INTENTO LLAMARLA UNA y otra vez. Me salta el buzón de voz todo el rato.
La llamada se cortó de golpe en medio de una frase. Tiene que haber sido su madre, o quizá sus cómplices; deben de haber descubierto que estaba hablando por teléfono y se lo han quitado. Me lo imagino con demasiada nitidez tras oír la desesperación que le inundaba la voz.
Jamás debí dejarla subir sola a ese lugar, debería haber insistido en acompañarla, lo hubiera conseguido de alguna forma o, por lo menos, tendría que haberla convencido de que esperase al tal Stian. Ha sido una completa locura dejarla ir sola. Estaba tan aturdido por lo que me acababa de contar que no fui capaz de pensar con claridad. Ahora lo tengo todo clarísimo. Por una vez, mi hija no tenía ningún control en absoluto; acudió a mí, y yo le fallé.
No fui capaz de ayudarla, igual que no fui capaz de ayudar a mi hijo. Todas las imágenes, las estaciones, Haavard, Lars, empiezan a girar. Dan más y más vueltas, cada vez más rápido.
Es evidente que Clara, de alguna forma, ha caído en la trampa de Agnes. El plazo está a punto de vencer. Clara me llamó, a la vista está, porque se encontraba entre la espada y la pared.
Me siento, oculto la cabeza entre las manos. Bella se sube a mi regazo de un salto, yo me deshago de ella. Luego me levanto, me dirijo al pasillo, me pongo el gorro, el abrigo y los zapatos.
Tengo que salir, necesito hacer algo. Así es como la película termina todo el rato, con unas letras blancas que centellean contra un fondo negro y ordenan: «Haz algo, haz algo, haz algo».
Agnes nos ha hecho tanto daño a Lars, a Clara y a mí. Ya es suficiente.