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ANDREAS

 

 

 

PARECE QUE NIKOLAI se ha quedado dormido, al menos está en silencio. A lo mejor no deberíamos dormirnos ahora, pero es agradable, así al menos estará callado. Le tengo un poco de envidia, la verdad.

Yo sigo viendo las mismas películas en mi cabeza una y otra vez, incluso ahora. La primera muestra a papá volviendo a casa de la cabaña. Nos lanzamos a sus brazos, lo abrazamos y nos sentamos en el suelo de la entrada. Hace el tonto y bromea con nosotros, nos hace cosquillas, nos arroja al aire, como cuando éramos más pequeños.

Entonces alguien llama a la puerta y nos levantamos de un salto, como siempre, porque normalmente es alguien que viene a vernos, alguien que quiere jugar o que salgamos a hacer algo juntos. Pero no así. Ahora hay tres policías en los escalones. Llevan el uniforme, botas y gorras. Uno de ellos abre la boca y pregunta si está papá. Siempre he tenido ganas de ver a un policía de verdad, pero ahora sé que algo va mal.

Aunque la película, en realidad, tiene sonido, a pesar de que los policías hablan y papá habla y mamá también habla con su voz de trabajo, reina un silencio completo. Es como ver la tele sin volumen o sumergir la cabeza dentro de la piscina, sin que puedas escuchar los sonidos que hay alrededor.

Así es hasta que Nikolai comienza a chillar. Sus alaridos me atraviesan como un cuchillo. Nos aferramos a papá y él nos dice que debemos ir con mamá, pero yo no quiero soltarlo. Me agarro a él mientras Nikolai grita y grita sin parar, tan típico de mi hermano.

Así acaba esa parte de la película.

Tanto los policías como papá nos dijeron que solo los iba a ayudar con unas preguntas, pero yo comprendí que lo estaban arrestando. Lo supe porque eran tres policías uniformados con las caras muy serias, por la forma en la que hablaban y porque papá se puso blanco y mamá comenzó a hablar con voz de pito. Estaba tensa y se comportaba de una forma extraña.

Ella intentó detenerlos, pero no pudo. Se fueron, se llevaron a papá y nos quedamos solos con mamá. Tenía tanto miedo de que no lo volviésemos a ver que apenas recuerdo algo de esos días, solo que mi corazón latía y latía y latía. Yo pensaba todo el rato que se me iba a parar, porque papá no estaba y todo era tan horrible, pero el corazón no se me paró. Siguió latiendo. También fuimos al colegio como si no hubiese pasado nada. Mamá se fue a trabajar como si no hubiese pasado nada, y papá estuvo metido en la cárcel acusado de dos asesinatos. Por dentro yo era un témpano de hielo y todo era completamente irreal.

Vino abu. Apenas podía recordar la última vez que había venido a nuestra casa. Muy de vez en cuando nos visitaba para nuestro cumpleaños, pero no todos los años. Mamá siempre ha dicho que abu prefiere quedarse en casa y que, además, tiene que estar en la granja para cuidar a los animales y todo eso. También lo veíamos a menudo cuando íbamos a la costa oeste. Sin embargo, me daba pena que no conociese a nuestros amigos o que no pudiese ver nuestros partidos de fútbol. Por eso me gustó que viniese, aunque nada pudiera estar bien del todo mientras papá no regresara.

Todos los días le preguntaba a mamá si volvería pronto. Todos los días ella me respondía que no lo sabía, pero que estaba trabajando en el caso, que solo teníamos que tener paciencia. Abu nos acariciaba el pelo y veía los dibujos animados con nosotros y nos leía, y cuando creía que no nos dábamos cuenta, nos miraba con preocupación.

En mi cabeza resonaban sin cesar las mismas preguntas. ¿Qué había pasado? ¿De verdad papá había hecho algo malo? Y ¿volvería a casa algún día?

Entonces pensé que solo con que papá regresase a casa, todo volvería a estar bien. Pero en realidad aquello no era más que el principio.