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El Pargo detalló por teléfono quién era el Grano Biz, el poder que ostentaba y el respeto que se le debía; dejó al Zurdo francamente preocupado, ¿no habría en este país un delito que no involucrara a los narcos? Puta vida. Fierro dijo no saber de la relación del tipo con Larissa y tampoco si tendría algún altercado con Pedro que quizás lo pusiera en la mira de sus gatilleros. Qué manera de valer madre, además, ni se le acercaron antes de dar el carpetazo. A mí no me reclames, detective, yo no cerré el caso. Debiste indicarnos la posibiliad de que se conocieran, eres amigo de Abel, él confiaba en ti, nos mandó contigo, también le dijiste que no estaban investigando. No le dije eso, comenté que quizá la investigación fuera lenta, no me atreví a revelarle que el caso estaba cerrado; como comprenderás no la tenía ni la tengo fácil. ¿Por el Grano o por Rendón? Por el comandante, es muy quisquilloso, al otro ni lo conozco; por cierto, me autorizó para apoyarlos, le dije que lo haría por Abel, con quien tengo una amistad de casi treinta años. Pues bienvenido a este barco chiquitito donde los víveres empiezan a escasear; dime una cosa, ¿por qué al Grano le gusta matar mujeres? Hasta donde sabemos ha asesinado más bien pocas, y desde luego que tiene pistoleros que lo hacen por él. ¿Y les mata a los novios? No podría asegurarlo. ¿Es decir, el tipo vive aquí, opera aquí y hasta se da el lujo de tener una chica como Larissa? Lo de Larissa es nuevo para mí, en cuanto a lo demás, no sé dónde vive y tampoco si Los Mochis es su centro de operaciones. ¿Has oído a la gente cuando reclama que todos saben dónde están los mañosos menos nosotros, los placas? De vez en cuando. La vecina dijo que llegaba un señor en una camioneta negra y que Larissa lo seguía, podría ser el Grano. Lo dijo en su declaración, lo recuerdo, pero nunca le vio la cara, como puedes ver, eso no indica que el Grano la haya matado y tampoco a Pedro. Rendón presumió que aquí todo era paz y tranquilidad, y hemos visto marinos por todas partes. Esperemos que sea pasajero, como se dijo en nuestra junta de hace rato. Necesito interrogar al Grano. Con todo respeto, detective, tendrás los huevos muy gordos. Lo suficiente, y entérate, estoy aquí por mi amigo, que además fue mi maestro. Gris había detenido el Jetta y esperaba. De acuerdo, voy a buscar la dirección, ya veremos si la tiene aquí. Oye, necesitamos las fotos de Orozco, parece que ya tiene algo pero no lo mostrará hasta ver las fotografías. Así es de quisquilloso ese cabrón, lo conozco muy bien; por cierto, hoy no se presentó a trabajar. ¿A qué horas las tendrías? Por la noche, seguro.
Mendieta se volvió a Gris y la puso al tanto. Me queda claro que el hecho de que ubicáramos huellas de botas en el pozo no quiere decir que el Grano Biz sea el asesino de Pedro, pero es una línea de investigación que no debemos descartar, gracias a Teresita. ¿Será cierto que ha matado pocas mujeres? Lo averiguaremos, y ahora, aunque con limitaciones, lo pensaremos como el asesino de Pedro, cuando menos como su autor intelectual.
Ya en la ciudad fueron directo a la comandancia. Entraron a la oficina de Rendón sin llamar y él se comportó como si los estuviera esperando.
Buenas tardes, detectives, me dijo el teniente Fierro que querían preguntarme por qué cerré el caso, ¿es así? ¿Qué nos puede decir del dueño de Agrícola Mochicahui? El señor Camacho es una excelente persona, uno de los pilares de la economía de la región. ¿Tenía amistad con Pedro Sánchez? Cómo se le ocurre, el señor Camacho es un hombre de alcurnia y Sánchez, un pelagatos. Pues lo visitó cuatro veces la semana en que lo mataron. Debe haber sido por algún cobro, ya ve que Pedro trabajaba en ese ramo. En el informe que nos proporcionó no consta que el señor Camacho fuera interrogado, ¿alguna razón en especial? No lo consideré necesario, se trata de una persona respetable, de reconocida solvencia moral, un ejemplo para todos. Al que le tienen que cobrar cuatro veces y con el que usted se echa sus tragos en el Farallón, expuso Gris Toledo, con extrema seriedad. Entonces es eso, ¿me van a acusar de comer con mis amigos? Queremos saber por qué cerró el caso, que de dos lo convirtió en uno, sólo le faltó declararlo muerte súbita, continuó la detective con voz firme. La mujer que acaricie mientras come es asunto suyo; usted presume de ser un policía honorable, así que deje de estar jugando y ayúdenos a encontrar al culpable, ésta era la Gris que a Mendieta le gustaba: pundonorosa y eficaz, inteligente e implacable. La sonrisa irónica de Rendón se heló. Si no eres claro, le diremos al Grano Biz que cerraste el caso de su novia sin encontrar a su asesino, señaló el Zurdo, Rendón se puso blanco, se paró arrebatadamente, abrió la boca como para decir algo y se sentó de nuevo. Dígale que lo cerré porque creí que era orden suya y porque quiero una ciudad con la menor cantidad de broncas posibles. A ver, deje ver si entendí, usted considera que Larissa Carlón fue asesinada por orden del Grano Biz. El comandante los miró desconfiado. No se enrede ni me enrede, cabrón, creí que él deseaba que se cerrara el caso, es todo. Se observaron muy circunspectos. ¿Analizó esto con su equipo? Ah, no me diga que el comandante Briseño se sienta con ustedes a analizar cosas. Era verdad, muy pocas veces contribuía en sus averiguaciones. Uno hace sus consideraciones y ya. En el expediente de Larissa Carlón no consta que tuviera una relación con el Grano Biz y la hija de la víctima estuvo con ellos. Detective, ¿por qué te quieres pasar de listo?, si alguien sabe aquí cómo corre el agua eres tú, que ayudaste a escapar a Samantha Valdés del hospital Virgen Purísima, ¿ya se te olvidó? Expresó, irónico. Mendieta tuvo deseos de romperle la cara pero se controló y decidió bajar el tono. Voy a interrogar al Grano Biz, necesito que le hable y se lo proponga y si no acepta, quiero refuerzos para traerlo a la jefatura. Se lo dije desde un principio, no cuenten con nosotros, silencio breve. Llegó una circular de México donde dice que nos harán una prueba de confianza y el antidoping, ¿la conoce? No me chingues, Mendieta, no me vengas a asustar con el petate del muerto. Burbuja de silencio en la que los tres están hartos. Estaremos a la espera de sus noticias, comandante Rendón, espero que entienda que lo que sigue para nosotros es interrogar al Grano Biz; ¿qué no escribió en el informe que nos pudiera servir para ubicar al asesino de Pedro? El comandante tardó en responder. Un indígena estaba a esa hora en la enramada de las cactáceas, escuchó los disparos y vio a dos hombres alejarse, estaba bastante lejos, oscuro, y sólo notó que vestían ropa clara. Dígame algo que no sepa, comandante, los tipos eran delgados y usaban botas, el encono volvió a la cara del funcionario. Pues es lo único que omití, si quieren hablar con él se llama Joaquín y tiene una pequeña tienda de artesanías en la Plaza Ley. ¿Y si a Pedro lo hubiera matado el Grano Biz? Bueno, ustedes son los investigadores. Llámenos en cuanto tenga algo o nos avisa con Fierro.
Los detectives abandonaron la oficina francamente indignados. En el estacionamiento los esperaba el Pargo. ¿Cómo les fue? Cooperó más de lo que esperábamos. ¿En serio? Al menos nos dijo por qué cerró el caso, reveló Gris. ¿Y se puede saber? Claro, por temor al Grano Biz. Bueno, es un temor que comparto; por cierto, hice un par de preguntas por ahí y nadie sabe nada de él, no tienen idea de que tenga casa por aquí; tampoco Mendívil y Robles han oído del asunto. Le pedimos a Rendón que le llamara, ahora es cuestión de esperar. ¿Qué? Lo que oyes, también nos habló de Joaquín, ¿sabes quién es? Claro, tiene una tienda de artesanías.
¿Lo podrías traer a la comandancia para interrogarlo? Por supuesto, mañana te lo pongo aquí a primera hora. Bien, no te olvides de las fotos de Orozco. Ya mandé imprimir las copias pero me las entregan hasta mañana. Ni hablar. No estaría de más que pensaras cómo le vamos a entrar al Grano, detective. Mendieta deliberó, pero en un buen trago de whisky, pinche alcohol, cuántos líderes fracasados en tu nombre.
El alumbrado público iluminaba la calle cuando se dirigieron al hotel, el Pargo iba por esa ruta y el Zurdo lo siguió sin pretenderlo, sonó el Séptimo de caballería. Mendieta. Me pregunto si te veré hoy, detective. ¿Y qué te contestas? Que no te conozco y que quizá seas un culichi evasivo y sangrón. Nada de eso, soy el culichi más detectable y cariñoso del mundo. ¿A qué hora cenas? Depende de con quien, a Scarlett Johansson, por ejemplo, le gusta temprano, pero Nicole Kidman sólo quiere su arrocito con leche. Pinche presumido, murmuró el cuerpo. Creo que soy de otra clase. ¿A qué hora pasarías por mí? A las nueve, ¿te parece? Perfecto, te espero, cortó y se acordó de Susana, de que sería bueno regresarle la llamada, ¿por qué la recordó precisamente en ese momento?, ¿tenía algo firme con ella? También recordo a Jason y esa propuesta, que por estar pisteando no había pensado lo suficiente. Ya, pinche Zurdo, no te compliques, recuerda que la que está más cerca es la más hermosa. Lo de Susana no es juego, hasta se preocupa por mí. Pero está muy lejos, así que ponte las pilas y veamos a esta güerita, no pasa nada; además anoche estuvo fenomenal, no digas que no. Tú pura pinche calentura. Tú no porque eres pendejo.
Me gusta verlo cuando está en una relación, se pone sonrojado y feliz. No digas tonterías, agente Toledo, es la hija de Fierro. Jefe, no dije nada malo, además anoche bajé por mi coca de dieta y usted ni me peló, estaba muy entretenido con un montón de muchachas, entre ellas la doctora. Sonrisas. Hablando de muchachas, me olvidé de Montaño, ¿puedes llamar a Angelita y preguntarle qué pasó? A ver si la alcanzo, recuerde que cuando no estamos se va temprano, además es viernes. Márcale, tenemos que echarle una mano a ese cabrón, la tristeza es devastadora y nos convierte a todos en jinetes sin cabeza. El doctor aguanta eso y más, ya verá que no será el caso. No tenía interés en nada, quizá la inactividad amorosa lo tenga así de jodido. Esperemos un poco, ya verá que se le pasará. Debí obligarlo a venir. Si es de amor, a nadie le cae mal sufrir un poco, se aclaran muchas cosas, usted debe saber del asunto. Algo. Angelita no respondió en la oficina ni en su celular.
Mendieta se sentía excitado, la perspectiva de conocer un poco más a Janeth le inyectó ánimos. Es tan bonito conocerse que cuesta creer que haya tanta gente sola. Circulaban tranquilos cuando se les atravesó una camioneta de la Policía Federal que iba a exceso de velocidad. Frenos. Chirridos. Mentadas. Qué pedo. Olor a llantas quemadas. Maldiciones. Un agente en la caja de la camioneta estuvo a punto de salir volando. Se detuvieron paralelos, un vehículo en un sentido y el otro al contrario. Dos federales armados bajaron de la cabina, el tercero permaneció en su sitio. ¿Estás dormido o qué, pendejo? ¡Pendejo! Fue el doble saludo, Mendieta lo tomó con calma. Ya desperté, qué onda. Fierro, que media cuadra adelante escuchó las frenadas, se lanzó en reversa. Baja del pinche carro o te bajo a chingadazos, ordenó el Ostión con su boca chueca, cincuenta años, fuerte, acostumbrado a convivir con los demonios. Las manos donde las vea, pendejete, añadió el subalterno, treinta años, ojos bravos, fortachón. Somos policías ministeriales. Y qué, estás obstruyendo el libre tránsito a la autoridad. Supongo que perseguías al que todos buscan. Eres un pendejo, reiteró el joven. Y salgan de esa madre de una vez por todas. Un poco picados ambos detectives descendieron de la unidad, Gris tomó la palabra. Señores, disculpen y terminemos esto en este punto. ¿Y a ti quién te mete, vieja pendeja? Ei, cuidado, no ofendas a la detective, y ya dejen de hacerla de pedo, estamos trabajando. El Ostión le atizó un derechazo a las costillas. Uggg. Mendieta aguantó sin chistar. ¿Quién la está haciendo de pedo, pendejo? El federal quedó tan cerca que El Zurdo le recetó un rodillazo en los genitales que lo dobló. Uggg. Perdón, creí que traías protector. El otro policía desenfundó. Te va a cargar la chingada, pinche poli de mierda, y le disparó a los pies. A ti también, gritó Gris, y le acertó un tiró en el brazo armado. Una vecina que se acercaba con sus niños se retiró precipitadamente. ¡Perra desgraciada, hasta aquí llegaste! Un vientecillo agitó un árbol cercano. El Zurdo se le fue encima al herido y lo desarmó. La camioneta del Pargo se hizo presente, el Ostión llevó su mano a su arma. ¡Deja tu pistola donde está! Gris estaba encendida. ¡Tira la tuya al suelo o te chingo, pinche vieja! El policía de la caja apuntaba a Gris con un rifle, Fierro salió apresuradamente de la camioneta. ¡Deténganse!, ¿qué les pasa? ¡Somos policías! Y se metió entre ellos. Nos estamos conociendo, expresó el Zurdo. Qué bueno que te entiendes con el Ostión, es el mejor policía federal que conozco y se las ha ingeniado para estar entre nosotros veinticinco años. El aludido se reponía del sofoco. Ya pudimos ver que es bastante sociable, y también su subalterno, el herido se agarraba el brazo sangrante. Ha sido un gusto, señores, pero nosotros nos borramos. Por mí puedes ir a chingar a tu madre, el Ostión estaba en el límite, Mendieta entregó la pistola del herido a Fierro. Pargo, no te olvides de nuestros pendientes, buenas noches, que duerman bien. Subieron al Jetta bastante exasperados y enfilaron rumbo al hotel. El policía local explicó a los federales la misión en que andaban los detectives. ¿Qué no cerraron el caso?, replicó el Ostión. Larissa mató a Pedro y luego se metió un tiro en la choya. Pues están encontrando elementos que echan por tierra esa teoría, y por cierto, ya apareció el nombre del Grano Biz. Ah, supe que dos policías de Culiacán andaban en eso. Pues ellos son. ¿Quién es ese cabrón tan alebrestado? El Zurdo Mendieta. El Ostión observó el Jetta que se alejaba. No me digas, ¿el corrupto que desgració a mi compa Trokas? El mismo. ¿Por qué te entrometiste, eh, pinche Pargo? Obregón era mi compa; maldita plaga de Egipto, entre más pronto la erradique mejor.