en valor y personalidad, e iguales en llevar su imagen, pero que tanto la creación como la redención indican algunas funciones distintas para hombres y mujeres en el matrimonio (capítulo 22) y en la iglesia (capítulo 47). En cuanto al gobierno de la iglesia, abogo por una forma de gobierno congregacional modificada, con múltiples ancianos en cargos directivos (capítulo 47). Abogo por una noción bautística del bautismo, es decir, que los que dan una profesión creíble de fe personal en Cristo deben bautizarse (capítulo 49). Sostengo que «el bautismo en el Espíritu Santo» es una frase que se aplica mejor a la conversión, y a las experiencias subsiguientes es mejor llamarlas «llenura del Espíritu Santo» (capítulo 39); además, todos los dones del Espíritu Santo mencionados en el Nuevo Testamento son todavía válidos para hoy, pero que «apóstol» es un oficio, no un don, y que el oficio no existe hoy (capítulos 52 y 53). Creo que la Segunda Venida de Cristo puede ocurrir en cualquier día, que será premilenial —es decir, que marcará el principio de su reinado de mil años de paz perfecta en la tierra— pero que será después de la tribulación; es decir, que muchos cristianos pasarán por la gran tribulación (capítulos 54 y 55).

Esto no quiere decir que paso por alto otros puntos de vista. En donde hay diferencias doctrinales dentro del cristianismo evangélico he tratado de presentar con justicia otras posiciones, explicar por qué discrepo de ellas, y dar referencias de las mejores defensas disponibles para las posiciones opuestas. Por cierto, he hecho fácil que los estudiantes hallen una declaración evangélica conservadora para cada tema dentro de sus propias tradiciones teológicas, porque cada capítulo contiene un índice de los tratamientos del tema de ese capítulo en otros treinta y cuatro textos de teología clasificados por trasfondo denominacional. (Si no he logrado presentar acertadamente un punto de vista opuesto apreciaría una carta de cualquiera que sostenga ese punto de vista, e intentaré hacer correcciones si se publica una edición subsecuente de este libro).

3. Aplicación a la vida. No creo que Dios quiso que el estudio de teología fuera tedioso y aburrido. ¡La teología es el estudio de Dios y todas sus obras! ¡La teología tiene el propósito de que uno la viva y la eleve en oración y la cante! Todos los grandes escritos doctrinales de la Biblia (como la epístola de Pablo a los Romanos) están llenos de alabanzas a Dios y aplicación personal a la vida. Por esta razón he incorporado notas de aplicación de tiempo en tiempo en el texto, y añadido «Preguntas para aplicación personal» al fin de cada capítulo, todo relacionado con el tema de ese capítulo. La verdadera teología es «doctrina que es conforme a la piedad» (1 Ti 6:3, RVR 1960), y la teología, cuando se estudia apropiadamente, conducirá a crecimiento en nuestras vidas cristianas y a la adoración.

4. Enfoque en el mundo evangélico. No pienso que un verdadero sistema de teología se pueda construir desde lo que podríamos llamar la tradición teológica «liberal», es decir, de personas que niegan la absoluta veracidad de la Biblia, o que piensan que las palabras de la Biblia no son exactamente palabras de Dios (vea capítulo 4, sobre la autoridad de la Biblia). Por esta razón, los otros escritores con quienes dialogo en este libro están en su mayoría dentro de lo que hoy se llama la tradición «evangélica conservadora» más amplia; desde los grandes reformadores Juan Calvino y Martín Lutero, hasta los escritos de los eruditos evangélicos de hoy. Escribo como evangélico y para evangélicos. Esto no quiere decir que los que siguen la tradición liberal no tengan nada valioso que decir; sino que las diferencias con ellos casi siempre se reducen a diferencias en cuanto a la naturaleza de la Biblia y su autoridad. La cantidad de acuerdo doctrinal que se puede lograr con personas que tienen bases ampliamente divergentes de autoridad es muy limitada. Claro, los profesores pueden siempre asignar lecturas adicionales de teólogos liberales de interés actual, y estoy agradecido por mis amigos evangélicos que escriben críticas extensas de la teología liberal. Pero no pienso que todos están llamados a hacer eso, ni que un análisis extenso de nociones liberales sea la manera más útil de edificar un sistema positivo de teología basado en la total veracidad de toda la Biblia. De hecho, de alguna manera como el niño del cuento de Hans Christian Andersen que gritaba: «¡El emperador no lleva ropa!», pienso que alguien necesita decir que es dudoso que los teólogos liberales nos hayan dado alguna noción significativa de las enseñanzas doctrinales de la Biblia que no se halle ya en los escritores evangélicos.

No siempre se aprecia que el mundo de la erudición evangélica conservadora es tan rico y diverso que permite amplia oportunidad para la exploración de diferentes puntos de vista y nociones de la Biblia. Pienso que a la larga logramos mucho más profundidad de comprensión de la Biblia cuando podemos estudiarla en compañía de un gran número de eruditos que parten de la convicción de que la Biblia es completamente veraz y absolutamente autoritativa. Las referencias cruzadas a otras treinta y cuatro teologías sistemáticas evangélicas [en inglés] que he puesto al final de cada capítulo reflejan esta convicción. Aunque las he dividido en siete tradiciones teológicas amplias (anglicana/episcopal, arminiana/wesleyana/metodista, bautista, dispensacional, luterana, reformada/presbiteriana, y renovada/carismática/pentecostal), todas ellas sostienen la inerrancia de la Biblia y pertenecen a lo que llamaríamos hoy una posición evangélica conservadora. (Además de estas treinta y cuatro obras evangélicas conservadoras, he añadido a cada capítulo una sección de referencias cruzadas con dos teologías Católicas romanas representativas, porque el catolicismo romano continúa ejerciendo una influencia significativa en todo el mundo.)

5. Esperanza de progreso en la unidad doctrinal en la iglesia. Creo que todavía hay mucha esperanza de que la iglesia logre una comprensión doctrinal más honda y más pura, y que supere viejas barreras, incluso las que han persistido por siglos. Jesús está obrando en perfeccionar su iglesia «para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable» (Ef 5:27), y ha dado dones para equipar a la iglesia, y «de este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios» (Ef 4:13). Aunque la historia pasada de la iglesia puede desalentarnos, estos pasajes bíblicos siguen siendo ciertos, y no debemos abandonar la esperanza de un acuerdo mayor. Es más, en este siglo ya hemos visto una comprensión mucho mayor y algún acuerdo doctrinal mayor entre los teólogos del pacto y dispensacionales, y entre carismáticos y no carismáticos; todavía más, pienso que la comprensión de la iglesia respecto a la inerrancia bíblica y los dones del Espíritu también ha aumentado significativamente en las últimas décadas. Creo que el debate presente sobre los apropiados papeles del hombre y la mujer en el matrimonio y en la iglesia a la larga resultará igualmente en una comprensión mucho mayor de la enseñanza bíblica, por dolorosa que la controversia pueda ser al presente. Por consiguiente, en este libro no he vacilado en levantar de nuevo algunas de las viejas diferencias (sobre el bautismo, la Cena del Señor, el gobierno de la iglesia, el milenio y la tribulación, y la predestinación, por ejemplo) con la esperanza de que, por lo menos en algunos casos, un vistazo fresco a la Biblia pueda provocar un nuevo examen de estas doctrinas y tal vez pueda impulsar algún movimiento no sólo hacia una mayor comprensión y tolerancia de otros puntos de vista, sino incluso a un consenso doctrinal mucho mayor en la iglesia.

6. Un sentido de la urgente necesidad de una mayor comprensión doctrinal en toda la iglesia. Estoy convencido de que hay una necesidad urgente en la iglesia cristiana hoy de una mayor comprensión de la doctrina cristiana, o teología sistemática. No sólo los pastores y maestros necesitan entender la teología a mayor profundidad, sino que la iglesia entera lo necesita también. Un día, por la gracia de Dios, quizá podamos tener iglesias llenas de creyentes que pueden debatir, aplicar, y vivir las enseñanzas doctrinales de la Biblia con tanta facilidad como hablan de los detalles de sus trabajos o pasatiempos o la suerte de su equipo favorito de deportes o programa de televisión. No es que los creyentes carezcan de capacidad para entender la doctrina; es simplemente que deben tener acceso a ella en una forma comprensible. Una vez que eso tiene lugar, pienso que muchos creyentes hallarán que comprender (y vivir) las doctrinas de la Biblia es una de sus mayores alegrías.

Muchas personas me han ayudado a escribir este libro. Primero debo mencionar a mis estudiantes, anteriores y actuales, tanto en Bethel College en St. Paul, Minnesota (1977-81), y luego en Trinity Evangelical Divinity School (1981-presente). Sus contribuciones inteligentes y penetrantes durante los diálogos en el salón de clases han influido en cada capítulo de este libro.

Dios me ha bendecido con la ayuda de varios mecanógrafos excelentes. El mecanografiado de los manuscritos la empezó Sherry Kull hace varios años. Luego Mary Morris, Ron Tilley, Kathryn Sheehan, Shelly Mills, Rebecca Heidenreich, Jenny Hart y Carol Pederson mecanografiaron varias porciones. Después, la mayor parte del manuscrito fue copiado con gran habilidad y cuidado por Tammy Thomas, que también ayudó en la edición. Andi Ledesma y Joyce Leong gustosamente ayudaron a fotocopiarlo muchas veces. Finalmente, Kim Pennington de forma fiel y precisa incluyó las muchas correcciones y cambios que surgieron durante el proceso editorial. Estoy agradecido a todos ellos por su ayuda.

John O. Stevenson hizo un excelente trabajo compilando las bibliografías, y Don Rothwell realizó una porción significativa de las referencias cruzadas con otros textos de teología. H. Scott Baldwin, Tom Provenzola, y Mark Rapinchuk fueron una gran ayuda en la lectura de pruebas e investigación en bibliotecas. Mark Rapinchuk compiló también los índices de autores y de referencias bíblicas. Beth Manley proveyó excelente ayuda en la lectura de pruebas. George Knight III, Robert Reymond, Harold Hoehner, Robert Saucy, Doug Moo, Tom Nettles, Tom McComiskey, Doug Halsne, Steve Nicholson, Doug Brandt, Steve Figard, Gregg Allison, Ellyn Clark, y Terry Mortenson proveyeron comentarios detallados sobre diferentes porciones. Raymond Dillard bondadosamente me proveyó el texto computarizado de la Confesión Westminster de Fe. Bruce Shauger resolvió mis problemas de computadora varias veces, y Tim McLaughlin reparó mi computadora en un momento crucial. Mi viejo amigo John Hughes varias veces me dio consejos valiosos sobre computadoras y publicación de manuscritos. Mis hijos también me ayudaron al acercarse las fechas de entrega: Elliot con la investigación en biblioteca, y Oliver y Alexander (y su amigo Matt Tooley) compilando y corrigiendo los índices.

Una persona ha tenido mayor influencia que cualquier otra en la forma final de este libro: David Kingdon, editor de libros teológicos de InterVarsity Press, Inglaterra, que me ha ayudado más allá de mis expectaciones en su trabajo como editor perspicaz, concienzudo y sabio. Ha examinado cada capítulo con gran cuidado, sugiriendo correcciones, adiciones y recortes, y dialogando con mis argumentos en extensos memorandos. Su amplio conocimiento de teología, estudios bíblicos y la historia de doctrina ha sido de inmenso valor para mí, y el libro es mucho mejor como resultado de su trabajo. Además, Frank Entwistle de InterVarsity Press y Stan Gundry, Jim Ruark, y Laura Weller de Zondervan me han mostrado gracia y paciencia en cuanto a los muchos detalles respecto a la publicación del libro.

No podría haber completado esta obra sin la generosa provisión de sabáticos de Trinity Evangelical Divinity School en el otoño de 1983, el otoño de 1985, el invierno de 1989 y el otoño de 1991, y estoy agradecido a la junta de directores de Trinity por concederme tiempo para escribir. También estoy agradecido por el respaldo de mis padres, Arden y Jean Grudem, que generosamente proveyeron ayuda financiera que me permitió escribir durante estas y otras ocasiones, y que también han sido un estímulo constante en todo este proyecto, tanto en sus oraciones como en su indeclinable convicción de que un libro como este, escrito en lenguaje no técnico para que miles de creyentes como ellos puedan entenderlo, sería valioso para la iglesia.

Pienso que casi toda persona que me conocía estaba orando por este proyecto en algún momento u otro; especialmente mis consejeros estudiantiles en varios años en Trinity, y muchos amigos en mi iglesia. Frecuentemente he estado consciente de la ayuda del Señor en respuesta a esas oraciones, dándome salud y fuerza, libertad sin interrupciones, y un deseo indeclinable de terminar el libro.

Sobre todo, estoy agradecido por el respaldo de mi esposa, Margaret, y mis hijos Elliot, Oliver y Alexander. Ellos han sido pacientes y me han dado su estímulo, han orado por mí y me han amado, y continúan siendo una gran fuente de alegría en mi vida, por lo cual agradezco a Dios.

Estoy seguro que este libro, como todos los libros meramente humanos, tiene errores y lagunas, y probablemente algún argumento defectuoso por igual. Si supiera dónde están, ¡trataría de corregirlos! Por consiguiente, estaré agradecido al lector interesado que me envíe sus sugerencias en cuanto a cambios o correcciones. No garantizo que podré contestar toda carta, pero sí daré consideración al material de toda carta y haré correcciones en lo que pueda.

«Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre» (Sal 118:29).

«La gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre» (Sal 115:1).

Wayne Grudem

Trinity Evangelical Divinity School

2065 Half Day Road

Deerfield, Illinois 60015

EE. UU.