INTRODUCCIÓN

 

1. PERFILES DE LA ÉPOCA

 

Mariano José de Larra es, según suele decirse, el mejor periodista y también el primer ensayista de su tiempo, y su obra constituye, junto con la de Galdós, la más brillante expresión de la literatura española del siglo XIX. Pero la actividad creadora y la faceta profesional de este incomparable escritor no se puede comprender sino en el contexto de su compleja personalidad humana, forjada a golpes de la vida y de los acontecimientos de su época. Su lucidez mental queda empañada, y a veces seriamente oscurecida, por un extremado apasionamiento. Por ello se hace imprescindible un repaso atento de su época y de su biografía.

Tras varios tanteos infructuosos en poesía y teatro Larra comienza su carrera periodística en El Pobrecito Hablador que se publica del 27 de agosto de 1832 al 29 de marzo de 1833. El momento político es de gran intranquilidad y expectación. Tras la cuarta boda de Fernando VII, la nueva reina, María Cristina, suscita una cierta efervescencia esperanzadora entre los grupos liberales, pero la revolución francesa de julio de 1830 despierta, de nuevo, temores que ponen al descubierto la más represiva cara de la tiranía absolutista: ejecución de Mariana Pineda, fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, etc. Al saberse que la reina estaba encinta, Fernando VII publica la Pragmática Sanción revocando la Ley Sálica y asegurando la sucesión a su descendencia. María Cristina y su hija Isabel, nacida en 1832, significaban aires nuevos y esperanzas para los liberales moderados. Tras la Ley Sálica y el carlismo se ocultaba el absolutismo más reaccionario. A pesar de las intrigas de estos, Fernando VII nombra regente a su esposa María Cristina, y heredera a la infanta Isabel, princesa de Asturias. En octubre de 1832 María Cristina concede una amnistía a los liberales consiguiendo su apoyo y asegurándose el poder. En este momento de relajamiento de la censura y de cautas esperanzas logra Larra el permiso para publicar su periódico El Pobrecito Hablador.

En 1833 se abre la regencia de María Cristina por enfermedad de Fernando VII. Ante la amenaza creciente del carlismo los liberales se aglutinan alrededor del trono. La muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, si bien reaviva las esperanzas de cambio político, desencadena también la revuelta carlista y la guerra civil. La subida al poder de Martínez de la Rosa el 15 de enero de 1834, abre nuevas esperanzas con la promesa de un Estatuto y próximas elecciones. Larra escribe artículos contra el carlismo y se hace eco por vía irónica de la discusión parlamentaria desde julio de 1834.

Al gabinete del conde de Toreno sucede el de Mendizábal. El inicial fervor por las reformas de éste pronto se convierte en desencanto. El nuevo gabinete de Istúriz, instalado en el poder el 15 de mayo de 1836, ni siquiera logra el tibio apoyo de Larra. Inesperadamente éste se presenta como candidato para representar a la provincia de Ávila en las próximas Cortes Revisoras para redactar una constitución que sustituya a la de 1812, y un grupo de amigos de Larra publican un texto de apoyo al candidato, que aparece en el Boletín Oficial de Ávila y en El Español. Larra sale elegido a primeros de agosto, pero el 12 de agosto de 1836 se sublevan los sargentos en La Granja y la regente María Cristina se ve forzada a proclamar por decreto la constitución de 1812. Con ello Larra pierde su acta de diputado. Los miembros del gabinete de Istúriz se vieron forzados a huir al extranjero y el propio Larra vive encerrado en casa e inseguro, como se deduce de su correspondencia y mensajes enviados a varios amigos. En los meses siguientes se encuentra en una situación insostenible. Prestar apoyo a Calatrava, frustrador de sus ambiciones, le resultaba muy difícil, y era renegar de sus más recientes alianzas. Satirizar a los progresistas era atraerse la mancha de retrógrado. Tampoco podía alardear de independiente atacando al gobierno, ya que todos conocían su proximidad a los moderados de Istúriz. Su periodismo político había perdido toda credibilidad y por eso enmudece. Por ello anuncia en El Español que sólo publicará artículos literarios y dramáticos. Las esperanzas de progreso, libertad, paz, justicia e igualdad abocan en el desencanto. Sus más caras ilusiones se van desvaneciendo.

 

2. CRONOLOGÍA

 

AÑO

AUTOR-OBRA

HECHOS HISTÓRICOS

HECHOS CULTURALES

 

 

1808

 

Motín de Aranjuez. Caída de Godoy. Carlos IV abdica en Fernando VII. Napoleón invade la Península.

Jovellanos: Canto guerrero para los asturianos. Nace Espronceda.

 

1809

El 24 de marzo nace Mariano José de Larra en Madrid, hijo de Mariano de Larra y Langelot, médico al servicio del ejército francés.

España está en plena guerra contra Napoleón. Convocatoria de Cortes constituyentes. Se inicia la emancipación de América.

 

 

1812

La familia Larra se traslada a Valencia con el ejército francés.

Las Cortes de Cádiz aprueban la Constitución. El ejército francés derrotado en Arapiles (Salamanca).

Duque de Rivas: El paso honroso. Byron: Childe Harold.

 

1813

Tras la derrota francesa Larra se destierra a Burdeos con su familia.

 

Las Cortes decretan la supresión del Santo Oficio.

 

1814

La familia se traslada a París, donde el padre trabaja como médico particular y el joven Larra estudia en un colegio.

Rendición de Napoleón. Restauración de Fernando VII.

El rey restablece la Inquisición y la Compañía de Jesús.

 

1820

 

Pronunciamiento de Riego. El rey jura la Constitución de 1812.

Fundación del Ateneo de Madrid.

 

1823

La familia de Larra regresa a Madrid y este ingresa en el Colegio Imperial de los jesuítas.

Entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis. Fernando VII rey absoluto.

Revista El Europeo en Barcelona. Nace Carolina Coronado. Beethoven: Novena sinfonía.

 

1824

 

Fin de la dominación española en el continente americano.

 

 

1825

Larra comienza el estudio de leyes en Valladolid.

Ejecución de Juan Martín Díaz, el Empecinado.

 

 

1826

Traslado de Larra a Madrid.

 

Duque de Rivas: Florinda.

 

1827

Ingresa en el Cuerpo de Voluntarios Realistas. Escribe y publica poemas de gusto neoclásico.

Levantamiento de los Agraviados en Cataluña.

Manzoni: Los novios.

 

1828

Larra empieza a vivir del periodismo publicando El duende satírico del día.

 

Agustín Durán inicia la publicación del Romancero General.

 

1829

Larra se casa con Josefina Wetoret. Dada su mala situación económica emprende toda serie de actividades como traducciones, poesía, novelas, teatro.

Fernando VII se casa con María Cristina de Borbón.

Hugo: Orientales.

 

1830

Larra trata de dedicarse a la novela y al teatro.

Revolución burguesa en Francia y Alemania. Nace Isabel II.

Victor Hugo: Hernani. Musset: Contes d’Éspagne at d’Italie.

 

1831

 

Desembarco de Torrijos en Málaga. Ejecución del mismo y de Mariana Pineda.

Victor Hugo: Notre Dame de Paris.

 

1832

El Pobrecito Hablador. Colaboración en la Revista Española, en que firma como Fígaro. Amores con Dolores Armijo.

Intrigas de los carlistas. Sucesos de la Granja.

Mesonero Romanos comienza la publicación de Panorama Matritense.

 

1833

Intensa labor periodística en El Pobrecito Hablador, Revista Española y en El Correo de las Damas.

Muere Fernando VII. Primera guerra carlista.

Martínez de la Rosa: Poesías. Nacen Pereda y Pedro Antonio de Alarcón.

 

1834

Larra estrena el Macías y publica la novela El Doncel de don Enrique el Doliente. Publica artículos en El Observador y sigue en Revista Española.

Martínez de la Rosa: Estatuto Real.

Apogeo del “romanticismo liberal”.

 

1835

Viaje a París.

Gabinete de Mendizábal: la Desamortización.

Estreno del Don Álvaro del Duque de Rivas.

 

1836

Colaboración con El Mundo y El Redactor General.

Gabinete Istúriz (moderado). Sublevación de los sargentos de la Granja y Constitución de 1812.

García Gutiérrez: El Trovador. Nace Gustavo Adolfo Bécquer.

 

1837

Suicidio de Larra.

Constitución de 1837. Don Carlos cerca de Madrid.

Hartzenbusch: Los amantes de Teruel. Zorrilla: Poesías. Espronceda: El estudiante de Salamanca.

 

 

3. VIDA Y OBRA DE MARIANO JOSÉ DE LARRA

 

Mariano José de Larra nace el 24 de marzo de 1809 en Madrid. Su padre Mariano de Larra venía ejerciendo la profesión médica en el Hospital general, pero para mejorar su posición, en 1811, ingresa en el ejército francés como médico ordinario. Por causa de ello el doctor Larra rompe con su padre, y el niño tiene que abandonar el hogar de los abuelos. En adelante su destino es el del ejército napoleónico del centro de la Península: retirada a Valencia con su mujer y el pequeño Mariano en agosto de 1812, vuelta a Madrid unos meses después, salida hacia los Pirineos en marzo de 1813 y llegada a Burdeos, llena de refugiados y enfermos traídos de España, en septiembre de 1813. En marzo de 1814 abandona Burdeos ante la amenaza de la armada inglesa. Establecido en París el doctor Larra conoce a don Francisco de Paula, hermano de Fernando VII, y, dado su prestigio, se convierte en su médico personal. En 1818 vuelve a España incluido en la lista de acompañantes del hermano del Rey.

El joven Larra recibe en Madrid una esmerada educación, primero en el Colegio de San Antonio Abad, de los escolapios, preceptores de la familia del infante don Francisco de Paula. Ante la inseguridad del trienio liberal el doctor Larra marcha con su familia a Corella en 1822, donde dedica gran atención a la educación de su hijo. En 1623 Larra continúa sus estudios en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús (1823-1824), en la Universidad de Valladolid (1825) y en los Reales Estudios de San Isidro (1825-1826). Las estrecheces económicas parecen empujarle a dejar los estudios y buscar trabajo. Larra ingresa en el cuerpo de los Voluntarios Realistas, creado para luchar contra los liberales revolucionarios pero también contra los apostólicos. El joven Larra asiste a tertulias como El Parnasillo, donde acudían los discípulos de Alberto Lista en el café de Venecia y después en el del Príncipe. El ambiente era muy cerrado y la censura rigurosa bajo el gobierno de Calomarde. Pero parece ser que fue el influyente personaje Manuel Fernández Varela quien ayudó al joven escritor a conseguir el permiso para publicar El Duende Satírico del Día, su primera aventura periodística, muy osada, que se dejó de publicar, tras cinco números, en diciembre de 1828. Ante la desilusión, el escritor se dedica a publicar poesía y drama.

En 1829 Larra conoce a una joven de diecisiete años, Josefa Wetoret, se enamora de ella y se casa, a pesar de la oposición de las familias, el 13 de agosto de 1829. Los hechos iban a desmentir sus románticas esperanzas. Larra trata de sobrevivir haciendo traducciones y adaptaciones de dramas franceses y consagrándose a la poesía, la novela y el periodismo.

Tras varios años de tanteos infructuosos y de inseguridad profesional, logra otra vez dedicarse a su género preferido, el artículo satírico. Fernández Varela, quien había servido con lealtad a la regente María Cristina, de cuya confianza gozaba, debió ser también quien le consiguió el permiso para publicar El Pobrecito Hablador. Este aparece el 27 de agosto de 1832, cuando María Cristina abría un gran boquete a los nuevos aires de renovación que venían con la amnistía y la vuelta de los liberales exiliados. El periódico se suspende el 26 de marzo de 1833 mientras el joven periodista colabora en La Revista Española con artículos de costumbres y crítica teatral.

En 1834 Larra ingresa en la Milicia Urbana de Madrid, estrena su drama romántico Macías y publica la novela El doncel de don Enrique el Doliente. Durante los primeros meses de 1835 el desencanto de Larra sigue acentuándose. Su sátira mordaz le había acarreado toda una serie de enemigos y los problemas políticos eran enormes: una sublevación, avance nulo hacia las libertades, crisis económica y amenaza constante del carlismo. Por sus artículos el escritor se enfrenta con carlistas, liberales moderados, censores y editores.

Huyendo de este ambiente de insatisfacción y desencanto realiza su gran fuga al extranjero. Ansioso de ver a Dolores Armijo marcha a Badajoz a visitar a su amigo el conde de Campo Alange y de paso buscar una oportunidad de ver a su amante. También se proponía cobrar una deuda de 23.000 francos que el barón de Saint-Martz le debía. De Badajoz pasó a Lisboa, Londres, París, Burdeos, donde permanece hasta diciembre, en que vuelve a España. Parece ser que no logró entrevistarse con Dolores Armijo y aunque cobró parte de la deuda se gastó todo el dinero sin enviar nada a sus padres, que lo necesitaban y que estaban criando a sus hijos.

A su vuelta a Madrid el empresario mendizabalista Andrés Borrego le ofrece un contrato con una retribución fabulosa como director y redactor de El Español, el mejor periódico de Europa a juicio de Larra. Pero las desavenencias con Borrego, por razones políticas, le llevaron al borde de la renuncia. No obstante siguió publicando en El Español, que le prestó su apoyo cuando Larra decidió presentarse para ser elegido diputado a las cortes constituyentes en agosto de 1836. Termina escribiendo sólo crítica teatral para El Español y vive la desilusión de su fracaso como periodista, como político y como amante. La gota que haría rebosar la copa fue un amargo desengaño amoroso. El 13 de febrero de 1837 Larra, tras cuidadosa preparación, logra que Dolores Armijo acepte venir a hacerle una visita, en la que había puesto todas sus esperanzas. Ella llegó acompañada. Hubo súplicas insistentes y voces. Al fin, salieron las damas y él volvió a su habitación y se disparó un tiro en la sien, cuando aún las damas no habían abandonado el edificio. Cuando sus bellos ideales (progreso, libertad, amor) se desvanecieron, Larra se quedó en la más angustiosa soledad, que le resultaba inaguantable.

 

4. ARTÍCULOS

 

Larra es el creador de un tipo de ensayo que por su gran lucidez, pasión y vigor verbal, ha mantenido su actualidad y vigencia a través de las décadas y hasta nuestros días. En él se escuchan ecos del pensamiento ilustrado, sometido a una aguda revisión, pero también se traslucen las inquietudes de su época, sus propias angustias personales y el revuelto mundo político en que vivía y escribía.

El deseo de llegar a un público lo más amplio posible, objetivo obligado de todo periodismo, le hace estudiar sociológicamente a sus lectores. Sabe que la sociedad española no es un conglomerado uniforme. La componen, al menos, tres estratos: a) una multitud indiferente, pasiva, ignorante, sin estímulos, embrutecida y pronta a dejarse llevar; b) una clase media, consciente de su estado de atraso, que quiere reformas y siente la necesidad del progreso, considerándolo al alcance de la mano; y c) una clase privilegiada, reducida en número, educada en Francia o Inglaterra, y deslumbrada por estos países. A este grupo lo compara con un “hermoso caballo normando”, que se cree tirar de un ligero carruaje cuando en realidad está condenado a arrastrar un pesado carromato (“Antony”). La necesidad de contacto con diversos círculos sociales le empuja a Larra a echarse “por esas calles” en busca de materiales para sus artículos, a ir de portal en portal, observar y comparar.

Al principio de su actividad periodística, Larra, siguiendo ideas de los ilustrados, asignaba al escritor una función didáctica, difusora de luces y progreso. Consideraba las letras como espejo de la época y reflejo de las costumbres y reconocía la eficacia moralizante de la descripción costumbrista, la sátira y el drama histórico, si bien cada vez con menor entusiasmo. En algunos momentos Fígaro se dejó contagiar de ideas románticas que consideran al poeta como vidente y guía de pueblos que va abriendo caminos a la Humanidad. Precisamente, estos altos ideales le llevaron muchas veces al desaliento y la frustración. La experiencia le obliga a ir rebajando gradualmente sus esperanzas.

 

4.1. EL ARTÍCULO COSTUMBRISTA

 

Desde mediados del siglo XVIII se venía cultivando en España, como ha documentado José Escobar, un tipo de periodismo que fue en sus mejores momentos el portavoz del espíritu crítico y reformista de los intelectuales ilustrados. Seguía el modelo de publicaciones extranjeras (The Tattler y The Spectator, de Steele y de Addison, y otros) y españolas (El diario de los literatos, El Pensador de Clavijo y Fajardo, El Censor de Cañuelo, Memorial Literario, El Diario Literario, etc.).

El tipo de costumbrismo que practica Larra destaca por dos rasgos inconfundibles: a) Parte de un espectador distanciado, quien desde un rincón o escondite y, por el placer de divertirse, observa el comportamiento humano. Así lo hace el duende de Larra en su artículo “El café”, al esconderse tras “la sombra de un sombrero” para presenciar el espectáculo. Esencial aquí es la observación distanciada a la que nos tenían acostumbrados tantos espectadores persas, marroquíes o de cualquier otro país exótico, en los escritos de Montesquieu, Cadalso y otros. b) La mirada y espíritu crítico, al describir el comportamiento humano y las costumbres locales o nacionales. No les interesa sólo pintarlas minuciosamente, sino desenmascarar vicios, subrayar hábitos estúpidos, poner en ridículo costumbres extravagantes. “El café” es la primera muestra significativa de cómo Larra adopta la forma del artículo costumbrista, incorporándose a una rica tradición literaria. Se le ha buscado como fuente “Les Restaurateurs” de Jouy. Pero lo que Larra adopta es, más bien, una situación tópica: el observador fisgando desde un rincón para describir el espectáculo variopinto y captar retazos de las conversaciones de los clientes.

Larra usa también las experiencias personales con parientes o amigos (reales o fingidos), como tema central o para dar estructura al cuadro costumbrista. Así, de modo ingenioso y chispeante, describe a un supuesto sobrino en “Empeños y desempeños” y a otro en “El casarse pronto y mal”, aunque sólo sea para dar una impresión de objetividad y de experiencias directamente vividas. Algo parecido ocurre en “El castellano viejo”, donde el mismo narrador es el testigo y paciente invitado de esa comida memorable en casa del supuesto amigo, de la que hace una pintura con rasgos de caricatura. Larra vuelve a la perspectiva distanciada en “Vuelva usted mañana”, donde utiliza a “un extranjero” (“monsieur Sans-délai”) para describir las costumbres y pintarlas de modo más completo al ofrecer la perspectiva de este personaje. Esta visión enriquecida de los hechos utiliza también en “Yo quiero ser cómico” al introducir como personaje a un joven aspirante a actor, quien con su simple presencia, como en algunos casos anteriores, genera la posibilidad del diálogo y presta dramatismo a la escena además de ofrecer una perspectiva diferente. En “El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval” el escritor recurre al viejo molde del sueño, al estilo de Quevedo, para contar con gran libertad imaginativa y fantasías desbordadas la experiencia de un baile de carnaval.

 

4.2. LA SÁTIRA POLÍTICA

 

Desde la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, la situación política española se hizo más fluida y comenzó a evolucionar, lenta pero favorablemente para los liberales. El movimiento carlista desestabiliza la situación provocando levantamientos y graves disturbios en varias ciudades. Pero la Corona se gana el apoyo liberal concediendo una amnistía a los exiliados el 15 de octubre de 1833. El insigne periodista que es Larra va elaborando un nuevo tipo de ensayo periodístico que pronto le acarreará abundantes éxitos. A veces utiliza el marco referencial del artículo de costumbres, como ocurre en ciertos artículos de tema carlista, pero otras experimenta con nuevos moldes de los muchos que le presta la tradición literaria. Los “sueños” de Quevedo no podían pasar inadvertidos y, de hecho, los utiliza repetidas veces. “Los tres no son más que dos, y el que no es nada vale por tres” (16 de febrero de 1834) facilita la pintura de grotescas fantasías: pinta un baile de máscaras en que proyecta su visión satírica de los círculos políticos durante el gobierno de Martínez de la Rosa. En este escenario logra una perfecta escenificación de los grupos y fuerzas políticas del momento. El nuevo tipo de sátira política tiene la ventaja de la total libertad imaginativa, su rica ambigüedad y amplias posibilidades interpretativas.

Un estilo diferente sigue en “La policía” (7 de febrero de 1835), en que critica la censura y hace un osado comentario del quehacer político en el Estamento de Procuradores, donde se había atacado duramente el presupuesto para la policía y la censura. Muchos procuradores condenaron la policía política creada en 1824 por Fernando VII como órgano de represión contra los liberales. El gobierno Martínez de la Rosa trató de defender esta institución, y Larra no hace sino repetir en plan paródico los argumentos usados por el gobierno moderado, tan desconectado de la opinión pública progresista que sus palabras y argumentos resultaban la más demoledora acusación contra la policía. Larra está descubriendo con ello un recurso periodístico muy eficaz. Los acontecimientos son en sí tan bizarros, sorprendentes y hasta grotescos –como los argumentos en defensa de la policía– que sólo su enunciado resulta jocoso: “Con sólo contar nuestras cosas lisa y llanamente ellas llevan ya la bastante sal y pimienta”, dice el propio escritor en “Un periódico nuevo”.

La amarga decepción sobre la situación política impregna sus grandes artículos de los últimos meses: “El día de difuntos de 1836” y “La Nochebuena de 1836”. Su desencanto ante la ambición, trampas y corrupción, como medios normales de ascenso social se refleja en “Fígaro, al estudiante” (3 de enero de 1837), donde concluye con crudo cinismo: “Aquí no se trata de saber, sino medrar”.

 

4.3. CRÍTICA TEATRAL Y LITERARIA

 

Las convenciones del periodismo y los gustos de la época romántica consideraban las representaciones teatrales como grandes acontecimientos de la vida cultural y social, y exigían en toda revista una sección especial dedicada a reseñarlas. Los lectores, al abrir el periódico, iban a buscar con avidez la crónica sobre el más reciente estreno o las nuevas modas de la escena. Larra practica una crítica de enfoque sociológico, rica en matices y original. Dada su convicción de que “la literatura es la expresión, el termómetro verdadero de la civilización de un pueblo”, su periodismo teatral se convierte en una evaluación total, que confronta cuestiones culturales con los más hondos problemas sociales y políticos de su época. Si a esto añadimos la constante presión de la censura, no nos extrañará que a veces nos encontremos con reseñas teatrales donde la problemática que plantea la situación política casi llegue a eclipsar el tema teatral. Así ocurre en “Numancia” (9 de junio de 1834), donde exhibe un nuevo estilo político-dramático cargado de maliciosas alusiones. El autor escribe su reseña como un comentario satírico al texto del nuevo “reglamento para la censura de periódicos” (1 de junio de 1834), al que alude de continuo, y va tejiendo su juego intertextual y paródico aludiendo a sus largas listas de prohibiciones que dejaban libre del control censorial muy pocas cosas. En cierto momento insinúa un paralelismo entre la situación histórica de Numancia y la actual española: se rinde culto a los héroes de la libertad sobre la escena, mientras que se los amordaza en la realidad: “En política como en tragedia lo que más cuesta a los pueblos es conquistar su libertad”.

Sólo a la vuelta de su viaje europeo empieza a publicar en El Español ensayos de verdadera envergadura sobre dramas románticos importantes. El Trovador (4 de marzo de 1836), de A. García Gutiérrez, le ofrece una obra de pasiones desorbitadas, compleja intriga y procedimientos románticos. El crítico elogia la concepción valiente, el carácter novelesco y la bien llevada tensión creciente. Hasta la doble y complicada intriga dramática está tan bien tramada que le parece excusable a pesar de su alta valoración de virtudes clásicas como la coherencia y la claridad de concepción. La verosimilitud le preocupa, no como regla inmutable, sino por su capacidad de facilitar el contacto entre poeta y público.

Su reseña sobre Los amantes de Teruel (22 de enero de 1837) además de ser la última, puede ser considerada como una de sus más bellas crónicas teatrales. Larra resalta las incontables bellezas de este drama. Señala la habilidad de Hartzenbush para superar las dificultades que la intriga presentaba como la aparente contradicción en el comportamiento de Isabel, que enamorada de Marsilla, se casa con quien no ama. Pero, sobre todo, acierta en poner de relieve la figura del héroe, “creación llena de valor y de entereza”, que arrastrado por un amor absoluto y sublime, lucha contra todos y desafía las más sagradas instituciones, calificando de sacrílego e injusto el mismísimo matrimonio. Es el héroe romántico por excelencia que está en conflicto esencial contra todas las leyes represoras.

“Literatura” (18 enero 1836) desarrolla algunas de sus ideas sobre la función de las letras. Señala la fuerza avasalladora de la política, que resta importancia a éstas, y les asigna la proyección de la realidad social e histórica de su tiempo. Todo el artículo es “un duro ajuste de cuentas a la literatura española, incluso a la áurea, por su predominante carácter imaginativo y florido y por la ausencia de libros útiles, sólidos, razonadores y filosóficos, científicos y sistemáticos, fallos que Larra atribuye a la doble tiranía religiosa y política, que atajó el progreso intelectual” (Alborg, 217). Al preferir una literatura útil y práctica, “expresión de toda la ciencia de la época”, se aleja del romanticismo y se acerca a ciertos ideales de progreso material, de que gustaban los ilustrados.

 

5. OPINIONES SOBRE LA OBRA

 

Fragmento de la nota necrológica publicada en El Español a raíz de la muerte de Larra

 

«Anteanoche ha tenido fin la existencia de otro amigo nuestro, colaborador también de este periódico, don Mariano José de Larra. Quizá no hay persona de las que pertenecen a la España ilustrada que no conozca este nombre, quizá no haya uno que conociera bien al sujeto que lo llevaba. Fígaro, el escritor que hacía asomar la risa a los labios de todos, el que se burlaba de cuanto el mundo admira y aplaude, no reía. Fígaro tenía un talento demasiado claro, un alma demasiado noble para no llorar, y lloraba de continuo, y cada uno de esos artículos que el público lee con carcajadas, eran otros tantos gemidos de desesperación que lanzaba a una sociedad corrompida y estúpida que no sabía comprenderle. Fígaro buscaba en vano alrededor de sí algo que amar, porque el amor es una necesidad para los entendimientos privilegiados; buscaba el objeto de su cariño en la amistad, en la virtud, en la gloria, en la hermosura, en todo; y en ninguna parte podía encontrarlo. Desgracia fue suya, pero los que le conocimos podemos decir que la padeció [...].»

 

(M. Roca de Togores, “Necrología”, El Español,

15 de febrero de 1837)

 

Larra creador del ensayo periodístico moderno

 

«Ha notado un crítico que Larra es, en España, “el primer escritor que se sitúa en la primera fila de la historia de la literatura por su obra exclusivamente periodística” (Escobar). Su vida gesticulante y agitada, siempre en rebeldía contra el estilete del censor, sus ingeniosos artículos de sátira social, su ambición política frustrada por un golpe militar y el pistoletazo trágico ante el espejo, han mantenido viva su figura en la mente de tantos lectores de hoy. Pero son su pensamiento agudo y su lenguaje apasionado, ingenioso, irónico y demoledor, los que han logrado darle la vigencia que casi todos le reconocen. En el hervidero de la revolución romántica, cuando aún resonaban ideas tan renovadoras como las de los pensadores ilustrados, Larra, con espíritu crítico y extraordinaria lucidez, somete a severa revisión las concepciones y valores heredados, buscando la causa honda de los males de su época. Su periodismo político, costumbrista y literario, y sus ideas sobre la función social de la cultura, conservan vibrante actualidad y son plenamente aplicables al mundo contemporáneo.»

 

(Juan Cano Ballesta, Mariano José de Larra,

Artículos sociales, políticos y de crítica literaria,

Madrid, Alhambra, 1982, p. 41)

 

De reformador a revolucionario

 

«Larra fue un apasionado defensor de los objetivos y fines de la Ilustración, y de alguna manera, lo siguió siendo durante toda su vida. Pero hay que señalar que, tras la muerte de Fernando VII en 1833, los precipitados acontecimientos políticos modificaron los fundamentos de su pensamiento y de su obra. […] La política y estrategia liberales atrajeron la atención de Larra, desvaneciéndose en sus escritos la cuestión de la educación como instrumento de cambio. Las maneras en que la forma legislativa o la acción política directa podían o no afectar la transformación de la sociedad parecían problemas prioritarios en estas nuevas circunstancias. Revolución, y no reforma, fue la palabra que empezó a utilizar Larra. Sin embargo, su experiencia en las luchas políticas de 1833-1836 le impulsaron a reconsiderar, a mediados del último año, la defensa de la educación de la opinión pública en todos sus niveles, aunque, esta vez, dentro de la estructura de una concepción más matizada y compleja de la forma de cambiar una sociedad.»

 

(Susan Kirkpatrick, Larra: El laberinto inextricable de un romántico liberal,

Madrid, Gredos, 1977, p. 114)

 

6. BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL

 

Ediciones

 

–FÍGARO, Colección de artículos dramáticos, literarios y de costumbres, publicados en los años 1932, 1833 y 1834 en “El Pobrecito Hablador”, “La Revista Española” y “El Observador”, vols. I, II, III, Madrid, Repullés, 1835.

 

___, Colección de artículos dramáticos, literarios y de costumbres, publicados en los años 1832, 1833, 1834, 1835, 1836 y 1837 en “El Pobrecito Hablador”, “La Revista Española”, “El Observador”, “La Revista Mensajero”, “El Español” y “El Redactor”, vols. IV, V, Madrid, Repullés, 1837.

 

–LARRA, Mariano José de, Artículos de costumbres, Artículos de crítica literaria y artística, Artículos políticos y sociales. Ed. José Ramón Lomba y Pedraja, Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos.

 

___, Obras de D. Mariano José de Larra (Fígaro), Ed. de Carlos Seco Serrano, Madrid, Atlas, BAE, vols. 127-130, 1960.

 

Estudios

 

–ALBORG, J. L., Historia de la Literatura Española, IV, Madrid, Gredos, 1980.

 

–ESCOBAR, J., Los orígenes de la obra de Larra, Madrid, Prensa Española, 1973.

 

–KIRKPATRICK, S., Larra: El inextricable laberinto de un romántico liberal, Madrid, Gredos, 1978.

 

–MARTÍN, G. C., Hacia una revisión crítica de la biografía de Larra: nuevos documentos, Portoalegre, PUC-EMMA, 1975.

 

–ULLMAN, P. L., Mariano de Larra and Spanish Political Rhetoric, Madison, The University of Wisconsin Press, 1971.

 

–UMBRAL, Francisco, Larra, anatomía de un dandy, Madrid, Alfaguara, 1965.

 

7. LA EDICIÓN

 

Puesto que la edición de Repullés y Delgado (1835-1837) es la que ofrece mayores garantías de ser el texto definitivo fijado por el propio Larra, la sigo fielmente, teniendo en cuenta la cuidada edición de Carlos Seco Serrano. Los artículos aparecen ordenados cronológicamente, como exige su gran riqueza de referencias históricas. Al fin de cada uno se añade el nombre de la revista y la fecha de su publicación. Intento facilitar la lectura de los textos aportando, sin caer en la prolijidad, notas explicativas de carácter histórico, literario, documental o léxico.