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El Pargo Fierro abrió el Aveo azul estacionado al lado de unas patrullas siniestradas. Ortega encontró una agenda y una revista de cine dedicada a los hermanos Coen que pasó a la detective. Nada para escribir a casa; salvo unos jeans y una camisa a rayas marca Kirkland, sólo había restos de pizzas y basura. Me dices que no encontraste su cartera. Nunca la vi, las llaves del carro y supongo que la de su departamento las traía en el bolsillo del short con el que corría. ¿Fueron a su casa? No. La cartera no estaba en el carro ni en su ropa. A lo mejor le crecieron patas. Lo dijiste tú. En la cajuela se hallaba una maleta con ropa sucia y una carpeta con documentos por cobrar que el Zurdo conservó junto con la agenda. La mitad pertenecían a Agrícola Mochicahui.
Antes de las tres arribaron a la colonia Palmira, un barrio elegante ostentoso, en la sección habitada por políticos. Aquí viven los hijos de los poderosos, explicó el Pargo Fierro, que conforme pasaban las horas enrojecía más. Larissa Carlón vivía en esa casa verde. ¿Ésos dos son los que la cuidan? Son Robles y Mendívil, de mi equipo; les pedí que nos esperaran aquí.
Se saludaron. Ortega ordenó que buscaran huellas en la sala y siguió hasta la recámara donde encontraron el cadáver con una bala en la cabeza. Entró por el ojo derecho y le atravesó el cráneo, expresaba el informe, y así se notaba en las fotos. Los detectives alcanzaron a Ortega, que observaba detenidamente la habitación; sobre una almohada blanca, que permanecía en su sitio, destacaba una pequeña mancha de sangre. Ventana grande, cortina oscura, una pantalla de plasma de buen tamaño en una esquina, closet repleto y un baño vestidor. Vivía sola, ni siquiera contaba con alguien que le hiciera el aseo. ¿Tenía computadora? En la comandancia guardamos una laptop de su pertenencia. Hay otras dos recámaras amuebladas, la que está llena de juguetes es de su hija, que de un tiempo a la fecha vive con su abuelo, en la del fondo la cama se hallaba cubierta con tela por aquello del polvo y estaba en orden; seguramente recibía amistades de vez en cuando. Gris Toledo observaba y le dictaba a su celular detalles que podrían ser relevantes: hay dos almohadas blancas sobre la cama donde se suicidó, una con una mancha negra y muchos cojincitos de colores, una cama bien tendida, cabecera de cedro, colcha impecable, quizás estaba recostada sobre ella cuando se inmoló, según el informe; no hay cuadros en las paredes y la alfombra es vieja. Pargo, ¿quién practicó el levantamiento? Aquí no contamos con equipo humano, detective, respondió Robles, que era alto y grueso y esperaba en la puerta. Orozco hizo lo que pudo, tiene dos compañeros pero por la hora no los localizamos. Nos prometieron enviarnos instrumentos y capacitar personal, esperamos que lleguen este año, añadió Fierro. ¿Cuándo les hicieron la promesa? No quie-quieras saberlo, detective, intervino Mendívil, que era alto y escuálido, al lado de su compañero. Ya tiene tiempo, quizá tres años. Llegará cuando se jubile, jefe Fierro, ya le dije, comentó Robles, que llevaba bigote grueso. Ortega, ¿cómo vas? Hemos terminado, levantamos huellas en el baño, en la puerta de entrada y aquí; también recogimos una muestra de cabello rubio. Eres un genio. ¿Podemos volver a casa? Mañana te paso el resultado de los dos lugares, Mendieta topó con el closet semiabierto, lo corrió un poco; había por lo menos treinta pares de zapatos de todos colores pero del mismo número. Por favor echa un ojo a esto, quizás alguno tenga lodo similar al del pozo. Ya lo vi, jefe Mendieta, informó uno de los técnicos. Tenemos dos pares algo sucios que llevamos para su análisis. Los policías locales hicieron un gesto de aprobación. ¿Querías un genio, papá?, ahí lo tienes. Sabes qué, llévate la almohada y el cubrecama, quizá tengan algún secreto. Buena idea. Ortega hizo una seña a otro joven que dobló las piezas cuidadosamente y las echó en una bolsa negra. Bueno, mañana hablamos. ¿No quieres comer antes? Con el desayuno es suficiente, y quiero llegar temprano a Culiacán. Pargo, necesitamos que el arma, la laptop y el celular los analicen nuestros técnicos, ¿cómo le hacemos? Con el comandante va a estar en chino, el Zurdo marcó a Briseño, le planteó el caso y le pidió que hablara con Rendón. No sabía que necesitaras niñera. Por el asunto de los federales trae bronca conmigo. Ocho minutos después le regresó la llamada: podían recoger los artefactos en el depósito. Ok, Zurdo, entonces mañana te llamo. Agente Toledo, si te parece puedes regresar con ellos. Prefiero quedarme, si no tiene inconveniente. Ninguno, pero no quiero afectar tu matrimonio. Jefe, primero soy policía y después esposa; ya lo hablé con el Rodo y no hay problema, sonrió. Entonces conversemos con los colegas para conocer su impresión.
Se instalaron en la sala, el Pargo en el sillón junto a la puerta que ocupaba la víctima cuando llegó el asesino. Había colgadas fotografías de Larissa, era hermosa y muy sensual, cabellera dorada, fotos de sus padres y una docena de una niña hermosa de cabellos rubios. Dos cuadros de Ricardo Corral, uno de Alejandro Álvarez y tres de Efraín Meléndrez completaban la decoración vertical. Un mueble donde cabía un estéreo, unos veinte cedés y libros de poemas de Jaime Labastida, Mario Bojórquez, Alfonso Orejel y León Cartagena, junto a novelas de Rosa Beltrán, Mónica Lavín y Ana Clavel; a dos plantas de interior al lado de los sillones blancos de la sala les faltaba agua; el estéreo y un pequeño bar hacían el lugar habitable. Mendieta vio una botella de Glenfiddich junto a otras de tequila y ron y sintió mariposas en el estómago. Si se me suben a la cabeza, o chupo faros o soy Mauricio Babilonia, reflexionó y sintió que el dolor de cabeza se incrementaba, lo mismo el sudor de las axilas que lo mojaba todo. Pinche Pavlov, hubiera hecho sus pruebas con borrachos y le dan dos veces el Nobel, tomó una servilleta de papel y se secó la cara. Tengo nueve horas sin beber y me está llevando la chingada, ¿es normal?
Bien, ¿qué cadáver vieron primero? Gris se volvió a su jefe gratamente sorprendida, notaba su rostro húmedo y pálido, sus labios resecos pero brillante su mirada. El de Larissa, una vecina escuchó un disparo y la vino a buscar, encontró la puerta abierta, entró llamándola hasta que llegó a la recámara; eso fue el viernes como a las once de la noche. ¿Acudió a buscarla sólo por el disparo? Dijo que q-sí. Cuando llegamos aún estaba caliente, observó Fierro. Todo ordenado como lo has visto. ¿Cuál es el nombre de la vecina? Rosario, vive a cuatro casas. Gris dictó el nombre al iPhone. Sostenía la pistola con la mano derecha sobre el pecho, añadió Robles. Claro, una postura muy rumana. ¿Por eso concluyeron que era suicidio? Gris observó a los agentes uno a uno. Mas o me-menos. ¿Era depresiva o padecía alguna enfermedad terminal? No supimos. No creo, era muy-muy alegre. ¿Tenía enemigos? Era viuda, muy brava y la mitad de los divorciados desplumados la odiaban. El Pargo sonrió levemente. Nunca he sabido de un suicida que se dispare en un ojo, generalmente lo hacen en la sien o en la boca; en caso de que no fuera suicidio, digo, podría ser, y no por darles la contra ni mucho menos, ustedes estuvieron aquí y vieron el cuerpo y la pistola, ¿la matarían porque consiguió mejor pensión alimenticia para unos niños o algo así? Mendieta, que se miraba las uñas, clavó sus ojos rojizos en Mendívil. Hay delin-delincuentes que lo harían por menos que eso. Claro, la naturaleza del asesino no es falaz, nació para matar y lo disfruta; ¿han pensado en alguien? Bueno, nosotros no tenemos dudas de que fue suicidio. ¿Jamás pensaron en un criminal, alguien que la odiara o quizá otro que cobrara por despacharla? La verdad, no. ¿Alguien que pagara por su cabeza? Es complicado, serían tantos los involucrados que es difícil detenerse en uno. Mejor cerraron el caso al día siguiente de los hechos. Ninguno de los policías respondió, el Pargo acarició los brazos del sillón. ¿Y Pedro, por qué matar a Pedro Sánchez y luego suicidarse? Era un ti-tipo tranquilo al que Larissa vol-volvió loco de amor. Los policías sonrieron indulgentes. No lo sabemos. Era cobrador. Más de un deudor moroso lo odiaba pero no para matarlo, acá somos gente pacífica. El Zurdo, con la cara sudorosa no pudo evitar un gesto insultante. No me chinguen, tenemos un muerto y un suicidio muy endeble, lo que me da la idea de que los mochitecos no son hermanitas de la caridad; al menos Larissa se sale de la lista, y quién sabe cuántos más. Silencio, que rompió el Pargo Fierro. Recogimos lo que consideramos pertinente, incluyendo una prenda íntima que estaba en la alfombra y unas hojas engargoladas sobre los derechos sexuales de la mujer, todo está en la jefatura; se extendieron un poco en detalles que Mendieta no consideró vitales para la investigación. Permítanme insistir, ¿por qué piensan que Larissa mató a Pedro Sánchez en el parque y luego vino a casa a meterse un balazo justo en el ojo derecho? Podría haber hecho lo de Julieta, que se quitó la vida en el mismo lugar en el que su amado murió. Según el doctor Grijalva, nuestro forense, Sánchez murió entre las siete y las nueve de la noche y ella poco después. Es coherente, los que los conocíamos sabíamos que el suyo era un amor apache, peleaban en público. Larissa te-tenía alcohol en el estómago, Pedro no. A ella le encantaba el pisto. ¿Encontraron semen o algún objeto en su vagina? Nada. Es poco femenino, intervino Gris. Una mujer no mata a su hombre en un parque y vuelve a casa para suicidarse; en todo caso se suicida allí mismo, como Julieta.
Según el informe, a Sánchez lo encontraron hasta las siete de la mañana del sábado. Es correcto, una mujer, que hablaba español como extranjera, que hacía ejercicio en el jardín, hizo la llamada, no quiso identificarse. ¿Los tres sabían que ellos eran novios? Más o menos, al principio Pedro lo presumía, después decía que era una hija de mala madre; ella era buena amiga de mi hija Janeth, aclaró el Pargo. ¿Te comentó algo tu hija de la conducta de su amiga? Nada, sólo lamentó su muerte. ¿Sabes si asistía a los desayunos del Santa Anita? Al parecer ella lo presentó a los otros, que eran grandes amigos de su difunto esposo. ¿Cuánto llevaba de viuda? Quizá cuatro años. ¿Tiene familia? Aquí sólo su hija y su padre, que es dueño de un restaurante en El Maviri, creo que en Estados Unidos viven dos de sus hermanas. ¿Conoces el Ma-maviri? ¿Es una playa nudista? No, ¿cómo crees? Quisiera hablar con los parientes del esposo. Nadie vive en Los Mochis, era un gringo que trabajaba en el ingenio, cuando murió, en un accidente de moto, se llevaron los restos a Estados Unidos, a Florida, creo. El celular de Pedro no apareció. Y según aclaraste tampoco sus zapatos ni su cartera. ¿Cómo estaba vestido? Con ropa deportiva. ¿Algo más de Larissa? A ella la encontramos cubierta con una sábana que le echó la vecina, pero estaba desnuda. Espero que no haya contaminado excesivamente la escena.
De Pedro no agregaron gran cosa pues ellos habían escrito el informe, sólo que le caía bien a todos y que era algo lento. Trotaba to-todos los días. ¿Pertenecía a algún club de atletas? No creo, más bien le gustaba estar en forma. Lo encontraron dentro del pozo. Exactamente. ¿Los guardias del parque dijeron algo? Son dos y no vieron nada. Ni escu-escucharon nada. Pedro era hijo de un buen policía que está jubilado, quien nos pidió que ampliáramos la información del caso, por aquello de que hoy por ti, mañana quién sabe, ojalá nos pudieran echar la mano. Cuando un caso está cerrado se vuelve difícil, detective. Lo sé, y no se preocupen, si nos dicen dónde hospedarnos será de gran ayuda.
Gris, platica con Rosario, a ver qué te dice de la conducta de la víctima; la detective salió. Muchachos, necesito entrar a las casas que están detrás del parque. Va a estar en chino. Mejor, yo sé que ustedes hablan muy bien el mandarín. El que tiene amigos allí es el comandante Rendón, pero no creo que quiera colaborar. ¿Por qué creen que cerró el caso tan pronto? Los tres policías se miraron entre sí. No sabe-sabemos, dijo Mendívil. Toda lealtad es admirable, apostilló el Zurdo. Pero lo que tenemos, al parecer, no es una muerte súbita, la de Pedro al menos. Rendón es nuestro comandante y le debemos obediencia y respeto. Es el que manda. Es un asesinato perpetrado posiblemente por una suicida y más allá, un viejo policía que tiene dudas y nos pide que ahondemos un poco. Silencio breve. En realidad no investigamos suficiente, reconoció Robles. Llévala con calma, aconsejó Fierro. Ya viste lo que el comandante piensa de ti. Lo sé, en cualquier momento me propone matrimonio; pero, volviendo al principio, ¿por qué creen que cerró el caso? Ninguno de los tres abrió el pico y Mendieta prefirió no insistir. Cada cloaca se ajusta a su propia tapadera.
Media hora después regresó Gris; Rosario repitió lo que había dicho a los polis, agregó que durante un mes vieron llegar a un hombre que podría ser narco, siempre lo esperaban afuera dos guardaespaldas, pero que hacía dos semanas que no se paraba por ahí. Ella escuchó la detonación antes de las once y esperó veinte minutos para acudir porque se puso nerviosa, un disparo tan cerca no era usual, el antecedente del hombre le hizo pensar que quizá fuera en casa de Larissa, una vecina muy servicial. ¿Podría ese sujeto ser narco?, Rendón asegura que aquí no hay. Digamos que hay algunos, y si el comandante dijo eso es porque te detesta; hasta ahora es un policía al que no se le ha sabido nada. Pero cerró un caso que se investigó sólo un día, ¿es eso normal en su trabajo? Si lo van a continuar cuenten conmigo para lo que sea, soy amigo de Abel y es lo menos que puedo hacer por él. También con noso-nosotros, ¿verdad, Ro-Robles? En lo que sea, hay un policía federal aquí que no nos baja de pendejos, le dicen el Ostión, y la verdad me dio gusto cuando usted le partió su madre al del video. Sonrieron, Mendieta quiso aclarar su responsabilidad en el asunto del video pero prefirió guardárselo para otra ocasión, al parecer había algo a su favor; antes de salir de la casa echó una mirada al whisky y ciento un dálmatas sedientos se reunieron en su estómago. Te calmas o te calmo, maldito vicioso de mierda, amenazó el cuerpo. No creas que me sienta tan bien tanto pinche alcohol, mi hígado está inflamado, el estómago lacerado y el dolor de cabeza es una maldita broca de 6 mm entrando y saliendo del cerebro. Mendieta, transpirando más de la cuenta, sintió que no podía más. Una camioneta de doble cabina de la secretaría de Marina, ocupada con cuatro uniformados, circulaba despacio, vigilante. ¿Por qué andan estos aquí, Pargo? Llegaron el domingo, posiblemente se vayan a quedar en Topolobampo, tal vez necesitaron vituallas y se dejaron venir. ¿Duerme algún pez gordo por aquí? Cómo crees, acá todo está controlado. Dicen por ahí que andan sobre el Perro Laveaga. Pero ése está en la sierra, es su territorio natural.
Al llegar al Jetta sonó el viejo celular de Mendieta, desconoció el número, pero algo le dijo que debía contestar.