Prólogo







En 2017, cuando comenzamos nuestra investigación sobre Harvey Weinstein para The New York Times, las mujeres tenían más poder que nunca. El número de trabajos que en el pasado habían estado casi exclusivamente en manos de los hombres —agente de policía, soldado, piloto de aerolínea— se había reducido hasta casi alcanzar el punto de fuga. Había mujeres al frente de naciones, incluidas Alemania y Reino Unido, y de compañías como General Motors y PepsiCo. Una mujer de treinta y tantos podía, en un solo año de trabajo, ganar más dinero que todas sus antepasadas juntas.

Sin embargo, a las mujeres se las acosaba sexualmente con demasiada frecuencia y con total impunidad. Científicas y camareras, animadoras, ejecutivas y trabajadoras fabriles tenían que sonreír ante los manoseos, las miradas lascivas o las insinuaciones indeseadas para obtener la siguiente propina, sueldo o aumento salarial. El acoso sexual era ilegal, pero en algunos trabajos era una práctica rutinaria. A menudo se ignoraba o denigraba a las mujeres que alzaban la voz. Muchas veces se ocultaba a las víctimas y se las aislaba a unas de otras. Para muchas de ellas, su mejor opción era aceptar una suma de dinero como una especie de compensación por su silencio.

En cambio, era habitual que, mientras tanto, los agresores alcanzaran niveles de éxito y alabanza cada vez más altos. En multitud de ocasiones se aceptaba o incluso jaleaba a los acosadores como meros chicos malos y traviesos. Raras veces su comportamiento entrañaba consecuencias graves para ellos. Megan firmó algunos de los artículos en los que distintas mujeres afirmaban haber sido víctimas de Donald Trump; más tarde, escribió sobre su triunfo en las elecciones presidenciales de 2016.

Después de que el 5 de octubre de 2017 sacáramos a la luz la historia de los presuntos acosos y abusos sexuales de Weinstein, observamos, llenas de asombro, algo parecido al desmoronamiento de una presa. Millones de mujeres en todo el mundo hicieron públicas sus propias historias. De repente, un gran número de hombres tuvieron que responsabilizarse de su comportamiento depredador. Fue un momento de rendición de cuentas sin precedentes. El periodismo había ayudado a inspirar un cambio de paradigma. Nuestro trabajo fue solo uno de los impulsores de aquel cambio que llevaba años fraguándose gracias al esfuerzo de feministas pioneras y expertas legales, de Anita Hill, de Tarana Burke —la activista que creó el movimiento #MeToo— y de muchas otras, entre las que se incluyen compañeras periodistas.

Sin embargo, ser testigos de cómo los hallazgos de nuestra investigación, obtenidos a base de tanto esfuerzo, ayudaban a resetear actitudes nos llevó a preguntarnos: ¿por qué esta historia en particular? Tal como señaló uno de nuestros editores, Harvey Weinstein ni siquiera era tan famoso. En un mundo donde tantas cosas parecen estancadas, ¿cómo se produce este tipo de cambio social tan trascendente?

Nos embarcamos en este libro con el objetivo de dar respuesta a estas preguntas. El cambio no tenía nada de inevitable ni de anunciado. En estas páginas describimos las motivaciones y las desgarradoras y arriesgadas decisiones de las primeras y valientes fuentes que rompieron el silencio que rodeaba a Weinstein. Laura Madden, antigua asistente de Weinstein, madre y ama de casa en Gales, habló en medio de una situación de inestabilidad por su divorcio y por una inminente cirugía mamaria tras un cáncer. Ashley Judd, en un periodo poco conocido de su vida en el que se apartó de Hollywood para reflexionar con una perspectiva mayor sobre la igualdad de género, puso en riesgo su carrera. Zelda Perkins, una productora londinense cuyas denuncias contra Weinstein se habían visto anuladas por un acuerdo firmado dos décadas antes, habló con nosotras a pesar de las posibles represalias legales y económicas. Un veterano empleado de Weinstein, cada vez más afectado por todo lo que sabía, jugó un papel fundamental —no revelado hasta ahora— para ayudarnos a desenmascarar finalmente a su jefe. La imprecisión del título, She Said [Dijo ella], es intencionada: escribimos sobre aquellas mujeres que sí hablaron, pero también sobre otras que eligieron no hacerlo, y sobre los matices del cómo, el cuándo y el por qué.

Esta es también una historia sobre periodismo de investigación que comienza en nuestros primeros e inciertos días de indagaciones, cuando disponíamos de muy poca información y casi nadie hablaba con nosotras. Describimos cómo sonsacamos secretos, cómo encontramos información y cómo perseguimos la verdad sobre un hombre poderoso que no dudó en usar tácticas turbias para sabotear nuestro trabajo. También, por primera vez, hemos reconstruido nuestra confrontación definitiva con el productor —su última batalla— en las oficinas de The New York Times justo antes de publicar nuestro primer artículo, cuando fue consciente de que estaba arrinconado.

Nuestras investigaciones sobre Weinstein llegaron en una época plagada de acusaciones por la publicación de «noticias falsas», cuando el consenso nacional en torno a la verdad parecía estar fracturándose. Pero el impacto de las revelaciones sobre Weinstein fue tan enorme, en parte, porque nosotras y otros periodistas fuimos capaces de encontrar un conjunto de pruebas que acreditaban una conducta delictiva. En estas páginas explicamos cómo documentamos un patrón de comportamiento a partir de relatos en primera persona, de informes legales y financieros, de comunicaciones internas en empresas y de otros materiales reveladores. Nuestro trabajo generó escaso debate público sobre lo que Weinstein había hecho a las mujeres; en su lugar, se hablaba de qué debería hacerse en respuesta a ello. Pero Weinstein ha continuado negando todas las acusaciones de relaciones sexuales no consensuadas y ha afirmado hasta la saciedad que nuestras informaciones son incorrectas. «Lo que aquí exhiben son alegaciones y acusaciones, pero no tienen hechos absolutos», dijo un portavoz ante nuestra petición de respuesta a las revelaciones aquí presentadas.

Este libro alterna entre lo que aprendimos durante nuestras investigaciones originales sobre Weinstein en 2017 y la enorme cantidad de información que hemos recopilado desde entonces. Gran parte de las nuevas informaciones que aportamos ayudan a ilustrar cómo el sistema legal y la cultura corporativa han contribuido a silenciar a las víctimas, y cómo todavía impiden el cambio. Las empresas han optado por proteger a los depredadores. En algunos casos, algunos abogados que defienden a las víctimas de este tipo de conductas aceptan unos acuerdos que permiten ocultar las fechorías. Muchos de quienes advierten el problema —como Bob Weinstein, el hermano de Harvey y socio empresarial, que ha concedido extensas entrevistas para este libro— hacen poco para intentar detenerlo.

En el momento de escribir este libro, en mayo de 2019, Weinstein continúa a la espera de un juicio penal por presuntas violaciones y otros abusos sexuales, y se enfrenta a una serie de demandas civiles en las que actrices, antiguas empleadas y otras mujeres tratan de que asuma su responsabilidad económica. Independientemente de cómo se resuelvan estos casos, confiamos en que este libro sirva como testimonio perdurable de lo que hizo Weinstein: su explotación del lugar de trabajo para manipular, presionar y aterrorizar a las mujeres.

En los meses posteriores a la publicación del artículo sobre Weinstein, a medida que crecía el movimiento #MeToo, también surgieron nuevas polémicas sobre temas que iban desde el concepto de violación al abuso sexual de menores, pasando por la discriminación por motivos de género e incluso las situaciones inapropiadas en fiestas. Esto contribuyó a un debate público más rico y exhaustivo, pero también confuso: ¿cuál era el objetivo?, ¿eliminar el acoso sexual?, ¿reformar el sistema de justicia penal?, ¿hacer añicos el patriarcado?, ¿o flirtear sin ofender? ¿Se había llevado demasiado lejos el ajuste de cuentas y, en consecuencia, hombres inocentes habían visto empañado su honor con pruebas menos que convincentes?, ¿o, por el contrario, no se había llegado lo bastante lejos, con la consiguiente y frustrante ausencia de un cambio sistémico?

Casi un año después de que se publicara nuestro primer reportaje sobre Weinstein, la doctora Christine Blasey Ford, una profesora universitaria de Psicología en California, compareció ante un comité del Senado de Estados Unidos y acusó al juez Brett Kavanaugh, en ese momento candidato a la Corte Suprema, de haberla agredido sexualmente estando borracho cuando iban al instituto. Él lo negó ferozmente. Hay quienes vieron en Ford a la heroína definitiva del movimiento #MeToo. Otros la consideraron un símbolo de los excesos del propio movimiento: un caso que justificaba las reacciones negativas que estaba suscitando.

Para nosotras era la protagonista de una de las historias «dijo ella» más complejas y reveladoras que se habían conocido hasta el momento, sobre todo cuando empezamos a ser conscientes de la incomprensión pública del camino que había recorrido hasta llegar al Senado. Desde la sala de audiencias, Jodi observó las intervenciones de sus abogadas. A la mañana siguiente, se reunió con ella. En diciembre, durante un desayuno en Palo Alto, Megan entrevistó por primera vez a Ford después de su comparecencia. Al cabo de varios meses, Megan había recopilado decenas de horas de entrevistas adicionales en las que Ford le relataba cómo había llegado a alzar la voz y cuáles habían sido las consecuencias. También hablamos con otras personas que la habían influido y que habían sido testigos de su experiencia. Contamos la travesía de Ford hasta Washington, y cómo se vio envuelta en un apabullante torbellino institucional, de puntos de vista, presiones políticas y miedos.

Mucha gente se pregunta cómo le han ido las cosas a Ford desde su testimonio. El capítulo final consiste en una entrevista grupal única en la que reunimos a algunas de las mujeres sobre las que hablamos en este libro, incluida Ford. Pero en su odisea hay algo mayor en juego: la consabida pregunta de qué es lo que impulsa e impide el progreso. El movimiento #MeToo es un ejemplo de cambio social en los tiempos que corren, pero supone también una prueba de fuego: en este ambiente fracturado, ¿seremos capaces de forjar un nuevo conjunto de reglas y protecciones que sean igual de justas?

Este libro relata dos años asombrosos en la vida de las mujeres en Estados Unidos y en otros lugares. Esta historia nos pertenece a todas las que la hemos vivido; a diferencia de algunas investigaciones periodísticas que se enfrentan a gobiernos en la sombra o a secretos corporativos, esta trata de experiencias que muchas de nosotras reconocemos en nuestras propias vidas, lugares de trabajo y escuelas. Pero hemos escrito este libro para acercaros lo más posible a la zona cero.

Para narrar estos acontecimientos de la forma más directa y auténtica posible, hemos incorporado transcripciones de entrevistas, correos electrónicos y otros documentos esenciales. Hemos incluido notas de nuestras primeras conversaciones sobre Weinstein con estrellas de cine, una minuciosa carta que Bob Weinstein escribió a su hermano, extractos de textos de Ford y muchos otros materiales de primera mano. Parte de lo que compartimos en un primer momento era extraoficial, pero a través de investigaciones adicionales, entre las que se incluyen nuevas visitas a las personas involucradas, hemos logrado incluirlas aquí. A través de informes y entrevistas, hemos tenido la oportunidad de plasmar conversaciones y acontecimientos de los que no fuimos testigos directos. A fin de cuentas, el libro está basado en tres años de investigaciones y en centenares de entrevistas, de Londres a Palo Alto; las notas explican con detalle la procedencia de las distintas informaciones que obtuvimos por medio de fuentes y archivos.

Por último, este libro es una crónica del compañerismo que desarrollamos mientras nos las veíamos y nos las deseábamos para comprender los acontecimientos. Para evitar confusiones, nos referimos a nosotras mismas en tercera persona. (En un relato en primera persona sobre nuestras investigaciones, que fueron colaborativas pero a menudo nos condujeron por caminos separados, el pronombre «yo» podría referirse indistintamente a Jodi y a Megan). Por eso, antes de sumergirnos en esa forma de contar la historia, queremos decir, con nuestras propias voces: gracias por uniros a nosotras a lo largo de estas páginas, por reconstruir este rompecabezas de acontecimientos y pistas igual que lo hemos hecho nosotras, por ser testigos de lo que hemos presenciado y por escuchar lo que hemos escuchado.