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Escuchaban “La reina del sur” con Los Tigres del Norte.
Jefe, ¿qué onda con la morra?
¿Qué morra?
Daniela Ka.
¿Y eso, Grano, es porque te pregunté por tu Miss Los Mochis?
Nada de eso, jefe, simple curiosidad.
Pasó a la historia, quería hacer una telenovela de mi vida y que yo la financiara y eso está de la chingada; les pagas a los de los corridos, a los de cine, a los políticos, ¿y también pagar por una telenovela? No se me hizo onda.
Está bien buena.
Tiene buen cuerpo, no lo voy a negar, pero no se suelta, tiene miedo, no sé, a lo mejor la violaron cuando era niña, ¿y tú, además de la embarazada te clavaste con otra? Escuché a los plebes que una morra que se suicidó la semana pasada había sido de las tuyas.
Nada serio, era muy loca, con su sexo acolchonadito era bien caliente.
Me gustan las mujeres así; Daniela, por ejemplo, tiene todo plano y costaba ponerla a punto; no siempre una cara bonita garantiza cachondería en la cama.
Qué se me hace que me está mintiendo.
¿Por qué?
Porque lo vi muy clavado, y los gritos de ella en el yate y los gemidos en la Hummer a todos nos dieron envidia.
Bueno, algunas veces fue muy loco y la pasábamos bien, pero nomás, además se depilaba, a mí no me gustan las panochas peladas, me sacan de onda.
No me diga, con razón no quiso con la de anoche.
Me sigues debiendo una buena vieja, pinche Grano; ni modo que no haya en Los Mochis una que no se rasure.
Ahora es muy tarde, le prometo que mañana mismo la tendrá en sus brazos; a mí, la verdad, me anda valiendo madre, como sea me gustan las rajaditas.
Se volvieron a la escalera. El Minero bajaba rápidamente. Sus botas lo delataban.
Jefe, por el bulevar se acercan dos trocas con gente, parecen marinos, vienen muy despacio y con los rifles al aire.
Órale, ¿cuántos son?
Se ven muchos, por lo oscuro no los contamos.
Al fin aparecieron esos cabrones; plebes, ya oyeron, prepárense; Grano, bájale a la música y trae los fierros.
El aludido apagó el estéreo, fue al rincón, tomó dos AK-47, dos cargadores y en voz baja pidió al resto que se armara.
El Perro Laveaga observó la puerta de la calle, pensó que debió mandar construir un túnel, que para él siempre fue la vía más segura de escape; caminó hacia la ventana, apartó levemente la cortina y oteó el panorama. El Grano, a su lado. Las camionetas de la Marina avanzaban lentamente por el bulevar mal iluminado, pudo ver a los soldados escudriñando sin objetivo fijo, algunos distraídos. Siguieron de frente.
¿A quién buscan, señores?, ¿les han soplado algo o andan como el burro que tocó la flauta?
Murmuró, luego regresó al lugar donde había estado sentado, colocó el rifle junto a los celulares y estuvo pensativo por unos momentos, su cerebro detectaba demasiados cabos sueltos que no terminaba de identificar.
¿Qué día es hoy?
Miércoles, ya casi jueves, creo que deberíamos poner otro minisplit en la sala; está cabrón el calor.
Grano, en este negocio nada viene de la mano de Dios, esos sospechan que estamos aquí, no están seguros pero sospechan, es mucha pinche coincidencia que pasen dos camionetas a vuelta de rueda; como que no se vería bien que metiéramos un aire acondicionado, y estoy seco, cabrón, se acabó el whisky o qué.
En este momento le sirvo.
¿Crees que el Ostión conozca a estos compas?
Bueno, no se le sabe que sea chivato, y lo que yo sé es que Platino confía en él todo lo que se puede confiar en un policía federal.
¿Ya le pagaron?
No creo.
Laveaga apuró su trago, contempló el vaso vacío y reconoció que no las tenía todas consigo, su suerte dependía de otros más de la cuenta. También reconoció que estaba allí por su gusto.
Consigue que le paguen, y no seas culero, sírveme doble para dormir a gusto.
Usted es de los que no puede dormir sin vieja y aquí no hay ninguna.
Sin vieja uno puede ir al infierno pero a la cama ni pensarlo.
Verdad de Dios.
El Minero sonrió.
Así que más vale que vayas consiguiendo quién podría venir a esta hora, y márcale a Platino, quiero preguntarle sobre el Ostión y qué significa tanto pinche marino en la ciudad, quizá no negociaron mi caso como se debe.
Bebió largo y con ansiedad. El Grano Biz obedeció pero nadie respondió.
Debe estar con alguna de sus viejas, tiene como treinta; además hablamos hace rato.
Sin embargo, sintió una ligera sensación en el estómago, ¿qué estaba sucediendo que él ignoraba? Ese ruido, ¿era de la cascada? Primero los colombianos y ahora esto, ¿y si buscaba a Daniela Ka? La separación había sido bastante traumática, así que primero tendría que lograr su perdón con un regalo; ¿qué gema sería la indicada?, ¿rubí, esmeralda o de plano un diamante?
Grano, ¿tienes idea de cuánto cuesta el perdón de una mujer?
Eso apenas Dios, jefe.
Y está cabrón que nos lo diga.